Karlos Zurutuza es un periodista vasco freelance, cuyos artículos se han publicado en medios tan diversos como Gara, Al Jazeera, 5W, The Guardian, Deutsche Welle o Jot Down. También ha publicado libros como “Tierra adentro“, o “Respirando fuego”, con David Meseguer, sobre el que conversamos para conocer algo más de la historia y la realidad kurdas.
Dicen que es la mayor nación sin Estado del mundo. Se calcula que al menos son 20 millones, un pueblo milenario dividido entre Irak, Irán, Turquía y Siria, que rara vez ocupa las portadas de los periódicos. Sin embargo, el pueblo kurdo sigue resistiendo, luchando por su supervivencia. Porque la historia de los kurdos es una historia de lucha, tal como se cuenta en “Respirando fuego. En las entrañas de la lucha kurda por la supervivencia”, un libro firmado por David Meseguer y Karlos Zurutuza. Con este último hablamos de este trabajo, y de la actualidad del pueblo kurdo.
Hasta que saltaron a las cabeceras de los medios, por su protagonismo en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS), especialmente en Kobane, eran pocas las informaciones que podíamos leer y escuchar sobre los kurdos, a no ser por los trabajos como los de Manuel Martorell, uno de los primeros en desvelarnos esta realidad en el Estado español.
-¿A qué se debe ese manto de silencio sobre uno de los pueblos más numerosos de Oriente Medio, situado además una zona de importantes recursos estratégicos?
-No es una pregunta fácil de responder. ¿Por qué? Probablemente, por encontrarse sobre esa falla geopolítica tan sensible sobre la que una potencia regional como Turquía marca los tiempos demasiado a menudo. Está su posición estratégica, con fronteras que van desde los Balcanes hasta el Cáucaso, pasando por Siria, Irak e Irán; el mercado tan goloso que supone para muchas empresas occidentales, españolas incluidas; la “llave” de los refugiados con las que Ankara chantajea a Europa… Turquía tiene cartas muy sensibles sobre la mesa como para que la UE (Unión Europea), o eso que llamamos “comunidad internacional”, le toque las narices con lo de la cuestión kurda. Y eso, claro, se traslada a la atención mediática. Por otra parte, creo que pesa también el hecho de que sea una historia muy “oscura” para el gran público, una de esas que necesita de mucho contexto porque, al fin y al cabo, hablamos de un pueblo sin Estado dividido por las fronteras de otros cuatro. Nunca ha sido fácil explicar esto, y menos aún en los tiempos de Tik Tok. Por establecer un paralelismo, piensa en lo fácil que es explicar Ucrania en comparación a Kurdistán: un país que es invadido por otro país. Y encima son blancos… Sea cual sea la atención que le prestemos, la cuestión kurda pesa. Con veinte millones de kurdos en sus fronteras (la mitad del total), Ankara tiene la llave para solucionar el conflicto. No hacerlo es alargar el sufrimiento no solo de un pueblo, el kurdo, sino también hipotecar la estabilidad de Oriente Medio.
-En “Respirando fuego” hacéis una completa radiografía de la compleja geografía social y política del Kurdistán, tocando los cuatro puntos cardinales: Bakur, Bashr, Rojhilat y Rojava, correspondiendo cada uno de ellos a los territorios kurdos que están dentro de las fronteras de Turquía, Irak, Irán y Siria. Con realidades tan distintas a las que se enfrenta el pueblo kurdo en cada uno de estos territorios, ¿el sueño de un Estado kurdo es algo que ya no está en el horizonte, ni tan siquiera en las agendas de las propias organizaciones que luchan por la liberación de este pueblo?
-Diría que el sueño de un Estado kurdo sigue latente entre todos los kurdos, pero la coyuntura les recuerda que se trata tan solo de eso, de un sueño. El movimiento de liberación encabezado por el PKK apuesta hoy por lo que llama “confederalismo democrático”, un modelo que no desafía la territorialidad de Oriente Medio, pero sí a los poderes monolíticos hegemónicos, sea el turco, el sirio, abanderado por la dinastía de los Assad, o la teocracia chií en el poder en Irán desde hace más de cuatro décadas. Se busca democratizar y descentralizar el territorio, y que el poder de decisión esté lo más cerca posible de la gente. El experimento de Rojava habla de un movimiento que apuesta por la libertad de culto y la igualdad de género, y que no es solo exclusivo a los kurdos, sino que también incorpora a los árabes, los siríacos, así como al resto de pueblos de la región. Se respeta tanto su identidad cultural así como su derecho a utilizar y desarrollar sus respectivas lenguas. Hablamos de una auténtica revolución, y más cuando la interpretamos en el contexto de Oriente Medio.
