El viaje frenético de un periodista al corazón de la guerra en Kurdistán

“Daesh, fuck you!”, y la voz que grita esa maldición se mezcla entre las detonaciones y las balaceras que cruzan de edificio a edificio en Raqqa. Es 2017 y las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), encabezadas por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), luchan palmo a palmo para liberar a la ciudad siria en poder del Estado Islámico (ISIS o Daesh), a la cual declaró la capital de su califato.

La imagen frenética y urgente forma parte del documental Si te dicen que caí en Rojava (2020), realizado por el periodista español Ferran Barber y producido por Rojo y Negro, el espacio comunicacional de la Confederación General del Trabajo (CGT) de España.

Barber, que desde hace más de 20 años realiza corresponsalías desde Medio Oriente, siguió de cerca las vidas de varios internacionalistas que llegaron a Rojava (Kurdistán sirio) para sumarse en la lucha contra ISIS y participar en el proceso político y social que lidera el pueblo kurdo desde 2012, cuando declararon la autonomía de la región del norte del país. Autonomía que, con el tiempo, y al fragor de duras batallas contra Daesh y cientos de acuerdos políticos y diplomáticos –muchos de ellos de una fragilidad absoluta-, también repercutió a Shengal (Sinjar), la región de mayoría yezidí del norte de Irak.

https://www.youtube.com/watch?v=_5r3LwraPW4&feature=emb_title

El mundo Kurdistán

Si te dicen que caí en Rojava se puede mirar desde varios planos que se superponen en el mismo trabajo: la experiencia de un puñado de internacionalistas en la región, el proceso en Rojava, la lucha contra ISIS, la liberación de territorios por las fuerzas de autodefensa encabezada por los kurdos, la denuncia del régimen del clan Barzani que administra el Gobierno Regional de Kurdistán (norte de Irak), la presencia histórica del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en la zona  y la travesía personal de Barber, que en agosto de 2019 fue detenido y encarcelado durante más de 30 días por el GRK, un hecho que fue conocido internacionalmente.

En diálogo con La tinta, el periodista que escribe para Público y El Mundo, entre otros medios, explicó que el proceso en Rojava es muy reciente, pero que “la lucha de los kurdos y otras minorías por sobrevivir en aquellos entornos, viene desde hace milenios. Lo de Rojava es como el último escenario donde se ha concretado esa lucha”. “El documental surgió bastante antes de que a mí me encarcelaran, porque eso fue un elemento más que irrumpió en escena en 2019 –señaló-. Sobre ese asunto ya había escrito, de manera que esa no fue la razón. La razón fue una combinación de cuestiones humanas y estrictamente periodísticas”.

Al sumergirse en las razones del documental, explicó que “por un lado, teníamos esa abominación llamada Estado Islámico, que representa todo lo que yo y mucha gente odia, primero por el Islam a secas, por todo lo que representa de superstición, hechicería e ignorancia, y por otro lado no es cualquier Islam, sino que es una visión completamente alucinada y psicopática de interpretar ese credo, que ya de por sí no me inspira demasiada confianza”.

Barber recordó que la irrupción de ISIS afectó a todos los pueblos de Siria e Irak, ya sean kurdos, yezidíes, asirios y a los propios musulmanes, que fueron sus principales víctimas. “Ese era el punto de partida –analizó-, y en medio de todo esto tenemos a esos estados que no han dudo en intervenir en los últimos 20 o 25 años en Irak o en otro países, en nombre de las excusas más peregrinas, pero con una voluntad de mantener su hegemonía, con el poder por un lado, y el petróleo por el otro. Esos mismos estados están ausentes, y cuando aparecen lo hacen tarde y mal. En el caso de Shengal, quienes impiden la matanza es el PKK, que la OTAN y la Unión Europea (UE) tiene como terrorista. Y resulta que ese fue el detonante”.

