El presidente de Turquía conoce a un hueso duro de roer. Ekrem Imamoglu, el candidato del socialdemócrata Partido Popular Republicano (CHP), revalidó este domingo su victoria electoral en Estambul, infligiendo un duro varapalo al gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP). La formación islamista fundada por Recep Tayyip Erdogan, que presentaba de candidato al político veterano Binali Yildirim, sufrió su mayor traspié en 17 años de vida, perdiendo, incluso, en distritos que fueron sus bastiones durante años. Así, Imamoglu se confirma como el rival de Erdogan del mañana.
Binali Yildirim no esperó ni a la publicación de los primeros resultados para felicitar al vencedor. En un breve discurso, el ex primer ministro y aspirante, que se había acostumbrado a los discursos de balcón durante años actuando a la sombra de Erdogan, dijo: “Le deseo suerte en su labor. Estoy listo para asistirle como pueda”. Pese a que la decisión de la Junta Electoral de suspender los anteriores comicios había sembrado la duda sobre el sistema electoral, Yildirim afirmó que este resultado probaba que “la democracia turca funciona perfectamente”.
Algo muy parecido sostuvo Ekrem Imamoglu en su discurso, de un tono muy distinto y, sobre todo, más extenso. “La democracia sigue viva en Turquía”, proclamó el próximo receptor del bastón de mando desde la sede de su formación. “Hemos dado una lección a todos aquellos que asemejan Turquía a otros países de su entorno”, añadió, sobre la calidad de las instituciones turcas. En su turno de agradecimientos, Imamoglu apeló a “todos los ciudadanos de nuestra bonita ciudad, ya sean turcos, kurdos, griegos, judíos, asirios y, en corto, a todos los nobles ciudadanos de este país”. Fiel a su talante comedido, Imamoglu tendió la mano al campeón de la polarización en el país: Recep Tayyip Erdogan: “Querido señor presidente, me gustaría trabajar con usted, reunirnos y discutir cuestiones que sólo pueden resolverse trabajando juntos, como el transporte, la crisis de los refugiados o la preparación frente a terremotos”.
Fue una jornada electoral tranquila, para los estándares de un país que, desgraciadamente, ha llegado a acumular muertos en trifulcas a pie de urna. Esta vez, sólo altercados menores interrumpieron un voto fluido. En el colegio electoral Münir Özkul, en el barrio secularista de Cihangir, Mevlut, un jubilado resumió la orientación de su voto usando el famoso eslogan de campaña de Imamoglu: “Todo irá bien”. En cambio, Recep, un venerable piadoso que depositó su voto en el mismo centro, prefirió guardar silencio: “Que gobierne quien tenga que hacerlo. Los votantes queremos que nos sirvan. Una sola palabra: servicio”, sentenció, usando una palabra habitual en la boca de los partidos islamistas, acostumbrados a fiar sus votos a su capacidad de satisfacer materialmente a sus vecinos.
Pero, esta vez, incluso sus más acérrimos le dieron la espalda. El mapa de votos de Estambul se llenó de rojo del CHP, que fue el partido más votado en 29 distritos, mientras que diez fueron para el AKP, incluso en los eminentemente conservadores. Once distritos cambiaron de color respecto a los comicios del 31 de marzo pasado. Entre ellos Üsküdar, donde el CHP ganó con 31.400 votos de diferencia frente al AKP, Tuzla -donde Yildirim votó-, donde Imamoglu se impuso por 10.662 apoyos, y Zeytinburnu, habitado por numerosos inmigrantes, donde el CHP ganó por 7.516 votos.
Estos resultados dan a entender que parte del electorado tradicional del AKP pudo haber virado hacia Imamoglu. El próximo alcalde de Estambul, oriundo del Mar Negro, ha cultivado una imagen de hombre conservador y cercano, desafiando el estereotipo elitista y radicalmente anti-piadoso atribuido popularmente a las figuras del CHP. Esto, y su capacidad de aglutinar tras él a todo tipo de pensamientos opositores a Erdogan, pese a las posibles discrepancias entre ellos, pueden haber jugado a favor a favor del vencedor. La criptonita de Erdogan puede haber resultado ser el producto de años de polarización; él sigue manteniendo la mitad del país a su favor, pero la otra mitad ha sido capaz de unirse en su contra. Por último, la participación, habitualmente alta en Turquía, subió ayer casi un punto porcentual hasta colocarse en el 84,4 por ciento. Los veraneantes optaron por regresar a la ciudad para cumplir con su deber.
Con todo, puesto que la Junta Electoral no ordenó repetir todo lo votado el 31 de marzo pasado, el AKP seguirá gobernando la mayoría de juntas de distrito. Eso asegura una legislatura repleta de turbulencias para Ekrem Imamoglu. Este hecho, sin embargo, puede suponer que el partido de Erdogan pierda el control de numerosas empresas municipales, así como el poder de otorgar contratos municipales. La oposición ha denunciado reiteradamente que el ayuntamiento de Estambul se convirtió, con los años, en un pool al servicio de las compañías del entorno del gobierno, adjudicatarias de jugosos contratos en un proceso que, a su vez, beneficiaba al partido.
Si los comicios del 31 de marzo pasado demostraron que la oposición ganaba enteros frente a las fuerzas del gobierno, estas elecciones han sido el puñetazo sobre la mesa que confirma esta tendencia. Hace tres meses, el CHP se hizo con la alcaldía de la capital, Ankara, y de otras ciudades de referencia como Mersin, Adana y Antalya. Entonces, la aritmética electoral jugó a favor de los opositores, pues el AKP no perdió votos. Recep Tayyip Erdogan seguirá siendo presidente. Pero, en la ciudad el Bósforo, un vecino puede lanzarse pronto a la carrera por disputarle el cargo en las presidenciales de 2023, año en que se cumpla un siglo de la fundación de Turquía por, precisamente, el fundador del CHP: Atatürk.
FUENTE: Lluís Miquel Hurtado / El Mundo