El pasado fin de semana, se realizó en Madrid el Encuentro Internacional Feminista (EIF), convocado por el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España, con el lema “Wecallitfeminism. Feminismo para un mundo mejor”. La Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid fue el espacio elegido para este encuentro que, durante tres días consecutivos, reunió a más de un centenar de ponentes y miles de participantes que reflexionaron y dialogaron, entre otros temas, sobre justicia feminista, masculinidades, cuidados, antirracismo, salud, derecho al aborto, violencia política, ecofeminismo, derechos LGTBI y sobre las estrategias para una vida libre de violencias contra las mujeres en todas sus formas.
Judith Butler, Rita Segato, Vadana Shiva, Gioconda Belli, Brigitte Vasallo, Virginie Despentes, Mónica Benicio, son sólo algunos de los nombres de lxs activistas, académicxs, políticxs y mujeres de todo el mundo que participaron del EIF.
MelikeYasar, representante del Movimiento de Mujeres del Kurdistán y miembro del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK), participó del panel “La defensa de la paz en la agenda feminista”, junto a Alaa Salah, estudiante sudanesa y activista icónica en las protestas antigubernamentales que llevaron al derrocamiento de Omar Hasán Ahmad al Bashir; María José Pizarro Rodríguez, historiadora, artista plástica y política colombiana, senadora del Pacto Histórico, y actual negociadora de paz del gobierno de Colombia ante la mesa de diálogo con la guerrilla del ELN; Ione Belarra, secretaria general de Podemos, Ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España, y Donatella Rovera, por Amnistía Internacional.
Las ponentes fueron presentadas por la moderadora de la mesa como “voces que son herederas de ese hilo de la historia de resistencia feminista contra las guerras y contra sus lógicas de violencia, de militarización, de fronteras, de armamento, que hablan de la paz, una paz en igualdad, una paz con justicia social”.
El diálogo giró en torno a posibilidades y desafíos según las características de cada territorio, y particularmente, al papel de las mujeres como actoras políticas claves en las negociaciones y procesos de paz, entendiéndolo como una temática estrechamente ligada a los movimientos feministas.
Una de las premisas con las que se convocó al panel sostenía: “El papel del feminismo pacifista, ese que ha puesto el cuerpo por la paz y el desarme, no se vincula con una idea esencialista de las mujeres como sujetos de paz, sino como actoras políticas que han entendido las lógicas patriarcales y capitalistas de los conflictos armados y proponen otras formas de habitar las relaciones internacionales”.
La mesa reflexionó sobre herramientas y acciones de resistencia feminista contra la violencia y la apuesta por un mundo basado en el derecho a vivir en paz.
Previo a la intervención de Yasar, se destacó la importancia del Movimiento de Mujeres del Kurdistan no sólo como un hito en la historia de lucha de las mujeres, sino como “inspiración y un faro de esperanza para las feministas del mundo”. Asimismo, se señaló la necesidad de acuerpamiento a la compañera frente al difícil momento que se está atravesando luego del último terremoto que afectó principalmente al Kurdistán, Siria y Turquía: “No está siendo fácil esa reconstrucción que sabemos están haciendo como siempre las mujeres kurdas, en clave comunitaria y en clave feminista”, señaló la moderadora del panel y representante del Ministerio de Igualdad español.
Luego de la bienvenida, la representante del Movimiento de Mujeres kurdas inició su intervención subrayando “la importancia de construir una lucha universal de las mujeres porque sin construir esta lucha común, no podremos romper con el patriarcado”, y continuó de manera enfática: “No voy a hablar de nuestros sufrimientos, no voy a hablar de la opresión del sistema hacia nosotras, sino sobre cuál fue nuestra propuesta, cuáles fueron los aspectos de nuestra lucha para llegar a tener hoy una sociedad que dice ‘la liberación de la sociedad sólo es posible con la liberación de las mujeres’. Cómo hicimos esto y cómo estamos construyendo, en medio de la guerra, una sociedad libre, ética, política que tiene como eje principal en todas las áreas de la vida, la liberación de las mujeres”.
