En un momento en que el mundo entero estaba esperando a celebrar la llegada de la Navidad y difundir un mensaje de paz, en Rojava los kurdos también anhelábamos la paz. Ofrecemos paz, pero recibimos muerte. Sembramos las semillas del amor, pero crecen en un jardín de odio y celos. En todas partes, los pueblos celebran Navidad con sinceridad y sus hijos esperan los regalos, pero nuestros vecinos no lo entienden y en vez de regalos, nuestros hijos reciben a Erdogan y sus drones. En lugar de nieve blanca, reciben sangre roja.
La noche del 24 al 25 de diciembre del año recién terminado, los aviones del Estado turco hicieron llover su ira en el cielo del Kurdistán de Rojava. Bombardearon instituciones civiles y de servicios desde la ciudad de Tirbespiye hasta Derik. Al día siguiente empezaron de nuevo y esta vez apuntaron a todas las ciudades de Rojava.
Pero lo más difícil ocurrió en la ciudad de Qamishlo. En esos momentos, yo estaba en el lugar de los eventos y como periodista documentaba los atentados y el sufrimiento de mi pueblo.
Cuando se atacó a la imprenta Simav de la ciudad de Qamishlo, yo estaba a unos 200 metros. Me acerqué y ayudé a sacar a los heridos y los mártires junto a mis amigos. Siete personas estaban dentro de la imprenta, cuatro estaban muertos y los otros tres resultaron heridos. Todos eran civiles.
Erdogan no se detuvo ahí. Siguió bombardeando indiscriminadamente y convirtió las casas de civiles en el objetivo de sus drones. En la ciudad de Dirbêsiye, que se encuentra a unos 60 kilómetros al oeste de Qamishlo, dos viviendas civiles fueron atacadas. Además, en las ciudades de Kobane, Amude y Qamishlo, 10 puntos de control de las Fuerzas de Seguridad Interna (Asayish) fueron atacados y la protección de la zona se puso en gran peligro.
Además de estos puntos de control, las infraestructuras a las que se dirigieron fueron una fábrica textil, gasolineras o centros de servicios. Los objetivos del ataque del Estado turco eran civiles en su mayoría y nada tenían que ver con el uso militar.
Algunos de ellos ni siquiera pertenecían a la Administración Autónoma Democrática del Norte y Este de Siria. Esto pone de manifiesto que la intención de Erdogan y su gobierno es acabar con los kurdos. Aparece en las pantallas de televisión y llora por Gaza, pero no habla del daño que nos está haciendo, de la matanza que está cometiendo.
El último día del 2023, el mundo entero se preparaba para celebrar el nuevo año, pero en la parte occidental de Kurdistán, en la ciudad de Qamishlo, los civiles volvían a ser objetivos militares. Ante la puerta de una institución civil, un dron turco hirió a dos personas. Una de las víctimas, de credo cristiano, finalmente murió a causa de sus heridas. La alegría del año nuevo se convirtió en luto.
El número de víctimas de estos atentados se elevó a diez personas fallecidas y más de una veintena de heridas, todas ellas civiles. Y yo le pregunto al mundo entero: ¿qué mal hacían estas instituciones y las personas que trabajaban en ellas? ¿Cuál es el pecado de esa persona que trabajaba en esa fábrica para poder mantener a sus hijos y fue asesinada por un dron turco? ¿Por qué atacaron a un centro que se encarga de los animales? ¿Nuestras mascotas también son terroristas? ¿Qué había hecho la imprenta que imprime nuestros libros? Hay miles de preguntas, pero nadie nos responde.
Ahora mismo, mientras estoy escribiendo este artículo, los aviones turcos vuelan sobre mi cabeza y no sé cuándo ni dónde bombardearán. En nuestro cielo hay más drones y aviones de Erdogan que pájaros.
FUENTE: Delîl Doxan / Directa CAT / Traducción kurdo-catalá: Ferran Domènech / Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid