La iniciativa internacional Libertad por Abdullah Öcalan – Paz en Kurdistán difundió una declaración pública este miércoles, cuando se cumplen 24 años del secuestro del líder kurdo y fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Öcalan fue juzgado en Turquía en un proceso irregular y condenado a muerte, pero esta pena luego se cambió a cadena perpetua. Desde entonces, el líder kurdo se encuentra encarcelado y aislado en la isla-prisión de Imrali.
A continuación publicamos la declaración completa:
A la pérdida masiva, el dolor y la rabia que causó el mayor terremoto en el Kurdistán en un siglo, se añade en estos días otro dolor: el 24 aniversario del secuestro y encarcelamiento de Abdullah Öcalan en condiciones de aislamiento. Del mismo modo que el Estado turco pretende dejarlo morir en una isla-cárcel, deja morir bajo los escombros del reciente terremoto a decenas de miles de personas de diferentes orígenes étnicos y religiosos. Este otoño, el mismo Estado va a celebrar 100 años de su propia existencia: 100 años de asimilación forzosa, masacres y genocidio cultural.
El reciente terremoto con epicentro en el Kurdistán es revelador de esta República centenaria. No es sólo el terremoto lo que mató a un número tan enorme de familias, hombres, mujeres y niños, sino la falta de acción del Gobierno turco tras el seísmo. Muchas personas quedaron enterradas vivas bajo los escombros a la espera de un rescate que el Estado nunca se propuso. Otras vivieron para ver que, aparte de la solidaridad y la ayuda organizadas por otros miembros de la comunidad, el Estado les había dejado morir bajo las frías condiciones invernales. A los equipos de rescate de todo el mundo se les negó la posibilidad de salvar a la gente.
Aún no se pueden comprender las dimensiones y los efectos del terremoto, pero tendrá enormes consecuencias políticas y sociales. Cualquier intento sincero de dar el pésame a estas comunidades exige que se diga la verdad. Sin embargo, una cosa está bastante clara: estamos siendo testigos de cómo la República centenaria está utilizando esta “oportunidad” del terremoto para limpiar étnicamente esta zona de sus pueblos indígenas que han estado resistiendo a las políticas centenarias de negación y genocidio; armenios, asirios, kurdos, alevíes, nusayris, judíos, mujeres, así como otras comunidades étnicas y religiosas entre Hatay, Adıyaman y Maraş.
Sin embargo, en el año de su centenario, la República está más débil que nunca. La versión del AKP de la República es la peor combinación posible de colonialismo, neocolonialismo, neoliberalismo y fascismo. De ahí que el terremoto sea altamente simbólico: al igual que las casas construidas sobre cimientos inseguros que se derrumbaron, la República está construida sobre el genocidio y la asimilación de muchas comunidades y creencias.
El 15 de febrero de 1999, una nueva fase de la guerra contra los kurdos y otras comunidades levantó cabeza con el secuestro, dirigido por la OTAN, del líder kurdo Abdullah Öcalan en Nairobi, Kenia. Una serie de actores de Europa y Oriente Medio, así como Estados Unidos, estuvieron detrás de esta operación. Desde entonces, la guerra especial contra los kurdos y las kurdas ha cambiado. En el pasado, se recurría principalmente a las viejas formas de violencia y opresión y a las ejecuciones extrajudiciales. Hoy, el Estado ha recurrido a la ocupación clásica de otras partes del Kurdistán y al neocolonialismo en lugares de antiguo dominio otomano. Está aterrorizando al pueblo kurdo en otras partes del Kurdistán además de la turca utilizando aviones no tripulados, utilizando a los refugiados contra su propia población y contra Europa como estrategia de guerra, encarcelando a un gran número de personas, utilizando armas químicas, asesinando a políticos y a políticas kurdas en Europa, dejando morir a la gente ya sea en los sótanos que bombardearon durante los días de resistencia del gobierno autónomo kurdo o bajo los escombros como en este terremoto.
