En el vídeo se ve una vivienda totalmente vacía a la que le han arrancado hasta los marcos de las puertas y las ventanas. Una pintada en la pared recuerda que el inmueble ha sido requisado por la Legión del Sham, una facción islamista del norte de Siria.
“Tenía mucha curiosidad y le pedí a un familiar que me mandara el vídeo para ver en qué estado se encontraba nuestra casa”, explica a IPS, vía telefónica, Hassan Hassan. Este profesor de inglés, de 50 años, vivía allí con su familia antes de ser expulsados en 2018.
Hoy habla desde Shehba, una localidad kurda a 30 kilómetros al este que ha acogido a miles de desplazados de la región.
El enclave kurdo-sirio de Afrin -a 300 kilómetros al norte de Damasco-, era un territorio de mayoría kurda, fronterizo con Turquía, que disfrutaba de un autogobierno desmarcado tanto del régimen de Damasco como de los grupos islamistas.
En enero de 2018, Turquía ocupó Afrin dando cobertura aérea a un combinado de facciones yihadistas. La ofensiva provocó el desplazamiento de más de 150.000 personas -casi 80 % de la población de Afrin-, según datos de la ONU, así como una cadena de abusos y violaciones de los derechos humanos.
Durante el asedio, los Hassan apenas tuvieron tiempo de huir tras empaquetar lo mínimo. “Éramos 19 familias kurdas viviendo en aquel bloque, pero lo perdimos todo: nuestros libros, nuestras fotos, recuerdos… Por supuesto, también perdimos el derecho a reclamar nuestra propiedad”, recuerda el kurdo.
Las razones se pueden encontrar en un informe publicado en junio de 2022 por Syrians for Truth and Justice (Sirios por la Verdad y la Justicia). La oenegé, con sede en Francia, documenta violaciones de derechos humanos en Siria y apunta a un ambicioso proyecto de asentamientos, que arrancó en 2020.
Según la investigación, el proyecto está comandado por Rahmi Doğan, el gobernador de la provincia limítrofe turca de Hatay, y financiado por organizaciones de países del Golfo y otras zonas de Medio Oriente. Los beneficiarios serían combatientes y excombatientes islamistas y sus respectivas familias.
La oenegé asegura encontrar “indicadores de un cambio demográfico” y establece un paralelismo con los desplazamientos y reasentamientos en Timor Oriental tras invadir Indonesia el territorio en 1975.
David M. Mañá, periodista español especializado en la cuestión kurda, recuerda que en Afrin apenas queda 20 % de su población kurda original. Lo achaca a una “campaña de la repoblación forzosa” del enclave con desplazados árabes del resto de Siria.
“Se busca no solo expulsar a la población local kurda, sino también borrar todo rastro de su lengua o modelo de autogobierno. Hoy se enarbola la bandera turca hasta en escuelas donde ya no se enseña el kurdo, pero sí el turco”, explica el experto a IPS, vía telefónica y desde Barcelona.
El acceso al enclave kurdo permanece bajo control exclusivo del Ministerio de Interior turco. La última visita de periodistas internacionales se produjo en febrero de 2022. Las autoridades turcas organizaron un tour de unas horas para informadores que trabajaron bajo la supervisión constante de agentes gubernamentales.
Según datos obtenidos por la North Press Agency, un medio del noreste sirio, los más de 20 asentamientos construidos en Afrin se incluyen entre el aproximadamente un centenar que Turquía ha levantado por todas las zonas ocupadas del norte de Siria.
“Los kurdos ni podemos ni queremos vivir bajo el control de esa gente. Solo pedimos volver a nuestras casas, pero eso nunca será posible sin una protección internacional que garantice nuestra seguridad”, traslada a IPS Ibrahim Shejo, presidente de la Organización de Derechos Humanos de Afrin. Habla por teléfono desde el campo de refugiados de Shehba.
Shejo dice que no le sorprende la presencia de países como Kuwait, Qatar u Omán tras el proyecto, pero sí que intervengan organizaciones palestinas.