-En 2017 nos llamó la atención el referéndum de independencia en Bashur, que fue votado mayoritariamente a favor de que la separación de Irak, sin embargo esto no tuvo ningún efecto, aunque el Gobierno Regional de Kurdistán (KRG) tenga amplias competencias. ¿Cómo puedes explicar este movimiento del gobierno de Barzani, y que consecuencias tuvo?
-Fue una consulta que nació muerta, solo que muchos se dejaron llevar por el entusiasmo y no lo quisieron ver. Para empezar, fue impulsada por Masud Barzani, el entonces presidente de la Región Autónoma Kurda de Irak, y no por el Parlamento kurdo. La Cámara llevaba bloqueada dos años, justo desde que Barzani se negara a abandonar su cargo tras expirar su mandato, algo que, para la oposición, fue la gota que colmó un vaso a punto de rebosar por la corrupción en el Kurdistán iraquí en el que dos familias, dos satrapías como las de los Barzani y los Talabani, se reparten el pastel en una de las zonas más ricas en petróleo del mundo. Mientras tanto, los kurdos iraquíes de a pie seguían, y siguen, sin contar con un suministro eléctrico en condiciones, y con escuelas que empiezan el curso en noviembre y cierran cada dos por tres. Los sueldos no llegan, son legión los profesores, y también los policías, los Peshmergas, etc., que tienen que doblar sus jornadas de trabajo conduciendo taxis. Volviendo al referéndum, Barzani capitalizó ese derecho que pertenecía a todos los kurdos de Irak para salir de aquel bloqueo político. Su mensaje implícito era: “Si estás contra mí, estás contra la emancipación de los kurdos”. Como apunta acertadamente Manuel Martorell, la identidad de los kurdos de Irak hunde sus raíces en el rechazo a Irak, principalmente por el genocidio sufrido a manos de Saddam Hussein, y los kurdos de Irak votaron en masa: con entusiasmo, los seguidores de Barzani, y tapándose la nariz los de la oposición, porque todos eran conscientes de que se trataba de un momento histórico. Washington, Teherán, Bagdad, Ankara… Todos avisaron a Barzani de que sería un error, pero él no quiso verlo. Como resultado, Erbil perdió territorios que controlaba de facto desde 2003, Kirkuk entre ellos, y Bagdad recuperó su presencia en la administración regional kurda. No solo no consiguieron un Estado kurdo, sino que perdieron soberanía, y hasta territorio.
-A partir de 2014, todos los medios sacaron reportajes de las combatientes kurdas de las YPJ, mujeres jóvenes a las que, en cierto modo, se les cosificó, sin profundizar demasiado en los orígenes y los motivos de su lucha. Esto benefició a corto plazo a la lucha de la guerrilla kurda, sin embargo, a largo plazo, ¿se sigue sin profundizar en las causas que motivan a estas mujeres a tomar las armas?
-Sí. Se convirtieron en un reclamo para vender titulares, pero ni siquiera se mencionaba que las kurdas llevaban más de treinta años luchando con los hombres en la guerrilla. De hecho, recuerdo a algún editor que me pedía aquella historia en 2014 y que había rechazado anteriormente propuestas mías sobre milicianas del PKK. En cuanto al momento actual, siguen ahí, luchando contra esos rescoldos del ISIS y Al Qaeda, a los que Ankara ha armado, equipado y bautizado como “Ejército Nacional Sirio” (ENS), y con los que controla territorios kurdo-sirios ocupados. Volvemos a lo de antes: Turquía resuena siempre de fondo, pero preferimos no escuchar.
