En los 24 minutos que dura el cortometraje Furtivo se cuenta la despedida de dos amigos, entre otras cosas. La frase podría valer como sinopsis, es lo fundamental de la película, pero dejaría afuera mucha sustancia. Porque no se trata de una amistad al uso, ni de una relación forjada desde la infancia, sino que los dos se encontraron en el campo de batalla, luchando contra Daesh en Rojava (Kurdistán sirio). El gallego Arges Artiaga viaja a Poole (Dorset, Inglaterra) para asistir al funeral de Jack Holmes, abatido en Raqqa por la explosión de un chaleco suicida abandonado en la calle, tras la capitulación del autodenominado Estado Islámico. Es el punto de partida para un sugerente trabajo cinematográfico que se estrenó en agosto en el Festival de Málaga.
Furtivo lanza algunas preguntas pero no aporta las respuestas y deja muy abierto el discurso. Tampoco juzga. Aunque está localizada en una acción muy concreta, la intención de sus creadores, Pedro García Campos y Pol González Novell, debutantes con este trabajo, no ha sido tanto explicar la derrota de Daesh o narrar espectacularmente un episodio bélico sino tratar qué le sucede a la vida de alguien que decide ir a un conflicto de manera personal, fuera de la lógica de los ejércitos convencionales, “que ha vivido cosas atroces a nivel humano y físico, y vuelve a su casa”, según comentan los realizadores.
Y añaden otra circunstancia que hace particular a esta película documental: “Siempre tuvimos la sensación de que en los medios españoles este tema se abordaba desde la acusación o la propaganda, y que en el medio quedaba un terreno enorme de emociones y recuerdos, sin juzgar, que es donde estaba la historia, el relato de verdad, lo potente y trascendente”.
En cualquier caso, por su temática e imágenes de archivo, Furtivo forma parte del discurso que, desde Europa, se está construyendo poco a poco sobre la resistencia kurda a las atrocidades perpetradas por Daesh, con la participación decisiva y cómplice de Turquía, y acerca de lo sucedido en Rojava durante la última década, esa revolucionaria experiencia de autogobierno que, en las peores condiciones posibles -bajo las bombas, un embargo y el hostigamiento continuo de las milicias yihadistas y las tropas turcas-, se ha desarrollado entre las diversas comunidades que allí conviven. Productos culturales como este corto documental o el tebeo Kobane Calling, del autor italiano Zerocalcare, aportan miradas que ayudan a conocer qué ha ocurrido en una de las zonas más conflictivas del mundo. Desde la propia Rojava, la actividad de la Comuna de Cine es imprescindible en esa ampliación del foco.
La idea inicial de los directores de Furtivo era realizar una pieza de corte experimental, apoyada en un perfil “más psicológico” de las vivencias de una persona como Arges Artiaga y las cargas que lleva sobre sus hombros. “Nos inspiramos en cosas como la teoría del paisaje para confrontar su estado anímico con su entorno, esa Galicia a la vez exuberante y a la vez decadente, pero la historia fue avanzando y tomando un tono más documental. Y después ha sido más de un año dándole vueltas al montaje, buscando una tensión que nos sedujera entre esos enigmas y el motor del personaje, la acción y las escenas y su fuerza”, recuerda García Campos, quien define la película como algo similar a un rompecabezas sin instrucciones.
Su interés era el después, más allá de qué tipo de guerra se había desarrollado, quiénes la habían protagonizado o qué razones ideológicas habían llevado a participar en ella. Y en el origen de Furtivo -que cuenta con ambientación musical a cargo de Marcel Bagés- se encuentra un trabajo periodístico previo y el hallazgo de la historia de Artiaga, como explica García Campos: “Llevaba varios años investigando y entrevistando a jóvenes que habían estado en Ucrania y en Siria, y Arges, de algún modo, siempre ha sido alguien diferente, una persona con un peso en todo lo que dice y hace, que lo convierte en una personalidad muy interesante, muy diferente al resto. Viajamos al norte de España y tuve la oportunidad de estar casi dos horas en cámara, hablando con él sobre lo que había vivido en Siria. Luego hubo que dejar la pieza en diez minutos y, como te digo, fue el reportaje que inauguró el programa… pero yo no dejaba de ver y volver a ver el bruto de la entrevista, las dos horas. Siempre, desde ese día, pensé que había algo más que contar aquí, y que Arges, que hizo la entrevista tapado con un pañuelo para ocultar su identidad, quizá se lo quitaría y nos contaría más, y podríamos seguirle en su vida, una vez terminase la batalla de Raqqa, que fue su última experiencia allí”.
