Abdullah Öcalan, fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), está encarcelado desde 1999 en una isla de Turquía. Su historia resume la lucha del pueblo kurdo que, hasta estos días, demanda libertad, democracia y autodeterminación.
La habitación es estrecha y sus paredes oscuras parecen encogerla. Apenas hay una ventana, asegurada con barrotes, por la que entra el sol pero la brisa del mar se queda afuera. Al lado de la cama, el lavatorio y el inodoro blancos reducen todavía más el espacio. Sobre una de las paredes, hay una biblioteca angosta y negra, y al frente una mesa blanca de plástico. La biblioteca y la mesa están abarrotadas de libros. Y entre ellas, Abdullah Öcalan lee, recostado sobre su lado izquierdo, con las piernas cruzadas y descalzo. En esa habitación -que quedó retratada hace varios años-, rodeada de centenares de soldados, el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) pasa sus días y sus noches desde hace 24 años.
Afuera de la habitación-celda, el paisaje es ideal, aunque Öcalan apenas lo disfruta una hora por día, cuando le permiten salir para que el viento lo rodee. La isla de Imrali está ubicada en el sur del mar de Mármara y mide apenas 10 kilómetros cuadrados. Nadie sabe si cuando Öcalan sale a estirar sus piernas puede ver el cerro Türk Tepesi (“colina de los turcos”), de 217 metros de altura y que corta la tierra plana de la isla, calificada por muchos como la “Guatánamo de Europa”. Entre las prohibiciones que el dirigente sufre está no poder tocar a nadie, por eso ni siquiera puede estrecharles la mano a quienes, en algún momento lejano, lo pudieron visitar.
Öcalan fue secuestrado en 1999 cuando se encontraba en Kenia, camino hacia Sudáfrica, donde le habían ofrecido refugio. Un operativo de los servicios de inteligencia turcos (MIT), la CIA y el Mossad israelí cortaron esta posibilidad. El líder kurdo fue llevado a Turquía, donde lo condenaron a muerte. Las masivas movilizaciones del pueblo kurdo y la presión internacional permitieron revertir la condena, aunque fue confinado a cadena perpetua. En ese entonces, el Estado turco derogó la pena de muerte de su legislación, con el objetivo –hasta ahora nunca logrado- de ingresar como miembro de la Unión Europea (UE).
¿En qué piensa Abdullah Öcalan en medio de la soledad de la isla-prisión de Imrali? Tal vez en las montañas Taurus o Zagros, esas amigas que nunca traicionaron al pueblo kurdo. O, quizá, en los miles de hombres y mujeres que corean su apodo, “Apo”, en cada movilización en la cual demandan su libertad. ¿Será el silencio de una isla árida una compañía para ese hombre de más de 70 años, que en 1978 -junto a un puñado de militantes- fundó el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK)? ¿Öcalan imaginará que sus ideas, un torrente de pólvora seca en contacto con el fuego profundo de la tierra, se expanden por todo Medio Oriente con la fuerza de la libertad? ¿En la pequeña habitación en la que está recluido, intuirá que sus ideas, concebidas al calor de la lucha guerrillera y de las frenéticas discusiones con sus compañeros y compañeras, se defienden con fusiles, banderas, discursos apasionados y la construcción de una nueva sociedad en Rojava, el Kurdistán sirio, una tierra que conoció desde cerca hasta que el gobierno de Damasco lo expulsó el 9 de octubre de 1998?
Aislado, amenazado y sin contacto con sus abogados o familiares, el líder del PKK todavía es el protagonista principal de la rebelión de los pueblos de Kurdistán. Y es también el garante que demandan los y las kurdas para alcanzar un acuerdo de paz en Turquía. Pero desde Ankara ven con horror esta posibilidad.
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La imagen de Öcalan se multiplica en marchas, actos, en las paredes de casas, sobre las faldas de las montañas de Qandil que soportan los bombardeos continuos de la aviación turca. Cuando el pueblo kurdo festeja el Newroz (su año nuevo) en el mes de marzo, las banderas, afiches y pancartas tienen sus rostros. En Diyarbakir, capital histórica de Kurdistán, los festejos masivos del Newroz llevan su cara, pese a la represión de todos los años que despliegan las fuerzas de seguridad turcas. En Qandil, el campesinado que vive en esa zona de Bashur (Kurdistán iraquí) no deja de nombrarlo. En esas montañas, donde la insurgencia kurda fundada por el propio Öcalan tiene sus bases, se puede escuchar a hombres, mujeres y niños corear su nombre. En poblados perdidos en las laderas de las montañas, el grito de “Viva el presidente Apo” se escucha cuando pasan los pocos autos que transitan esos lugares Su cara también se estampa en parches cocidos en ropa de fajina, en pines y prendedores, en anillos, en brazaletes y hasta en las culatas de los AK-47, los fusiles de la insurgencia.
Abdullah Öcalan nació en el seno de una familia campesina el 4 de abril de 1949 en Ömerli, en la provincia de Sanliurfa. Luego de cursar estudios de Ciencias Políticas en la Universidad de Ankara y de trabajar de agrimensor, comenzó a reunirse con varias personas para discutir la cuestión kurda, algo que la propia izquierda turca apenas tenía en cuenta. A partir de ese momento, a él y a quienes lo rodeaban los llamaron “apoístas”.
En el año 1973 apareció el núcleo fundador del PKK, conformado por seis personas. Pero recién el 27 de noviembre de 1978, el partido fue creado en la pequeña aldea de Fis, en la provincia de Diyarbakir, en el que participaron 22 personas, entre ellas Sakine Canzis, Cemil Bayik, Ali Haydar Kaytan, Mustafa Karasu y Kemal Pir, estos dos últimos turcos que venían de la izquierda de su país. El nacimiento de la organización fue una síntesis del marxismo y de los movimientos de liberación que se expandían por el mundo. El proceso revolucionario que encabezaba en Partido de los Trabajadores de Vietnam y su resistencia contra la invasión estadounidense, como los movimientos de liberación palestinos, se encuentran las principales influencias del PKK. La Revolución Cubana y, sobre todo, la figura del comandante Ernesto “Che” Guevara fueron otros ejemplos que tomaron los jóvenes kurdos y turcos para iniciar un proceso de lucha política y social que todavía no llegó a su fin.
