“A Mahsa Amini la mataron en un momento en que la sociedad necesitaba un pretexto para comenzar la revolución”. Así de tajante se muestra la politóloga iraní Nazanín Armanian sobre las protestas que inundan las calles del país desde mediados de septiembre, en conversación con Público.
En un Estado con una inflación desbordada, sometido a las leyes islámicas que ahogan a todo aquel que no comulga con el régimen de los ayatolás, encabezado por Alí Hoseiní Jamenei, la revuelta social se podía prever. “El régimen ya sabía que esto se iba a desatar porque, además, hay un informe de sus propios servicios de inteligencia que asegura que el 84% del pueblo se echará a las calles ante una mínima protesta, ante el más mínimo incidente”, continúa la experta.
Y esa chispa que prendió la mecha fue la muerte de Mahsa Amini. “No la detuvieron por su velo”, asevera Armanian. “Ya habían militarizado las calles porque, pese a que las protestas están prohibidas en el país, desde hace ya dos años empezaron a salir a las calles las pensionistas, los agricultores, los obreros…”, explica. “En Irán hay una sociedad civil muy consciente y muy rebelde. En tan solo un siglo ha habido cuatro revoluciones impresionantes que han cambiado toda la zona”, prosigue.
El pasado 13 de septiembre, la joven kurda de 22 años fue detenida por la policía de la moral del país, acusada por no llevar el velo de manera correcta en la calle y fue conducida a una comisaría para asistir a “una hora de reeducación”, según denunció su familia. Tres días más tarde, se conoció la noticia de que Amini había fallecido en el hospital Kasra, de Teherán, a donde fue trasladada en coma después de sufrir un ataque al corazón.
Su familia no comparte esta versión oficial de los hechos. Por ello, decidieron denunciar a los agentes implicados en la detención y pidieron a las autoridades judiciales una “investigación en profundidad” de lo ocurrido.
Rahim Kaderi, representante en España del Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDK-I) -uno de los primeros en levantarse contra la República Islámica-, aseguró entonces a Público que, cuando fue trasladada al hospital, se le detectaron fuertes golpes en la cabeza. Kaderi también afirma que, al entregarle el cuerpo a su padre, las autoridades le impidieron que abriera el ataúd para ver el cuerpo de su hija, obligando a la familia a enterrarla de madrugada para impedir que se produjeran concentraciones y posibles manifestaciones de protesta.
No obstante, el informe de la estatal Organización de Medicina Forense de Irán concluyó que la joven falleció debido a un fallo multiorgánico tras una hipoxia (disminución de oxígeno) cerebral y no fue “causada por golpes en la cabeza y órganos vitales y extremidades del cuerpo”. Es decir, sostienen que su muerte se debió a una dolencia previa, no a la actuación de la policía.
“Mujeres, vida y libertad”: el lema en kurdo de las protestas
“Mujeres, vida y libertad”. Bajo ese lema, las calles de numerosas ciudades de Irán se llenaron entonces de manera inmediata de personas manifestándose contra el régimen de los ayatolás, con el presidente Ebrahim Raisi a la cabeza; unas protestas que pronto se replicaron a lo largo y ancho del globo terráqueo.
Ese mismo sábado, durante el entierro de Mahsa Amini en su ciudad natal, Saghez, numerosas mujeres se rebelaron, dijeron “basta”, se quitaron sus velos y comenzaron a ondearlos como si de banderas se tratara. Los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad no se hicieron esperar en un homenaje a la joven que terminó con varios heridos leves, según las autoridades de la localidad.
“Las mujeres y los kurdos han sido siempre los primeros en enfrentarse al régimen de los ayatolás”, sostiene Nazanín Armanian. La represión de las protestas lideradas por las mujeres ha sido una constante en las calles del país desde el pasado mes de septiembre.
Tan solo una semana después de la muerte de Amini, la virulencia de las movilizaciones creció exponencialmente y la policía comenzó a utilizar materiales antidisturbios para reprimir a los manifestantes, y los muertos comenzaron a regar las calles de Irán, convirtiéndose en poco tiempo en una de las mayores revueltas sociales de los últimos años en el país.
En su afán por silenciar a la población, el Ejecutivo de Irán ha restringido la conexión a internet en los teléfonos móviles casi en su totalidad, además de limitar WhatsApp e Instagram. Otras aplicaciones como Facebook y Twitter ya estaban bloqueadas, aunque los ciudadanos se las arreglan con redes VPN para acceder.
Así lo asegura la plataforma NetBlocks, encargada de supervisar la conectividad de usuarios y la censura en internet. “Irán sufre ahora las mayores restricciones en internet desde la masacre de noviembre de 2019”, indicaron.
Ese año, las protestas por los precios de los combustibles dejaron 300 muertos y miles de detenidos. Las autoridades iraníes optaron, en ese momento, por cortar internet completamente durante varios días en todo el país.
Las revueltas adquirieron tal dimensión en tan solo 15 días que, antes de que terminara el mes de septiembre, Irán suspendió la presencialidad de las clases en las universidades del país, uno de principales focos de las manifestaciones.
Munición real contra los manifestantes
La policía no solo ha reprimido las protestas con el uso de porras, gases lacrimógenos y cañones de agua, sino que además la portavoz de la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos, Ravina Shamdasani, ha confirmado que “las fuerzas de seguridad han respondido en ocasiones con municiones reales”.
En estas protestas, las jóvenes y las niñas iraníes claman contra la represión y el machismo institucional desde sus universidades, desde sus colegios y, por supuesto, en las calles para terminar con una opresión que parte de las leyes islámicas que rigen en el país. Unas movilizaciones con la peculiaridad de que no solo ellas son las que las lideran, sino que además numerosos hombres se están uniendo para apoyar la petición de derechos básicos de las mujeres.
Una de las muertes que ha supuesto un revulsivo más para que estas marchas se hayan endurecido, es la de Nika Shahkarami. Con tan solo 17 años, la menor desapareció en septiembre y, diez días más tarde, su familia localizó su cuerpo en la morgue de un centro de detención.
Los periodistas y activistas también se encuentran en el punto de mira de las autoridades. Es el caso de Nilufar Hamedi, una de las primeras en informar del caso de Amini para el diario reformista Shargh Daily, que fue detenida y se encuentra en confinamiento solitario.
La reconocida fotoperiodista Yalda Moaiery fue arrestada durante los primeros días de las protestas y está encarcelada en la prisión Qarchak para mujeres en Teherán. También han sido detenidas conocidas activistas como Maryam Karimbeigi y Golrokh Iriyaei, según ha informado la Unión de Trabajadores Libres de Irán, así como Hossein Ronaghi y varios abogados especializados en derechos humanos.
Otra de las detenidas es Faezeh Hashemí Rafsanyaní, activista e hija de uno de los fundadores de la República Islámica de Irán y figura clave de la revolución de 1979, Akbar Hashemí Rafsanyaní. Hashemí, de 59 años, ha sido acusada de “incitar a los alborotadores en los disturbios”.
Toda esta represión se produjo únicamente en el mes de septiembre. A partir de octubre, la escalada de las protestas fue notable. Tanto es así que a los 40 días de la muerte de Mahsa Amini -fecha que pone fin al luto de la familia-, se intensificó la respuesta de las fuerzas de seguridad, algo que dio, a su vez, lugar a nuevas manifestaciones.
Entonces, la policía iraní abrió fuego contra los manifestantes reunidos en torno a su tumba para homenajearla, en el cementerio de Aichi. Los agentes utilizaron munición real, gases lacrimógenos y perdigones en varios puntos del país.
“La policía antidisturbios disparó a los dolientes que se reunieron en el cementerio para la ceremonia de conmemoración de Mahsa. Decenas de personas han sido detenidas”, explicó un testigo a la agencia Reuters.
Una respuesta policial que provocó, al menos, ocho muertes en cuatro provincias, según informó Amnistía Internacional (AI).
La escalada de violencia adquirió tal nivel que, a finales de octubre, incluso se produjeron numerosas expulsiones de estudiantes de universidades y residencias estudiantiles en Teherán por su protagonismo en las movilizaciones. Además, varios centros universitarios se convirtieron en el escenario de fuertes choques con las fuerzas de seguridad.
¿Fin de la policía de la moral?
A principios de diciembre, el fiscal general de Irán, Mohamad Yafar Montazerí, anunció el fin de la policía de la moral, el organismo que detuvo a Mahsa Amini.
“La policía de la moral ha sido desmantelada por la misma gente que la creó”, aseguró en una reunión en la ciudad de Qom, antes de afirmar que esta organización “no tiene nada que ver con la judicatura iraní”, responsable oficial de esta práctica, según declaraciones recogidas por el medio reformista del país Shargh Daily.
No obstante, el propio fiscal ha reconocido que el sistema judicial no persigue exactamente el cierre de esta “policía de seguridad social”, pero los recientes incidentes, en relación a las protestas, han llevado al estamento de seguridad a buscar “una solución prudente a este problema”.
Asimismo, Montazerí anunció que el Parlamento iraní y un organismo especial encabezado por el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, estaban trabajando en una “modificación” de la ley sobre el uso obligatorio del velo islámico, sin especificar en qué dirección se alterará el texto.
Pese a este anuncio, el gobierno iraní se muestra reticente a las peticiones de las manifestantes y todo apunta a un cambio de metodología para vigilar que se cumplen las normas de vestimenta impuestas, entre las que se mantiene la obligatoriedad del velo islámico.