-También se ha acusado a los kurdos de ciertas alianzas comprometidas, al Gobierno Regional de Kurdistán (KRG) de Barzani, en Irak, de servir a los intereses de Israel y Turquía, en contra de los kurdos de Rojava, que mantienen una alianza estratégica con Estados Unidos. ¿Cómo ves tú estos movimientos en el tablero geoestratégico por parte de los kurdos? Y con estas alianzas opuestas, ¿corre el riesgo de declararse una guerra abierta entre las fuerzas kurdas de Bashur y Rojava?
-Los Barzani reciben órdenes de Ankara: si hay que cerrar la frontera con Rojava y asfixiar a los kurdos, se hace; si hay que mirar hacia otro lado cuando Turquía bombardea el Kurdistán iraquí, o levantar un nuevo acantonamiento en la zona, se hace. Lo importante es que los beneficios del gas y el petróleo sigan inflando los bolsillos de los de siempre, y tanto Israel como Turquía son clientes preferentes. En cuanto a la alianza de los kurdos de Rojava con Washington, ellos ya tenían su propia agenda en marcha mucho antes de que llegaran los americanos. Es más, tocaron todas las puertas en busca de apoyos, incluyendo las de Moscú y Bruselas. Pero con una Europa desaparecida del tablero internacional y una Rusia que solo busca apuntalar a los Assad en Damasco, la ayuda solo llegó de Washington, que vio en los kurdos la única opción para derrotar a ISIS. Después, en 2019, vimos cómo Trump les daba una puñalada por la espalda, dándole luz verde a Erdogan para invadir más territorio. Un año antes había sido Moscú la que les dijo que, o se plegaban al régimen de Assad o dejaban entrar a los turcos en Afrin. Y así fue. Hoy vemos cómo los suecos levantan el embargo de armas a Ankara, verbalizan que Turquía “tiene derecho a defender sus fronteras” al calor de los últimos ataques y extraditan a Turquía a solicitantes de asilo kurdos quienes, muy probablemente, no volverán a ver la luz del sol. Estocolmo compra su entrada en la OTAN con moneda kurda. Una vez más, los kurdos se quedan solos.
-En Kurdistán hay dos nombres que llevan resonando durante años, Abdullah Öcalan y Masud Barzani. ¿Representan estas dos figuras a los proyectos antagonistas e irreconciliables de la causa kurda?
-Barzani no es más que un líder tribal cuyo único mérito es ser hijo de Mustafa Barzani, uno de los prohombres de la historia kurda reciente. No tiene un pasado glorioso que le avale ni tampoco un programa sobre el que articular un modelo de país para su pueblo. No es más que el rostro más visible de una satrapía que se ha dedicado a saquear una tierra que no pertenece a los Barzani, sino a los kurdos. Öcalan es justo todo lo contrario: un intelectual sin apellido que lleva más de dos décadas en prisión tras haber dedicado su vida y su pensamiento a la liberación de su pueblo, un preso en aislamiento que ha puesto sobre la mesa la propuesta social más revolucionaria de todo Oriente Medio. En el aspecto ideológico, Barzani no tiene nada que aportar. A Öcalan igual no le compras el modelo, pero su diagnóstico de la región es, en sí mismo, un buen punto de partida para repensar eso que llamamos Oriente Medio.
-Turquía lleva años combatiendo a la guerrilla kurda del PKK, y también a las organizaciones políticas kurdas, ilegalizándolas y deteniendo a cientos, sino a miles, de sus militantes. Sin embargo, con la ocupación del cantón de Afrin, en Rojava, parece haber iniciado una ofensiva decisiva que se extiende mucho más allá de sus fronteras. ¿Por qué ese empeño de Erdogan en acabar con cualquier forma de oposición o resistencia kurda?
-Turquía tiene a la mitad de la población kurda dentro de sus propias fronteras, y a la otra mitad justo al otro lado. Ankara hará lo imposible por romper esa continuidad nacional, sea a través de ofensivas aéreas y terrestres, dando balones de oxígeno al yihadismo o, simplemente, usando el agua como arma de guerra. En cualquier caso, creo que las raíces de esa inquina hacia lo kurdo se entroncan más allá de lo político. Como ocurre con los armenios, los kurdos son ese “elemento ajeno” a la identidad turca; son gente a la que hay que hostigar hasta que hinquen la rodilla, y ni siquiera entonces conseguirán ser ciudadanos de pleno derecho.