Con el nacimiento del PKK se puso en discusión una verdad que los creadores del Estado turco defendían a rajatabla: la inexistencia de otros pueblos y nacionalidades dentro de las fronteras de Turquía, como son los asirios y armenios; y de otras religiones sin vínculos con el Islam suní, que es mayoría en Turquía: yezidíes, alevíes, zoroastrianos, judíos y cristianos. Hoy en día, se calcula que alrededor de 20 millones de kurdos y kurdas habitan el sudeste de ese país, siendo el 28 por ciento de la población total.
En 1980, Turquía sufrió un cruento golpe de Estado. Los militares, verdaderos titiriteros del poder, asumieron las riendas con un objetivo simple: desarticular toda resistencia de izquierda y liberalizar la economía, dos hechos similares a los ocurridos con las dictaduras militares en América Latina. Un año antes, desde el PKK advirtieron sobre la posibilidad de una asonada militar. En julio de 1979, Öcalan se trasladó a Siria y luego a Líbano. En septiembre de ese año, el primer grupo del PKK viajó al Valle de Bekaa, en Líbano, con el fin de recibir entrenamiento militar, principalmente por parte de organizaciones palestinas. El partido estaba decidido a lanzar, de forma masiva, la lucha armada en Turquía, sin que eso implicara descuidar la militancia “casa por casa”, una de las características principales que le permitieron su crecimiento. Entre 1980 y 1981, a Líbano llegaron contingentes de militantes kurdos para recibir entrenamiento pero también para fortalecer la política del partido. El primer congreso del PKK se realizó en territorio libanés, en 1981. Los ahora guerrilleros kurdos tuvieron unos de sus primeros bautismos de fuego cuando en junio de 1982 Israel invadió Líbano para destruir a la Organización por la Liberación de Palestina (OLP). Durante ese año de combates contra las tropas israelíes, 11 militantes del PKK fueron ultimados. A partir de ese momento, se sumaron a la larga lista de mártires de la organización. En mayo de 1982, Öcalan participó en el funeral de sus camaradas en Líbano. La lucha armada era inevitable para el PKK. Y 1984 sería el año de la gran prueba de fuego que desencadenaría la resistencia total.
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Dilda Roj recuerda que con su familia vivían “exiliados” en las metrópolis de Turquía. Para los kurdos y las kurdas, el exilio queda muy cerca de su tierra histórica. Y muchas veces, en su propio territorio sobreviven como exiliados. Dilda, que ahora es representante en América Latina del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, rememora que las contradicciones cruzaron su infancia y adolescencia. Dice que no sólo atravesó “la intensa presión” de las políticas de asimilación del Estado turco, sino que también vivió “el crecimiento del movimiento del PKK”.
Ahora en México, Dilda cuenta que creció “en un ambiente donde estaba prohibido hablar kurdo afuera, y hablar turco en casa, para proteger la identidad kurda contra la asimilación. Para una niña que creció con estas contradicciones, una vida libre significó, en primer lugar, la eliminación de estas prohibiciones. En este sentido, para los ojos de una niña, Abdullah Öcalan era un gran héroe que rompería estas prohibiciones”.
Dilda afirma que en esos tiempos, Apo era quien le “permitiría hablar y jugar libremente en mi idioma nativo”. Para ella, la figura del líder kurdo está asociada a la libertad que demanda su pueblo. Y Öcalan, remarca Dilda, le dio la posibilidad de romper con una idea que, al día de hoy, sobrevive en Turquía: que el pueblo kurdo sienta vergüenza de su propia existencia.
“Öcalan ofrece a los pueblos que viven en el infierno un sistema alternativo que propone el confederalismo democrático, y la fórmula para que esos pueblos tengan esperanza, libertad, convivan en la multiculturalidad y el multiconfesionalismo”, asegura. “Esta fórmula es una reivindicación contundente que pretende convertir el futuro en un siglo de la mujer, basado en la libertad tejida en torno a la consigna ‘Jin, Jiyan, Azadi’ (Mujer, Vida, Libertad)”, agrega Dilda.
Según Dilda, “el líder Apo” se convirtió en “el arquitecto de una vida alternativa entretejida”, que deja en evidencia al Estado-nación que convirtió a “la sociedad en una herida gangrenosa”. “El Estado mismo representa la muerte. Prohíbe a los pueblos hablar en su lengua materna. Irán tiene una realidad geográficamente multicultural”, reflexiona la representante kurda, y asegura que frente a este panorama existe un “sistema alternativo tejido en torno al paradigma democrático, ecológico y libertario de las mujeres, presentado por el guía Abdullah Öcalan”.
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Para el juicio en su contra, Öcalan redactó sus “Defensas”, luego divididas en cinco tomos y publicadas con el nombre Manifiesto por una Civilización Democrática. La principal obra escrita del líder del PKK abarca desde un análisis de los albores de la humanidad, con la conformación de la civilización sumeria en Mesopotamia, hasta sus reflexiones y propuestas políticas para nuestros tiempos, con conceptos como “nación democrática”, “vida libre”, “confederalismo democrático” o “Jineolojî”.
