La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca provocará una profunda revisión de la política exterior estadounidense. Durante sus cuatro años de presidencia, Donald Trump apostó por la vía unilateralista que le llevó a ningunear a la ONU o a retirarse, en plena pandemia de Covid-19, de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el mundo árabe, Trump dio carta blanca a los regímenes autoritarios e, incluso, llegó a bautizar al presidente egipcio Abdelfatah Al Sisi como “mi dictador favorito”.
Durante la campaña electoral, Biden ha dejado claro que intentará restaurar la maltrecha imagen de Estados Unidos y contribuir a la co-gobernanza mundial. En Oriente Próximo, el futuro presidente intentará recuperar el legado de Barack Obama, del que el acuerdo nuclear con Irán es el máximo exponente. No es una buena noticia para los autócratas de la región, empezando por Arabia Saudí, que deberá replantear su intervención militar en Yemen, pero tampoco para Egipto, donde las libertades elementales son sistemáticas perseguidas. Como ha señalado su asesor Jake Sullivan: “Lo que hace la política exterior norteamericana diferente es que no somos neutrales entre los autócratas y las poblaciones que demandan derechos humanos y dignidad”.
Una de las prioridades de la administración demócrata será abandonar la estrategia de “máxima presión” al régimen iraní y resucitar el acuerdo nuclear, tras constatar que las sanciones impuestas por Trump no han logrado derribar al gobierno de los ayatolas. Es inevitable que este giro eleve la tensión con Arabia Saudí e Israel, los principales rivales de Irán, que llevan años tratando de poner freno al expansionismo iraní.
Efectivamente, Arabia Saudí podría ser el país más golpeado. Durante la campaña electoral, Biden mostró su disposición a retirar el apoyo incondicional al príncipe heredero Mohamed Bin Salman, al que lanzó una clara advertencia: “Defenderé los derechos de los activistas, disidentes políticos y periodistas a hablar libremente sin temor a ser perseguidos y sufrir violencia”, y “la muerte de Khashoggi no será en vano”. El futuro presidente también criticó “el peligroso cheque en blanco” de Trump que Arabia Saudí ha empleado para intervenir en Yemen, imponer un bloqueo a Qatar y encarcelar a cientos de disidentes, incluidos destacados miembros de la familia real.
Por el contrario, las relaciones con Israel no se resentirán en exceso, ya que el Estado hebreo cuenta con firmes defensores tanto en el bando republicano como en el demócrata. Biden ha mostrado su apoyo a la solución de los dos estados y su rechazo a las medidas unilaterales de Benjamin Netanyahu, como la construcción de asentamientos o el bloqueo de Gaza. Aunque no dará marcha atrás al traslado de la embajada a Jerusalén, sí que ha manifestado su voluntad de restaurar los lazos con la Autoridad Palestina y retomar la ayuda económica y humanitaria que le retiró Trump. No obstante, mientras Netanyahu se mantenga en el poder no se llevará a cabo presiones significativas para establecer un Estado palestino al considerarse que caerían en un saco roto.
FUENTE: Ignacio Álvarez-Ossorio / El Periódico