En el marco del 34º aniversario del inicio de los enfrentamientos militares del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) contra el ejército turco, recordamos la lucha que no solo ha transformado al pueblo kurdo en cuanto nación, sino que constituye el fundamento ideológico, político y militar para los cambios realizados en las cuatro partes del Kurdistán, especialmente en Rojava (Kurdistán sirio). Transformaciones que inspiran más allá de las fronteras del Medio Oriente y que crean puentes con movimientos de todas partes del mundo.
En su combate contra el colonialismo turco, de legado nacionalista y chauvinista, responsable de la política genocida de asimilación y negación cultural que ha sufrido pueblo kurdo en su propio territorio, el 15 de agosto de 1984 el PKK impulsó las primeras acciones militares en Eruh y Semdinli, sudeste de Turquía (Bakur). Estas acciones, lideradas por Mahsum Korkmaz (Agit), no solo fueron decisivas desde un punto de vista militar, sino que trajeron importantes resultados a nivel político, social e incluso cultural, encendiendo luces de esperanza para el Kurdistán.
Las décadas de opresión perpetradas por el proyecto etno-nacionalista turco alimentaron la fuerza transformadora de la ideología del PKK, quien ha convertido en acción no solo la lucha por el reconocimiento de los kurdos, por un Kurdistán independiente y autónomo; también lo ha hecho por la transformación profunda y radical de la sociedad, considerando el combate contra el patriarcado uno de sus ejes principales.
Esta fecha hace referencia a un proceso que traspasa los límites de las acciones guerrilleras, es el albor de la revolución en Kurdistán, una revolución social, ideológica, cultural: una revolución de las mujeres.
El proceso que hoy camina con firmes pasos en dirección a la construcción de una Nación Democrática, se empieza a consolidar en 1973, y acaba con la formación del PKK en 1978, ganando proyección social a través de la resistencia en las cárceles y que luego desbordará con la lucha armada iniciada el 15 de agosto de 1984.
Son diversas fechas que marcan este proceso revolucionario, pero todas ellas convergen en el reconocimiento de la importancia de las acciones de Eruh y Semdinli. Su significado constituye un marco simbólico de la insurgencia del pueblo kurdo, es por esta razón que este día se recuerda como el “Día de la Resurrección”, día en que las acciones políticas se sumaron a las armas en busca de la libertad.
En estos cuarenta años más de 40.000 mártires sembraron la utopía de una sociedad libre rescatando de las amarras del chauvinismo turco su kurdicidad. Hombres y mujeres comprometidas con la creación de una sociedad socialista, antipatriarcal y radicalmente democrática ocupan diversas frentes de combate, viviendo en sí mismas la revolución.
Es cierto que muchas cosas han cambiado en el pasar de estas cuatro décadas, desde cuando el PKK era un partido marxista-leninista que reivindicaba un Estado kurdo independiente, hasta su transformación en un amplio movimiento político social transnacional y transfronterizo, con un paradigma práctico propio: el Confederalismo Democrático.
Esta fecha también nos recuerda la importancia que tiene el concepto de la autodefensa para el Movimiento de Liberación Kurdo, concepto que no se despliega solamente en el terreno militar, sino que reafirma la importancia de la formación ideológica en la construcción colectiva de una Nación Democrática, en la centralidad de la lucha contra el imperialismo, el capitalismo y el sistema patriarcal que oprime a toda la sociedad, especialmente a las mujeres. Es por esta razón que desde sus albores las mujeres kurdas estuvieron presentes en este proceso. Es imposible no mencionar a Sakine Cansiz (Sara), fundadora del PKK y una de las revolucionarias más comprometidas ideológica, política y socialmente con la revolución. Una mujer-militante que, desde siempre, no midió esfuerzos por vivir una vida revolucionaria y por organizar a otras mujeres; las mujeres no solo tomaron las riendas de este proceso, sino que son el impulso transformador de este nuevo Kurdistán.
También se debe nombrar el extenso y fundamental aporte realizado por Abdullah Öcalan, líder fundador del PKK e ícono de la resistencia del movimiento por la liberación de Kurdistán, quien ha impulsado el proceso de transformación del partido incorporando orgánica y teóricamente la centralidad de la liberación de las mujeres como requisito para la liberación de la sociedad.
Así, desde sus primeras acciones en 1984, la guerrilla en el Kurdistán se presenta como el gran ejemplo de la nueva sociedad, donde la ética y estética se funden en armonía con el fundamento ideológico de una nueva sociedad. Sus criterios de vida incluyen todos los aspectos del cotidiano, desarrollando una profunda relación en simbiosis entre el pueblo kurdo y la naturaleza, constituyendo su sostén organizativo.
Hoy su legado continúa en las luchas contra el extremismo islámico corporificado en organizaciones como el Daesh (ISIS) y en su enfrentamiento al fascismo estatal del AKP y MHP en Turquía. De igual modo está presente en el enfrentamiento a la mentalidad patriarcal que cosifica a las mujeres y establece jerarquías sociales.
A través del acúmulo de experiencias de estas décadas inspiradas en el pensamiento sintetizado por Öcalan, el Kurdistán avanza contra lo imposible, sumando fuerzas con otros pueblos en una plataforma global que debe unir las cordilleras y selvas latinoamericanas con los valles y las montañas del Kurdistán.
FUENTE: Florencia Guarch / Revista Crisis