Internacionalismo siglo XXI

El acierto más grande del documental es sumergirse en el amplio y desconocido mundo de los y las voluntarias que llegaron a Rojava para sumarse a la resistencia. En este caso, existen referencias a procesos internacionalistas anteriores, como la Guerra Civil Española, pero con un nuevo condimento que muchas veces es difícil de digerir: entre los miles de hombres y mujeres que se trasladaron a la región no sólo hay personas de izquierda, sino que también ex marines y ex militares europeos, cruzados católicos y gente que no vacila en considerarse de  derecha.

“Hay gente con todas las sensibilidades: de derechas y profundamente cristina, anarquistas, comunistas, o sin ningún tipo de ideología política –detalló al respecto-. De pronto, es la gente la que, algunos con un background militar y otro no, deciden ir allí a arriesgar sus vidas, dejarlo todo, incluso arriesgarse que a su retorno a sus países de origen les pudieran procesar por terrorismo. En el caso de España, cualquier ciudadano español tiene prohibido participar en un conflicto extranjero, salvo que sea parte de la franquicia del propio Estado español”.

Para Barber, “aquello me pareció singular y apasionante. Probablemente, a los grandes medios no les pareció tan singular y tan apasionante. A mí, me parecía, y no por una cuestión política, sino por una cuestión humana, que era algo verdaderamente digno de ser interpretado y, al mismo tiempo, penetrar en la esencia profunda de todo eso: las motivaciones psicológicas de la gente para ir mucho más que cuestiones estrictamente políticas. Esta es mi principal razón, porque me pareció absolutamente fascinante que en nuestros tiempos, caracterizados especialmente del lado occidental por el egoísmo más absoluto, donde ciertas formas de fascismo están cobrando fuerzas y donde la frustración de la gente, a menudo, se proyecta en el odio al otro, al extranjero, al inmigrante, de pronto surgen unas personas que, al margen de los estados y arriesgando su propia situación personal, deciden ir allá. Ni siquiera me interesó juzgar lo que los había motivado. Seguramente, simpatizo más con uno que con otros, con sus ideas, pero humanamente simpatizó con todos, porque de alguna manera el mero hecho de haber ido allí, y en el caso de los que han dado la vida está mucho más claro, les da una autoridad moral de la que carece la gente que se ha atrevido a juzgarlos desde sus sofás en Occidente”.

La cárcel

Desde la década de 1990, en el Kurdistán iraquí (Bashur) se fue consolidando un gobierno autónomo, apoyado por Estados Unidos y liderado por Masud Barzani, dirigente máximo del Partido Democrático de Kurdistán (PDK). Esa administración se consolidó en 2003, luego de la invasión estadounidense y el derrocamiento de Sadam Husein. A partir de ese momento, el poder de Barzani y el PDK creció al compás de sus alianzas con Washington, Tel Aviv y Ankara. Pese a que Bashur en una región rica en petróleo, el GRK se convirtió en un representante de la burguesía kurda, aliada a los estados regionales que reprimen a su propio pueblo. Todo esto, sostenido con una represión sistemática. Y en esas garras fue atrapado Barber cuando intentaba abandonar la región.

“El régimen de los Barzani es una dictadura sanguinaria, y cuando digo esto no estoy exagerando –aseguró-. Es una dictadura que asesina, que encarcela a opositores políticos, sus cárceles están llenas de presos políticos kurdos. Este régimen trabaja a las órdenes del presidente turco Erdogan, y se mueve por su propia codicia y por los intereses de una gran familia. Todo se basa en el nepotismo y en el reparto de bienes, y en ese modelo tribal de gobierno que conecta un poco con los caudillos tribales de la antigüedad. Se basa en el reparto de favores clientelares. Tanto más alto estás dentro del organigrama de esa estructura, tanto más robas, y roba desde el primero hasta el último. De hecho, se sostiene sobre esa red de favores, porque los altos funcionarios roban en la medida de sus posibilidades, pero es una gran industria dedicada al saqueo del petróleo, de los recursos de los que dispone Kurdistán. El padre de Masud Barzani, Mustafá (importante líder guerrillero), probablemente representó otra cosa, pero su hijo no continuó con ese ideal liberador del pueblo kurdo”.