Aprender a vivir con tus demonios
“Una y mil veces”, responde Arges Artiaga cuando se le pregunta si volvería a hacer algo así en el futuro. Ese “algo así”, lo que hizo, fue combatir con las YPG (Unidades de Protección Popular, una milicia kurda de autodefensa integrada en las Fuerzas Democráticas de Siria) durante tres periodos distintos entre 2015 y 2017, entre la defensa kurda de Kobane y la caída de Raqqa, la capital del Estado Islámico, las dos grandes derrotas del grupo terrorista.
En su primer viaje, Arges Artiaga -nombre de guerra- integró las unidades regulares de las YPG de febrero a junio de 2015, cuando regresó a España enfermo de disentería. En octubre de ese año, volvió a Rojava y se incorporó a la 223, una unidad constituida por voluntarios internacionales en la que permaneció hasta mayo de 2016, cuando fue herido en un ojo. En la primavera de 2017, Artiaga inició su tercera estancia en Siria, en esta ocasión participando en los combates para expulsar a Daesh de Raqqa. En agosto de ese año, él y Jack Holmes resultaron heridos en el centro de la ciudad.
Artiaga acumulaba seis años de vida castrense antes de viajar por primera vez a Rojava y había servido en el ejército. Su motivación para implicarse en la lucha de los kurdos “no fue política, sino más bien de justicia”, observa ahora, mientras recuerda que una de las causas que le llevaron a implicarse fue la masacre de yazidíes en Sinyar (Shengal, Irak) por parte de Daesh en agosto de 2014.
Si se le pregunta si el autodenominado Estado Islámico es una representación del fascismo en el siglo XXI, contesta que “Daesh es solo la punta del iceberg”, y considera que, en cierto sentido, se puede comparar la lucha de los voluntarios internacionales que han combatido en Rojava con la de los brigadistas durante la guerra civil en España.
“Yo no llamaría a los miembros de Daesh combatientes -puntualiza al ser inquirido acerca de cómo no dejarse llevar por el odio cuando se detiene a combatientes enemigos-, son tipos que ejecutarían a un bebé de dos años sin dudarlo medio segundo. No tienen absolutamente nada de combatientes, son terroristas. De todas formas, es una buena pregunta”.
Junto al Daesh, Artiaga apunta al papel desarrollado por Turquía, que “era, es y sigue siendo de cooperación. El 99 por ciento de terroristas extranjeros llegaron a los aeropuertos turcos, se alojaron en hoteles turcos y cruzaron la frontera con Siria sin problema ninguno. Los terroristas heridos se transferían a Turquía y se trataban en hospitales turcos, esto ya sin hablar de las transferencias de armas y equipo. Curiosamente, los periodistas que informaron sobre el tema han muerto en circunstancias poco claras o están en la cárcel acusados de terrorismo”.
Aunque durante sus estancias en Siria pasó la mayor parte del tiempo en el frente y reconoce que no puede contar mucho sobre el día a día de la vida civil, Artiaga opina que el autogobierno de Rojava “funcionaba de maravilla, teniendo en cuenta el brutal bloqueo al que están sometidos por los cuatro puntos cardinales”. También añade que “el gobierno autónomo es profundamente democrático, inclusivo, representa a todas las etnias de la región y la tolerancia, así que coincidimos en lo primordial. Jamás apoyaría ningún totalitarismo de ninguna ideología política o religiosa”.
Para él, ver la película no ha supuesto reabrir heridas ni tampoco cerrarlas definitivamente, como resume de manera concisa: “Las heridas así no se curan, es solo que uno aprende a vivir con sus demonios o tus demonios pueden contigo”.
FUENTE: José Durán Rodríguez / El Salto Diario