El régimen turco asusta a la sociedad por su violencia y la violencia que ha dejado hacer

Algunas cifras para comenzar. Desde la tentativa de golpe de Estado el 15 de julio de 2016, ha habido 450.000 parados (desocupados) más; 144 periodistas han sido detenidos, 2.500 periodistas han perdido su empleo; 11 diputados y 74 alcaldes han sido encarcelados (los diputados eran todos miembros del HDP -Partido Democrático de los Pueblos- y la mayoría de los alcaldes, kurdos), 87.000 personas han sido despedidas de la función pública, entre ellas un número significativo de sindicalistas y de opositores de izquierda, así como universitarios que habían firmado una petición a favor de la paz. Hay que añadir a esto, 35.000 funcionarios suspendidos. 177 medios (periódicos, páginas web, radios, televisiones) han sido cerrados.

Las cifras que preceden forman parte no solo de un proyecto represivo, sino que constituyen también un plan de austeridad a gran escala: 87.000 funcionarios menos en seis meses. Debido a la crisis económica que atraviesa Turquía, en particular la pérdida de valor de la libra turca, el salario mínimo ha bajado en la realidad 90 dólares. Hoy, al curso actual, el salario mínimo en Turquía es de 342 euros. Se comprende por tanto lo que representa una pérdida de 90 dólares en seis meses. Estos datos provienen de fuentes oficiales: el Banco Mundial y las instituciones turcas. Habría que añadir a esos datos otros no oficiales, especialmente los recogidos por organizaciones de defensa de los derechos humanos, que tratan sobre los desmanes del régimen turco, las destrucciones y los asedios de las ciudades kurdas, el número de civiles muertos en esta represión o los casos de torturas.

Dos elementos importantes en la historia

No hay que ver esta situación como un giro realizado al día siguiente del fracaso del golpe de Estado del 15 de julio. Lo que describo no es más que la aceleración de dinámicas que ya existían. Una dinámica que se había acelerado como consecuencia de las elecciones de junio de 2015. Sin embargo, cuando la llegada al poder del AKP (Partido de la Justicia y del Desarrollo), en 2002, el partido había sido percibido de forma superficial, ciertamente como una formación conservadora, pero que podía ser portadora de democracia. ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo comprender esta huida hacia adelante? Conviene, ante todo, distanciarse de dos planteamientos. El primero consiste en decir que el AKP ha sido siempre así, pero que este proyecto estaba disimulado y que solo ahora muestra su verdadero rostro. El segundo es que ha sido la propia llegada al poder lo que les ha corrompido y por tanto que estarían dispuestos a todo para conservar el poder. Se trata de análisis superficiales.

Es importante más bien volver hacia atrás, tener en cuenta dos elementos importantes para contextualizar lo anterior. El primero: la estructuración de la República turca desde su fundación. Se trata de un Estado construido sobre el supremacismo nacionalista turco así como sobre una identidad sunita. Y esto independientemente de la vestimenta “laica” o “universalista” de ese Estado.

No hablo del período de Erdogan, sino directamente de la fundación de la República. La traducción fue que la República turca es una república colonial respecto al Kurdistán y el pueblo kurdo, y heredera de una política de limpieza étnica. En primer lugar debido al genocidio de los armenios (su momento culminante fue de abril de 1915 a octubre de 1916), que es una cuestión crucial: la negación por el gobierno turco de ese genocidio es de una actualidad candente.

Hace exactamente diez años que el periodista de izquierdas Hrant Dink fue asesinado por un joven fascista turco. En plena actualidad, el 13 de enero de 2017, el diputado armenio del HDP, Garo Paylan, fue interrumpido y sancionado con prohibición de participar en las sesiones durante tres días porque mencionó el genocidio (ver su discurso en http://fr.hdpeurope.com/?p=3872). La República turca también está fundada en otra limpieza étnica, que no desarrollaré aquí, es decir, el “intercambio de poblaciones” con Grecia (1).