En sus “Defensas”, desmenuza la historia desde el año 6.000 antes de Cristo (adC), pasando por profundas ideas filosóficas (algunas de la cuales no son fáciles de comprender), la denuncia precisa de que la mujer fue el primer ser humano explotado –situación que, según el dirigente, se perpetúa en la actualidad-, hasta la praxis del movimiento kurdo, asentado sobre un nuevo paradigma denominado “modernidad democrática”, que tiene el fin de construir un socialismo comunitario, que tenga como sujeto político a la mujer, que defienda el medio ambiente y permita la convivencia de pueblos, religiones, culturas y creencias. Estas líneas elaboradas por Öcalan no sólo apuntan a desarmar el “positivismo” y la “modernidad capitalista”, sino también a transformarse en una dura crítica a la estructura del Estado-nación –que en Medio Oriente fue impuesta según los cánones europeos-, ya sea capitalista o socialista.
La obra del líder kurdo es polémica, en el sentido de que está pensada y construida para criticar y superar a las concepciones clásicas de derecha e izquierda, además de aplicar la autocrítica al propio desempeño del pueblo kurdo, ya sea en su versión armada e insurgente como civil.
Öcalan escribe sus “Defensas” encerrado en prisión, sin ningún tipo de material de consultas, pero con el objetivo de sintetizar la historia y la lucha del pueblo kurdo, al cual busca dotar de nuevas herramientas para su liberación. El líder kurdo reafirma su postura anti-estatal, la cual había sido duramente criticada desde el derrumbe de la URSS, y profundiza sobre el confederalismo democrático, el nuevo paradigma del PKK. Las “Defensas” se transformaron así en una gran hoja de ruta para la liberación de Kurdistán, remarcando que cuanto más democráticas sean las prácticas cotidianas y las políticas organizativas de la sociedad, más profundo será el socialismo y la libertad. Para Öcalan, la estructura estatal-nacional tiene en sus raíces la discriminación y la opresión, por eso deja en claro que la creación de un Estado-nación kurdo abriría las puertas para oprimir a otras minorías, aunque ese Estado se proclame socialista.
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En el primer tomo del Manifiesto… publicado en América Latina, el sociólogo y politólogo Atilio Boron destacó lo “novedoso del enfoque” del líder kurdo. “Es inevitable el paralelo con Antonio Gramsci, quien también escribió sus mayores contribuciones mientras sobrevivía a duras penas en las mazmorras del fascismo italiano. No creo equivocarme si afirmo que las condiciones del líder kurdo son aún peores que las que tuvo que enfrentar el inminente fundador del Partido Comunista Italiano”. Boron agregó que la “confederación democrática” que plantea Öcalan es similar “a la patria grande latinoamericana soñada por Simón Bolívar como el buen vivir andino se asemeja a la propuesta de una ‘vida libre’” que impulsa el dirigente kurdo.
Quien también se refirió al pensamiento de Öcalan fue el intelectual uruguayo Raúl Zibechi. En el prólogo del segundo tomo publicado en castellano, el escritor apuntó: “El cuerpo encerrado y aislado de Abdullah Öcalan es una metáfora mayor de las vicisitudes que atraviesa el pueblo kurdo, sitiado entre guerras imperialistas y extremismos islámicos, desgajado entre estados-nación que le entorpecen ser pueblo. Sin embargo, Öcalan ha sido capaz de escribir una de las obras más luminosas que conocemos en este oscuro y complejo período de la historia”.
El confederalismo democrático teorizado por Öcalan se aplica, desde 2012, en Rojava. Ese territorio es el primer lugar donde los y las kurdas pudieron desarrollar una praxis no exenta de contradicciones, sobre todo porque se construye en medio de guerras de agresión, masacres, aciertos y errores, y la intensión de crear una sociedad donde pueblos de diferentes etnias y religiones convivan en base a la democracia directa e inclusiva.
En el paradigma del Movimiento de Liberación de Kurdistán, Öcalan rescató las formas organizativas de su propio pueblo, pero también bebió de pensadores contemporáneos, como el anarquista Murray Bookchin y su concepto de “municipalismo libertario”.
El escritor e investigador británico Matt Broomfield abordó las contradicciones y desafíos del proyecto confederal en el ensayo ¿Es Rojava una utopía socialista? Broomfield, que vivió en el Kurdistán sirio entre 2018 y 2020 y fue uno de los fundadores del Centro de Información de Rojava, apuntó que las ideas “como las de Öcalan nunca antes se habían implementado a una escala tan masiva”. Para el investigador, hay “un cierto misticismo en los escritos de Öcalan” y sus “obras están salpicadas de especulaciones históricas gnómicas, a menudo precedidas del descargo de responsabilidad ‘¿Podría ser…?’. Más bien, la brillantez del líder encarcelado reside en destilar los complejos análisis de Bookchin en máximas accesibles al público kurdo”.
“En Rojava, Öcalan es respetado como símbolo de la liberación kurda y femenina, pero poco leído por los civiles; Bookchin sólo es conocido por la nomenclatura kurda, y eso indirectamente. La realidad, en forma de guerra interétnica, escasez de pan y agotamiento de los recursos energéticos, se inmiscuyó de inmediato en la visión un tanto utópica de Öcalan”, destacó Broomfield.
Con un ejemplo, el investigador recordó las tensiones naturales del proyecto confederal democrático: “Ni Öcalan ni Bookchin previeron la escena que presencié en Raqqa, en la que jeques tribales se peleaban con activistas kurdas por el plan de estudios de la enseñanza primaria. Pero estas espinosas controversias son la savia de una democracia única. Estas tensiones entre árabes y kurdos son la principal crisis interna a la que se enfrenta Rojava en la actualidad. Pero también producen sus momentos más genuinamente democráticos y revolucionarios. Con su típica visión de futuro, Bookchin reconoció que ‘cualquier comunidad autogestionada que intente vivir aislada y desarrollar la autosuficiencia corre el peligro de volverse parroquial, incluso racista’. En lugar de que el chovinismo árabe sea simplemente un obstáculo que ‘los kurdos’ deben superar, su relación díscola con estas comunidades vecinas crea un federalismo genuino, aunque imperfecto”.
