La política nacional e internacional turca refleja un caso extremo de chovinismo e hipocresía, que se muestra como una forma de superioridad egoísta que declara “Turquía sobre todo”, al igual que una vez el dictador alemán, Hitler, pronunció “Deutschland Ueber Alles”. Los ejemplos son muchos.
Turquía invadió Chipre y creó un enclave turco en su parte norte con la excusa de que sus ciudadanos musulmanes turcos debían ser libres y no estar bajo el dominio de los cristianos chipriotas. Ahora está preocupada porque a los pocos turcomanos en la aldea de Tel Afar y la ciudad de Kirkuk, en Irak, se les otorgue un estatus especial, cuando su población total es de menos de medio millón. Olvida el hecho de que los kurdos y los turcomanos han vivido en la zona juntos durante siglos en una relación amistosa y cordial.
Mientras exhibe tal comportamiento, protegiendo a las minorías turcomanas y los grupos étnicos turcos, olvida que tiene más de 25 millones de ciudadanos kurdos en el sudeste de Turquía, que durante más de medio siglo no han podido ni siquiera hablar en su propia lengua. Se los designó como “turcos de montaña” que habían olvidado su idioma original. Turquía olvida que los kurdos han vivido en la misma área desde siglos antes, mucho antes de la llegada de los turcos procedentes de Mongolia en el siglo XI.
Actualmente, Turquía se ha puesto histérica respecto a los kurdos iraquíes, que han llevado a cabo un referéndum. Olvida que la autodeterminación es el derecho de cualquier nación, como lo declaran los estatutos de las Naciones Unidas y su organización matriz, la Liga de Naciones. Turquía ha estado jadeando y resoplando, y realizando maniobras armadas a través de nuestra frontera, en protesta por el referéndum que abrumadoramente votó por el “SÍ”, el 92%, a la independencia. Turquía ha estado amenazando con cerrar los pasos fronterizos, olvidando que Turquía ha sido el principal beneficiario del reciente renacimiento del Kurdistán iraquí, con un saldo comercial anual de más de 12 mil millones de dólares. Esto es como si alguien se cortara su propia nariz para fastidiar su cara.
Desde el final de la Primera Guerra Mundial, Turquía ha estado involucrada en una guerra feroz contra sus ciudadanos kurdos, desde el momento en que se formó el Gobierno turco.
Las demandas kurdas de un país soberano, prometidas bajo los términos del Tratado de Sevres, fueron totalmente ignoradas por los aliados en la promulgación del ulterior Tratado de Lausana, firmado en 1923. Luego, los aliados aplicaron los artículos del acuerdo alcanzado anteriormente, el protocolo Sykes-Picot, firmado en 1916, que dividió el territorio kurdo entre los aliados victoriosos, Inglaterra y Francia. A pesar de las protestas kurdas, el área quedó dividida entre Siria, Turquía e Iraq, fragmentando el área donde los kurdos eran residentes mayoritarios. Tal insatisfacción condujo a un conflicto armado en Turquía a partir de 1925, que duró una década, y se reinició una vez más, 50 años después, en 1985, y continúa hasta nuestros días. Actualmente, el sudeste de Turquía, de mayoría kurda, está bajo un estricto régimen militar, con toques de queda que han sido devastadores, con desafortunadas bajas humanas diarias en ambos lados, a pesar de los llamamientos de las organizaciones humanitarias y los países europeos, y el conflicto existente con el PKK no puede resolverse excepto a través de negociaciones civilizadas entre ambos bandos.
Para refrescar nuestra memoria respecto a los kurdos de Irak, Saddam Hussein llevó a cabo una campaña feroz contra ellos (1975-1990). Expulsó de sus hogares a más de 182.000 residentes, en una campaña llamada Anfal, cuando más de 5.000 aldeas fueron quemadas y sus habitantes, hombres, mujeres y niños, empacados en vehículos militares, trasladados al sur del país, asesinados sumariamente y enterrados luego en una fosa común. Saddam también utilizó bombas químicas en el Kurdistán iraquí, matando en una sola ocasión a 5.000 hombres y mujeres en la ciudad de Halabja. Esto se llevó a cabo con el pleno conocimiento de la comunidad internacional, sin que se levantara una mano contra estas feroces acciones inhumanas.