El segundo elemento a tener en cuenta es el hecho de que Turquía es un país de la periferia capitalista, y ello incluso tras la acumulación de riquezas de estos últimos quince años. Añadamos a esto un elemento más reciente, el AKP no puede ser entendido más que como instrumento de construcción de una hegemonía neoliberal en Turquía.

Para comprender esta dimensión del AKP, es esencial comprender las relaciones internas entre los diferentes sectores capitalistas en Turquía. El AKP en el poder no es uniforme. Es cierto que cuando el AKP accede al poder, en 2002, se abre una primera fase que se puede calificar de “liberal” (en todos los sentidos del término). Volveré sobre ello. La política realizada por el AKP entonces no es la de hoy. Esto se explica en gran parte por las relaciones entre clases y en el seno de los capitalistas, igual que la relación con las estructuras institucionales de Turquía. ¿Cuáles son esos sectores capitalistas turcos? Para responder a esta pregunta voy a apoyarme en particular en los trabajos de militantes turcos, entre otros los del economista Ismet Akça (http://www.jstor.org/stable/j.ctt183p72x). Hay, en primer lugar, un sector del gran capital ligado al capitalismo financiero mundializado. Luego, un sector constituido por pequeñas y medianas empresas, un sector que tiene necesidades importantes de mano de obra. La represión de los trabajadores es por tanto esencial en ese sector para su conservación. Salido de ese segundo sector, sobre bases de la PME -pequeña y mediana empresa-, hay un sector ligado al islam político.

Del AKP de ayer al de hoy

En este marco, se pueden identificar tres fases del gobierno AKP. Durante la primera, de 2002 a 2007-2008, el AKP logra asentar una hegemonía frágil, pero amplia, a escala de todo el país. Concretamente, en relación a esos sectores capitalistas, ¿qué significa esto? El AKP logra construir una amplia coalición entre todos esos sectores capitalistas: desde el gran capital ligado al capitalismo financiero mundializado a los patronos de las PME.

¿Cómo lo logra? Jugando en dos tableros: en primer lugar, prosiguiendo las políticas exigidas por el FMI. El AKP se ha mostrado como un muy buen alumno del FMI desde su acceso al poder: privatizaciones, facilidades para los flujos de capital. Luego, prosiguiendo con el empeoramiento de las condiciones y de los derechos de los trabajadores. Esto permite realizar dos elementos: obtener el apoyo del gran capital financiero gracias a las políticas estructurales y a las privatizaciones de las grandes empresas que se hacen en beneficio de este último; al mismo tiempo, puesto que el “coste del trabajo” disminuye, la aceptación de las políticas del FMI es soportable para las PME. Además, algunas pequeñas privatizaciones favorecen a ese sector. Esta fase es de alguna forma la luna de miel del AKP. Puede permitirse también, con confianza, emprender reformas liberales en el plano político, en particular en dirección a las minorías, ya sean religiosas o nacionales, en particular respecto a los kurdos.

Esta política ha hecho decir recientemente a un periodista que el AKP sería hoy, por decirlo así, ilegal si llevara a cabo una campaña con las mismas consignas que en esa época. El AKP de ayer sería atacado por el AKP de hoy. En ese momento, el AKP tiene la esperanza de ganar en sectores kurdos y de hacerse completamente hegemónico.

Sin embargo, varios elementos van a poner término a esta fase liberal. El más importante es la crisis mundial de 2007-2008. Ésta tiene consecuencias muy importantes en Turquía. No es casualidad si antes de 2015 el único momento en que el AKP registró un retroceso fue en las elecciones locales de 2009. En 2008, la economía fundada en las exportaciones no puede ya funcionar. Hace estallar igualmente la coalición de los diferentes sectores capitalistas que he descrito. El AKP no puede ya ganar en los dos tableros.

