La cita es en Asia. Para quienes no vivimos en Estambul, sigue resultando extraño cambiar de continente solo tomando un par de medios de transporte, pero así se hace con solo dejar que la vía férrea nos transporte bajo las aguas del Bósforo hasta la orilla vecina. Allí, en la boca del metro, aguarda Burhan Sönmez (Haymana, 1965) para invitar al periodista a un té y un pastel relleno de queso y espinacas, mientras conversa sobre el libro que lo ha dado a conocer en España, el multipremiado Estambul, Estambul (Minúscula). Es su tercera novela, tras Kuzey (Norte, 2009) y Masumlar (Los inocentes, 2011), seguido de Laberint (Laberinto, 2018).
Tímido pero elocuente, poseedor de un inglés claro y pausado -adquirido en Londres, donde vivió durante años para recuperarse de las consecuencias de un violento ataque policial-, Sönmez no duda en entrar a todos los trapos, especialmente el político, a pesar de haber sido una notable víctima de la represión. O quizás por ello: sabe que en Turquía hasta callar es hacer política. Y Sönmez no se corta: habla en primera persona plural, dice nosotros cuando habla de la oposición a Erdogan.
-Su novela Estambul, Estambul muestra un entramado de historias que unos presos cuentan a otros. ¿Tiene usted una inspiración en la literatura oral?
-No solo el carácter de nuestra cultura, también nuestros sentimientos se basan en el lugar en el que nacemos. Yo nací en una aldea pequeña en Anatolia central. En medio de una planicie llamada altiplano de Haymana. Es como un desierto. Hay aldeas pequeñas, sin electricidad, son solo 50 casas, está tu familia… y está lleno de historias. Tal vez fue la época más feliz de mi vida: estás en la naturaleza, la gente te habla de cosas misteriosas, yínes y gigantes, esas criaturas que salen de noche. Claro que sabes que no es verdad, que no existen, pero cuando vives allí sientes que es una parte natural de tu existencia.
-Pero su novela se desarrolla en la ciudad.
-Crecimos con esta literatura oral de la cultura kurda, pero desde luego teníamos oportunidad de estudiar en el colegio y ahí encuentras la literatura moderna. Luego llegué a Estambul para estudiar Derecho y uno empieza a crear una fusión, juntando cosas diferentes. Juntas un cuento de hadas kurdo misterioso que solo se conoce en mi aldea con algo que han contado García Márquez o Dostoievsky. Eso es fusión.
-La tradición kurda ¿la siente como una parte esencial de su personalidad?
-Sí. Porque es una lengua. Una lengua distinta. Y si alguien está machacando tu lengua, se convierte en lo más importante de tu vida. En Turquía, en estos momentos, a la lengua kurda se le sigue insultando en la calle. Si gritas algo en kurdo tienes un problema. No podemos hablar kurdo en el colegio, en el hospital, no está reconocida oficialmente. Cuando era pequeño, en el colegio de primaria hablar kurdo con tus amigos kurdos era un delito y el profesor te castigaba. Tienes una lengua materna que es algo inherentemente peligroso, y así se convierte en lo más importante y lo más difícil para ti. Intentas vivir en Estambul con esta lengua materna de una aldea pequeña, que sigue estando oprimida.
-¿Usted cree que sería positivo que existiera un territorio kurdo independiente?
-Eso es un camino histórico muy largo. Este asunto ha estado en el centro de las políticas de Oriente Próximo desde hace 150 años. Tenemos territorios en cuatro países: Turquía, Irán, Siria, Iraq. De momento, en Iraq los kurdos tienen no independencia pero sí un territorio autónomo. En Siria luchan por ello. En Turquía tenemos un problema distinto: desafortunadamente todavía hay una guerra civil. En Irán es distinto. Llegar a una solución pacífica para todos, desafortunadamente, es un camino muy largo en política.
-En 1996, usted fue gravemente herido en una acción policial. ¿Era un acto político relacionado con su condición de kurdo?