Después de estos horrendos actos del gobierno de Irak y de la derrota de Saddam en Kuwait, la comunidad internacional no pudo tolerar más este salvajismo. Eventualmente reaccionó ante un comportamiento tan inhumano al crear una zona de exclusión aérea y un enclave para los kurdos en el área kurda, donde éstos finalmente pudieron encontrar paz y seguridad y reiniciar su vida normal.
Desde entonces, los kurdos han elegido un parlamento y formado un gobierno para administrar sus asuntos internos. Tras el descubrimiento de petróleo en la zona, la región kurda experimentó un renacimiento nunca antes visto, y Turquía ha sido el principal beneficiario de tal desarrollo. Cientos de ingenieros civiles y un gran número de trabajadores turcos inundaron la región kurda, apoyando así a grandes sectores económicos turcos. Desafortunadamente, el complejo turco de superioridad, chauvinista y egoísta, ha intensificado la violencia en la región y detenido las lucrativas transacciones diarias en la frontera, que le han venido dando a Turquía un saldo comercial anual de más de 12 mil millones de dólares.
La reciente agitación política en el Kurdistán iraquí se ha producido como resultado de que los kurdos han celebrado un referéndum sobre la posibilidad de una declaración de soberanía. Se considera un derecho universal de cualquier grupo de personas que desee obtener el autogobierno. La Liga de las Naciones (1920) y las Naciones Unidas que la reemplazaron (1945), ambas han legitimado el procedimiento.
Turquía y el resto de comunidades internacionales deben ser conscientes de que los kurdos son la comunidad más grande del mundo sin un Estado propio. Somos más de 45 millones de personas, que vivimos en un área geográfica contingente llamada Kurdistán, con nuestra propia cultura étnica y creencias religiosas. Hemos sido dotados de abundantes recursos naturales: agua, tierra, además de petróleo, gas y otros minerales. Hemos demostrado ser receptivos a los gritos de los necesitados, y nos hemos ocupado de la avalancha masiva de refugiados de diversos orígenes étnicos, religiosos y lingüísticos durante el salvajismo que ha provocado en nuestras tierras la organización criminal y cancerígena llamada Daesh o ISIS. Deseamos vivir en paz, bajo un sistema democrático, mantener relaciones amistosas con nuestros vecinos y cooperar con la comunidad internacional en aspectos humanitarios y otros beneficios mutuos. Además, nos gustaría utilizar nuestros recursos para el beneficio de nuestra gente.
La reacción internacional al referéndum, que objetó unánimemente la declaración, fue muy sorprendente y angustiante, especialmente sabiendo cómo el pueblo kurdo se adelantó para luchar y vencer finalmente a Daesh, en nombre de toda la comunidad internacional. Más de dos mil jóvenes peshmegas fueron asesinados y otros 7.000 resultaron heridos en la lucha contra Daesh. Además, y como se ha dicho anteriormente, cientos de miles de refugiados de una variedad de credos étnicos y lenguas fueron bienvenidos a Kurdistán y atendidos por los kurdos. Por lo tanto, la reacción negativa de la comunidad internacional hacia el referéndum ha resultado sorprendente, así como impactante y angustiante para todo el pueblo kurdo.
Para controlar que el referéndum fuese justo, ordenado, legal y se llevara a cabo en un ambiente de total libertad, estuvieron presentes suficientes monitores y observadores internacionales a fin de asegurar un resultado justo y creíble. Una vez más, los kurdos deben ser libres como nación para planificar y decidir sobre su propio destino.
Como nota al pie de este artículo, parece que la sangre kurda es barata de derramar, y ello en razón de que la comunidad internacional mira para otro lado cuando Turquía bombardea continuamente nuestras fronteras internacionales, con víctimas humanas diarias y daños materiales múltiples bajo el pretexto de luchar contra el PKK. Turquía necesita recordar que Saddam utilizó, sin éxito, todos los medios inhumanos para someter a los kurdos. La negociación pacífica es la única forma de resolver conflictos nacionales e internacionales. Debemos entender que la represión armada no compensa. Los kurdos no tienen malicia contra Turquía o el pueblo turco. Todo lo que queremos es vivir en paz como un buen y civilizado vecino.
FUENTE: Jamal Fuad (Doctor en Filosofía, fue consultor internacional de la FAO y el Banco Mundial)/Ekurd Daily/Traducido por Rojava Azadi