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En julio de 2015, el Estado turco cortó de forma unilateral el diálogo de paz con el PKK. Durante 30 meses, la guerrilla había respetado el alto el fuego e intentado, a través de representantes y del propio Öcalan, sostener unas conversaciones que al gobierno de Recep Tayyip Erdogan nunca le interesaron. El avance electoral de los kurdos, representados por el BDP (Partido de las Regiones Democráticas) y el HDP (Partido Democrático de los Pueblos), fue la razón -nunca revelada públicamente- por la cual la administración de Erdogan dio por finalizado el diálogo. A partir de ese momento, todo el poder del Estado se focalizó en reprimir y encarcelar a los militantes de los partidos kurdos, como también de la izquierda turca.
Sobre las posibilidades de un diálogo futuro, Öcalan afirmó que “el Estado terminó el proceso” luego del acuerdo de Dolmabahçe, el 28 de febrero de 2015, en el que se establecían puntos para avanzar en las conversaciones. A su vez, reveló que un delegación gubernamental le había prometido volver a Imrali a los 15 días de firmado el acuerdo, pero nunca se concretó el encuentro.
“No cometimos ningún error durante el proceso de resolución y hubiéramos podido cumplir con cualquier cosa que hubiese sido requerida. Si el Estado hubiera aceptado mantener el proceso en marcha, hubiéramos cumplido todas nuestras responsabilidades una por una”, expresó el dirigente.
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Hace seis años, un profesor de antropología le habló a Alberto Colin sobre el pueblo kurdo. Por ese entonces, leyó los primeros “folletos” con escritos de Abdullah Öcalan. Al poco tiempo, en su México natal se puso en contacto con un militante del Movimiento de Liberación de Kurdistán. A partir de este encuentro, cuanta el propio Colin, “conocí mucho más de la cultura kurda, la geografía regional y sobre todo el aporte intelectual de Öcalan, y su vasta obra, que apenas se está dando a conocer en América Latina por el tema de la traducción, y en parte también por la distancia geográfica y cultural”.
Para Alberto, antropólogo social mexicano, “sus planteamientos fueron tan llamativos para mí y la realidad que estaba viendo en los pueblos originarios, que de inmediato comencé a invitar a otras y otros a su lectura, sugiriendo que habría cosas en común que debíamos rescatar”. “Para cualquier militante de izquierda interesado en la creación de mundos otros que están ya en movimientos en el Sur global, resulta fundamental acercarse a conocer la obra de Abdullah Öcalan”, agrega.
Para el antropólogo social, el aporte teórico y conceptual del fundador del PKK abarca “una gama de movimientos sociales con perspectiva anticapitalista y antipatriarcal” en América Latina. “Es imprescindible en su trabajo la superación de lógicas marxistas ancladas en el economicismo y la lucha de clases como eje central, hacia una perspectiva más compleja de la realidad social que es atravesada por el colonialismo, el patriarcado, la crítica profunda al Estado-nación y a la modernidad capitalista”, reflexiona.
Colin analiza que los elementos planteados por Öcalan “muestran rasgos que coinciden con planteamientos del pensamiento crítico latinoamericano. Por ejemplo, con el concepto de ‘colonialismo interno’ desarrollado por el sociólogo Pablo González Casanova, quien nos orientó en su ‘sociología de la explotación’ a redefinir los conceptos elementales de nuestros análisis del poder, para enfocar la mirada en la opresión y la liberación de los pueblos a partir de cómo opera la ocupación de territorios para el despojo que beneficia al gran capital y por supuesto a la corporaciones capitalistas, incluida el Estado”.
Al profundizar en este análisis, Colin afirma que “estos horizontes de pensamiento que valoran al mismo tiempo el potencial de las resistencias y las rebeldías de los pueblos organizados al margen del Estado, aquellos procesos que avanzan en el rio de la modernidad democrática, son ya un elementos en común entre los aportes de la ‘sociología de la libertad’ de Öcalan, quien pensaba y escribía principalmente desde Oriente Medio, aunque en realidad su perspectiva es fundamentalmente internacionalista”.
Para el antropólogo social mexicano es inevitable tender puentes entre Kurdistán y los territorios latinoamericanos, donde las lógicas estatales, en muchos casos, están atravesadas por miradas críticas. Por eso, Colin resalta el paradigma diseñado por Öcalan donde se impulsa “el ejercicio de una autonomía política que integre las diferencias étnicas, religiosas, culturales y de género, como se ha mostrado en el confederalismo democrático”. Este planteo, “tiene un lugar central en el debate actual sobre alternativas civilizatorias, como una iniciativa más para desarrollar un organismo político colectivo que mande obedeciendo para recordar la idea acuñada por las y los zapatistas en el sureste mexicano –asegura-. Es decir, un mecanismo que no niega el ejercicio de poder, sino más bien refiere un poder basado en el método asambleario y que se defina a partir de los intereses colectivos, con cargos de mujeres y hombres comprometidos con sus propios pueblos que puedan circular para no formar burocracias”.
Por último, Colin remarca que “este punto en común, muy cercano a los órdenes de gobierno autónomo, como las Juntas de Buen Gobierno de las regiones zapatistas o, incluso, los concejos comunales de diferentes pueblos indígenas, integran justamente el valor de las diferencias como potencial para la organización autónoma. Son pensamientos que, nuevamente, aunque nombran la realidad de distinta manera, arrojan similitudes muy interesantes que debemos potencializar a través del diálogo entre las propias luchas y esa es una labor del internacionalismo de base que nos ha tocado practicar en los últimos años”.