Yasar fue clara al afirmar que “puede parecer una contradicción que estemos hablando de la paz cuando todos sabemos que las mujeres kurdas usamos las armas para defendernos”, sin embargo, agregó: “No aceptamos la idea de que el derecho a vivir en paz sea visto como una utopía. No sólo que no lo aceptamos, sino que todos nuestros esfuerzos e iniciativas, como Movimiento de liberación y particularmente como Movimiento de Mujeres Libres del Kurdistan, van en ese sentido, precisamente por ir más allá de pensar alternativas dentro del marco de posibilidades que nos ofrece este sistema. Celebramos estos Encuentros, por entenderlos como una continuidad y en línea con tantos otros que venimos impulsando. Como los de la red de Mujeres Tejiendo Futuro en 2022, que reunió en Berlín a 700 participantes de 50 países”.
Entre efusivos aplausos y acompañada por un auditorio repleto, la representante del Movimiento de Mujeres del Kurdistán concluyó su exposición en el Encuentro Internacional Feminista, con la consigna que se escucha en las cuatro partes del Kurdistán: JIN JIYAN AZADÎ, MUJER, VIDA, LIBERTAD.
A continuación transcribimos su intervención completa:
Desde nuestro Movimiento, no tenemos dudas al afirmar que nos encontramos en un momento único en la historia, donde están dadas todas las condiciones necesarias para llevar adelante una auténtica revolución. Decimos sin temor a equivocarnos que ¡podemos convertir el siglo XXI en la era de la liberación de las mujeres! Este es el momento.
Organizar nuestra lucha a escala global en todos los frentes. Es necesario y urgente superar la fragmentación y construir una mayor coordinación entre los movimientos de mujeres de todo el mundo, para poder alcanzar un nivel de organización mayor y convertir nuestra resistencia en avances radicales y sostenibles que reviertan las condiciones actuales de la vida.
La profundización de las políticas de muerte llevadas adelante por los Estados y toda la trama que las posibilita -desde las corporaciones trasnacionales con su modalidad de acumulación extractivista, desde las industrias armamentistas hasta los medios de desinformación masiva- nos exige precipitar los tiempos de acción. Tenemos la capacidad para hacerlo. Así lo demuestra nuestra memoria histórica de luchas, construidas desde una mirada del mundo alejada de sus lógicas racistas, patriarcales, mercantilistas y colonizadoras.
Son esas mismas experiencias las que nos han demostrado que el nivel de libertad de la sociedad se mide a través de la libertad de las mujeres.Como sostiene nuestro líder Abdullah Öcalan, encarcelado en aislamiento solitario en la isla prisión de Imrali en Turquía hace 24 años : “No puede haber una sociedad libre, sin mujeres libres”.
Esta definición es crucial en nuestro paradigma de Confederalismo Democrático, y es precisamente su integralidad, la que NO nos permite concebir de manera disociada, la lucha por la liberación de las mujeres, la lucha por el cuidado de la naturaleza, la democratización de todos los ámbitos de la vida, la igualdad de géneros, la protección de los Derechos Humanos, y en ello, la necesaria participación activa de todos los sectores de la sociedad que se ven amenazadosy oprimidos por este sistema.
Una lucha centrada en la liberación de las mujeres tiene el potencial de alcanzar un nivel universal más que cualquier otra lucha dada en siglos anteriores. Sin embargo, no es posible desarrollar una alternativa dentro del sistema dominante, apelando a sus medios y a sus métodos, y mucho menos, dentro de los límites materiales, morales e institucionales que el mismo sistema establece.
No basta con declamarnos antifascistas, anticoloniales, antirracistas, antimilitaristas. Debemos luchar activa y efectivamente contra todas las expresiones de la mentalidad masculina dominante que se manifiestan más allá de la biología. Sin este cambio, la liberación de la sociedad no será posible.
