Diyar Hesso, cineasta de Rojava (Kurdistán de Siria), es miembro de la Comuna de Cine de Rojava. Un proyecto que comenzó en 2015 a manos de cineastas kurdos y kurdas para contar sus propias historias y contribuir a la lucha por la libertad del Kurdistán. Hesso es productor y ayudante de dirección de la película Ji bo azadiye, dirigida por Ersin Celik. Este largometraje es un retrato de la amistad revolucionaria, narrada a través de la resistencia de un grupo de jóvenes kurdos en Bakur (Kurdistán de Turquía), que se enfrentaron al ejército turco para defender su barrio. El guion está escrito a partir de los diarios de los que murieron en la lucha, así como de los testimonios de los supervivientes, algunos de los cuales también actúan en la película.
-¿Por qué habéis llamado a la película en kurdo Ji bo Azadiye?
-La película cuenta la historia de la resistencia de Sûr, un distrito de Diyarbakir (Amed, en kurdo), y quisimos darle como nombre la respuesta al porqué de esta resistencia: Ji bo azadiye, por la libertad. Al fin y al cabo, luchas por la libertad, por tu libertad.
-¿Qué significa la película para la lucha del pueblo kurdo?
-Nosotros como cineastas, somos, en definitiva, artistas del Movimiento por la Libertad de Kurdistán, y como parte de esta lucha queríamos contar una historia que no se cubrió por los medios internacionales, y que con el cine puede pasar a formar parte de la memoria colectiva.
En uno de los pases en Rojava, justo después de la invasión de Serekaniye y de otras ciudades por parte del Estado turco, una periodista holandesa preguntó a una estudiante: “¿No tienes miedo?”. Y ella respondió: “Después de ver esta película, estoy preparada para quedarme y defender mi hogar”. Por lo tanto, esta es una manera de contribuir a la lucha kurda, a la lucha por la libertad.
-¿Por qué hubo este silencio internacional sobre lo que sucedió en Sûr?
-Básicamente, debido a los intereses de Estados Unidos, y otros países occidentales, como Canadá, Austria e Israel, con el Estado turco. Estados Unidos quiere mantener su presencia en la región a través de Turquía, por lo que no hablan de sus crímenes de guerra. De hecho, es difícil llamarlo guerra; es un intento de genocidio contra todo el pueblo kurdo, una limpieza étnica en Rojava y también en Turquía. Hay más de 5.000 políticos en prisión del partido HDP, muchas personas electas: alcaldes, miembros del parlamento, además de artistas, académicos y periodistas. Pero no se presta atención a ello.
-¿Cuál crees que es el papel de esta película en el objetivo de preservar la memoria del distrito de Sûr y de otros distritos kurdos destruidos?
-Como decía, la película será parte de la memoria colectiva. En Sûr no hubo sólo un cerco militar, sino también uno entorno a la historia. No se permitía trabajar a los medios de comunicación, sólo a los afines. El Estado turco quería destruir los edificios, los cuerpos y las palabras. Llegó un momento en que la lucha se transformó en una lucha para que la historia saliera a la luz. Por ello, los combatientes hicieron lo posible para que un grupo pudiera salir y contarla. Ese fue un motivo por el que empezamos el proyecto.
-¿Qué destacarías de esta historia que Turquía quería silenciar? ¿Qué representó la autonomía democrática en Bakur, en el Kurdistán de Turquía?
-En el año 2013 empezó un proceso de paz entre el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y el Estado turco. El pueblo kurdo anunció la autoadministración democrática para resolver el problema kurdo en Turquía con medios democráticos y pacíficos. Pero el Estado respondió con asesinatos, detenciones y encarcelamientos, y ante ello la gente se defendió y empezó a detener los vehículos del ejército que querían entrar en los barrios. No se trata de una guerra que comenzó el pueblo kurdo, sino que se quedaron allí para defender sus casas, sus barrios, sus amistades, sus familias… También los ideales, el marco político y teórico del confederalismo democrático, que era la esencia de esta autoadministración que se anunció en Bakur.
-Por lo tanto, en la película podemos ver valores como el compañerismo y el sacrificio. ¿Cómo se relacionan estos valores con la lucha del pueblo kurdo?
-Me gustaría contar otra pequeña historia. Había una médica holandesa en Calcuta durante la primera etapa de proyección de la película que, después de verla, dijo: “Me gustaría haber traído a mi sobrina de trece años; no lo he hecho porque pensaba que era una película de guerra, pero no es así, es un film sobre la amistad, sobre el compañerismo, sobre cómo las personas cuidan las unas de las otras”. Y no se trata de humanizar a un lado y demonizar al otro, sino de reflejar la realidad, porque la gente que lucha dentro del movimiento por la liberación de Kurdistán no son soldados sino revolucionarios y revolucionarias que luchan contra ideas como el fascismo. Esta es la razón del sacrificio.