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Cuando el 11 de septiembre de 2016 Mehmet Öcalan viajó a Imrali nunca imaginó que su hermano se negaría a recibirlo. Abdullah Öcalan tardó más de media hora en reunirse con él. Los carceleros tardaron un buen rato en convencer al líder kurdo para que cediera y concurriera a la vista que, desde meses atrás, se esperaba con ansias y expectativas.
Desde hacía dos años, el fundador del PKK no podía recibir a sus familiares y tampoco a los dirigentes políticos kurdos; y desde hace ya varios años, sus abogados tienen prohibido llegar a Imrali. La postura de Öcalan no era un capricho. Exigía que a la reunión concurrieran los dirigentes del HDP y los letrados que llevan su causa.
“Está bien, viniste hasta aquí pero mis palabras van a ser para vos una carga muy pesada de llevar –le dijo Öcalan a su hermano-. Podrían herirnos a los dos, a vos y a mí. Esto es porque voy a decirte verdades y yo no hubiera venido si estuviera en tu lugar”. Luego, la conversación transcurrió durante 50 minutos dentro de la fortaleza que mantiene en las sombras al dirigente kurdo.
“Soy un demócrata y un revolucionario. No voy a rendirme ante el Estado ni ante nadie, incluso si tengo que permanecer aquí otras tantas decenas de años. Puedo seguir viviendo así hasta el final de mi vida sin respirar un solo suspiro. Tengo claro este asunto”, le dijo Öcalan a su hermano, que unos días después transmitió sus palabras en una entrevista con la agencia de noticias ANF.
Al regresar de Imrali, Mehmet Öcalan brindó una conferencia de prensa en la que confirmó que el dirigente del PKK se encontraba con un buen estado de salud, declaración que tranquilizó a muchos y a muchas. Después del intento de golpe de Estado en Turquía ese mismo año, el movimiento kurdo encabezó movilizaciones y una huelga de hambre para que el gobierno de Erdogan permitiera las visitas a Imrali. En la conferencia de prensa, el hermano de Öcalan expresó que el líder kurdo estaba convencido que los problemas en Turquía podrían resolverse en seis meses si el Estado tenía la disposición para relanzar los diálogos de paz con el PKK.
A través de su hermano, en ese 2016 ya lejano, Öcalan dijo que “tanto el Estado (turco) como nuestro movimiento vienen aquí cuando están en un punto muerto”, algo que “no es aceptable”. También remarcó que “el camino de los golpes de Estado y este tipo de intentos siempre permanecerá abierto a menos que la cuestión kurda se resuelva y una Turquía democrática sea construida”.
Al referirse a las medidas represivas tomadas por el gobierno de Erdogan -posteriores al intento de golpe de Estado de 2016-, Öcalan manifestó que ante la intervención del Estado turco en decenas de alcaldías gobernadas por el movimiento kurdo asignando interventores para controlar las regiones, la respuesta no estuvo a la altura de las circunstancias. “Esas personas están participando en la administración de muchas estructuras en el Kurdistán, pero ¿qué han hecho hasta ahora? –se preguntó -. Si los municipios han fracasado en la integración con el pueblo, y si la gente no se congregó en las municipalidades en miles y en decenas de miles después de la designación de los interventores, entonces significa que los municipios no han cumplido con sus deberes. Esto es inaceptable”. Y agregó que esos municipios “son las posiciones que hemos conseguido en base a nuestra voluntad y ahora están siendo arrebatadas, ante lo cual permanecen sordos y mudos. No pudieron hacer realidad sus proyectos. Los municipios se han convertido en un sistema fabril y los empleados están presentes allí sólo para la jubilación”.
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Sarah Marcha integra el Comité de Jineolojî, que tiene su sede en la ciudad de Bruselas, Bélgica. Desde hace años, grupos de mujeres kurdas se dedican a construir un nuevo paradigma –como lo define el movimiento kurdo-, que tiene a las propias mujeres como eje central de las ciencias, la historia, la educación y las relaciones humanas. No es una tarea fácil. Öcalan fue el impulsor de la Jineolojî, pero sólo pronunció unas líneas generales que nunca pudo desarrollar debido a su encarcelamiento e incomunicación permanente. La construcción de la Jineolojî es lenta pero constante, y busca crear una ciencia social de las mujeres, que rompa con el positivismo y con una historia contada por hombres que, por lo general, triunfaron con la violencia en una mano y el poder de la victoria, en la otra.
“La liberación de las mujeres kurdas no se puede entender sin la figura y el pensamiento de Öcalan –apunta Sarah-. Esta afirmación genera más de un polémica en Occidente, aunque en el extenso territorio de Kurdistán parece que ya fue zanjada hace mucho tiempo. Cualquier mujer kurda que integre el movimiento de liberación o comulgue con las ideas de confederalismo democrático o de la nación democrática, no duda en decir que Reber Apo fue la persona que empujó la profunda transformación en curso que las tiene a ellas como protagonistas”.
Sarah retoma un punto central en el pensamiento del fundador del PKK: “Öcalan afirmó que la liberación de un pueblo no podía concretarse sin la liberación de las mujeres. Es más, convocó a sus militantes y seguidores a ‘matar al macho’ que llevaban adentro y así comenzar un camino real hacia la libertad. La insistencia de Öcalan en rescatar el rol de las mujeres en la larga historia de Kurdistán, que va más allá de la civilización sumeria, fue uno de sus aciertos más precisos”.
“Desde su juventud, Öcalan vio que su hermana fue vendida, fue entregada como dote a un hombre mayor. Desde pequeño vio que eso era injusto –recuerda-. Y desde entonces, eso le genera mucha reflexión. Cuando llevas adelante un proyecto socialista, amas a tu sociedad. Entonces, toda forma de servidumbre dentro de tu sociedad te afecta si eres un hombre socialista. Öcalan, muy rápidamente vio que dentro del Estado turco el pueblo kurdo estaba oprimido, pero dentro de las casas kurdas, las mujeres estaban oprimidas. Por eso, Öcalan dice que no se puede liberar a la sociedad si las mujeres no son libres. Pero todo esto se va a construir poco a poco”.
