El día dejó de pertenecerles pero la noche es suya; ya no gobiernan las ciudades ni poseen un Estado, pero todavía existen amplias zonas del desierto sirio-iraquí donde siguen recaudando impuestos, extorsionando a los terratenientes o gozando de ciertas limitadas simpatías.
Los desiertos de Ambar (Irak) y el área de Deir Ezzor (Siria) donde han vuelto a hacerse fuertes son lugares inhóspitos hechos a la medida de los escorpiones. Hienas, chacales, lobos, serpientes, bombardeos turcos, partidas de mercenarios islamistas a sueldo de Ankara, ejércitos regulares y asesinos del Daesh mezclados entre los nativos. Todo en ese lugar quiere matarte. Y es justamente ahí donde han conseguido sobrevivir los yihadistas del defenestrado Estado Islámico (ISIS o Daesh) gracias, entre otras cosas, al nuevo caos militar y humanitario que desencadenó el pasado otoño la invasión turca del territorio autónomo del Norte y el Este de Siria (comúnmente conocido como Rojava). El Daesh no ha vuelto. Nunca fue exterminado.
Infiltrados en la guerrilla
Cuando los guerrilleros kurdos de las Unidades de Protección de Sinyar (YBS), que a finales del pasado mes de julio acudieron a un recodo del extremo oriental de la sierra de Sinyar (Irak) donde yacían los cuerpos de los cuatro yihadistas que acababan de abatir durante algo parecido a una montería humana, se miraron entre sí con perplejidad. Varios de los asesinos del Daesh que una partida de paramilitares yazidíes de Haydar Shasho acababa de despedazar literalmente a balazos, calzaban unas botas que reconocieron de inmediato como las de su milicia.
Una de las explicaciones -y no la más descabellada- es que hubieran logrado infiltrarse de algún modo entre los habitantes de los pueblos del pequeño territorio situado junto a las fronteras de Rojava (Norte de Siria) que controla la YBS, una unidad creada por los kurdos de Turquía del PKK para ayudar a defenderse del ISIS a los yazídies iraquíes. Que algunos yihadistas se hubiesen camuflado dentro de las propias líneas de los secularizados kurdos de la guerrilla parecía, de entrada, inconcebible. Pero ya nada lo es.
Desde que cundió tal sospecha, los servicios de inteligencia de las YBS se apresuraron a interrogar a algunos de los árabes que trabajan para ellos en la construcción de una tupida red de túneles defensivos. Lo más inquietante del asunto resultaba que esos mismos empleados ya anteriormente investigados tenían acceso a la dinamita con las que se abren las galerías en la roca construidas por la milicia que controla el PKK para protegerse de los bombardeos de los turcos.
No se logró demostrar que los asesinos abatidos o los otros siete u ocho que lograron escapar tuvieran vinculación con los trabajadores a sueldo de los kurdos, pero el hallazgo vino a subrayar una vez más lo que todo el mundo sabía ya en Irak y en Siria: la pérdida del califato y de su capacidad de controlar un territorio no ha acabado con el Daesh, porque posee el ADN de una hidra y la capacidad de mutación de una bacteria. Sucedió ya con Al Qaeda. Este es solo el penúltimo capítulo.
Zafarse de los drones y las batidas
¿Cómo han logrado zafarse de los ejércitos y grupos paramilitares que les tratan de dar caza y qué se esconde tras la denominación amorfa de “célula durmiente”? Y lo que es aún más desconcertante, ¿podría alguno de los yihadistas europeos -y entre ellos, los españoles- haber logrado huir con vida del cerco de las tropas de la coalición y las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) pese a los drones, los miles de check-points y las batidas? “Podrían y, dependiendo de sus habilidades personales, con certeza algunos lo han logrado, aunque con muchas más dificultades que los nativos”, asegura uno de los mandos kurdos del PKK destinados en Irak.
“Existe una amplia zona situada en Ambar -los aledaños de la ciudad iraquí de Ramadi- y una franja de doscientos kilómetros al sur de las montañas iraquíes de Sinyar, a ambos lados de la frontera siria, donde sólo hay pequeñas aldeas de pastores árabes y un desierto pedregoso completamente imposible de controlar”, explica el guerrillero kurdo.