El Centro de la Promoción de la Virtud y Prohibición del Vicio de Irán ha afirmado que se están “tomando decisiones acerca de la castidad y el velo, para que, si Dios quiere, se apliquen en un marco más moderno, con el uso de nuevas tecnologías”, matizaba su portavoz, Ali Janmohamadí.
En este sentido, el Ejecutivo se plantea bloquear las cuentas bancarias de las mujeres que no cumplan con la nueva normativa. “Es posible notificar a las personas que no usan el hiyab a través de mensajes de texto y urgirles a que respeten las leyes”, explicó recientemente el diputado del Parlamento nacional Hosein Yalalí.
Este primer aviso se consideraría la “etapa de la advertencia” y, en caso de no cumplirse la amenaza, esto daría lugar a posibles castigos. “Es posible que la cuenta bancaria de la persona sin velo sea bloqueada”, indicó Yalalí. Pese a las demandas de los manifestantes, el también clérigo advierte de que “elevaremos el castigo del mal hiyab”.
Dos ejecutados y 43 a la espera de una condena a muerte
Los enfrentamientos con la policía y las detenciones han ido en aumento y, ya en el mes de diciembre, son 500 los fallecidos, 18.000 los detenidos, 400 las personas condenadas a cárcel solo en Teherán, y dos nombres han sido ejecutados por su participación en las protestas, la última de manera pública, según recoge la agencia Efe.
Además, 43 personas están a la espera de una ejecución inminente, incluido el futbolista Amir Nasr-Azadani, tras ser condenadas a muerte por su participación en las protestas, según ha informado este viernes la cadena CNN.
Para llegar a esta conclusión, el medio estadounidense asegura que ha verificado documentos, vídeos, testimonios de testigos y declaraciones de ciudadanos iraníes, además de datos obtenidos por el grupo activista 1500Tasvir.
El primero de los dos ejecutados por el momento ha sido Mohsen Shekari, que fue sentenciado a la pena capital el 29 de noviembre. Expertos en derechos humanos de la ONU han condenado públicamente la ejecución.
De acuerdo a la agencia Mizan, del Poder Judicial, Shekari fue acusado de herir a un basiji -miliciano islámico- con un cuchillo, bloquear una calle y “crear terror” en Teherán. Todos esos delitos acarrearon la condena de “guerra contra dios”, que se llega a castigar con la pena de muerte.
Majid Reza Rahnavard fue el segundo ejecutado. En este caso, fue ahorcado de manera pública en la ciudad santa de Mashad. Según asegura la agencia Mizan, el joven fue sentenciado a muerte por, supuestamente, matar a dos agentes de seguridad.
Entre las personas en el punto de mira de las autoridades también se encuentran numerosos deportistas, actores y actrices y otras figuras públicas.
Los últimos casos son el del futbolista Amir Nasr-Azadani, quien se enfrenta a cargos que podrían conllevar la pena de muerte por su presunta participación en el asesinato de tres agentes de seguridad, y la actriz Taraneh Alidoosti, detenida por denunciar las ejecuciones de manifestantes.
Además, el karateka de 22 años Mohamad Mehdi Karam también ha sido condenado a muerte por su supuesta participación en el asesinato de un miliciano islámico en Karaj, cerca de Teherán. El joven podría convertirse en el tercer ejecutado en Irán por su implicación en las protestas.
El miércoles 22 de diciembre, más de 200 personalidades de todo el mundo han firmado una carta dirigida a los líderes de Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido y Canadá en la que piden sanciones internacionales contra Irán por su represión de las actuales movilizaciones.
“Pedimos a vuestros Estados que lancen un mecanismo de acción rápida y colectiva para ayudar a detener la ejecución de los manifestantes en Irán”, resume el comunicado, que cifra en 700 los asesinados en las protestas, así como en más de 30.000 los detenidos.
“El régimen va a caer sí o sí”, asegura contundente Armanian. Hace esta afirmación en la semana que en la que, además, Joe Biden ha dicho que el acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán “está muerto” y, mientras continúan las sanciones al petróleo iraní. El gobierno de Ebrahim Raisi está perdiendo progresivamente el apoyo de China y su aislamiento internacional es aún mayor ahora que Rusia, aliado fundamental del país, está envuelto en su propia guerra contra Ucrania.
“El presidente no tiene ni el bachiller. Esta gente está gobernando un país cuyas mujeres tienen, en muchas ocasiones, dos carreras, aunque no puedan desarrollarlas profesionalmente. La iraní es una sociedad frustrada, con una comunidad internacional que ya ha dado por finiquitado al régimen islámico. Económica, política, social e ideológicamente ya han perdido la legitimidad, tanto dentro como fuera de Irán”, zanja Nazanín Armanian.
FUENTE: Cristina del Gallego Baraibar / Público / Fecha de publicación original: 23 de diciembre de 2022
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