Este pasado 28 de abril se celebraron acciones y actividades en solidaridad con las ciudades kurdas de Sur y Hasankeyf con motivo del día de solidaridad internacional en 30 ciudades del mundo. Alemania protagonizó la mayoría de ellas con convocatorias en 10 ciudades (www.hasankeyfgirisimi.net/?p=676&lang=tr).
La razón estriba en el fuerte movimiento que surgió la pasada década, unido a la gran presencia kurda, contra el embalse de Ilisu. Después de que la financiación y construcción de este embalse se paralizara en 2001 al retirarse la compañía británica Balfour Beatty y la sueca Skanska, el proyecto fue asumido por la austriaca VA Tech Hydro y los créditos de exportación por los gobiernos de Austria, Suiza y Alemania. Sin embargo, este macro-proyecto llegaba a incumplir hasta 153 condiciones del proyecto, por lo que en el 2009, tras grandes movilizaciones en esos países, también se retiraron estas empresas y gobiernos.
Así que una vez se quedaron de nuevo sin financiación, al gobierno turco solo le quedó mirar para casa y ahí encontró a dos de sus bancos principales (el 3º y 4º respectivamente) Garanti y Akbank. El BBVA es propietario de la mitad del Garanti, razón por la que las acciones en Euskal Herria (Bilbo y Donostia) se centraran contra este banco: porque es responsable de la construcción de un cuarto del embalse y todas sus drásticas consecuencias. De los créditos a este proyecto, pagados recordemos por la ciudadanía turca, así como otros créditos y los ahorros de sus clientes en Turquía, el BBVA obtiene grandes beneficios. En 2016 un 14% de los beneficios del BBVA provinieron de Turquía.
El impacto de Ilisu a los vestigios arqueológicos kurdos y otros
La mayor razón para desestimar en tantas ocasiones y por tantos el proyecto de embalse de Ilisu es por sus graves impactos ambientales, sociales y culturales. El embalse será el más grande del país, con una central hidroeléctrica de 1200 MW. Inundaría una superficie de unos 313 km2 con una longitud de 244 km, inundando 68 pueblos, entre ellos la ciudad que nos ocupa hoy, Hasankeyf, con 12.000 años de antigüedad, cuna de distintas culturas y del pueblo kurdo. Ilisu además provocaría el desplazamiento de unas 78.000 personas, en su mayoría kurdas.
Pero muchos en Kurdistán y en esos países que denegaron la financiación del proyecto ven al embalse de Ilisu como una afrenta, como una forma de castigo, de sojuzgamiento del pueblo kurdo, o hasta de genocidio. Ilisu se sitúa en zona de presencia de la guerrilla PKK. Pero además, Ilisu sumergiría una vasta zona de gran patrimonio cultural, no sólo kurdo sino de muchas otras culturas y civilizaciones, que en su larga historia han poblado esa zona, cuna de civilizaciones. Como pasa ahora en Sûr, donde el desalojo del barrio ha supuesto la destrucción de patrimonio arqueológico así pasará en Hasankief: la ciudad milenaria, su puente, las cuevas hasta hace poco habitadas y ahora dinamitadas, y 500 sitios arqueológicos que se remontan de la prehistoria al imperio otomano, como la ciudad asiria de Tušhan (882-611 a.c.), o como el mausoleo de Zeynel Be (dinastía turkomana de la Oveja Blanca, 1378–1508), y que han intentado trasladarlo a otra ubicación fallando en su objetivo.
El recientemente estrenado documental “Día de muerte del agua” del director Ali Ergül muestra este patrimonio inagotable ahora amenazado. El gobierno, en su ridículo, se vio obligado a buscar una solución que no fue otra que la de crear un parque (Parque Cultural de Hasankeyf) al que trasladar todos esos vestigios culturales. Como si se pudieran trasladar y hacerlo correctamente; como si tuvieran el mismo valor fuera de su contexto, de su hábitat; como si fueran meras piezas de una colección. Esos vestigios arqueológicos son la historia de un pueblo y son de gran significancia para éste. Además, todos sabemos que mucho se perderá bajo las aguas.
Hace dos años, en pleno escándalo por la destrucción del ISIS de sitios arqueológicos de Nínive y de monasterios cristianos, la Plataforma contra el BBVA de Bilbo denunciaba la misma actitud por parte del Estado de Turquía, con la financiación del BBVA. La postura turca no difiere en nada.
El gobierno de Turquía fue creado en 1923 y a nivel nacionalista es la continuación del imperio otomano. Desde un inicio no reconoció al pueblo kurdo, como a muchos otros pueblos, al que el tratado de Lausana terminó por no concederle la independencia. Le negó su lengua, al igual que hicieran los otros estados que incluyeron a Kurdistán bajo sus fronteras (el caso iraquí es muy reciente). En la guerra que ha mantenido el Estado de Turquía no solo con el PKK, sino con el pueblo kurdo en general, su objetivo ha sido borrarlo. Entre 1993 y 1999 destruyó 3000 pueblos kurdos obligando a sus habitantes a desplazarse y perderlo todo. Ahora estos ya suman unos 4000 pueblos. De la misma forma usó el fuego para deshacerse de bosques en el que se pudieran esconder, igual que ahora ha hecho en Rojava.
