El mapa de la realeza de Oriente Próximo ha sumado esta semana un nuevo jugador. A diferencia de sus vecinos, no tienen sangre azul, pero el tiempo y las intrigas familiares les han convertido en los reyes del Kurdistán iraquí, una próspera región del norte de Irak que lleva a gala haber contenido el avance de las huestes del autodenominado Estado Islámico. El poderoso clan de los Barzani escenificó el pasado martes su asalto definitivo al poder. Nechirvan Barzani, de 52 años, fue elegido nuevo presidente de la región un año y seis meses después de que su tío, Masud Barzani (72), abandonara el cargo tras el fiasco de un referéndum de autodeterminación que provocó una intervención militar de Bagdad. “Creo que no resulta inexacto hablar ya del Kurdistán iraquí como una monarquía electa”, replica a LOC Kamal Chomani, investigador del Instituto Tahrir para la Política de Oriente Medio. “No está elegida solo por la familia Barzani. Es un proceso que necesita de unas elecciones manipuladas. Únicamente los miembros varones del clan pueden desempeñar el puesto”, agrega.
Nechirvan -respaldado por 68 de los 111 escaños del Parlamento regional en una sesión boicoteada por la Unión Patriótica del Kurdistán, la segunda fuerza- es un viejo conocido. Durante las últimas dos décadas, ha ejercido como primer ministro y el suyo es uno de los rostros más conocidos de la región que -tras guerras civiles y la represión de Sadam Husein- emergió desde la invasión estadounidense de 2003. Nació en la villa de Barzan, un enclave montañoso que es la patria del clan, y es nieto de “Mula Mustafa”, elevado a icono. Su abuelo -padre de su predecesor en la presidencia- quedó marcado por la ejecución de su padre, abuelo y hermano a manos de los otomanos y lideró hasta su óbito en Washington en 1979 la causa del Kurdistán, el mayor pueblo sin nación del planeta desperdigado hoy por Siria, Turquía, Irak e Irán.
Nechirvan -cuyo nombre significa “cazador” en kurdo- se ha curtido en las lides políticas desde la misma cuna. Su progenitor, Idris Barzani, fue un destacado dirigente del Partido Democrático del Kurdistán, una formación de tendencia conservadora que ha dominado la arena política. Cuando el ahora flamante presidente apenas tenía 9 años, su familia se trasladó a la vecina Irán escapando a los zarpazos de Sadam. En Teherán el joven estudió ciencias políticas y, tras la repentina muerte de su padre, asumió su perfil público. Habla con fluidez kurdo, persa e inglés y, entre sus pasiones, figura su afición a la poesía kurda y persa. Desde 1993 es miembro del comité central del Partido Democrático del Kurdistán. Una década después, el ocaso de Sadam le catapultó a la primera línea. En 2006 fue nombrado primer ministro, un cargo del que tan solo ha estado alejado entre el breve período que discurre entre 2009 y 2012. Su vida personal ha estado en los focos con cierta discreción. Casado con Nabila Barzani, una pariente que pertenece al mismo círculo palaciego, la pareja tiene una vasta descendencia: tres hijos y dos hijas. La pareja se ha dejado ver en público con regularidad, especialmente accesible a los flashes durante las citas electorales.
Su llegada a la presidencia, tras una votación censurada por parte de la oposición, suscita pocas expectativas en una población herida por las consecuencias políticas de un fallido plebiscito de independencia y una severa crisis económica. “Durante las últimas décadas, los años en los que hubo un cierto cambio político y económico fueron precisamente cuando Nechirvan no ostentó el cargo de primer ministro. Es el arquitecto de la política del petróleo en la región y de los lazos con países vecinos como Turquía, que han hecho muy vulnerable al Kurdistán”, sostiene Chomani. “Su mandato está marcado también por la corrupción masiva en todos los organismos y sectores, desde el político hasta el económico. Ha alimentado un capitalismo en el que solo una élite política tiene acceso a los recursos y las ganancias”, agrega el politólogo.
Los Barzani -especialmente poderosos en Erbil y las provincias norteñas- se reparten los resortes del poder con otra familia, la del ex presidente iraquí Yalal Talabani y fundador de la Unión Patriótica del Kurdistán, radicada en Suleimaniya y con influencia en enclaves como Kirkuk. Uno de los primeros anuncios de Nechirvan ha sido precisamente confirmar el poderío familiar al proponer como primer ministro a su primo Masrur Barzani (50), rostro de las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia. Su nombramiento podría materializarse el próximo 12 de junio. Masrur es uno de los cinco vástagos de Masud. “Ha estado vinculado a la terrible labor de silenciar a la disidencia política”, denuncia Chomani. Padre de cuatro retoños, su nombre ha sonado durante años como el sucesor político natural de su progenitor. Ahora, los dos primos ungidos con la dicha de representar a la “monarquía” de los Barzani deben cooperar para mantener los privilegios de una estirpe cuyos miembros controlan todos los tentáculos económicos. Poseen medios de comunicación, centros comerciales, yacimientos de petróleo o compañías de telefonía. La opacidad que reina en los pasillos kurdos, sin embargo, ha evitado conocer la magnitud de lo que algunos expertos han denominado el “sultanismo”, un fenómeno que -animado por los ingresos del oro negro y el flujo de inversiones que abrió el fin de Sadam- ha ayudado a los Barzani y Talabani a engordar sus fortunas.
FUENTE: Francisco Carrión / El Mundo