Somos parte de un pueblo que enfrenta esa mentalidad en su máxima expresión a través de la guerra. Sabemos que ya no basta con una confrontación militar directa entre dos o más ejércitos regulares para iniciar una guerra. Teniendo en cuenta esto, ¿cuál es nuestra propia definición de paz? ¿La paz es solamente abandonar las armas? Sabemos que la respuesta es no. Y también sabemos que, en un contexto de vida o muerte, los discursos sobre el desarme y la no violencia, terminan siendo un privilegio.
No menos cierto, es que la multiplicidad de frentes y niveles de ataque nos obliga a los pueblos en resistencia, y particularmente a las mujeres, a reformular nuestras estrategias de defensa y autodefensa. Es bien sabido que hombres y mujeres no nos vemos afectados de igual manera en contextos de guerra y violencia generalizada.
La historia de la civilización es la historia de una guerra contra las mujeres. Una guerra que se libra sobre nuestros cuerpos-territorio. Para las mujeres kurdas, esta situación no es novedosa. Es una realidad que se ha mantenido de manera constante tanto en períodos de relativa paz como en aquellos en los que la guerra se intensifica en sus maneras clásicas.
Nuestra lucha por la libertad y el derecho legítimo a la autodeterminación, no involucra sólo al pueblo kurdo sino a muchos otros pueblos de Oriente Medio, y se ha convertido en inspiración a otros pueblos del mundo, distantes sólo geográficamente.
Desde los orígenes de nuestro Movimiento y a través de la lucha contra el colonialismo y todas las formas de opresión, hemos ido avanzando paralelamente en la politización y la generación de conciencia de las mujeres hasta lograr jaquear los roles tradicionales que se nos habían asignado social y culturalmente, dentro y fuera de nuestras propias comunidades.
Este trabajo fue hecho cara a cara, casa por casa. No lo podríamos haber hecho de otro modo. Somos hijas e hijos de un pueblo que ha aprendido a desarrollar todo su potencial revolucionario no sólo en la resistencia, sino en el coraje de haberse atrevido a dar importantes debates y realizar cambios profundos, impensados hace no mucho tiempo atrás. Esto fue posible, al revelar el trasfondo histórico, social y de poder que se ocultan detrás de conceptos que parecían incuestionables en nuestras sociedades; como el concepto de “dote” o de “crimen de honor”, o los actos de poder que se esconden detrás de cada crimen contra las mujeres, detrás de las violaciones, de los femicidios.
Desde una pedagogía colectiva, llevamos los tabúes de la sociedad del ámbito privado al ámbito público y tratamos de hacer comprensibles sus mecanismos como parte de un sistema de opresión más complejo.
Por un lado, hemos demostrado a las mujeres, que sufrir la violencia no es su destino natural y a los hombres, que nada los obliga a convertirse en perpetradores.
Vemos nuestro trabajo, como un trabajo educativo y de formación constante, que ha provocado una revolución en la mentalidad. Esto se tradujo en el fortalecimiento de nuestra organización y de nuestro pueblo.
Nos hicimos cada vez más conscientes de que la violencia contra las mujeres no solo es el resultado de los roles patriarcales tradicionales de género, sino que en gran medida está posibilitada por las políticas estatales que lejos de abordar la problemática de manera estructural, sólo implementan medidas de maquillaje que en nada modifican la realidad a la que nos enfrentamos.
Es necesario enfatizar en su dimensión política y en la responsabilidad de los gobiernos en todos estos crímenes. Todas las lógicas de poder patriarcal, colonial y estatal/capitalista confluyen en el acto de feminicidio. Los feminicidios, son una de las caras más brutales en la cadena de violencias que enfrentamos y como mujeres kurdas, es un tema que por su magnitud nos afecta directa y profundamente, ya sea durante los conflictos armados como en la vida cotidiana.
Reconocemos el trabajo y el esfuerzo que hay detras de cada ley sancionada, de cada resolución firmada, de cada medida que se toma con la voluntad de eliminar las violencias contra las mujeres. Pero la realidad contradice la buena voluntad.
Los Estados han firmado y siguen firmando compromisos en los que asumen la responsabilidad de garantizar activamente que este tipo de violencias se eliminen. Sin embargo, por múltiples factores, nuestra confianza ya no puede estar depositada ni condicionada por los Estados y sus políticas dilatorias y garantes de impunidad.
