Las elecciones municipales que tuvieron lugar en Turquía el domingo 31 de marzo necesitan una lectura más allá de la estadística. Aunque los resultados todavía no están oficialmente cerrados en Estambul, lo que ya es evidente es que son un punto de inflexión político e -no es exagerado decir- histórico para Turquía y todo Medio Oriente.
El oficialista AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) perdió las alcaldías en cinco de las seis más grandes ciudades de Turquía. Entre ellas Estambul, la más grande y poblada -el 20 por ciento de la población del país reside allí- y el motor económico del país. Lo mismo sucedió en Ankara, que es la segunda ciudad más poblada, la capital y centro administrativo. Así, el oficialismo perdió la base económica y burocrática.
El AKP está en el poder desde el año 2002, cuando ganó las elecciones generales justo después de la crisis económica y política del 2001. Con su ascenso al poder en 2002, el AKP introdujo al país una nueva ideología, el “islam moderado”, a través de un discurso de democratización y (neo) desarrollista que marcó la vía política de muchos países de Medio Oriente en los años sucesivos hasta hoy en día.
Al momento de ser elegido parlamentario, Erdogan estaba detenido por sus discursos públicos contra el régimen autoritario secularista durante su mandato como alcalde de Estambul (1994-1998). Eso sin dudas lo ayudó a arraigarse entre los “condenados de la tierra” y hablar por ellos. Por otro lado, proponía una salida a la crisis económica más abrumadora que Turquía atravesó junto con Argentina en 2001. El boom económico que llegó a sus límites por la crisis de lira en 2018, le permitió cierta “flexibilidad” política lo suficientemente amplia como para pasar de ser “democrático” a “represor”.
La indisputable victoria del AKP en todas las elecciones (generales y municipales) durante 17 años llegó a su fin en estos últimos comicios municipales. En toda la costa (de los mares Mediterráneo y Egeo) el AKP perdió contra el CHP (Partido Republicano del Pueblo). El CHP es el principal opositor del régimen y pretende representar la tradición secularista, modernista y nacionalista turca, que se remonta a la fundación de la República. Acompañando esta opción, el voto “estratégico” de la población kurda fue el factor determinante en los resultados.
La población kurda llegó a las metrópolis –Estambul, Ankara, Esmirna, Mersin, Adana, Antalya- por el desplazamiento forzado y silenciado en Kurdistán del Norte (el territorio kurdo en el este y el sudeste de Turquía) en la década de 1990. El HDP (Partido Democrático de los Pueblos), pro-kurdo, no postuló candidatos para las alcaldías en las ciudades del oeste de Turquía. Selahattin Demirtaş, el primer copresidente del partido encarcelado desde 2016, llamó desde la cárcel a sus seguidores a votar a los candidatos de la Alianza de Nación (encabezada por el CHP), aunque el HDP no era parte de esta alianza electoral. La estrategia electoral del HDP cambió drásticamente los resultados contra el AKP y la alianza presidencial, aunque el porcentaje de los votos no tuvo grandes modificaciones en comparación a las elecciones generales de 2018. El HDP además ganó la mayoría de las municipalidades intervenidas por el Estado turco.
Tras estas elecciones quedan dos puntos importantes para repensar para el futuro de Turquía y de toda la región. Primero, el nacionalismo que viene dominando al país en el último siglo, sea secularista o religioso, representado por el CHP o el AKP, respectivamente, necesita una revisión. Segundo, Erdogan -y bajo su liderazgo las tendencias islamistas en la región (tanto moderadas como radicales)- se están quedando sin más capacidad de maniobra política ante la crisis económica en Turquía que empezó en 2018.
Los kurdos, apoyados por los sectores libertarios de Turquía, y a pesar de la terrible represión política, se erigen como la tercera fuerza política en Turquía. Su proyecto político democrático se presenta como más relevante que nunca. El futuro y las luchas de los pueblos nos van a mostrar si va a caer el Sultán y su ambicioso proyecto político de “neo-otomanismo”.
FUENTE: Dilan Bozgan / Kurdistán América Latina