En la misma población de la zona yazidí de Sinyar donde ese comandante tiene su cuartel de operaciones -Medivan- existen varias personas que poseen familiares que combatieron en su día con el Estado Islámico. Incluso algunos de ellos colaboraron directamente con el Daesh. No se les ha juzgado porque no estuvieron implicados en crímenes de sangre y se asumió, como principio general, que lo hicieron movidos por las coacciones del entorno. En caso contrario, se debería haber hecho un presidio del tamaño de Holanda y Dinamarca. Hasta entre la propia tropa árabe de las YBS hay milicianos con primos en el Estado Islámico.
No es fácil, en consecuencia, identificar las simpatías de los campesinos árabes suníes, ni siquiera en los lugares donde hay una presencia militar de la coalición, y mucho menos todavía en las docenas de aldeas perdidas en el desierto fuera del alcance de las administraciones que se disputan esa vasta franja fronteriza. “Se sabe que pueden ocultarse entre las rocas o que son capaces de permanecer en un agujero durante días, sin comida y sin apenas agua, cuando se preparan para atentar”, asegura uno de los milicianos occidentales que combaten como voluntarios en la zona. “Sin embargo, no podrían sobrevivir durante meses sin la ayuda de los campesinos árabes durante todo el tiempo que permanecen en la sombra hasta que se activan y se introducen en Rojava, Sinyar o una ciudad iraquí para inmolarse”.
Existen pruebas de que parte del apoyo logístico que les proporcionan los locales se obtiene por la fuerza de las amenazas. “Han perdido parte de las simpatías de los lugareños, pero estos son fácilmente intimidables, porque saben que ningún ejército o administración puede garantizarles su seguridad”, afirma otro oficial kurdo de las FDS. Algunos, de hecho, entregan un hijo a ISIS, como el que se rinde a la extorsión de una banda de matones. “Si algunos europeos han logrado sobrevivir sin que les delate su condición de extranjeros es porque se ocultan con la ayuda de otros yihadistas de la zona. Únicamente, la complicidad de una población acobardada por los terroristas explica que puedan camuflarse como pacíficos pastores o como campesinos mientras aguardan a inmolarse”.
La semana pasada, el Rojava Information Center (RIC) publicaba un informe que confirmaba con datos precisos el incremento de los atentados del ISIS en la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES) tras la invasión turca. “Durante septiembre -aseguraban fuentes de esa organización, cuando todavía estaba vigente un acuerdo de paz-, el número de ataques se mantenía bajo. Pero este aumentó de nuevo inmediatamente después de la agresión de Ankara -el pasado mes de octubre-, ya que el ISIS prospera en la inestabilidad. En diciembre, las redadas anti-ISIS cayeron a un nivel mucho más bajo del mismo mes del año precedente, y se deshizo gran parte del progreso y la estabilidad obtenidos a lo largo de 2019. El ISIS continúa fortaleciéndose”.
Zonas rurales de Deir Ezzor
El patrón de conducta que presenta el Estado Islámico en Iraq es semejante al de Siria, sólo que en este segundo país los yihadistas se han hecho fuertes en las zonas rurales de los aledaños de Deir Ezzor. Un documento elaborado por el RIC muestra gráficamente de un modo muy elocuente una especie de trapecio de terror trazado por los ataques terroristas para estrangular a esa ciudad, tras su revigorizamiento. Es en el campo, y en torno a esa ciudad situada en la ribera del Éufrates, a 450 kilómetros al noreste de Damasco, donde se están volviendo a hacer fuertes tras modificar sus tácticas y volver a los orígenes, al mismo modo de actuar como insurgencia que con tanto éxito adoptaron tras la invasión norteamericana de Irak, en 2003. Golpe y huye, intimida, siembra el terror y aguarda tu momento.