-Siempre he estado en política. Cuando tenía 19 años me detuvieron, después del golpe militar de Turquía de 1980, luego seguía. En los años noventa yo era abogado. Los noventa eran un tiempo terrible porque era el auge de la guerra civil kurda. Los paramilitares, apoyados por el gobierno, mataban a civiles por la calle, asesinaban a gente. En aquella década, grupos no identificados mataron a 17.000 personas: intelectuales, periodistas, abogados… En algún momento, como abogado de derechos humanos yo fui blanco de un ataque. Tuve suerte de sobrevivir. Tardé 10 años en recuperarme, entre operaciones y tratamientos en países europeos.
-Y dejó la política para dedicarse a la literatura…
-No. En Turquía no se puede dejar la política.
-¿Cree que su literatura es especialmente política?
-Sí. No creo que haya una separación entre política y literatura. La política es una cosa menor en la vida. La literatura trata de todo. Yo vivo en Estambul. Escribo literatura. Eso significa que escribo sobre cualquier cosa que pasa en Estambul y el mundo. La política es parte de eso. Si no escribes de política, estás haciendo algo muy político. Vivir en Turquía y no escribir de política es un acto muy político.
-¿Sabe de alguien que hace eso?
-(Ríe, no responde).
-¿Digamos que hay gente que mantiene una equidistancia?
-En Turquía, los escritores intelectuales son muy políticos. Hablamos de la relación con el Estado, con el gobierno. Los intelectuales, históricamente, no se preocupan por el gobierno. Escriben de todo. No tienen miedo.
-Su novela se ha leído como una referencia al golpe militar de 2016, pero la escribió antes. ¿Era visionaria?
-En Turquía, desafortunadamente, todo va en la misma dirección. La gente dice: estamos mal, pero lo próximo será peor, y luego peor y peor. Escribes algo y ocurrirá otra vez. Cuando escribí ese libro, se puede decir: en cada década puedes ver algo similar. Hace 10 años ocurría eso en Turquía, ahora también ocurre, cuando yo estudiaba en la universidad ocurría, la generación de los años sesenta había vivido lo mismo… Es la historia de Turquía.
-¿Cree que la literatura turca ha cambiado bajo Erdogan en términos de autocensura?
-Hay dos cosas opuestas que ocurren al mismo tiempo y crean tensión. Por un lado llega la censura, la opresión, por parte del gobierno… pero es que ha habido opresión y censura desde hace 140 años. Empezó en los años 80 del siglo XIX, la hubo hace 50 años, hace 100 años. Todas las generaciones de escritores la han sufrido. Cuando empiezas a escribir en este país, sientes que eres parte de esta historia. Por otra parte, cuanto más opresión veas, más resistencia opones. Por ejemplo, el tema armenio en Turquía es tabú. Pero hay tantos escritores escribiendo sobre armenios… Hace 30 años no se escribía mucho sobre armenios, porque el tema no estaba presente. Ahora dicen: es un tabú, no hables del genocidio ni de las masacres… Y se escribe más y más sobre armenios, kurdos, sobre violencia doméstica, sobre violaciones. Sobre todo en mi generación, las mujeres escritoras se fijan mucho en estos temas, y lo hacen muy bien. Son dos polos opuestos: la censura y la resistencia se encuentran, chocan, producen tensión y de esto se crea algo maravilloso.
-El premio Nobel de Orhan Pamuk ¿arroja una larga sombra para usted?
-Orhan Pamuk hizo algo muy grande. Dijo: no escribimos solo para esta ciudad, para este país, escribimos para el mundo entero. Escribimos sobre Estambul, sobre nuestra pequeña aldea, nuestra familia, pero lo que escribimos lo puede leer el mundo entero. Abrió una nueva dimensión, mostró que era posible. Creo que Orhan Pamuk ha dado poder y energía a nuevos escritores. Se han dicho: si él ha podido conseguir eso, nosotros también podemos; podemos escribir libros hermosos para todo el mundo.
-Mucha gente ha escrito sobre Estambul. ¿Es un desafío decir algo nuevo?