Hace por tanto la opción de apoyar al sector capitalista que le está más orgánicamente ligado, un sector salido de las PME ligado al islam político en el que algunos, en el intervalo, se han enriquecido. Entre 2008 y 2011, ha habido una guerra frontal entre sectores capitalistas. En ese momento el AKP no duda en atacar a algunos actores económicos importantes, en particular por medio de la instrumentalización de medidas fiscales cuyo objetivo es sancionarles.

En 2010, el AKP basa su hegemonía gracias a una nueva Constitución, desgraciadamente percibida por ciertos sectores de la izquierda radical como un avance democrático. Este pretendido avance, planteado por el AKP, era más bien una domesticación del Ejército. Se trata más de un mayor poder “civil” arrancado al Ejército que de una democratización (recordemos que el Ejército turco ha orquestado varios golpes de Estado). A partir de este período, la economía turca se reorienta. El desarrollo se funda particularmente sobre la construcción y los trabajos públicos, así como en las transformaciones urbanas. A esto se añade una reorientación económica geográfica en dirección a Medio Oriente, región hacia la que las exportaciones aumentan con fuerza.

A partir de 2011, se manifiesta por tanto la consolidación de una hegemonía neoliberal sunita conservadora. No es ya cuestión de una hegemonía liberal amplia, que juegue en todos los tableros. El AKP se repliega sobre “sus bases”: es decir una base más restringida. Este planteamiento es tanto más poderoso en la medida que tiene por eje las estructuras constitutivas del Estado turco. A la vez que tiene un nuevo ropaje neootomano, poniendo por delante de forma más acentuada motivos religiosos, el AKP se apoya en la herencia colonial turca (en relación a la cuestión kurda) así como en una fuerte confesionalización de la vida social y política.

Veamos las tres fases en que se puede dividir.

El giro de 2013

En relación a esta última, hay una crisis en 2013 durante la movilización de Gezi. Esta movilización estalla alrededor de un proyecto urbano, un parque (ver http://vientosur.info/spip.php?mot675 ndt). Es cualquier cosa salvo una coincidencia. Es también en este contexto político en el que hay que resituar la cuestión kurda. La fase liberal, económica y política del AKP, incluso en dirección de los kurdos, estaba acompañada por una “voracidad” política. El fracaso económico se ve acompañado de un fracaso político, el apetito del AKP no queda satisfecho en lo que se refiere a Kurdistán.

Concretamente, el AKP no logra ganar en las elecciones locales en los bastiones del movimiento kurdo, en particular en Diyarbakir. El AKP tenía la pretensión de ganar alcaldías, etc. Ha fracasado. El conjunto de estos factores, desde 2011, ha trabajado por un cambio, por una reactivación de las características estructurales del Estado turco. Hasta tal punto que un proceso de paz emprendido con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) fue abandonado en 2015 de un día para otro, cuando estaba en su fase final.

Entre 2013 y 2015, se abre una ventana, lo que se podría calificar de momento democrático. Es abierta por el movimiento de Gezi. Este momento puso en crisis y precipitó el proyecto de un AKP dedicado a la formación de un bloque histórico, nacional-confesional, para mantenerse. Este bloque está fundado sobre el confesionalismo: los turcos sunitas, frente a los demás componentes de la sociedad. Ese es el proyecto actual del AKP. Un proyecto que está también al servicio del neoliberalismo.

Gezi dio un golpe inesperado a ese proyecto. ¿Qué ha sido ese movimiento, con todas sus contradicciones, sus límites? Ante todo un movimiento de masas democrático impulsado por la juventud en las grandes ciudades que ha puesto en crisis el proyecto del AKP. Para resolverla, la dirección del AKP, Erdogan, ha estimado que la mejor respuesta era el ataque. Hay una resolución brutal de esta crisis, en particular en el terreno político. Esto no ha ocurrido inmediatamente, aunque hubo muertos en el movimiento de Gezi, sino que ha tomado forma a partir de las elecciones de 2015. Las elecciones de junio de 2015 han representado la cúspide del movimiento democrático, pero también su fin. En las elecciones de junio de 2015, el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) obtuvo el 13% en las legislativas. Fue un resultado inesperado, histórico. El AKP no obtuvo la mayoría en el Parlamento (hay un umbral del 10% para acceder al Parlamento, medida introducida en otro tiempo por el poder militar para asegurar la estabilidad política).