Seguiremos insistiendo en que los gobiernos discutan y aborden estas problemáticas de una manera correcta, sin dejarnos engañar por los logros obtenidos y mucho menos, olvidando que esas conquistas y avances, principalmente en materia legislativa, deben ser permanentemente monitoreados para que no se conviertan en letra muerta. Seguiremos insistiendo también, hasta que los Estados reconozcan oficialmente que los feminicidios son parte de un genocidio en curso, una violación flagrante de los Derechos Humanos, que no puede dividirse en categorías no relacionadas, como “violencia en zonas de conflicto”, “violencia doméstica”, “laboral”, “económica” o “violencia institucional”. Su suma total corresponde a la opresión sistemática a la que estamos expuestas y corresponde a la predominancia de un cierto tipo de mentalidad que es preciso desmontar.
La misma mentalidad patriarcal responsable de las atrocidades en las guerras y áreas de conflicto, produce agresiones y ataques sexuales a diario contra las mujeres, contra los cuerpos feminizados, de norte a sur, de Oriente a Occidente.
Es la misma mentalidad que desemboca en la lapidación hasta la muerte de mujeres por no cumplir con códigos morales arbitrarios y que encuentra en el largo de una falda o en un mechón de pelo que se asoma a través de un hiyab, las excusas para cometer sus crímenes misóginos. Como lo vieron en el asesinato de Jina Amini, asesinada en Irán.
Nuestra experiencia revolucionaria en Rojava, en el norte y este de Siria, que se viene construyendo desde el año 2012, al poco tiempo de iniciados los levantamientos, demuestra que existen otros caminos. Pese a los ataques sistemáticos que enfrentamos por parte de los cuatro Estados (Irán, Irak, Siria, Turquía) ocupantes de nuestro territorio. Pese incluso, a lo difícil que resulta desarticular las campañas de desinformación y estigmatización que los poderes fácticos intentan instalar sobre nuestro pueblo y sobre nuestro proyecto de organización política y social.
En Rojava, las modificaciones profundas de la vida, especialmente en la vida de las mujeres, dejaron de ser meras teorías políticas. Allí, las mujeres están organizadas de manera autónoma y han construido su propio sistema social y de gobierno.
Las mujeres se han convertido en una fuerza de liderazgo socialmente legitimada. Esto no sucedió sólo por el accionar heroico de las milicias de mujeres en la lucha contra el Estado Islámico. Sino porque han decidido NUNCA MÁS ceder ante la toma de decisiones, NUNCA MÁS dejar que sus voces sean acalladas por la de los hombres.
En todo Kurdistan, ya nadie discute que los cargos ejecutivos deben ser ejercidos de manera igualitaria. En Rojava, a través de un Contrato Social se estableció la participación rotativa y equitativa de hombres y mujeres en asambleas, concejos civiles y cargos comunales en diferentes áreas y niveles. Un tipo de organización basada en la democracia directa y una perspectiva feminista y ecológica.
Por último, quizás se pregunten cómo es que las mujeres kurdas nos hemos unido a la lucha contra ISIS en tal número y por qué estamos en la vanguardia de la lucha. Por supuesto, esto no fue posible de un día para otro. Es una lucha que lleva más de 40 años. Pero la respuesta a esa pregunta es sencillamente: porque hemos asumido en nuestras manos, el cuidado de la vida.
Como decimos nosotras, desde el Movimiento de Mujeres del Kurdistan, siempre nos preguntan en las charlas: ‘¿Cuál es el rol de las mujeres en la revolución de Kurdistan? Y yo siempre contesto: no tenemos ningún papel, nosotras hacemos la revolución. Los hombres tienen el papel de cambiar su propia mentalidad.
Y afirmo de manera categórica: esta es nuestra agenda para la paz: garantizar la autonomía de las mujeres; organizarse autónomamente es la garantía de la paz. La paz social es eso, en todas las áreas de la vida.
FUENTE: Kurdistán América Latina
Be the first to comment