El Dr. Adnan Selçuk Mızraklı resultó electo, el 31 de marzo del 2019, alcalde del área metropolitana de Diyarbakir (Amed para los kurdos), ciudad de algo más de 1.700.000 habitantes. La mayoría absoluta que obtuvo, 62% de los sufragios, no impidió que fuera destituido de su cargo por el gobierno turco en agosto de ese mismo año, y la municipalidad fuera intervenida. Mizrakli fue además detenido en octubre, bajo la acusación de pertenecer a una “organización terrorista”, y finalmente condenado, el pasado 9 de marzo, a nueve años y cuatro meses de prisión. Mizrakli forma parte del grupo de 23 alcaldes y alcaldesas del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) actualmente encarcelados. Human Rights Watch (HEW) afirmó, en su caso, que “las pruebas en su contra no respaldan la acusación”. Mediante la visita de sus familiares, Berria ha podido acceder a algunas de sus reflexiones sobre su situación, la actitud represiva del régimen de Recep Tayyip Erdogan, y el sentido de la lucha y aspiraciones del movimiento kurdo.
-Usted dejó su puesto de diputado para presentarse a la alcaldía de Amed. ¿Qué le motivó a asumir ese compromiso?
-Renuncié a mi cargo de parlamentario, parcialmente protegido, para llevar a cabo la tarea de alcalde, lo que finalmente me ha llevado hoy a estar aquí. Mi elección ha sido estar más cerca de las personas, a las que he servido de otra manera a lo largo de los años, para vivir en primera persona lo que es la piedra angular de la democracia local. Por otro lado, consideraba la posibilidad de contribuir al futuro común de un pueblo que con su trabajo, valores y recursos, ha sabido crear la participación más amplia y mecanismos democráticos para su propio futuro como comunidad local. Me he desempeñado como diputado y alcalde de la Municipalidad Metropolitana de Amed, porque eso era la voluntad y parte de la resistencia de mi pueblo, que me ha otorgado el honor de elegirme.
-La ciudad parece tener un significado especial para usted
-Siempre he soñado a Amed como piedra angular de los que han sido mis valores durante años: la democracia, el uso de los derechos y libertades, la justicia, la compensación de las desigualdades, el bienestar de una sociedad, el fortalecimiento de la esperanza y la confianza; es decir, un clima dominado por la paz. Este sueño, como muchas veces antes, es el compañero más cercano de la verdad y una realidad que se enriquece con la práctica popular. Diyarbakır es una ciudad con una larga memoria de dignidad y lucha. La Historia comienza en esta ciudad, y su lucha y su resistencia apuntan a continuar la Historia. Es una ciudad formada por gente que ha cultivado la paciencia, soy un estudiante de esa ciudad, he vivido y viviré, sabiendo que siempre estoy en deuda con esa gente y con ellas tengo responsabilidad. Los individuos tenemos una esperanza de vida limitada, pero los valores y lo que defienden las personas son eternos, por eso ¡Amed no muere!
-Su compromiso y su amplio triunfo electoral lo han conducido a la cárcel. ¿Cómo valora esta situación?
-Las cárceles siempre han sido la segunda residencia de los revolucionarios democráticos en tiempos de acoso. Cuando se habla de kurdos luchando por su representación democrática y la vida, desde el punto de vista del derecho las cárceles son una herramienta de amenaza, intimidación y chantaje, pero también una segunda oportunidad. Las condiciones carcelarias en Turquía, como en todos los países del mundo, son lugares donde se experimentan directamente tanto las virtudes como las carencias.
-¿Cómo afronta su encarcelamiento?
-En mi caso particular, estoy tratando de anular la prisión, que trata de convertirse en un segundo lugar de castigo y aislamiento a 700 kilómetros de mi propio espacio vital. El amor a la libertad de mi mente, de mi conciencia y la evaluación de esta situación, son mi fuerza. Son muchos los insurgentes en la historia política de los socialistas que han convertido la prisión en lugares de creación, que rompen los muros que nos encierran físicamente; pienso en Mandela o Gramsci.
-Su estancia en prisión ha coincidido en parte con la pandemia y con una protestas de los presos mediante huelgas de hambre.
-Durante el proceso del coronavirus, estamos siendo testigos de que la actitud del poder político, como en muchas otras ocasiones, está dominado por una actitud de venganza por encima de la protección de la vida y la salud humana. En este período, han estado también muy presentes las demandas de quienes, mediante la huelga de hambre, exigían un juicio justo, así como de la persistencia de los informes que indicaban que las condiciones de detención eran inadecuadas para preservar la vida. Hemos sufrido muertes, como ha sido la de la abogada Ebru Timtik, tras 238 días de huelga de hambre, pidiendo algo tan básico como un juicio justo. Ebru está inmortalizada en su reclamo de justicia, y la actitud del aparato judicial y la administración turcas han demostrado, una vez más, que consideran la vida humana como algo insignificante.
-¿Cómo valora la actitud de la Unión Europea (UE) ante la grave situación de violaciones de derechos humanos que se da en Turquía, y su turbio papel en el conflicto del Medio Oriente?
-Los que toman decisiones en la UE siempre han priorizado en sus cálculos sus intereses y estrategias. La diferencia entre las decisiones que toma el Parlamento y las comisiones de la UE, y su implementación apunta en esa dirección. Somos testigos de que Erdogan no sigue una política que tenga en cuenta ni equilibrios ni sensibilidades, y si hace falta incluso recurre a mantener como rehenes a la oposición democrática interna en su apuesta de retar constantemente a la UE.
En este juego, la geopolítica y la geoestratégica de Turquía están hechas de material altamente inflamable, se pasa de ser eje de la paz a convertirse en eje de la guerra y avivar la capacidad de producir conflictos. La UE no ha podido adoptar actitudes eficaces ante amenazas tan diferentes como la emigración o los yihadistas radicales, y a pesar de que se declara defensora de valores universales actúa basada en su interés y sus ansiedades. Como siempre, los pueblos oprimidos son los que pagan el precio de las luchas y los conflictos.
-La lucha del pueblo kurdo además de reclamaciones políticas concretas, adaptadas a la diversidad regional en la que viven, se inspira en un planteamiento global y alternativo que inspira su resistencia. ¿Nos podría sintetizar esas aspiraciones?
-En nuestro idioma hay un refrán que dice que una desgracia vale más que mil consejos. Nos enfrentamos al hecho de que la pandemia no reconoce naciones ni fronteras ni riqueza, y puede ser el desastre común de toda la humanidad. Como todos los hermanos y hermanas que vivimos en este mundo, nuestro futuro es común. El mundo en el que vivimos nos pertenece, pero además tenemos la responsabilidad con las próximas generaciones de establecer un futuro común para la humanidad, basado en establecer un vínculo orgánico con la naturaleza en lugar de intentar dominarla. Necesitamos un mundo que elimine las desigualdades, el racismo, que cuide la ecología y proteja la paz. Establecer la paz de la humanidad, eliminando las condiciones de explotación, es nuestra responsabilidad.
FUENTE: Orsola Casagrande / Rebelión / Berria