¿Qué es el HDP? Se trata del movimiento de liberación kurdo, políticamente. Éste constituye la componente esencial del HDP con sectores de la izquierda radical, sectores democráticos así como sectores kurdos conservadores, pero preocupados por el respeto de su condición de kurdos. Ha reintroducido la cuestión kurda, que es esencial. La voluntad del movimiento civil y político kurdo al intentar construir el HDP consistía en dotarse de una política a escala de Turquía para obtener la igualdad política para los kurdos, pero también para trabajar por la democratización del conjunto del país. Esto respondía a las aspiraciones que se habían manifestado en el movimiento de Gezi. No hay ciertamente una relación mecánica entre estos dos momentos, pero el resultado del HDP, su salto más allá de su base kurda, refleja el espíritu del movimiento democrático defendido en el movimiento de Gezi.

A esto se añade un último elemento de crisis para el gobierno del AKP, que no desarrollaré, la constitución de Rojava más allá de la frontera sur de Turquía.

La guerra interior y la guerra exterior

La respuesta del régimen ha sido la guerra. Guerra en Turquía y guerra en el extranjero: en Siria. En el caso de Siria, hay una declaración que resume el planteamiento de Erdogan: “No dejaremos nunca que se constituya una entidad kurda en nuestra frontera sur, bajo ningún precio”. Es una declaración que hay que tomar muy en serio.

Esta política de guerra en el extranjero ha ido acompañada de guerra en el interior. Ésta se compone de dos vertientes: un terror de Estado y un terror para el Estado. Dos cosas diferentes. ¿Cómo se ha manifestado este terror de Estado? Por la puesta en estado de sitio del Kurdistán acompañada de destrucciones materiales y humanas inmensas. Algunos barrios de ciudades y localidades importantes del Kurdistán han sido destruidos. El terror para el Estado consiste en dejar a grupos pro-EI (Estado Islámico) actuar, atacar a la oposición, al HDP en este caso. Esto se traduce en el atentado de Suruç, una localidad de la frontera turco-siria, que produjo 33 víctimas (el 22-07-2015) entre jóvenes camaradas que se disponían a acudir a Kobane para ayudar a su reconstrucción. El atentado no ha sido reivindicado, lo que ha permitido al Estado turco salvar la cara. Luego, en octubre de 2015, se produjo el atentado de Ankara en un gran mitin del conjunto de los sectores opositores a Erdogan en el contexto de las próximas elecciones de noviembre. Más de un centenar de camaradas murieron como consecuencia de atentados suicidas. El Estado ha dejado hacer de nuevo.

Lo que hay que comprender es lo que constituye “la última arma”: existe el terror por el Estado, la represión del Estado y está la violencia de bandas irregulares que agreden a los opositores y a los kurdos con olas de pogromos, como ocurrió en septiembre contra civiles kurdos. Un tipo de “arma última”: grupos pro-EI que aterrorizan a la oposición.

Es en este contexto de conjunto en el que se produce la tentativa de golpe de Estado de julio de 2016. Es la razón por la que afirmo que lo que ocurre tras esta tentativa de golpe es una fuerte aceleración y no un cambio de dirección.