-Eso era la cuestión principal cuando pensaba en esta novela: tener algo distinto. Es mi tercera novela. En la primera que escribí no había nada sobre Estambul; hablaba de una aldea en Cambridge, Inglaterra. Tenemos una larga historia de literatura de Estambul en Turquía, no solo de literatura, sino en todos los campos del arte. Son 200 años que la mayoría de las novelas se escriben sobre Estambul, la mayoría de las películas se hacen en Estambul. Te dices: ¿qué puedo hacer?, ¿contar otra historia de Estambul o cambiar la visión? Hay cosas que son buenas, pero pueden convertirse en clichés si se usan demasiado. De Estambul se dice que es el punto de unión de dos continentes o el punto de encuentro de Oriente y Occidente. Es correcto, pero eso era hace cien años. Ya no lo es. Vale, Estambul es un punto de encuentro de continentes, pero vete a Londres: allí se encuentran los continentes hoy, no en Estambul.
-¿Y qué decidió hacer para no incurrir en estos clichés?
-Me dije: si hablas de puntos cardinales estás dividiendo la geografía verticalmente. Si dividimos Estambul de esta forma, decimos: esto es Occidente y esto es Oriente, esto es progreso, esto es atraso; esto es futuro, esto es pasado; esto es bueno, esto es malo. En lugar de hacerlo de este modo me dije: vamos a dividir Estambul horizontalmente. Por eso ocurren las cosas bajo tierra. Porque bajo tierra no hay puntos cardinales, no sabes dónde está oeste ni este. Solo hay una dirección. Sabes que tres pisos más arriba existe un Estambul luminoso, pero si piensas en este lugar oscuro bajo tierra sientes que el tiempo se para, es el fin del mundo. Sin embargo tienes las memorias del Estambul bello encima de la tierra. El dolor y las cosas bellas, la oscuridad y la luz. Intenté reunir la unidad de estos elementos en lugar de Occidente y Oriente; estaba bien, pero ya llevamos 200 años con eso. Tenía que hacer algo distinto. El dolor y la belleza de Estambul.
-Imagino que hay muchos turistas comprarán el libro y dirán: oh, Estambul, qué bonito, a ver si sirve como guía de viajes… Se van a llevar una sorpresa.
-(Sonríe) Como guía de viajes no sirve, no.
-La Estambul de las postales ¿le enfada?
-No realmente. Es parte de la vida.
-A veces en las ciudades turísticas, como Barcelona, el turista se convierte en el enemigo. ¿No ocurre aquí?
-En general no me gusta el concepto de turismo. No es algo para la cultura, no amplía nuestra mente. Es por dinero. Los verdaderos turistas eran los viajeros hace cientos de años, 500 años, que viajaron por continentes enteros, llevando todo a cuestas y compartiéndolo con los demás. Pero el turismo es un concepto del marketing. Me desilusiona totalmente, pero ¿podemos ponerle fin? No podemos hacer nada, desafortunadamente.
-¿Falsea este marketing la imagen de la ciudad?
-Hay tantos Estambules, igual que tantas Sevillas o tantas Barcelonas. La Estambul de las empresas turísticas es distinta a la de un joven amante o la de un luchador político. Debemos saber que todos son reales. Cuando escribo un libro sobre la Estambul política no digo que esta sea la única Estambul real: es una de las muchas Estambules que deberíamos ver. Hay mucha pobreza en Estambul, hay mucho dolor, mucha tortura, aparte de chicas guapas, vistas maravillosas, barrios preciosos, raki y pescado al lado del Bósforo.
-Uno de los muchos clichés es el islámico: cuando llegamos aquí vemos mezquitas antiguas pero quizás poco islam en la calle. Usted apenas habla de la religión en su libro. ¿Una postura consciente?