Al recordar sus días en la prisión de Erbil, capital de Bashur, Barber contó que “fue horrible, como lo es para todo el mundo que ha pasado por ahí dentro. No voy a aburrir con los detalles, porque en su día ya los conté. Estando encarcelado se batió el record de número de personas en una celda, tanto es así que se produjo un motín a raíz de lo cual se llevaron a los presos de ISIS. Más o menos, la mitad de los presos con los que compartía la celda eran de ISIS. Metían a 154 tíos en un espacio de 50 metros cuadrados. Para dormir había que hacer turnos. De hecho, no logré dormir más de 10 minutos seguidos durante esos 30 días. Fue un infierno en todos los sentidos”.

¿Revolución?

Aunque la situación de guerra se despliega sobre Rojava como un muro que deja a la sombra un proceso político inédito en la región, el debate sobre el carácter revolucionario de esta experiencia siempre flota en el aire. Si bien en el documental este tema no se aborda en profundidad, Barber reflexionó al respecto: “Nunca he creído que lo que ha sucedido en Rojava sea una revolución, porque muchas izquierdas hablaban de revolución cuando ni los propios kurdos hablaban de eso. Se hablaba más bien del proyecto Rojava. Que alguien me diga qué clase de revolución, en el sentido clásico que se entiende por revolución, puede llevarse a cabo bajo la tutela de Estados Unidos, porque al fin y al cabo los kurdos se aguantaron el tirón militarmente gracias al apoyo militar estadounidense”.

La alianza de las Fuerzas Democráticas de Siria con Washington es otro de los debates más espinosos cuando se observa lo que sucede en Rojava. Para las autoridades políticas y militares del autogobierno del norte y el este de Siria, esta alianza es táctica, ya que les permite continuar la lucha contra ISIS y demás grupos irregulares, y al mismo tiempo intentar conseguir reconocimiento internacional.

“Cuando Daesh empieza a empujar, las vidas de la gente estaban en juego y había que defenderse. La situación política creó una oportunidad y un vacío de poder en esa zona, que permitió ensayar una nueva solución política para zona norte y este de Siria”, analizó el periodista. Barber agregó que no considera que en Rojava exista un proceso revolucionario clásico, “en el sentido de que no se puso en cuestión la propiedad privada, ni se colectivizaron los bienes por la fuerza. Muchas veces, la inconografía que acompañaba a los cambios era más propia de una dictadura totalitaria que de un grupo de gente que estaba tratando de sacar algo parecido a una democracia a trancas y barrancas”.

La reflexión del periodista también contienen la complejidad del proceso, por eso manifestó que “la valoración” de Rojava “es muy positiva, porque juzgado en ese entorno hubo avances y cambios importantes. Hubo cambios importantes porque muchas veces estas ‘revoluciones’ lo que hacían era tratar de introducir estos cambios a sangre y fuego, y forzando a la gente de la noche a la mañana. Por ejemplo, el modo en que la Rusia revolucionaria trató de implantar el ateísmo de Estado: es probable que ese no sea el modo, porque en el momento en que sacrificas las libertades, me da igual cuál sea tu proyecto, pero no va a tener mi respeto”. A esto, agregó: “En el caso de Rojava era un cambio maravilloso en ese contexto, y lo sigue siendo, solamente que es un proyecto completamente dinamitado a raíz de la decisión (de retirar las tropas) de ese perturbado mental que es Donald Trump, y sabemos que los turcos no van a permitir que nada bueno suceda ahí. Turquía es el principal valedor del Daesh y de todas esas franquicias islamistas. Con todos sus defectos, hay cosas que son criticables, pero se ha construido un marco para las libertades, se horizontalizó el poder y, sobre todo, se ha hecho un trabajo de base para que la propia mujer se emancipe, y no para que sea emancipada, sino para que ella misma se empodere. Además, para combatir el sectarismo, porque al final el sectarismo es uno de los mayores problemas que devasta a esas sociedades”.

FUENTE: Leandro Albani / La tinta / Fotos: Ferran Barber

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