El régimen caótico en torno a Abdullah Öcalan que se convirtió en “ley” con la aprobación explícita del Consejo de Europa y sus órganos se aplica ahora contra los pueblos en Turquía sin ninguna vergüenza ni moralidad. La cadena perpetua agravada dictada contra Abdullah Öcalan –de hecho, una condena a muerte prolongada en el tiempo– y la situación de incomunicación total de los últimos 24 años se han ido tejiendo paso a paso en torno a los pueblos kurdos y otras comunidades convertidas en minorías.
Cuando Abdullah Öcalan fue entregado al Estado turco el 15 de febrero de 1999, era muy consciente de que lo que le estaba ocurriendo reflejaba lo que le esperaba al pueblo kurdo. En aquel momento, Öcalan declaró: “Aquí me están enterrando vivo”. A cambio de beneficios políticos, se ha permitido al Estado turco enterrar vivo a Abdullah Öcalan, a los kurdos y a las kurdas, y a todo el pueblo oprimido. Las políticas aplicadas en la isla-cárcel donde está recluido y las políticas contra el pueblo kurdo y otras comunidades son una misma cosa. El Estado turco condena a las víctimas del terremoto en el Kurdistán a muerte por negligencia intencionada, del mismo modo que ha condenado a Abdullah Öcalan a morir en la isla de İmralı: primero en la horca y ahora en aislamiento total y para siempre.
Estados Unidos y Europa, que dirigieron esta operación contra el líder kurdo, siguen legitimando la colonización y ocupación del Kurdistán y condenando como terrorismo cualquier resistencia, y son los que han gestado este régimen fascista genocida. Esto se debe a que el Estado turco les allana el camino para continuar con el ecocidio, el genocidio, el capitalismo y el colonialismo en la región. La existencia de los pueblos indígenas es una resistencia a estos. Y esto tiene mucho sentido según el pensamiento político de Abdullah Öcalan, uno de los grandes pensadores del siglo XXI: el principal conflicto desde la fundación de la civilización patriarcal basada en el Estado ha sido entre esta civilización y la civilización democrática representada por las comunidades que están fuera de esta civilización basada en el Estado. Ya es hora de que se lleve a cabo una lucha unida, de lo contrario nuestro planeta será destruido más allá de la recuperación, poco a poco a través del socialcidio, el genocidio y el ecocidio.
Y ciertamente éste no es nuestro destino, ni estas políticas tendrán necesariamente éxito. Citando a Abdullah Öcalan: “Lo construido por la mano humana puede ser cambiado por la mano humana”. Bajo los escombros florece ya una esperanza que hay que alimentar: la solidaridad, la ilustración y la necesidad de organizarse para construir de nuevo la vida, una vida libre.
En su histórico discurso de defensa de 1999, Öcalan hizo hincapié en la necesidad de convertir la República de Turquía en una república democrática. Cuando ese mismo año se produjo el gran terremoto en el oeste de Turquía, Öcalan y el PKK aceleraron la retirada de las fuerzas del PKK de Turquía. La paz parecía ser una posibilidad real. Hoy, el PKK ha vuelto a silenciar las armas. Sin embargo, ahora, tras el terremoto aún mayor en el Kurdistán, el Estado turco vuelve a ignorar la posibilidad de construir la paz y un futuro común. En su lugar, mata en la zona de la catástrofe, mata en el extranjero, mata en las cárceles. El mayor alivio –aparte del alivio inmediato de la catástrofe– sería la paz en Turquía y Kurdistán. Öcalan lleva décadas trabajando sin descanso por esta paz. Es hora de liberarlo.
Por ello, en este 24 aniversario del secuestro de Abdullah Öcalan, renovamos nuestro llamamiento: Libertad para Abdullah Öcalan, paz en el Kurdistán.
FUENTE: ANF
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