El antropólogo estadounidense David Graeber alertó sobre la situación que vive el pueblo de Afrin, región kurda del norte de Siria invadida por el Estado turco desde el 20 de enero pasado.
El también profesor de la Escuela de Economía de Londres denunció a Turquía por atacar en “la única parte de Siria donde no hubo guerra”.
En una entrevista con Joseph Confavreux y Jade Lindgaard, publicada en MediaPart (www.mediapart.fr), Graeber afirmó que la situación en Afrin es “absolutamente desastrosa” desde la ocupación turca. “Los kurdos se vieron obligados a tomar la decisión estratégica de evacuar Afrin para evitar que la ciudad fuera destruida por la aviación turca. Pero la situación es diferente en el resto de Rojava”, indicó el intelectual.
Para Graeber, Turquía realiza “una agresión gratuita” y “un ataque en la única parte de Siria donde no hubo guerra”. “Es una guerra de agresión –aseveró-. Es un ataque que no responde a ninguna provocación, a ninguna posición belicosa de los kurdos. Tenemos registros de inteligencia turca que muestran que se trata de eso. ¡Y no hay un solo país, excepto Egipto, para condenar tal agresión! Es increíble. Es un ataque de un presidente turco que anunció de antemano que iba a cometer crímenes de guerra”.
El antropólogo estadounidense se preguntó por qué no hubo reacción internacional frente a la ocupación de Afrin. Como respuesta, señaló que “Turquía promete evitar que millones de refugiados tomen el camino hacia Europa y, por lo tanto, es libre de cometer crímenes de guerra. Es un chantaje sobre los refugiados que permite el genocidio”.
Al ser consultado si la invasión turca podría poner el peligro el cambio social en Rojava, Graeber explicó que “Estados Unidos hizo que Turquía entendiera que podían tomar Afrin, pero no podían ir más allá. Afrin estaba bajo la protección de los rusos mientras que el resto de Rojava está bajo protección estadounidense”.
Al analizar la situación de Kurdistán y de Rojava en particular, recordó que “el PKK es originalmente un grupo marxista-leninista” y que todavía “hay tensión dentro del PKK desde que el líder, Abdullah Öcalan, descubrió e intentó importar los métodos de organización democrática y las teorías desarrolladas por Murray Bookchin, incluso antes de que él estuviera en prisión”.
“Decir que esto es solo viento o exhibición equivale a negar veinte años de reorganización de la sociedad kurda y la lucha política dentro de ella, cambiando las orientaciones del movimiento, separándose de su doxa proletaria, estando atento al feminismo, a la ecología, a la democracia directa”, enfatizó el intelectual.
“Este es un cambio histórico profundo y de gran alcance, y también explica el hecho de que a muchas personas les cuesta creer que una organización política pueda cambiar tanto”, aseveró.
Graeber remarcó que en la actual “hay una forma de narcisismo en pensar que lo que efectivamente está sucediendo en el Kurdistán sirio puede ser juzgado y determinado por gente como yo, que viven en países europeos o americanos y que todavía piensan en como analizar las cosas con los marcos convencionales, tales como los de antiimperialismo por ejemplo”.
“Cuando estaba en Kurdistán –recordó el antropólogo-, conocí personas que realmente estaban tratando de cambiar las reglas del juego, no solo tratando de obtener solidaridades humanitarias o jugando con las pulsiones patrióticos, sino también profundizando y transformando las formas de hacer política”.
“Esto es probablemente difícil de creer, pero me parece que Rojava es un ejemplo de cómo puede existir un proceso revolucionario contemporáneo, y con una tenacidad difícilmente imaginable, sobre todo cuando contamos el número de veces que los kurdos han sido decepcionados o traicionados”, indicó.
Al referirse a la importancia de la revolución en Rojava, Graeber explicó que “esta es la primera vez, a tal escala, que las personas intentan crear una democracia directa, desde abajo hacia arriba, y controlan un territorio que no es insignificante. Esto nos cuestiona. ¿Qué haremos si realmente ganamos? ¿Qué hubiéramos hecho si el movimiento Occupy hubiera ganado y ocupado Nueva York? ¿Cómo hubiéramos organizado el transporte? ¿Los intercambios? ¿Decisiones? Rojava es un país real, tan grande como cuatro veces Israel, con millones de habitantes, que se hace de forma concreta y todos los días estas preguntas”.
FUENTE: Sin Permiso / Edición: Kurdistán América Latina