“Dentro del movimiento de liberación, Öcalan fue el primero en ser un compañero para las mujeres, pero no con una actitud de cuidarlas, sino para que puedan emanciparse y desarrollarse –reflexiona Sarah-. Tanto al pueblo kurdo como a los militantes y las militantes, Apo nunca les dijo que era su líder. La propia gente lo vio así, porque la realidad que él tenía era de vanguardia, tenía la virtud de enseñar con mucho compañerismo, pero también con mucha radicalidad. Es decir, de no engañarse a sí mismo, de no esconder los problemas que tenemos dentro, y por lo cual vamos a luchar contra ellos”.
¿Cómo un hombre es el estandarte que más flamea a la hora de hablar de la liberación de las mujeres kurdas? Sarah reflexiona: “A Öcalan no lo vemos como un hombre clásico. Lo vemos como alguien que se ha levantado contra el hombre dominante. Decimos que es el hijo de las diosas, es decir, es el hijo de la sociedad natural, es la persona que decide matar, primero dentro de sí, los efectos del patriarcado. Y entonces pudo generar, a la vez, mucho amor con sus compañeras, pero sin verlas en una relación o como hermano grande, protector, o verlas como algo menor. Sino, al contrario, Öcalan siempre hizo todo para que ellas puedan hacerlo todo”.
Las ideas del líder kurdo, que se cocinaron en la praxis guerrillera, no fueron aceptadas de forma instantánea. Las resistencias dentro de su propia organización se presentaron y, aunque la transformación continúa, en la sociedad kurda el machismo y el patriarcado está latente. Otra posición polémica dentro de las guerrillas kurdas es que las relaciones de pareja están prohibidas. El amor, para los hombres y mujeres que surcan las montañas de Kurdistán, debe dirigirse en su totalidad a la revolución. Ese amor es un compañerismo profundo que busca desatar el caos de relaciones tortuosas, generadas por el propio sistema que domina al mundo. “La relación de amor que existe entre las compañeras y Öcalan es en la práctica y en la teoría, es un amor ideológico –sentencia Sarah-. Puedes ser un hombre biológico, pero tu mentalidad es de defender la libertad de las mujeres. Puedes también ser una mujer y estar influenciada por el sistema y, sin darte cuenta, estar al servicio de ese sistema”.
“Öcalan hizo los primeros esfuerzos y encendió la llama –finaliza Sarah-. Aprendimos a querer a Abdullah Öcalan, pero no por ser una figura que nos fue impuesta, sino por lo que nos cambió a nosotras y por ver lo que crea en nuestra propia sociedad. Por eso, hoy en día decimos que Öcalan es el guía, el líder, porque él ya no es una persona, sino que es un nuevo sistema y un nuevo movimiento”.
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Terrorista, violador de niños, asesino, apátrida, blasfemo, son algunas de las calificaciones que recibe Öcalan por parte del Estado turco. A los funcionarios y militares turcos no les alcanzan las palabras para apuntar contra el fundador del PKK. En Turquía, cualquier persona que demuestre una mínima simpatía por el líder kurdo, es acusado de integran “una organización terrorista”. Y si alguien pone en tela de juicio el proceso que llevó a Öcalan a la cárcel, de forma inevitable será imputado por el Poder Judicial. Pronunciar su nombre en Turquía o Irán es, casi con seguridad, ganarse una estadía tras las rejas.
De todas las mentiras, fake news y demás leyendas tenebrosas sobre Öcalan, una fue producida en Argentina, en noviembre de 2017. El país era gobernado por Mauricio Macri. Por esos tiempos, el Estado argentino, a través de Gendarmería, había asesinado a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel. Maldonado fue cazado mientras se encontraba en una comunidad mapuche en la Patagonia. Nahuel fue fusilado por la espalda por ser mapuche. El gobierno argentino, a través de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, desplegó una maquinaria de encubrimiento pocas veces vista. El huracán de cortinas de humo y mentiras, tuvo al diario Clarín como vocero principal. El otrora “gran diario argentino” se encargó de difundir el relato oficial que vinculaba a los mapuches de Argentina y Chile con guerrilleros kurdos, miembros del MIR y del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, ambos de Chile, la ETA del País Vasco, el IRA irlandés y las FARC colombianas. Estas organizaciones ya habían dejado atrás la lucha armada y participaban en la política legal en sus respectivos países. Ni al gobierno de Macri ni a Clarín les importó demasiado el “detalle” histórico.
La periodista Natasha Niebieskikwiat fue la encargada de difundir la teoría oficial. En el artículo Un informe reservado alerta sobre grupos violentos en la Patagonia, escribió –en base a la “información” brindada por los servicios de inteligencia- que en ese 2017 a Öcalan “se lo ubicó con domicilio en Palermo (barrio de Buenos Aires) y en el centro porteño”. A esto, agregó: “Según se le informó a este diario, fue visto en Neuquén, Río Negro y Chubut durante el juicio a Jones Huala”, un líder mapuche que en la actualidad se encuentra encarcelado.
En apenas unas horas, Niebieskikwiat pasó de ser una periodista al hazmerreír del momento. En sus redes sociales, pudo leer una lluvia de críticas por las mentiras publicadas. Uno de los usuarios de Twitter le recomendó que con solo poner “Öcalan” en el buscador de Google, las primeras diez entradas dejaban en claro que el líder kurdo se encontraba recluido en una cárcel de máxima seguridad. La periodista se apresuró a publicar un twit que, más que aclarar, la sumió en las cloacas de su propia fake news: “Eso está cambiado desde hace un rato –mil gracias- la persona es otra peor (sic) ocalan según los servicios registró domicilio aquí en las calles billinghust (sic) San Juan, Cabrera”. La traducción es la siguiente: que en la edición digital de Clarín modificaron su artículo, aunque no demasiado; que el Öcalan que vivía en Palermo y recorría la Patagonia era otra persona; y que, según sus amistades en los servicios de inteligencia argentinos, el líder kurdo vivió en la ciudad de Buenos Aires, en diferentes lugares, entre ellos la calle Billinghurst (que es así como se escribe).