“No puedo entender que haya palestinos capaces de olvidar la injusticia que sufren a manos de las autoridades israelíes y desearnos lo mismo a nosotros”, lamenta el desplazado.
Participación palestina
Living with Dignity (Vivir con dignidad) es una entre varias oenegés palestinas registradas legalmente en el Ministerio de Justicia de Israel. Se presentan también como Alaysh 48 (Pueblo del 48), recordando que son ciudadanos palestinos de Israel que rechazan las fronteras del país fijadas en 1948.
En su página de Facebook, asegura que está recaudando fondos para los asentamientos sirios a través del Banco Hapoalim. Es una entidad financiera conocida por canalizar dinero para la construcción de asentamientos en territorio palestino, que cuenta con una sucursal en el de Ariel.
Según documentación del Ministerio de Justicia israelí examinada por IPS, fue en noviembre de 2021 cuando Living with Dignity contactó con organizaciones turcas “para ayudar a los refugiados sirios en Turquía”. Su primer proyecto incluyó la construcción de 112 apartamentos y 10 mezquitas en Afrin.
Desde entonces no han dejado de recaudar fondos para asentamientos similares en la región.
El último que han cofinanciado es el de Shadere, abierto en mayo. Lo que queda de su población yezidí original ha sido forzada a recibir educación islámica por las facciones islamistas que controlan la zona.
Inicialmente, Shaikh Sallam, miembro ejecutivo de Living with Dignity, accedió a responder a preguntas formuladas por IPS, pero acabó declinando la invitación.
Living with Dignity no es la única oenegé dirigida por palestinos involucrada en la construcción de asentamientos en el norte de Siria.
Ajnadin, otra organización con sede en Bayt Hanina, un distrito ocupado en el este de Jerusalén, está detrás de varios proyectos, como el de un asentamiento que lleva su nombre e inaugurado en enero.
Desde su página web, Albairaq, otra organización palestina, también asegura estar recaudando dinero para el programa. IPS contactó con Rashad Wattad, miembro ejecutivo de Albairaq.
“La única ayuda que hemos brindado a los refugiados sirios fue después del terremoto e incluye alimentos para tiendas de campaña y otra ayuda humanitaria básica”, dijo el palestino, por teléfono desde Jerusalén oriental.
Preguntado sobre los asentamientos en Siria mencionados en sus propios informes, Wattad admitió que estos fueron construidos en colaboración con Living with Dignity. “Ellos tienen el acceso”, clarificó.
El palestino se negó a revelar el número de viviendas ya construidas y todavía en proyecto. Asimismo, dijo no ver ninguna contradicción en apoyar un programa de asentamientos similar al que su pueblo sufre en su propia tierra.
“Solo queremos ayudar a la gente”, zanjó Wattad.
Wafa al Muhsinin es una organización palestina con sede en Estambul involucrada en el asentamiento de Al Zaim, que debe su nombre a una localidad palestina ocupada en 1967.
Se inauguró el año pasado en Jindires, muy cerca de esa casa vaciada que protagoniza el vídeo que le enviaron a Hassan Hassan.
“Nos dijeron que se había instalado en nuestra casa una familia de Idlib (noroeste de Siria), pero que luego se fueron a un asentamiento tras el terremoto. Sigue en pie, pero está dañada y no es segura”, dice el kurdo.
El asentamiento de Jindires fue uno de los puntos mencionados en una carta que los kurdos de Afrin enviaron a Nazmi Hazouri, cónsul palestino en la Región Autónoma Kurda de Iraq.
“La palabra ‘asentamiento’ nos horroriza, y rechazamos categóricamente la construcción de ninguno en nuestro nombre”, respondió Hazouri a periodistas kurdos.
Mientras tanto, el caudal humano sigue canalizándose por el norte de Siria a través de un cauce de cemento.
Hassan Hassan se resiste a descartar su vuelta a Afrin en el futuro, pero prefiere ser realista. En Shehba el peligro es constante y teme volver a pasar otra vez por lo mismo. Su única certeza, dice, es que se volverán a ir.
FUENTE: Karlos Zurutuza y Gilad Sade / Inter PressService (IPS)
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