Hoy se produce en Turquía un gran naufragio del país. El régimen turco asusta a la sociedad por su violencia y por la violencia que ha dejado que actúe. Al mismo tiempo, sus bases son débiles: la economía turca, sectores enteros de ella, la libra, el Estado, se hunden. 85.000 funcionarios menos en seis meses. Aunque no guste a los teóricos neoliberales y a sus políticos, esos funcionarios hacían algo. Ya no están en sus puestos. Estamos frente a un proyecto de reformateo de la sociedad sobre una base confesional, articulada con el neoliberalismo.

Para terminar, diré que en este contexto no hay que descartar la hipótesis de una fascistización del régimen. La mutación de un partido en el poder es posible. Dicho de otra forma, la transformación de un partido mientras ejerce el poder. El AKP no era un partido fascistoide cuando llegó al poder, pero su mutación actual va en esta dirección.

Un elemento en este sentido: más allá de los discursos, lo que se observa es el hecho de que grupos irregulares, bandas ligadas al régimen -pero que no están propiamente hablando integradas en el Estado- asesinan impunemente a opositores y personas de las minorías, en particular kurdas. La huida hacia adelante actual no permite una marcha atrás. No me gusta emplear el término fascismo, la izquierda turca lo ha utilizado quizá con ligereza antes. Pero la hipótesis de una fascistización hay que tenerla en cuenta. La importancia de la lucha por la paz y la democracia reside en el hecho de que esos dos objetivos-reivindicaciones contienen elementos de puesta en crisis de este régimen confesional-neoliberal. Estas luchas llevan en sí mismas una potencialidad de clase.

En fin, lo que ha permitido al AKP avanzar con su proyecto son las divisiones en el seno de los trabajadores, no solo sobre una cuestión “nacional” (kurda), sino también entre categorías de trabajadores: precarios, un poco menos precarios y super precarios por decirlo así (lo que corresponde más a las categorías que existen realmente en Turquía). El retroceso de las movilizaciones de los trabajadores ha permitido el proyecto del AKP. Sin embargo, hay que ver las movilizaciones pasadas y las que germinan como elementos de la crisis del régimen del AKP. Se habla poco de ello, pero actualmente hay fábricas del sector de la metalurgia que están en huelga. Las movilizaciones contra los proyectos de transformación urbana son también un factor central, pues esos proyectos están en el corazón del capitalismo turco.

Para concluir: luchas democráticas anticoloniales para los kurdos, luchas obreras y luchas “ecológicas-urbanas” para emplear un término genérico son los tres elementos estratégicos de oposición al curso confesional defendido por el AKP.

Nota:

(1) Tras la derrota del Imperio otomano (consagrada por el armisticio de Moudros), los Aliados ocuparon partes de Anatolia y de Tracia, así como Constantinopla. El tratado de Sèvres (firmado en agosto de 1920) consagraba la desintegración del Imperio otomano y de Turquía. Mustafá Kemal, oficial de gran reputación, se levantó contra la reducción del suelo nacional a una parte de la meseta de Anatolia. Habiendo invadido los griegos Asia Menor en 1920, Mustafá Kemal llevó una guerra contra ellos y sus aliados ingleses: guerra de liberación de 1920 a 1922. Las victorias kemalistas logradas sobre las tropas griegas hacen caduco el tratado de Sèvres. El tratado de Lausana (firmado el 24 de julio de 1923) es negociado entre la Turquía kemalista, por un lado y los gobiernos de Francia, Reino Unido, Reino de Grecia y los de Rumanía, Serbia, Croacia y Eslovenia. Entre las decisiones tomadas hay un intercambio obligado de poblaciones, entre otras entre Grecia y Turquía: 1,6 millones de griegos “contra” 385 000 “musulmanes” de Grecia. El “intercambio” se hizo bajo amenazas y los muertos se cuentan por decenas de miles en el “transfert” de los Griegos de Turquía. La autonomía del Kurdistán, contemplada en el tratado de Sèvres, cae en el olvido (redacción A l´Encontre).

FUENTE: Emre Ömgün/Rebelión – Faustino Eguberri para Viento Sur