-Además del kurdo, otros pueblos de la zona están amenazados por Turquía, como Armenia, que está siendo continuamente agredida a través de Azerbaiyán. ¿Forma parte de una estrategia panturianista, por recuperar el espacio del antiguo imperio Otomano?
-Estando en Cizre (una de las principales ciudades kurdas de Turquía) durante aquellas operaciones de castigo turcas de 2015, y bajo un toque de queda, recuerdo a un oficial turco que gritaba por un megáfono desde un blindado y de madrugada: “No sois kurdos, sois armenios y haremos con vosotros lo que hicimos hace cien años”. Esto te da una idea de la naturaleza de ese odio que mencionaba antes. El régimen levantado hoy en Turquía es la mayor amenaza para toda la región. Es un país con una economía devastada y una moneda colapsada pero que, a la vez, tiene un gran peso en el tablero geopolítico. Mientras la carne se convierte en un artículo de lujo y los médicos huyen en masa del país, Erdogan levanta banderas desde Trípoli hasta el Caspio, vende armas a Ucrania, cierra el Bósforo a la flota rusa y, aun así, les habla de tú a tú a Biden y a Putin, porque ambos le necesitan. Si la economía va mal siempre se le puede echar la culpa a la guerra, la que sea, y resucitar los estandartes otomanos para subir la moral al pueblo. Justo en mitad de ese mapa está la pequeña Armenia, de apenas tres millones de habitantes, incrustada entre Turquía y Azerbaiyán, y condenada a llevarse bien con Irán y Georgia para sobrevivir. Los armenios no han vivido un momento tan crítico desde el genocidio. Para ellos se trata de una cuestión no ya política, sino existencial.
-También un pueblo que ha sufrido un genocidio continuado en el Kurdistán han sido los yezidíes. El último capítulo de su sufrida historia fue el que escribió con sangre el Estado Islámico en Shengal. ¿Qué encaje tiene este pueblo en la zona y cuál es su relación con los kurdos?
-De los yezidíes se dice que conservan la religión original de los kurdos y, de hecho, todos hablan kurmanji (la variante del kurdo que se habla en Turquía, Siria y el norte del Kurdistán iraquí). Si bien la mayoría vive en el norte de Irak, también hay bolsas en Siria, Georgia y Armenia. Hasta hace poco existía una comunidad en Turquía, pero la mayoría de ellos emigraron hacia el Cáucaso tras el genocidio armenio y asirio, o a Alemania más recientemente. Volviendo a Irak, hablamos de una sociedad muy conservadora y endogámica, factores ambos fosilizados por la presión histórica del islam, pero también porque nadie, ni siquiera Erbil, los ha tratado como a seres humanos. Los árabes les llamaron “adoradores del diablo”; Saddam los intentó asimilar diciéndoles que no eran kurdos y los Barzani no han dejado de construir mezquitas en aldeas yezidíes en las que no había ni un solo musulmán, y ni siquiera agua corriente en las casas. En cuanto a los de Sinjar (Shengal), el ejército kurdo-iraquí huyó en desbandada cuando llegó ISIS, y solo fue gracias al PKK que se pudo habilitar un corredor por el que pudieran escapar. En cualquier caso, también es verdad que la presencia de la milicia kurda en la zona es el pretexto turco para bombardearla, con lo que los yezidíes siguen sin encontrar su sitio en su propia casa. La desconfianza sigue siendo grande porque la historia reciente les ha enseñado que, aunque el poder cambie de manos, ellos se quedan siempre en el escalón más bajo.
-En 2011, la Primavera Árabe removió los cimientos de huyen en masa esta parte del mundo, en realidad de prácticamente todo el mundo árabe, desde Túnez hasta Yemen, sin embargo, en muchos países parece que las aspiraciones y demandas de sus pueblos no fueron atendidas, no hubo más democracia, e incluso degeneraron, en muchos lugares, en cruentas guerras civiles. ¿Cómo afectó al pueblo kurdo este ciclo de seísmos políticos que sacudió al conjunto del mundo árabe?