“Entran en los pueblos y en las pequeñas ciudades durante la noche y en algunos de esos núcleos todavía recaudan impuestos. Durante el día, se ocultan en esos vastos terrenos despoblados”, explica un empleado del RIC, con base en Qamishlo (Siria). “La mayoría de los yihadistas arrestados en los raid anti-ISIS de las FDS son locales, aunque, eventualmente, al menos hasta finales del pasado año, todavía se capturaban algunos iraquíes o incluso occidentales de lugares como Bélgica. Entre los líderes del ISIS recientemente capturados por las fuerzas de la AANES se halla el jefe de las operaciones de contrabando de petróleo en la zona, lo que da una idea de cómo se financian y de que todavía se hallan relativamente coordinados”.
En otras palabras, que no hayan conseguido organizar un movimiento de insurgencia relevante en respuesta a la invasión turca a pesar del aumento de los ataques individuales y a las fanfarronadas, no significa que hayan sido derrotados, tal y como se presumía el pasado año. “En octubre pasado, tras la invasión turca del norte de Siria, llegaron a amenazar con atacar el campamento de Al Hol, donde se hallan confinados muchos de los suyos, pero la operación no llegó a materializarse. Entre tanto, un buen número de personas siguen llegando a Idlib. Son una mezcla de células durmientes y contrabandistas que obtienen ganancias de todo tipo traficando con cualquier cosa imaginable”.
Contra los “colaboracionistas”
Donde gozan de un apoyo más notable entre los residentes es justamente en Deir Ezzor, la mayor de las ciudades del este del país, con una población estimada de 211.000 habitantes en 2004. Claro que los locales están colaborando también con la coalición de las Fuerzas Democráticas de Siria, sobre todo en ataques que dependen en buena medida de la información proporcionada por la inteligencia local. “ISIS ha puesto en marcha una campaña contra quienes trabajan con la administración del AANES”, nos aclaran desde el RIC. Su blanco predilecto son los colaboradores de las FDS, pero han atentado también contra ancianos de las aldeas o maestros de escuela. Decenas de asesinatos de este tipo se han perpetrado durante los últimos meses.
En respuesta a ello, también las FDS están realizando incursiones en Deir eEzzr y siguiendo con su campaña de reclutamientos entre los árabes, tanto de militares como de voluntarios civiles.
Por otro lado, que su principal bastión se encuentre en las áreas rurales del distrito de Deir Ezzor no significa que no se encuentren también presentes en otras zonas del área antaño íntegramente administrada por el gobierno liderado por los kurdos. Se sabe, por ejemplo, que existen células durmientes activas en otras grandes ciudades más al norte como en algunos vecindarios de lugares como Raqqa, donde siguen simpatizando con el ISIS. Según el RIC, también operan en Qamishlo, capital de la AANES, “donde hay muchas familias abiertamente partidarias del Frente Al Nusra”.
En total, y solo en Siria, durante el pasado año se documentaron 906 ataques de células durmientes, de los cuales 683 fueron reivindicados por el ISIS. Se estima que 406 personas murieron como consecuencia de ello y 581 terroristas fueron arrestados.
Falsos check-points
La invasión turca del norte de Siria ha provocado también que este nuevo Daesh reconstituido comience a operar de manera más abierta, especialmente en la citada Deir Ezzor, pero también en Hasake, donde docenas de comerciantes y hombres locales de negocios están siendo extorsionados a plena luz del día actualmente. En Irak aún van más lejos y están consiguiendo dinero asaltando literalmente a los vehículos, tras disponer controles militares falsos, ataviados con las ropas de Al Hashd Al Shaabi, una coalición de milicias también conocidas como Fuerzas de Movilización Popular. Tras ser robados, los viajeros son por lo común asesinados.
Los yihadistas del Daesh se las han ingeniado igualmente para mantener a flote un equipo de correos capaces de zafarse de las fronteras para transportar armas o casi cualquier recurso, y entre ellos, dinero. Tanto en Irak como en Siria siguen realizando pagos a viudas y huérfanos de combatientes caídos, lo que demuestra que poseen cierta capacidad financiera. La finalidad de estos subsidios resulta bastante obvia: garantizarse la lealtad de la próxima generación de asesinos islamistas.
FUENTE: Ferran Barber / Público