Queridas compañeras: os escribo desde Rojava, el corazón de la revolución de las mujeres, dónde llegué hará casi un año como internacionalista. Vine porque quería conocer una lucha, una revolución que se estaba escribiendo en el presente, en medio de la desesperanza de este siglo en el cual nos habían dicho que ya no había futuro. Ellas rompieron estos pronósticos, llevando a la práctica este proyecto en que la población se autogobierna, en que la libertad de las mujeres es la base innegociable y el equilibrio con la naturaleza un camino imprescindible.
Os puedo asegurar que es cierto. Que lo que está pasando aquí es una auténtica revolución de las mujeres, en medio de Oriente Medio, en que desde las niñas hasta las abuelas, pasando por las madres y las no madres, jóvenes o mayores, participan de los pasos que se están haciendo en el largo camino de la liberación. Unos pasos que estamos haciendo todas, porque la lucha de las mujeres, como todas las otras, sólo puede ser internacionalista.
Hoy en Rojava estamos viviendo la guerra. De hecho, desde el principio de la revolución se luchó primero contra el Estado Islámico, que representa todo lo contrario a la libertad de las mujeres. Fueron más de 11.000 mártires, 11.000 vidas, las que se dieron para defender a la humanidad del fascismo islámico. Después fue el Estado turco el que empezó una invasión del territorio liberado y tomó, en 2018, la región llamada Afrin. Ahora esta región está controlada por bandas de mercenarios apoyados por Turquía, que se dedican a asesinar, violar, secuestrar e infligir todo tipo de violencia contra las mujeres. Turquía no tuvo suficiente, y en octubre del último año siguió con la invasión. Tomaron otras dos zonas, llamadas Serekaniye y Gire Spi. Y de nuevo son las bandas de mercenarios quienes controlan este territorio, que se ha convertido en un foco de caos y violencia diaria, de represión y de muerte.
Ayer (por el martes) el Estado turco golpeó de nuevo en esta guerra, y mostró que ésta es una guerra contra las mujeres. Asesinó a tres mujeres, miembros del movimiento de mujeres de Rojava, por medio de un dron que bombardeó la casa donde se encontraban. Los drones atacan selectivamente, de manera que no fue casualidad. Fue un ataque específico contra el movimiento de mujeres, igual que los ataques que reciben las mujeres de Afrin, Serekaniye o Gire Spi no son casuales, sino que buscan destruir la voluntad de libertad de las mujeres.
Mientras tanto, en Turquía, las mujeres que pertenecen al movimiento de mujeres, son arrestadas, encarceladas y torturadas. En Iraq, el Estado turco bombardea campos de refugiadas, hospitales, pueblos y zonas liberadas por el movimiento kurdo, zonas de resistencia en las montañas. Desde Irán también han empezado a atacar la zona kurda de Iraq, mientras que dentro de su mismo Estado se aplica la pena de muerte a presos políticos kurdos y se mantiene en condiciones inhumanas a presas como Zeyneb Jalalian, que hace cinco días empezó una huelga de hambre para reclamar que la saquen de la cárcel donde la trasladaron y dónde fue infectada con Covid-19.
Esta es una revolución de las mujeres, y por ello los estados imperialistas (Turquía, Rusia, Estados Unidos y el resto de países de la OTAN), asesinan por acción o por omisión a las mujeres de Kurdistán. Porque tienen miedo de que esto se extienda. Tienen miedo de que hagamos dos, tres o mil Rojavas en todas partes. De que seamos conscientes de que es posible y esto nos llene de fuerza para hacer más fuertes nuestros vínculos y convertirlos en una revolución imparable.
Esta es una guerra contra las mujeres. El artefacto que el dron soltó en Kobane fue lanzado contra cada una de nosotras, contra cada mujer que sabe que otro mundo es posible y que está dispuesta a defender la vida ante el fascismo.
Las mujeres de Rojava no sólo salvaron la humanidad del fascismo del Estado Islámico; también nos trajeron esperanza. Aunque esto es impagable, es hora de devolver todo lo dado. De no dejarlas solas frente a la brutalidad del Estado fascista turco. De entender que sus pasos son los nuestros y que los ataques que reciben impactan también en nosotras.
Para combatir al fascismo no hace falta venir aquí. Los estados dónde nos encontramos cada una de nosotras, tienen también responsabilidades sobre lo que pasa en Oriente Medio en general, y en Kurdistán en particular. No podemos quedarnos quietas ni calladas. Tenemos que continuar la lucha que las mujeres están impulsando aquí, porque sólo si nos defendemos desde cada pequeña trinchera de libertad vamos a parar los pies al fascismo y construiremos un mundo dónde seamos libres. Todas las mujeres del mundo. Porque defender Rojava, defender Kurdistán, es defender la revolución mundial de las mujeres, es convertir nuestros sueños en realidad a través de la lucha, que es lo único que cómo mujeres nos llevará a la libertad.
FUENTE: Aurora Picornell / Buen Camino / El Salto Diario