-¿Cómo describirías la situación del cine kurdo actual?
-La propia lengua kurda ha sido prohibida en todas las partes del Kurdistán bajo la ocupación y la represión, y hasta finales de los años 1980 y 1990 no hubo oportunidades para los cineastas kurdos. Pero no había un público kurdo y, por lo tanto, muchos cineastas y directores kurdos tendían a hacer las películas para un público internacional, con una perspectiva occidental. Sin embargo, sobre todo a partir del año 2000 y durante la última década, hemos empezado a presenciar una nueva generación de cineastas con talento. Y, sobre todo, con la revolución de Rojava y la lucha de los y las combatientes kurdas por la libertad, hay un tipo completamente nuevo de películas que se podrán ver cada vez más en el cine kurdo.
-¿Cómo funciona la Comuna de Cine de Rojava?
-El proyecto empezó en el año 2015 y se organiza en torno a tres pilares: en primer lugar, la educación de jóvenes cineastas. En segundo lugar, las proyecciones que empezamos a organizar en centros de arte, cines, salas de conferencias y también en los pueblos, en las escuelas… Además, celebramos un festival internacional de cine en Rojava el 13 de noviembre de cada año, en recuerdo del incendio del cine de Amûde, donde murieron 300 niños en 1960. El tercer elemento es la producción para poder contar nuestras propias historias. Con el ISIS todos los medios se interesaron por nuestra lucha, pero retratando a los kurdos como personas hermosas sin educación que luchan contra los feos terroristas del ISIS. No cuentan las ideas, la razón por la que luchamos. Y por eso tenemos que explicar nuestras historias.
-¿Cuáles son los proyectos actuales y futuros de la Comuna?
-Hay muchos, porque los festivales de cine y la educación no se detienen nunca. Ahora estamos trabajando en la postproducción de una película sobre Shengal, sobre la población yezidí. Y hace solo dos semanas terminamos el rodaje de otra sobre la última invasión de Serekaniye, que está escrita y dirigida por una miembro de la Comuna de Cine que apenas hace un año perdió su casa en la ciudad.
Básicamente, filmamos la película sobre Sûr en otra ciudad que tuvo un asedio por parte del ISIS en 2014: Kobane. Los actores son personas reales, y los personajes que interpretan son sus propios compañeros, las amigas y amigos que murieron en otra ciudad, luchando, con historias similares. Y cuando empezamos el rodaje en Kobane, se produjo otra invasión, la de Turquía sobre Afrin. Algunos de los actores, como el que hizo el papel de Ciyar, el comandante de la resistencia de Sûr, después del rodaje volvieron a su vida, a la lucha, y murieron en la resistencia contra la invasión turca. Por lo tanto, la necesidad de contar historias continúa.
-Como comentabas, los protagonistas de la película no son actores profesionales, ¿qué crees que ha significado para ellos y ellas este proceso?
-Por un lado, es una manera de homenajear y rendir memoria a sus compañeros y compañeras. En realidad, dos de ellos eran supervivientes de la historia y se interpretaron a sí mismos. En medio del rodaje comenzó la invasión contra Afrin y fue difícil emocionalmente, uno de ellos dejó la película para ir a luchar.
-Ahora estamos en Barcelona y en Cataluña, que también tiene una historia de lucha, ¿qué recomendaciones harías a los jóvenes y a las jóvenes catalanas que quieren contribuir a la revolución a través del cine?
-La lucha por la libertad es única en todo el mundo; uno no puede ser libre hasta que todo el mundo sea libre de este sistema que nos oprime. Por ejemplo, los y las combatientes en Kurdistán tienen mucha energía porque saben que hay personas en todo el mundo que les apoyan y no sólo de forma teórica o emocional, sino que hay mucha gente de Cataluña, de España, de Europa y de América luchando allí y los hay que han perdido la vida.
Creo que el arte en general, y especialmente el cine, forman parte de la vida misma, como intento de comprenderla y conseguir una vida mejor. El cine se basa en la comunicación social y puede extender la identidad colectiva de cualquier sociedad. Como, por ejemplo, cuando aquella estudiante universitaria decía: “Ahora estoy preparada para resistir y luchar por mí misma”. Por lo tanto, transmitir estas historias a través del cine es una de las formas más efectivas para que cualquier joven de todo el mundo pueda formar parte de esta lucha, de la lucha por la libertad o, básicamente, por una vida mejor.
FUENTE: Gemma Parera Álvarez – Elsa Muñoz García / El Salto Diario