-En la vida cotidiana, la religión tiene un lugar fuerte entre la gente, especialmente en el campo, pero hay dos naturalezas de la religión, especialmente en el medio rural en Turquía. Uno es el aspecto cultural. Mis padres, por ejemplo, rezan, son devotos musulmanes y ya está. Y luego hay una segunda religión que es el islam político. Es distinto del cultural. La religión política intenta dominar toda la vida cotidiana, te dice qué tienes que hacer, cómo luchar… Un setenta por ciento de la población es religiosa en Turquía y siempre han sido así. Pero el islam político es distinto. Ha aparecido en los últimos 20 años, está gobernando el país y está arruinando el país.
-Cuando era joven, ¿imaginaba que Turquía llegaría a este punto?
-No me habría sorprendido. Porque la política religiosa no la creaban los grupos religiosos sino el Ejército laico turco y la OTAN. El punto de inflexión en Turquía era 1980, el golpe militar. Un golpe terrible, llevado a cabo por el Ejército turco y la OTAN; oprimieron toda la oposición izquierdista. En los años setenta había un enorme movimiento izquierdista en Turquía. Para frenarlo dieron el golpe y encarcelaron a un millón de personas. Prisión quería decir tortura. Tortura física, durante horas. Era toda una generación. Se dijeron: necesitamos un poder ideológico para frenar a los izquierdistas, porque Turquía era el vecino de la Unión Soviética, y para la OTAN era muy importante. Se dijeron: vale, el Ejército turco es fuerte, y como ideología pueden usar el islamismo para frenar las ideas comunistas en la sociedad. Y empezaron a promocionar grupos religiosos.
-¿Usted cómo vivió esta época?
-Llegué a Estambul en 1982, tenía 17 años, tenía una plaza en la universidad para estudiar Derecho. No conocía a absolutamente nadie en la ciudad. No tenía donde quedarme. Había muchas residencias de estudiantes, establecidas por movimientos islamistas. Así que mi primer año viví con islamistas en la residencia. Te daban alojamiento y por la tarde… eran creativos, convertían a los estudiantes en militantes. Empezó así. Diez años más tarde, Tayyip Erdogan ganó la alcaldía de Estambul. No era una sorpresa. El Ejército turco estaba bajo shock: pensaba que podía usar a los islamistas, pero que también podía frenarlos. Eso era una idea estúpida. Puedes usarlos en algún momento, pero no puedes frenarlos. Ahora tienes islamistas en el Ejército turco. Ahora dominan todo.
-¿Cree que Europa ha contribuido a esta evolución?
-Europa no es nada. Europa no tiene política respecto a Turquía. De momento es el mejor apoyo de Erdogan. Ante la prensa, los políticos europeos pueden decir cosas pero entre bambalinas, todos los países europeos venden armas a Turquía. Todos tienen grandes negocios en Turquía, todas las empresas europeas hacen muchas ganancias aquí. Erdogan les da mucho para mantenerse en el poder. Y mientras vende Turquía, los gobiernos europeos hablan de Turquía… Es un juego muy tramposo.
-Con todo este juego, ¿dónde han quedado los derechos humanos en Turquía?
-De momento somos uno de los países con peor balance del mundo. Somos el país que más periodistas encarcela: más de 100 están entre rejas. Hay cientos de abogados en la cárcel, a todos los políticos kurdos se les detiene. Dos líderes de un partido kurdo, diputados, están detenidos, todos los alcaldes kurdos que fueron elegidos hace dos años han sido detenidos. Es una gran maquinaria de opresión.
-¿Hay espacio para luchar contra esto?
-Aunque el partido islamista gobierna el país, podemos decir que un cincuenta por ciento de la población de Turquía está muy en contra. La gente lleva 20 años resistiendo contra este gobierno. La buena noticia es que el gobierno no ha aniquilado la oposición progresista, laica, los alevíes, los socialdemócratas, los socialistas… Pero hasta ahora teníamos un problema: la oposición estaba fragmentada, nunca se unió contra el gobierno. Mientras tanto, Erdogan consiguió que todo el sector de la derecha lo respaldara. Así es como Erdogan siempre ha ganado las elecciones.
-¿Y esto ha cambiado?
