Atrapados en Irak por décadas por falta de documentos, los refugiados kurdos del vecino Irán miran las elecciones de esta semana en la República Islámica con pocas esperanzas de cambio.
Uno de ellos, Behzad Manmudi, se prendió fuego en mayo frente a una sede de la ONU en Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí.
Su muerte llamó la atención sobre la situación de los refugiados en el Kurdistán iraquí.
“La ONU no quiere vernos ni escuchar de nuestros problemas”, declaró Ashkan Mirani, un kurdo iraní en un campamento de la ONU cerca de Erbil.
Hace cuatro meses, Mirani decidió partir a Europa con su esposa embarazada y su hija de cuatro años.
Ingresaron clandestinamente en Turquía, donde abordaron una embarcación en el Mar Negro con otros 120 migrantes.
“Después de una hora, el fuerte oleaje comenzó a golpearnos, pensamos que íbamos a morir”, narró Mirani, de 30 años.
“Gracias a los refugiados afganos que llamaron a la guardia costera turca (…) nos rescataron”, recordó.
Vida difícil
Hace una década, Mirani se unió al partido de oposición kurda en Irán, esperando mejorar la vida de su pueblo.
Pero allí “la vida es insoportable e invivible por las dificultades económicas y políticas”, comentó.
“Y aquí no puedo prometerle a mi familia que mañana será mejor que hoy. La única solución que se me ocurre es intentar nuevamente llegar a Europa”, agregó.
Hoy en día, lucha por alimentar a sus hijos, una tarea que, según la ONU, es dos veces más difícil para los refugiados que para los iraquíes, cuyas vidas han sido golpeadas por décadas de guerra y la pandemia del Covid-19.
Irak se niega a darles ciudadanía a los refugiados iraníes, incluso a los que llevan más de 40 años en el país.
Hasta 2003, bajo la dictadura del fallecido Sadam Husein, había 16.000 refugiados kurdos en Irak, según la ONU. Actualmente, hay más de 10.700, en su mayoría en el Kurdistán iraquí.
Erbil solo les concede permisos de residencia que les autorizan a trabajar y viajar dentro de las tres provincias de la región autónoma, si encuentran un garante. Bagdad no reconoce esos permisos.
Por eso, la única salida para ellos es obtener asilo en un tercer país, pero pocos postulantes son aceptados por el Alto Comisionado de la ONU para Refugiados (ACNUR).
Caras de la misma moneda
Sawen Goran, de 29 años, nació en Erbil luego de que sus padres emigraron de Irán.
“Mi padre murió sin poder volver a Irán -contó a la AFP-. Temo que un día mis hijos dirán lo mismo de su madre y su padre”.
Pero ella no puede concebir regresar a su país sin un cambio de régimen. Según ella, esa es una opción en la cual “nadie cree”.
Con el ultraconservador Ebrahim Raisi como favorito en las presidenciales iraníes del viernes, Mustafá Ibrahim y su esposa Fatima Pirozee no abrigan ninguna esperanza sobre el resultado.
“Todos los candidatos son caras de una misma moneda, nada cambiará. En Irán, elección tras elección, las condiciones solo empeoran”, sostuvo Ibrahim, de 67 años, con 40 años como refugiado político en Irak.
Hace ocho años, Ibrahim llegó a creer que el cambio sería posible, cuando el entonces candidato Hasan Rohani prometió incluir educación kurda en las escuelas para ayudar a desarrollar las regiones kurdas.
Pero nada ocurrió una vez que Rohani llegó al poder, según Ibrahim.
Su esposa está más preocupada por las negociaciones en torno al programa nuclear iraní.
“El régimen iraní oprimirá más a su pueblo si se levantan las sanciones económicas”, aseguró ella.
“Más dinero para el régimen iraní significa más apoyo para las milicias iraníes en la región”, advirtió.
FUENTE: Qassim Khidhir / AFP
Be the first to comment