En esta entrevista, hablamos con Masih Alinejad, famosa periodista y activista iraní. Alinejad es la autora del libro The Wind in My Hair: My Fight for Freedom in Modern Iran (Little, Brown and Company, 2018) y líder de varios movimientos de resistencia contra lo que ella denomina un apartheid de género establecido por la República Islámica de Irán.
Alinejad cuenta sobre su vida personal, su labor en ayudar a visibilizar el movimiento feminista iraní, así como exponer los abusos del régimen iraní.
—¿Podrías compartir con nosotros una breve biografía tuya? ¿Podrías hablar de la falta de libertad en Irán y de la situación de la población, incluidas minorías y mujeres?
—Nací en un pequeño pueblo en el norte de Irán, de una familia religiosa y tradicional que creía en la revolución y el gobierno religioso, originado en 1979. Creciendo como una niña en una familia tradicional, experimenté lo que era ser una creadora de problemas dentro de mi pequeño pueblo a una edad temprana. Cuando era adolescente, cuestioné a mis maestros sobre la falta de democracia y libertad. Incluso, publiqué un boletín como parte de un grupo de la escuela secundaria, pero todos fuimos arrestados y me dieron una sentencia de tres años de prisión suspendida. Sin embargo, después de muchos años, me convertí en periodista reformista. Algunos de mis informes provocaron la ira de los clérigos en Teherán, especialmente cuando revelé los gastos y los sueldos de los miembros del Parlamento. Fui atacada por hablar y exponer estos temas tabúes y criticar a las autoridades. Como resultado, en 2009, me vi obligada a elegir entre abandonar el país o enfrentarme a la cárcel debido a mi labor periodística, antes del inicio de las protestas que se conocieron posteriormente como el Movimiento Verde. Viviendo en el extranjero, he investigado los abusos contra los derechos humanos del régimen clerical y puse en marcha las campañas de #MyStealthyFreedom y #WhiteWednesdays contra el uso obligatorio del hiyab. Estas campañas siguen teniendo un impacto aún hoy en día.
Irán es un sistema teocrático basado en una interpretación chií del islam. Desde la revolución, las mujeres han sido despojadas de importantes libertades. Están obligadas a usar hiyab en público, no pueden llegar a ser jueces, o postularse para puestos políticos de primer nivel; no pueden ir a los estadios, su testimonio en la corte vale la mitad del de un hombre y muchas otras discriminaciones. Las mujeres no pueden viajar al extranjero ni conseguir un trabajo sin el permiso de sus maridos o sus padres, si es que no están casadas. Las minorías religiosas, como los bahaís, son abiertamente discriminadas a través de una discriminación institucionalizada que las deshumaniza. No se les permite ir a la universidad. Otras minorías religiosas y étnicas, como los baluches, los kurdos, los judíos, los árabes, los azeríes y muchos otros, sufren de diversas formas de discriminación.
—En América Latina no sabemos mucho sobre los problemas sociales, políticos, económicos y la violencia de género que sufren las mujeres en Irán. ¿Podrías explicárselo a nuestros lectores?
—Lo que estamos experimentando en Irán es una definición típica del apartheid de género. Las mujeres son ciudadanas de segunda clase. Necesitan el permiso de sus tutores masculinos para viajar al extranjero, como lo demuestra el ejemplo reciente de Samira Zargari, entrenadora de esquí de enseñanza femenina iraní, que no puede viajar al extranjero. A las mujeres no se les permite andar en bicicleta en público, no se les permite cantar solas, y una serie de otros problemas como enumeraba en respuesta a la primera pregunta.
—Quisiéramos hablar más sobre la situación de las mujeres en Irán. ¿Cuáles son los principales problemas y desafíos a los que se enfrentan en la República Islámica de Irán?
—El sistema político de la República Islámica ha sido escrito sobre los cuerpos de las mujeres. Lo primero que te recuerda que estás en una República Islámica, cuando vas a Irán, es la visión de mujeres con hiyab obligatorio. Los gobernantes de Irán necesitan controlar a las mujeres para mantener su propio gobierno.
Las mujeres en Irán se enfrentan a una discriminación institucionalizada. Pierden la custodia de sus hijos después del divorcio, necesitan el permiso de sus tutores masculinos para viajar al extranjero, su parte de herencia corresponde a la mitad de la de sus parientes varones, y una serie de otros problemas. Las mujeres activistas son especialmente el objetivo del régimen. Son condenadas a largos años de prisión por exigir sus derechos más básicos. Los casos de activistas del movimiento White Wednesdays, por ejemplo, lo revelan.
—¿Podrías describir las principales formas de resistencia a la violencia de género que establecen las mujeres iraníes?
—Las mujeres iraníes han recurrido a la desobediencia civil para luchar contra las formas institucionalizadas de discriminación. La campaña White Wednesdays, que lanzamos contra el hiyab obligatorio, es una de ellas. Comenzó con mujeres que salían los miércoles a las calles vestidas de blanco. A medida que la campaña se generalizó, las propias mujeres rompieron el tabús y comenzaron #WalkingUnveiled. Esto fue todo un shock para las autoridades de Irán, al ver a mujeres desafiando la discriminación en un número tan grande. Más tarde, lanzamos, junto con muchas activistas dentro de Irán, una campaña llamada #MyCameraIsMyWeapon para denunciar la violencia y el acoso callejero contra las mujeres. Este fue básicamente el movimiento #MeToo de Irán. Desde el lanzamiento de esta campaña, hemos expuesto innumerables casos de acoso callejero y violencia, avergonzando a los perpetradores y mostrando a las mujeres comunes y corrientes que pueden oponerse al acoso callejero con una simple cámara. Esto empoderaba a las mujeres y les mostraba que se puede luchar contra sistemas institucionalizados de violencia con una simple cámara del celular.