Igualmente, el Estado turco ha intentado frenar al movimiento de liberación kurdo por todos los medios, como prohibiendo partidos o ahora encarcelando a sus representantes pero en las elecciones siguen cosechando resultados inmejorables.
Esa destrucción de la identidad kurda se observa también en el distrito antiguo de Sûr en Amed (Diyarbakir), la ciudad también que consideran capital de Bakur (Kurdistán norte). En Sûr se desarrolló desde el 2007 un proceso de Autonomía Democrática similar al que se viene desarrollando en Rojava. Los intentos de detener este movimiento provocaron numerosos enfrentamientos hasta que estos cesaron en 2016, pero entonces el gobierno turco procedió a su erradicación, no sumergiendo Sûr sino destruyéndola casa a casa. Actualmente el 80% de Sûr ha sido ya destruido. De igual forma, en los municipios de Cizre, Nisebîn (Nusaybin) y Şirnex (Şırnak) también se han desalojado a 175.000 personas. Las fuerzas de seguridad además han asesinado a 400 ciudadanos kurdos.
En esta situación, los eventos de Rojava (Kurdistán del Oeste, bajo control antes de Siria) y la zona siria liberada (FDNS) suponen una amenaza para la supremacía turca. Pero sobre todo por los grandes niveles de autonomía adquiridas, y democracia real, democracia de base y revolucionaria (derechos de la mujer, cooperativas, control obrero, etc.). Esa es la razón porque durante todo este tiempo el Estado turco ha atacado a Rojava/FDNS, ha cometido incendios para quemar sus bosques y cosechas, e incluso ha apoyado al ISIS en sus ataques, y por lo que ahora ha bombardeado Afrín.
Ilisu y el uso bélico de los embalses por Turquía
El proyecto hidroeléctrico Ilisu en el río Tigris se sitúa en el frontera turca con Siria e Iraq (de hecho este río sirve de la frontera entre Siria e Iraq). Con el proyecto hidroeléctrico de Ilisu, el gobierno turco ha violado tratados internacionales concernientes al uso de aguas de ríos transfronterizos. El uso de las aguas del Tigris y el Éufrates siempre han sido objeto de conflicto, pues aunque nacen y transcurren por Turquía en unos tramos (suponen el 31% del agua turca), luego riegan Siria e Iraq. Para ambos países, debido a sus condiciones climáticas, a ser zonas fundamentalmente desérticas, las aguas de ambos ríos son esenciales para su vida y de él dependen empleos y alimentación de miles de personas, así como ecosistemas que también son de gran valor para muchas comunidades. Un embalse supone el restringir el flujo de agua de ese río y también una alteración ambiental a muchos niveles.
El embalse de Ilisu sería pues una herramienta de control ante sus vecinos próximos (Siria e Iraq) y de poder, porque Turquía no tiene petróleo y lo tiene que importar de esos países. Ilisu sería utilizado como un arma de control contra el pueblo kurdo y los países vecinos, lo que en el programa Agua y Conflicto de la Universidad de Chapel Hill de Carolina del Norte (EEUU) han acuñado como “Weaponization of Water” (Uso Bélico del Agua).
Desde el inicio de su política hidroeléctrica, Turquía lo ha entendido como una forma de ejercer hegemonía en la zona. En el río Éufrates, el gobierno turco cuenta con las represas de de Karkamış (189 MW), Karakaya (1.800 MW), Keban (1.330 MW), y la mayor, la represa Ataturk, de 2.400 MW de potencia, así como otras en afluentes como el río Peri (Seyrantepe y Özlüce -200 MW-). La represa Ataturk fue nombrada en homenaje al artífice de la República de Turquía y símbolo del nacionalismo turco del mismo nombre. En su inauguración en 1992 el entonces presidente turo Suleiman Demirel lo dejó claro: “Las aguas del Éufrates y el Tigris son turcas, y las fuentes de esta agua son turcas. No le decimos a Siria e Iraq que compartan sus recursos petroleros, y ellos no tienen derecho a decir que comparten nuestros recursos hídricos”.
Antes de la guerra, Turquía utilizó esta represa contra Siria, reduciendo el flujo del Éufrates de forma que afectaba el agua de la canalización para uso agrícola y humano, y para los embalses Tabqa (824 MW), Baath (81 MW) y Tishrin (630 MW). Así lo hizo en el periodo de mayor conflicto entre ambos países, o cuando el líder del PKK Abdullah Öcalan se refugiaba en ese país y Turquía solicitaba su extradición.