-Turquía e Irán se salvaron de aquella quema, y los kurdos de Irak hacía ya mucho que se habían liberado de Saddam Hussein. Siria fue otra cosa. En vista de que la oposición al régimen de Assad estaba siendo fagocitada por los islamistas, los kurdos decidieron quedarse al margen. Su agenda no pasaba por controlar Damasco, solo pedían que les dejaran autogestionarse en el noreste de Siria, donde vive la mayoría. Aquello, por supuesto, no gustó a Erdogan, quien soñaba con ejercer su control sobre todo el país a través de los Hermanos Musulmanes. Pero, a diferencia de Gadafi en Libia, Ben Alí en Túnez o Mubarak en Egipto, Assad no cayó, principalmente porque lo sujetaron los rusos. Y luego estalló el fenómeno del ISIS, ese cáncer alimentado por casi todos para provocar el caos en la región… Estados Unidos dio apoyo militar, pero los muertos los ponían los sirios y los iraquíes, y, sobre todo, los kurdos. Volviendo a la pregunta, el efecto más visible entre los kurdos de aquello que llamamos “primaveras árabes” es el proyecto político y social hoy en vigor en el noreste de Siria.
-En Turquía, la represión del régimen de Erdogan se centró, durante muchos años, en la guerrilla del PKK, pero también en las expresiones políticas del pueblo kurdo, llenando las cárceles no solo de combatientes, sino también de alcaldes, diputados y militantes de organizaciones legales, cuando no ha ilegalizado directamente a estas. Ante las próximas elecciones en Turquía el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) se sigue presentando como uno de los polos principales de la oposición, ¿será determinante el voto kurdo en las próximas elecciones a las que Erdogan llega con una de las peores intenciones de voto en los últimos veinte años?
-Erdogan es imprevisible y ha demostrado ser capaz de movilizar con éxito a un electorado que aglutina desde urbanitas nacionalistas turcos hasta campesinos kurdos. En cualquier caso, la oposición turca liderada por el CHP sabe que sin el HDP no tiene ninguna opción. Si hay un cambio de gobierno en Turquía, los kurdos tendrán esa llave. La pregunta es si ese nuevo gobierno será capaz de abordar la cuestión kurda y abrir el camino hacia la paz. Creo que, de haber fructificado el proceso de paz entre Ankara y los kurdos iniciado en 2013, Turquía sería hoy un país mucho más estable y la deriva de la región en su conjunto habría sido muy distinta. Desgraciadamente, Ankara optó por la represión y la guerra, y perdió una ocasión única de liderar Oriente Medio de una forma constructiva.
-Muchas cosas han pasado en el Kurdistán desde que salió a la luz “Respirando fuego”, aunque siga siendo un libro fundamental para hacernos una visión global de este pueblo. Entre ellas el que sea ahora Rojhilat quien esté protagonizando la actualidad, tras la muerte de la kurda Mahsa Amini. ¿Cómo se está viviendo en la parte iraní del Kurdistán las manifestaciones contra el gobierno de los ayatolás, y que protagonismo está teniendo el Partido para una Vida Libre en Kurdistán (PJAK) en esta lucha?
-Es significativo que el lema de las protestas, “mujer, vida y libertad”, sea el que ya adoptara el liderazgo del PKK hace casi una década. Antes de las protestas en Irán hemos visto a las guerrilleras kurdas que luchaban contra el ISIS corear ese tema, o a mujeres que se manifestaban en el este de Turquía. La chispa se enciende en Kurdistán, pero se extiende rápidamente por todo el país porque esto va mucho más allá de reivindicaciones identitarias. Precisamente, lo que da fuerza a la protesta en Irán es su inclusividad y su transversalidad: no solo no distingue entre etnia ni confesión, sino que, además, visibiliza a la mujer como uno de sus actores principales. Más allá del PJAK, otros partidos kurdo-iraníes, como el PDKI o Komala, tienen un gran arraigo dentro del país. Hablamos de gente que tiene un discurso, pero que también sabe organizarse y contribuir a que la protesta siga plantando cara a los clérigos. Si bien la guerra en Ucrania está evitando que le prestemos la atención que merece, creo que las consecuencias históricas de este movimiento pueden tener una envergadura mucho mayor.
FUENTE: Ángelo Nero / Nueva Revolución / Edición: Kurdistán América Latina
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