-El año pasado, los grupos de oposición se unieron por primera vez contra el gobierno. Conseguimos por primera vez ganar todas las ciudades grandes en las elecciones (locales). Erdogan es el líder del país, pero ha perdido Estambul, ha perdido Ankara, ha perdido Esmirna, ha perdido diez grandes ciudades. Eso es un 60 por ciento de la población. Se le puede derrotar, siempre que los políticos usen la cabeza.
-Háblenos de Laberinto, su cuarta novela, todavía no traducida al español.
-Acaba de publicarse en Estados Unidos en inglés, ahora saldrá en Alemania y Francia. Trata de un joven cantante de blues en Estambul. Todos los años, unas 50 personas se tiran del puente del Bósforo para suicidarse. El 99% muere, solo uno o dos sobreviven cada año. Mi héroe en el libro, el joven músico de blues, abre los ojos en el hospital y le dicen: mira, te tiraste del puente del Bósforo para matarte, pero has sobrevivido. Cuéntanos quién eres. Y él dice: no sé quién soy. Sus amigos lo encuentran y él empieza a caminar por Estambul. La memoria de la ciudad, la memoria de un hombre: ¿quién crea nuestra memoria?, ¿nosotros o la sociedad? Este es el dilema.
-¿Cree que hay ciudades que inspiran más literatura que otras o todo espacio tiene su literatura?
-Yo puedo escribir de cualquier cosa en cualquier parte, pero ahora tengo poco tiempo, debo limitarme con los libros, porque escribo mucho para medios internacionales: dos o tres artículos para periódicos o revistas todos los meses… Es un programa denso y no deja pensar en otras cosas, no da tiempo.
-¿Por qué Estambul se lleva toda la literatura y Ankara no tiene apenas literatura?
-Ankara tiene literatura, aunque no es tan voluminosa y no se conoce mucho fuera de Turquía, pero desde los años 30 sí tenemos una literatura de Ankara fuerte. En mi generación hay muchos escritores que solo escriben de Ankara.
-Pues ya solo falta que llegue a España… Dígame: ¿qué más nos estamos perdiendo? ¿Qué escritores turcos nos recomendaría?
-Cuando me preguntan eso, siempre doy nombres de escritores de mujeres. Creo que el futuro de nuestra literatura son las escritoras.
-A España nos han llegado Elif Shafak y Buket Uzuner, poco más…
-Le apuntaré mis favoritas. Son todas de mi generación. Salvo dos, que son más jóvenes…
-¿Es literatura feminista?
-Todas son feministas. En su generación todas son feministas. No necesitan usar la palabra feminismo, pero escriben sobre la situación de las mujeres, los problemas que tienen en la sociedad… La sociedad turca, con las políticas islamistas, siempre juega en contra de las mujeres. Si vas por la calle en manga corta te dicen que eso es contra el islam. Si eres hombre y vas vestido igual, no eres un sujeto de la religión. Es siempre las mujeres, las mujeres, las mujeres. Siempre les limitan el territorio.
-Todas las religiones tienen esa obsesión ¿no?
-Las mujeres en Turquía son el blanco principal de esta reacción, de este movimiento. Por eso se defienden, defienden sus derechos. Desde hace unos años, en Turquía, la violencia doméstica crece. Los asesinatos domésticos, asesinatos de honor se incrementan. ¿Por qué sube ahora? Porque los hombres escuchar hablar a Erdogan. Y él dice: “Hombres y mujeres no pueden ser iguales”. Lo dice todos los años. “Las mujeres solo tienen un trabajo: criar un mínimo de tres hijos”. ¡Demonios! ¿Quién es usted para dar órdenes a las mujeres? Pero tiene el poder. ¿Quién defiende a las mujeres? Las mujeres defienden a las mujeres. En el futuro, si hablas de literatura de grupos diferentes, comunistas, kurdos, yo confío en las mujeres. Se salvarán ellas y salvarán nuestra literatura.
FUENTE: Alejandro Luque / M’Sur
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