Ahora los tres embalses están bajo control de la Federación Democrática del Norte de Siria (FDNS), impulsada principalmente e inicialmente por las fuerzas kurdas de Rojava. Turquía utiliza sus embalses (principalmente el de Ataturk y Karakaya) de idéntica forma. En mayo de 2014 Turquía cerró el flujo del Éufrates desde la represa Ataturk, lo que tuvo serias consecuencias en territorio sirio pues coincidió con una sequía. Muchas cosechas e perdieron por este motivo y con ella la capacidad de alimentación de miles de personas, ya de por sí en situación límite a causa de la guerra. La decisión se tildó como un acto de genocidio.
El 28 de junio de 2017, la administración de FDNS publicaba un comunicado sobre el bloqueo fluvial turco que se unía a su ofensiva militar: “Socavando la libre voluntad de los pueblos de cortar el río Éufrates, que es la línea de vida para la población a ambos lados del río, lo que ocasionó daños a los cultivos y la falta de agua potable para los residentes de la provincia de Kobani, Manbj, Alepo y algunas zonas orientales”.
El proyecto GAP (Proyecto del Sudeste de Anatolia) al que pertenece el embalse Ilisu, planea aún más embalses en la zona. De completarse este programa utilizaría la mitad del flujo del Éufrates. GAP contabiliza ya un total de 20 represas y proyecta otras 12 en la misma zona de Kurdistán, sumando 7490 MW. De todas ellas, Ilisu es el mayor. Toda esa energía no es para Kurdistán y se debe cuestionar su necesidad, así como se puede producir por otros medios de menor impacto.
Muchos de esos embalses se han construido sin la conformidad o sin discusión con el gobierno sirio o iraquí, o se han llenado y utilizando obviando los impactos en esos países. Turquía se ha aprovechado de la situación en ambos países: con la construcción de Ilisu, de que Iraq estaba en guerra y no existía un gobierno con el que negociar, y después de la guerra que existían otras prioridades (entre ellas, más guerra…), y ahora también de que Siria o la FDNS están en parecida situación. Estos proyectos son rebatidos por hasta seis distintos tratados firmados con Siria, cuatro de ellos también con Iraq, que se remontan a 1923, y el más reciente de 1994 firmado en la ONU.
Además, estos embalses violan leyes internacionales como el artículo “D” de los Principios de Helsinki de 1966, que considera el río Éufrates como un río internacional, o el Convenio sobre el uso de los cursos de agua transfronterizos para fines distintos de la navegación de 1997. En 1998 Turquía se comprometía a “proporcionar una tasa anual de más de 500 metros cúbicos por segundo en la frontera turco-siria”.
El papel del BBVA
¿Y cuál es el papel del BBVA entonces ante semejante situación? BBVA es un banco que ha sido abanderado dentro de los bancos por su Responsabilidad Social Corporativa (RSCA), o el criterio por el que dicen regirse para considerar financiaciones de acuerdo a las implicaciones sociales y ambientales de estos. Como se ha denunciado repetidamente desde los movimientos sociales, éste es sólo un intento más con el que eludir responsabilidades mientras pretende lo contrario. En el caso del BBVA son bien conocidas las múltiples financiaciones que contradirían esta RSCA (ver listado de Plataforma contra el BBVA: bbvahiltzaile.blogspot.com), entre ellas muchos embalses como el de Ilisu.
Lo que no conocemos es ningún caso de financiación desestimada por el BBVA por creerla indigna. Bueno, sólo una, la de los embalses en los ríos Baker y Pascua en la Patagonia chilena. En esa zona se han construido embalses de gran impacto al medio ambiente y a los pueblos, en concreto al pueblo mapuche. Pero lo que realmente ocurrió es que BBVA no decidió esto hasta que el proyecto fue totalmente denegado por sus fuertes impactos. Y lo que calló es que lo había financiado con antelación hasta en cinco ocasiones distintas. El que un banco como el BBVA financie en un 25% un proyecto como el embalse de Ilisu con los impactos ya denunciados a nivel ambiental y social, y sobre todo dentro de la política genocida (como también hemos demostrado) del gobierno turco contra Kurdistán, nos llena de vergüenza, por lo que exigimos replantee su posición, active de verdad su RSCA y se retire de una vez de ese proyecto.
La otra responsabilidad del BBVA con Kurdistán: armas
Pero no es sólo Ilisu: el BBVA es el mayor financiador de la industria armamentística española así como de su exportación, aspecto que al ser legalmente sujeto de secretismo (una vergüenza), no se conoce con detalle (tipo de armas, empresas, etc.). Lo que sí sabemos es que Turquía fue el segundo país de destino de las armas españolas en 2016. A ese país se vendieron armas a través de 34 licencias distintas por valor de 927.553.427 euros. También hemos explicado que Turquía emplea esas armas y para qué. Por lo tanto, exigimos una vez más al BBVA y al gobierno español que ampara sus actividades que replantee su posición, active de verdad su RSCA y se deniegue la venta de armas a Turquía como a cualquier otro país, máxime como cuando están involucrados en represión y muerte de personas, y máxime sabiendo cuál es la política de Turquía en Kurdistán, tanto en Bakur como en Rojava.
FUENTE: Martintxo Mantxo / Rebelión