Un mes después de que el gobierno de Macri, a través de Clarín, jurara y perjurara que Öcalan se paseaba por el coqueto barrio de Palermo, el propio Ministerio de Seguridad difundió un informe sobre los vínculos de la supuesta organización mapuche R.A.M. con una constelación de grupos y personas, entre ellas los kurdos. El dossier es una mezcla de noticias de varios medios y elucubraciones sobre conspiraciones, que tiene como objetivo justificar la represión interna o, en el mejor de los casos, generar en quienes lo lee –y creen lo que dice- una buena dosis de paranoia.
Desde el ministerio encabezado por Bullrich, afirmaron –sin presentar ningún tipo de prueba real- que la R.A.M. tiene relación con las IRPGF (Fuerzas Guerrilleras Internacionales y Revolucionarias del Pueblo), de Rojava. El grupo, de orientación anarquista, está conformado por internacionalistas que se unieron a la lucha de los pueblos del Kurdistán sirio contra el Estado Islámico (ISIS). En el informe también se apuntó contra el portal informativo Kurdistán América Latina, al que califica de “organización” que “no tendría sede en el país, aunque tiene integrantes en la Argentina”. Las “pruebas” presentadas sobre la “organización” son las “diversas actividades” efectuadas en el país, como la cobertura del festejo del Newroz (año nuevo kurdo), una jornada de solidaridad con el pueblo kurdo, charlas abiertas sobre Kurdistán, la presentación de un libro sobre la historia y la lucha de las mujeres kurdas, y un programa sobre el tema en una radio comunitaria.
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En junio de 2023, el abogado Cengiz Yurekli publicó un artículo en el que denuncia de manera concreta la situación que atraviesa Öcalan. Yurekli integra el denominado Bufete de Asrim, que reúnen a los y las representantes legales del líder kurdo. En el escrito, el abogado recuerda que Imrali y Öcalan están sujetos a las mismas leyes que rigen en toda Turquía, pero que el propio Estado incumple esas normativas. También advierte que Imrali no se puede definir como una cárcel, porque en ese lugar militarizado y sin tiempo no se cumple la legislación al respecto.
Yurekli trajo al presente algo que casi no se sabe sobre el derrotero del fundador del PKK: durante diez años y nueve meses, Abdullah Öcalan fue el único preso en Imrali. En la actualidad, otros tres presos se encuentran en la isla: Ömer Hayri Konar, Hamili Yildirim y Veysi Aktaş, que también son representados por el Bufete Asrim. Ellos son víctimas del régimen de terror en la isla-prisión. Según el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT), a los cuatro se les permite reunirse cinco horas a la semana, una hora de lunes a viernes. Después, el aislamiento total cae sobre los cuerpos de los cuatro presos políticos.
El representante de Öcalan asegura que su cliente ni siquiera goza del derecho de estar privado de la libertad, como lo estipula la ley turca, sino que desde hace más de dos décadas se encuentra detenido ilegalmente, una figura tipificada por la legislación penal de Turquía. “Suponemos que nuestros clientes están recluidos en Imrali –escribió Yurekli-, que se encuentran en buenas condiciones mentales y físicas, que no son objeto de malos tratos y que se les permite relacionarse entre sí. O mejor dicho, nos gustaría creer y esperamos sinceramente que así sea”.
El abogado alertó sobre una situación que cruza las fronteras de la isla: el sistema que se aplica en esa prisión se expande por todo el territorio turco. “Las disposiciones adoptadas para impedir que Öcalan ejerza sus derechos han comenzado a abarcar el derecho interno (del país) en su totalidad”. Yurekli no dudó en afirmar que el “sistema Imrali”, con el paso del tiempo y las reformas aprobadas sobre el Código Penal, se aplica masivamente en toda Turquía. Y que esa estructura jurídica y política que tiene su epicentro en la isla del mar de Mármara, está sostenida en una “ficción” creada por el Estado.
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En 1986, Ferzende era un joven kurdo que tenía inquietudes y muchos interrogantes sobre su propio pueblo. La pregunta que más le rondaba era por qué sus hermanos y hermanas kurdas estaban separados por las fronteras de cuatro países. En esa época, leía muchos libros, sobre todo que contaban las historias de movimientos revolucionarios, como los surgidos en Cuba y Vietnam. Un año después, Ferzende decidió unirse al movimiento revolucionario kurdo, liderado por Öcalan. Hoy, este hombre, al que le faltan los dedos de sus manos y estuvo un largo tiempo encarcelado, integra el autogobierno en la ciudad de Qamishlo, la capital administrativa de Rojava.
“En 1990, fui al Líbano, a la academia que el movimiento kurdo tenía allá y estuve con Serokatî (Serok, en kurdo, quiere decir “guía”). Con él pude comprender mejor cuál era su pensamiento, su método y su práctica”, recuerda. “En ese momento había muchas revoluciones, como en Cuba, Angola o Rusia. Ellos tuvieron la necesidad de tener líderes, como Lenin, y los kurdos también”, afirma.
“Como pueblo oprimido, los kurdos no tenían un pensamiento claro de lo que les sucedía, pero Serokatî nos dio una perspectiva y un objetivo. Fue como tener que trabajar la tierra, pero no tienes el conocimiento para hacerlo. Con él, se pasó a tener ese conocimiento para poder avanzar y desarrollar la propia lucha, para transformarnos en personas que se entregan y sacrifican seriamente en la lucha, ser mártires, formar más cuadros”, resume Ferzende.
