El 23 de abril de 2021, Turquía inició una operación militar transfronteriza en la región iraquí de Kurdistán, la trigésima tercera vez en la zona, desde 1983. Estas operaciones turcas, en las últimas cuatro décadas, han matado a más de 40.000 personas en ambos lados de la frontera, forzó el abandono de 5.000 aldeas y desplazó a cinco millones de personas. En 2015, las operaciones anti-kurdas en Turquía destruyeron diez ciudades. El ejército turco ahora regularmente arrasa olivares y bosques. En cada operación, Turquía promete eliminar al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), pero nunca lo hace. Todo lo que logran las operaciones militares es desestabilizar aún más la región y aumentar la agonía del pueblo kurdo dividido entre Turquía, Irak, Irán y Siria.
La operación más reciente ha obligado a miles de personas a huir de sus aldeas. Se han vaciado 38 aldeas, incluidas algunas cristianas y yezidíes. Las fuerzas turcas han destruido jardines y granjas que han pertenecido a las mismas familias durante generaciones. Si bien ni el gobierno iraquí ni el gobierno regional de Kurdistán han contrarrestado la agresión turca, algunos luchadores por la libertad kurdos defienden su tierra. Turquía ha utilizado 13 veces gas (químico) para atravesar las líneas de defensa, lo que ha llevado a la masacre de decenas de nuestros camaradas. También ha desplegado, desde Libia, Siria y Nagorno-Karabaj, cientos de sus mercenarios yihadistas aliados.
El objetivo de Turquía nunca ha sido sus “preocupaciones legítimas de seguridad”. Más bien, limpia éticamente la región que toma y reasenta a los milicianos aliados y a sus familias en una tierra limpia de kurdos, cristianos y yezidíes. No es casualidad que la última operación turca comenzó tan sólo unas horas antes del 106º aniversario del Genocidio Armenio, y que entre sus víctimas están los descendientes de los sobrevivientes que se refugiaron en las montañas. Erdogan reconoció efectivamente este plan en la Asamblea General de la ONU de 2019.
La cuestión kurda tiene raíces históricas, políticas y sociales. Al mismo tiempo, es una cuestión humanitaria. Las potencias globales y los estados regionales no deberían sacrificar a los kurdos por ganancias a corto plazo en sus relaciones con Turquía. La cuestión kurda es una prueba de fuego para todos aquellos que afirman que se preocupan por los derechos humanos, la libertad y la democracia. El presidente Joe Biden ha dicho que respeta los derechos humanos, pero su reunión durante la Cumbre de la OTAN con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha hecho poco para promover los derechos humanos y mucho para encubrir los continuos abusos de Erdogan.
Nuestro líder encarcelado Abdullah Öcalan ha propuesto una serie de soluciones que podrían llevar la paz a todas las partes dentro de las fronteras existentes de la región. En efecto, se ha convertido en un Nelson Mandela del siglo XXI, mientras Erdogan se ha convertido en una versión moderna de PW Botha (Pieter Willem Botha, ex primer ministro de la Sudáfrica del apartheid).
La OTAN parece haber desperdiciado su oportunidad más reciente de enfrentarse a Erdogan. El apaciguamiento no llevará a Erdogan a abandonar sus agresivas políticas regionales y sus sueños neo-otomanos; sólo la claridad moral y la justicia histórica lo harán.
FUENTE: Zagros Hiwa (portavoz del PKK) / 19fortyfive / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
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