La política del presidente del régimen turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha basado en tres pilares: su expansionismo ne-otomano, su apoyo sin fisuras al terrorismo y su identificación con el grupo de los Hermanos Musulmanes. Esta política ha llevado a una intervención abierta turca en países como Siria y Libia, y a una crisis con otros países árabes, pero también a un choque con los países europeos.
Mientras que Rusia y Siria alertaban del peligro que supone para el mundo un feudo terrorista dirigido por el Frente Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, y sus aliados en la provincia siria de Idlib, el régimen de Erdogan no solo parecía sentirse cómodo con tales vecinos, sino que los apoyaba política, financiera y militarmente. La consolidación de este feudo terrorista suponía una amenaza no solo para Siria, sino también para otras naciones del mundo. Cabe recordar que entre los terroristas se encuentran centenares que proceden de las repúblicas ex soviéticas, uigures chinos y también de Europa Occidental.
Erdogan no solo se contentó con usar estos elementos criminales contra el Ejército sirio sino que los exportó, al lado de sus propias tropas, hacia Libia para apoyar al gobierno de Trípoli en contra de las tropas del general Jalifa Haftar. Esta intervención ha causado hasta el momento la muerte a 16 soldados turcos y un número mucho más elevado de terroristas sirios.
Estas injerencias no han sido solo el fruto del proyecto neo-otomano de Erdogan, que busca fundamentalmente recuperar la influencia y control perdidos por los turcos otomanos en el mundo árabe, tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, sino también de su apoyo a los Hermanos Musulmanes, un grupo prohibido en varios países árabes, con cuya ideología tanto Erdogan como su propio partido, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), se identifican.
Erdogan está dispuesto a sacrificar los intereses de Turquía como país con el fin de promover a este grupo, como se demuestra en el caso de Siria, pero también de Egipto, que ha roto sus relaciones con Turquía tras los insultos de Erdogan contra el actual presidente egipcio, Abdelfattah Al Sisi, que derrocó al presidente Mohammed Mursi, miembro de los Hermanos Musulmanes. Este grupo ha sido prohibido en Egipto y declarado organización terrorista.
Esta política también ha llevado a Turquía a chocar con los Emiratos Árabes Unidos (EAU) e incluso con Arabia Saudí, que también están en contra de los Hermanos Musulmanes y apoyan en Libia a las fuerzas de Jalifa Haftar frente al gobierno de Trípoli, que está bajo la influencia de las milicias vinculadas a dicha organización.
La política de Erdogan hacia Europa ha estado también basada en la hostilidad y el chantaje. Esto ha llevado a la utilización por parte de Erdogan de los inmigrantes como una moneda de cambio, con el fin de obtener apoyos económicos y políticos de los países europeos. Estos últimos respondieron prohibiendo a responsables turcos realizar mítines en varios países de la Unión Europea (UE) durante las pasadas elecciones turcas y en el referéndum para el cambio constitucional en Turquía. Algunos gobiernos, como el francés o el alemán, buscan también limitar la influencia de Ankara sobre sus propias comunidades musulmanas de origen turco.
Grecia ha sido el país europeo que ha reaccionado con más firmeza ante los intentos turcos de chantaje, y ha vetado una reciente declaración de la OTAN que mostraba apoyo al régimen turco en Idlib. Atenas ha reforzado también su frontera para impedir la entrada de inmigrantes procedentes de Turquía. Desgraciadamente, muchos países europeos parecen anteponer sus políticas neo-colonialistas y de hostilidad hacia Siria al mostrar su apoyo en una declaración, aunque sea verbal, a la política de Erdogan en Idlib. Ellos parecen haber olvidado que Siria está luchando contra unos grupos e ideología que han sido responsables de graves atentados en las calles europeas. En este sentido, la política de Erdogan en Idlib resulta tan lesiva para Europa como para Siria, o la nación árabe en su conjunto.
Muchos turcos están también comenzando a cuestionar las políticas de Erdogan, como puede verse por las reacciones en las redes sociales. No cabe olvidar que el régimen turco ha llevado a la cárcel a un gran número de disidentes políticos y periodistas. En las últimas elecciones municipales, el AKP perdió el control de las dos principales ciudades de Turquía y su futuro control del país puede debilitarse con la crisis actual que Turquía mantiene contra Siria y Rusia.
FUENTE: Yusuf Fernández / Al Manar