El Parlamento de Turquía aprobó una polémica reforma constitucional para reemplazar al actual sistema parlamentario por un sistema presidencialista. De esta forma se le abre el camino a Recep Tayyip Erdogan, que gobierna el país desde hace 13 años, para convertirse en la única autoridad ejecutiva del país.
La reforma fue aprobada con 339 votos a favor (nueve más de los necesarios) gracias al apoyo del Partido Acción Nacionalista (MHP), contra 142 votos en contra del Partido Democráticos de los Pueblos (HDP) y el Partido Republicano del Pueblo (CHP). Con este visto bueno del Poder Legislativo, el próximo paso será un referéndum que se deberá realizar, a más tardar, en la tercera semana de abril.
Esta reforma constitucional estipula la creación de vicepresidentes y la eliminación del actual cargo de primer ministro, y el presidente podrá nombrar a su consejo de ministro, se ampliarán las facultades para gobernar por decreto y se le permitirá declarar el estado de emergencia. Además, estará habilitado para emitir decretos y mantener lazos con un partido político, contará con una amplia autoridad sobre el alto consejo de jueces y fiscales, y las elecciones presidenciales y parlamentarias se realizarán simultáneamente cada cinco años.
El gobierno turco defiende la reforma porque permitirá construir un liderazgo fuerte y centralizado, comparándola con los gobiernos europeos o el gobierno de los Estados Unidos, pero la oposición la critica duramente porque debilitará la labor del Parlamento y permitirá la centralización de todo el poder en un sólo hombre, borrando la pluralidad y el Estado de derecho. Human Rights Watch criticó la reforma: “El Gobierno turco cita la presidencia de Estados Unidos como modelo de sus cambios. Pero la Constitución de Estados Unidos limita el poder del presidente a través del (poder) legislativo y judicial, lo que no es el caso en los cambios constitucionales propuestos por Turquía”.
La reforma no es sólo polémica por lo que propone sino por cómo se aprobó. La misma fue escrita por los propios asesores de Erdogan, sin diálogo ni debate en la sociedad y las únicas modificaciones que se le realizaron fueron consensuadas en reuniones cerradas con los responsables del MHP. Además, esta reforma es impulsada mientras continúa el estado de emergencia y la purga de Erdogan luego del intento de golpe fallido del pasado 15 de julio, que ya dejó más de 23 mil agentes de las fuerzas de seguridad despedidos. La misma suerte corrieron 20 mil militares, ocho mil médicos, 3.600 jueces y fiscales, 2.300 periodistas, 68 mil docentes, 6.300 profesores universitarios y más de 180 medios de comunicación clausurados y 1.200 escuelas, liceos y guarderías cerradas. Además de más de 40 mil detenidos, entre ellos 11 miembros del partido opositor HDP, incluidos sus co-presidentes.
Como si fuera poco, los debates que se realizaron en el Parlamento terminaron en escandalosas peleas a golpe de puños y patadas entre los diputados. En esas sesiones, los miembros del AKP y del MHP rompieron las reglas de las votaciones secretas obligando a sus compañeros de bancada a votar públicamente para evitar posibles disidencias.
Turquía hacia afuera
El Gobierno de Erdogan no busca tener más poder sólo dentro de sus fronteras, sino también en la región. En la última semana, Erdogan visitó Tanzania, Mozambique y Madagascar, en el continente africano, donde, además de buscar inversiones y expandir su economía, llevó su purga contra el clérigo Fethullah Gülen, al que hace responsable del intento de golpe de Estado. Durante este viaje instó a los países que visitó a cerrar las escuelas y centros de estudios del movimiento de Gülen. Cabe recordar que varios países como Gambia, Sudán, Marruecos, Somalia, Guinea Ecuatorial, Níger y Etiopía ya han accedido a sus pedidos y han cerrado dichas instituciones.
Además de buscar más poder en África, el gobierno de Erdogan intenta desarrollar un papel predominante en la resolución del conflicto sirio, donde es parte de las conversaciones de Astaná para encontrar una solución pacífica al conflicto que azota a la región desde el 2011. Ante esta situación, Turquía ha afirmado que no le entregará el poder de la ciudad siria de Al Bab a Bashar Al Assad una vez recuperada de los grupos terroristas. “Los alegatos de que Turquía entregaría el control de la ciudad siria de Al Bab a las fuerzas del presidente sirio, tras su liberación de Daesh son falsas”, dijo el portavoz del Gobierno turco, Numan Kurtulmuş. Esta es una clara provocación a Siria que tiene como objetivo final la persecución y el exterminio del pueblo kurdo, especialmente de las Unidades de Protección Popular (YPG) y del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), definidos por Turquía como organizaciones terroristas.
Al problema de Siria se le suma la incertidumbre con el gobierno de Donald Trump al frente de los Estados Unidos. La relación Ankara-Washington se encuentra tensionada por dos cuestiones: la no extradición de Gülen por parte del gobierno norteamericano para que sea juzgado por un tribunal turco, y el apoyo que le brinda Estados Unidos a las YPG en su lucha contra el Daesh. En relación al nuevo gobierno, Erdogan dijo: “Estamos a la espera de ver lo que el señor Trump diga sobre el Oriente Medio. Por el momento, algunas cosas están llegando a nuestros oídos y, para ser franco, es preocupante”. No es una buena forma de comenzar.
Lo que se viene
Con la reforma constitucional y las aspiraciones de mayor poder en la región se abre una nueva era política en Turquía. La confirmación de un sistema presidencialista desencadenará en un gobierno más autoritario y en la eliminación de la pluralidad de ideas y opiniones. El camino hacia el referéndum será largo y complejo. Ssegún una encuesta de A&G hoy ganaría el “Sí” con el 52% de los votos, mientras que una encuesta de Metropoll le da la victoria al “No” con el 51%.
No cabe duda que no será una campaña limpia, y pareja ya que el oficialismo cuenta con una gran cantidad de medios de comunicación que son obedientes o temerosos del gobierno, mientras que la oposición sufre persecuciones y muchos críticos del gobierno se encuentran tras las rejas. Erdogan apelará al peligro y la estabilidad del país y recurrirá al nacionalismo turco para movilizar a sus votantes, como lo viene haciendo últimamente. En el próximo referéndum estará en juego dos formas de país: una autoritaria y otra pluralista.
FUENTE: Lucio Garriga Olmos/Resumen Medio Oriente