El dirigente kurdo reflexiona sobre la figura de Öcalan, su alcance y las consecuencias de su secuestro y encarcelamiento. “Lo que pasó con Serokatî fue un complot internacional. El Che ya había caído, en Palestina cayó Yasser Arafat y se hizo una reforma sobre eso, pero Serokatî fue el único que mantuvo las banderas revolucionarias en alto en este período, con la perspectiva del socialismo para la humanidad”.
Para Ferzende, Abdullah Öcalan tuvo el acierto de desarrollar un paradigma sostenido en la lucha por la libertad, la defensa del medio ambiente, la liberación de las mujeres, y la aplicación de una democracia profunda. “Ese pensamiento tiene importancia para todos los lugares del mundo –asegura-. En Kurdistán hay una realidad de convivencia entre judíos, musulmanes, cristianos, yezidíes, que permite solucionar los problemas”.
El pensamiento de Öcalan y del movimiento revolucionario kurdo hace pocos años comenzó a conocerse en América Latina. Cuando se habla con algunos viejos militantes del PKK, algunos arriesgan una definición que impacta. “Öcalan es nuestro Fidel”, dicen. “Mucho no conozco de América Latina, pero no puedo hablar mal del Che Guevara, porque luchó por todo el mundo. Fidel Castro se quedó en Cuba –explica Ferzende-. No sé mucho lo que pasó en Cuba, pero hubo soluciones democráticas. Al final, Fidel o Lenin construyeron estados, pero la propuesta de Öcalan es el confederalismo democrático. Öcalan superó a Marx y Engels, los dejó atrás, buscando soluciones democráticas que no tengan que ver con el Estado”.
Como última reflexión, Ferzende remarca que “en la historia de Kurdistán y de Medio Oriente, hubo muchos líderes que jugaron un papel muy importante, pero los más importantes son Öcalan y Zaratrusta por la profundidad de sus pensamientos para el cambio de la historia actual”.
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La última vez que Mehmet Öcalan pudo comunicarse con su hermano fue en marzo de 2021. En plena pandemia del Covid-19, el pueblo kurdo otra vez reclamaba ver a su líder y saber su estado de salud. El 14 de marzo de ese año, en las redes sociales se difundieron versiones de que el líder kurdo había muerto. En Turquía, los rumores sobre la vida y la muerte de Öcalan aparecen y desaparecen según le convenga al poder estatal. En todo Kurdistán, y en buena parte de Europa, se reactivaron las movilizaciones callejeras encabezadas por los y las kurdas exigiendo que se permitiera visitar a Apo.
La comunicación entre los hermanos Öcalan duró apenas cinco minutos. En apenas un instante, la línea se silenció por completo. “¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Quién te ha traído? ¿Cómo ha sucedido? ¿Desde dónde llamas?”, contó Mehmet que le dijo su hermano. Y sin perder el tiempo, el líder kurdo lo criticó: “Tanto tú como el Estado lo están haciendo mal. El motivo es el siguiente: no ha habido ninguna reunión desde hace un año. Estas acciones no están permitidas por la ley estatal ni por ninguna otra ley. Tu llegada hasta aquí es errónea y muy peligrosa. El Estado también es muy peligroso. Esto no es lo correcto. Si va a haber una reunión, debe ser dentro del marco legal. No se puede permitir la realización de una llamada telefónica después de un año y voluntariamente’”.
Mehmet Öcalan agregó que su hermano insistió: “Lo que estás haciendo está muy mal. El Estado está actuando de forma ilegal, y ustedes también. Esto no es legal ni es correcto. No es aceptable. También es muy peligroso. ¿Eres consciente de lo que estás haciendo? Quiero que mis abogados vengan a hablar conmigo. Eso es legal. Llevo aquí 22 años. ¿Cómo será esto en el futuro? Este asunto sólo puede ser resuelto por la ley. ¿Por qué no vienen aquí? Si va a haber una reunión, ésta debería ser con los abogados. Porque esta situación es tanto política como jurídica”.
El fundador del PKK también le dijo que las huelgas de hambre que se realizaban en Kurdistán y en Europa para demandar que se supiera sobre su vida no eran necesarias: “No quiero que nadie muera en huelgas de hambre ni en las cárceles. Lo he dicho antes y lo repito ahora”.
Las últimas palabras del líder con su hermano fueron: “Este encuentro está muy mal. Esto no es una reunión”. Cuando la comunicación se cortó, a Mehmet le dijeron que esperara. Hubo otra llamada, pero quien hablaba era otra persona. El hermano de Öcalan esperó otros 15 minutos, hasta que un funcionario le confirmó que no habría otra llamada.
Cuando Mehmet habló en conferencia de prensa, manifestó que “la gente en prisión tiene derechos legales y democráticos. Según las leyes de Turquía, deberíamos poder tener una reunión cada 15 días. Los abogados tienen derecho a reunirse con sus clientes cada semana”. También denunció que “esto es antidemocrático” e “inaceptable, incluso bajo la ley turca”. En su última visita a Turquía, en septiembre de 2022, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura estuvo en Imrali, pero se negó a informar públicamente sobre Öcalan. El justificación fue (y siempre es) que el gobierno turco debe autorizar la publicación del informe realizado por el organismo. Los abogados del líder kurdo todos los meses presentan peticiones ante la justicia turca para visitar a su cliente, que son rechazadas sistemáticamente. Las razones son variadas y pintorescas: la más común es que la situación climática en el mar de Mármara no es óptima para trasladarse hasta Imrali. Mientras tanto, Abdullah Öcalan espera que lo dejen hablar.
FUENTE: Leandro Albani (texto) / Mauricio Centurión (fotografías) / El Salto Diario
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