Una ocupación representa una usurpación de derechos, remodela el sistema social de la región ocupada de acuerdo a sus orientaciones políticas y a sus futuras aspiraciones. Se afana por borrar la identidad cultural y los principios intelectuales y sociales predominantes antes de producirse la ocupación, y se centra principalmente en las nuevas generaciones. El ocupante impone su cultura a los jóvenes, a través de los colegios y de cursillos educativos. De esa forma, planta sus semillas en las nuevas generaciones para que crezcan con ellas y transmitir así nuevos hábitos sociales, destinados a destruir la sociedad anteriormente existente. La ocupación gobierna con mano de hierro y tono amenazante, después aterroriza a enormes grupos de la sociedad para forzarlos a irse e instalarse fuera de la región. Permite, por consiguiente, un cambio demográfico sistemático con el fin de crear un equilibrio interno que facilite el control del país y de su pueblo.
Lo que sucedió en el Afrin ocupado no fue solo una ocupación, sino el mayor desplazamiento forzoso y cambio demográfico del segundo milenio. Además se cometieron robos generalizados por todo Afrin, que aún se llevan a cabo hoy en día. La región de Afrin era un símbolo de tolerancia religiosa y coexistencia nacional, un buen ejemplo de la ayuda y la acogida a personas necesitadas de toda Siria. Afrin, con su carácter kurdo y su reducido número de árabes que se mezcló con la comunidad kurda por medio de matrimonios mixtos, no había visto una discriminación racial como la que se está produciendo en la actualidad. Afrin, donde conviven varias sectas religiosas y donde hay mayoría sunita con presencia de algunos alauitas, yazidíes y cristianos, era un ejemplo de coexistencia religiosa. Mezquitas, iglesias, templos alauitas, festividades yazidíes y tumbas de personas piadosas… Nadie había sido testigo nunca de discriminación hasta que llegaron la ocupación turca y sus mercenarios. Afrin abrazó a los sirios llegados de todas partes en busca de asilo durante la crisis, huyendo de la destrucción y los combates. Afrin los acogió a todos con cariño. Vivieron durante años a salvo, a la sombra de sus olivos, y trabajaron para sobrevivir. Nada parecido al Afrin de hoy, tan cambiado, que se ha convertido en una ciudad en la que los terroristas causan estragos, una ciudad que no está regida por leyes sino por bandas, una ciudad en la que el enemigo ha “turquificado” sus colegios, tergiversado su historia, reemplazado a sus habitantes, legalizado sus propiedades, secuestrado a sus jóvenes y agredido a sus mujeres. ¿Qué queda de Afrin?
Estas políticas no solo se aplican sistemáticamente en Afrin, sino también en todas nuestras regiones ocupadas. En Ras Al Ain también se han puesto en práctica, e incluso en la ciudad ocupada de Tel Abyad, cuyo carácter árabe no impidió que fuera ocupada. El Estado turco conserva una mentalidad de siglos pasados, declara la guerra, ocupa ciudades y tierras, viola las leyes internacionales y a las personas. La política turca vive en el pasado, no se ha desarrollado ni puede desarrollarse, no busca soluciones políticas a través del diálogo y la diplomacia como hace la política actual; prefiere los métodos otomanos tan alejados de los avances de la política mundial que rechaza la ocupación de un país por otro y la violación de sus derechos.
Facciones radicales ligadas a Turquía, respaldadas militar y logísticamente por los turcos, controlan territorios kurdos de Afrin que en ningún momento plantearon una amenaza a Turquía, sino que fueron un ejemplo de convivencia pacífica entre todos los bandos sirios, un modelo de coexistencia religiosa y nacional alabado por muchos periodistas occidentales que visitaron Afrin y conocieron su realidad. El concepto de la emancipación de la mujer era un hecho en Afrin, las mujeres tenían un papel protagonista junto a los hombres en la gestión de la región, y un rol más destacado a la hora de influir en la sociedad y en su desarrollo. La libertad religiosa estaba a la altura de su vida religiosa. Había cristianos, alevíes, yazidíes y musulmanes suníes y todos eran libres de practicar sus ritos sin discriminación ni preferencia. El gobierno civil, que dirigía los asuntos de la región, no se limitaba a los árabes o los kurdos, también incluía a personas de fuera de la región, como medio para que todos los residentes de Afrin participaran en la gestión de sus asuntos.
Ahora todo ha cambiado, la región ha sido totalmente saqueada, las libertades religiosas están completamente restringidas, la coexistencia religiosa prácticamente no existe y los secuestros, la exigencia de rescates y los asesinatos se han convertido en algo cotidiano. La lengua turca es ahora un idioma oficial en los colegios, en los que todas las mañanas se saluda la bandera de la ocupación turca. Toda la región se encuentra bajo el mando de comités de seguridad y facciones extremistas radicales. Implementar el cambio demográfico es ahora la actividad más peligrosa puesta en marcha. Es muy diferente comparar el pasado y el presente de Afrin, entre Tel Abyad y Ras Al Ain, antes y ahora. Todas nuestras zonas ocupadas padecen la misma política. Si comparamos “las regiones del Escudo del Éufrates” con las que han sido ocupadas recientemente, encontraremos una enorme diferencia entre la libertad de la que gozan los individuos, los servicios provistos a los ciudadanos y su seguridad. Las regiones dirigidas por bandas extremistas se han convertido en un foco de corrupción en el que no existen las libertades, los servicios, ni la seguridad.
El colonizador siempre manipula la Historia al saquear el acervo histórico y cultural de las tierras ocupadas, con afán de destruir su patrimonio cultural e histórico y ensombrecer su identidad. Las ruinas de Afrin, Tel Abyad y Ras Al Ain no han sobrevivido al saqueo de antigüedades. Las bandas las excavaron, exhumaron y las trasladaron de contrabando a Turquía. Emborronar la Historia es un crimen muy grave, que busca eclipsar la verdadera identidad de una región. Todas estas prácticas son un crimen contra el pueblo que vive en los campos de la región de Shahba, que anhela a diario poder regresar a Afrin y espera con impaciencia. Solo podemos estrechar la mano de nuestro pueblo que resiste y tiene derecho legítimo a rebelarse para restaurar los derechos que le han sido usurpados. Pedimos a los representantes internacionales que se solidaricen con nosotros, para que nuestro pueblo pueda regresar a su hogar, para que el ocupante abandone las tierras que ha usurpado y para formar una comisión de investigación internacional que saque a la luz las violaciones de las fuerzas de ocupación y sus crímenes, una vergüenza para la humanidad en esta era moderna, y los lleve ante los tribunales. Reafirmamos el pleno derecho de nuestro pueblo a regresar y expulsar a los ocupantes.
FUENTE: Sinam Sherkany Mohamad / Syrian Democratic Times / Traducción: Rojava Azadi Madrid