—En 2018 publicaste el libro The Wind in my Hair (El viento en mi cabello). ¿Cuál era el objetivo principal del libro? ¿Podrías explicar por qué es importante que la gente de América Latina lo lea?
—Este libro detalla mi humilde vida viniendo de un pequeño y conservador pueblo en Irán, y mi viaje hacia un periodismo y activismo. También detalla los desafíos a los que me enfrenté cuando crecí como mujer, bajo un sistema teocrático tan opresivo, y las sencillas herramientas que usaba para luchar contra él. Es la crónica de cómo todas las mujeres comunes y corrientes tienen el poder de luchar contra formas institucionalizadas de apartheid de género para un futuro mejor. Cada mujer tiene una agencia y cada mujer tiene el poder de convertirse en la peor pesadilla del fascismo.
—En tu opinión, ¿cuál sería la mejor manera en que el mundo podría ayudar a las mujeres iraníes en su lucha? ¿Por qué no se sabe más sobre la represión sufrida por los ciudadanos iraníes en general y las mujeres en particular?
—Tengo que recalcar que las mujeres iraníes son fuertes y que han estado asumiendo enormes riesgos para luchar contra el apartheid de género. No necesitan dinero, pero necesitan apoyo, solidaridad y comprensión por parte del movimiento feminista global. Por ejemplo, cuando se trata de las formas institucionalizadas de discriminación que padecemos las mujeres iraníes, es desgarrador ver a las mujeres europeas inclinarse ante nuestros gobernantes y viajar a Irán sin desafiar el hiyab obligatorio. Su argumento es a menudo: “Bueno, esta es su cultura, por lo que debemos obedecer”. Este tipo de argumento es un insulto para toda una nación y cancela décadas de larga lucha de mujeres iraníes, mientras empodera a nuestros dictadores. Estas mujeres occidentales son las que necesitan los personeros del régimen para salvarse. La compulsión nunca ha sido nuestra cultura. Es parte integrante de un sistema ideológico represivo del régimen. Cuando las mujeres políticas europeas usan hiyab sin dudarlo y sin ningún desafío, empodera a nuestros gobernantes para reprimirnos aún más, y llegan a decir: “¡Incluso las mujeres musulmanas europeas usan hiyab obligatorio! ¿Por qué se quejarían las mujeres iraníes?”. Al hacerlo, las mujeres políticas europeas nos hacen más daño.
—¿Has sufrido violencia y/o intimidación por parte de las autoridades de la República Islámica de Irán? ¿Podrías contarnos un poco sobre las formas en que pretenden silenciar tu mensaje?
—Desde que puse en marcha múltiples campañas como #MyStealthyFreedom, #WhiteWednesdays, #MyCameraIsMyWeapon, #United4Navid, he estado recibiendo constantemente todo tipo de ataques y amenazas de muerte. Las amenazas de muerte han sido especialmente estremecedoras. Incluso, funcionarios iraníes llevaron a cabo un plan secreto para secuestrarme, instando a algunos de mis familiares a atraerme a Turquía desde donde sería secuestrada.
Han encarcelado a familiares míos, como fue el caso de mi hermano, al cual encerraron sólo por estar relacionado conmigo y expusieron el complot del régimen para secuestrarme. Obligaron a mi madre a repudiarme. Ser una mujer activista contra la República Islámica de Irán no es fácil.
—Coméntanos algo más sobre el movimiento feminista en Irán. ¿Hay ONGs u otra forma de organización en su país?
—Irán tiene un movimiento feminista muy fundado, ya que las mujeres iraníes han estado a la vanguardia de las demandas de cambio. Especialmente, con la República Islámica en el poder durante más de 40 años, ser mujer se ha asociado con exigir cambios y empujar aún más los límites de las leyes. Las ONG existentes en el país operan bajo muchas limitaciones y muchas temen atraer la ira de las autoridades. Pero las mujeres han estado exigiendo un cambio a través del activismo. Las mujeres formaron parte integral de IranProtests, en 2017 y 2019, a pesar del riesgo de encarcelamiento. Las mujeres han estado desafiando la prohibición de cantar solas en público, cantando en el campo. Han estado protestando contra la prohibición de andar en bicicleta y enviando sus videos. Han incumplido la prohibición del hiyab obligatorio, desafiando a las autoridades. Si quieres ver el movimiento feminista en Irán, habla con mujeres comunes y corrientes de todos los ámbitos de la vida. Todas tienen sus historias de desafiar el apartheid institucionalizado de género.
—¿Cuáles serían los desafíos comunes que experimentan tanto las mujeres iraníes como las mujeres latinoamericanas?
—A pesar de vivir en diferentes continentes, las mujeres de América Latina e Irán sufren ciertos desafíos comunes. Aunque las mujeres iraníes lidian con un apartheid de género institucionalizado, también lidian con un patriarcado y una misoginia profundamente arraigados, que creo que es un problema común en todo el mundo. La igualdad salarial sigue siendo un desafío común para los dos. No tener más mujeres en el Parlamento es otro desafío pendiente en la lucha feminista no sólo de Irán, sino de América Latina.
FUENTE: Manuel Férez Gil / Informe Oriente Medio
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