Hrant Dink, bautizado por el historiador Osvaldo Bayer como “el Rodolfo Walsh armenio”, nació en una familia armenia en Malatya, Turquía, en 1954. Fue fundador y editor del semanario Agos desde 1996 hasta 2007. Su periódico, editado en idioma turco y armenio, trató desde sus comienzos temas difíciles en Turquía, especialmente cuestiones de derechos humanos y la situación de las minorías en el país con énfasis en los kurdos y los armenios.
Por su trabajo periodístico, Hrant Dink fue procesado tres veces bajo el artículo 301 del Código Penal turco, que prohíbe “insultar públicamente a la Nación turca”. En una entrevista para el Comité para la Protección de los Periodistas en 2006 con respecto a uno de sus procesamientos, Dink declaró: “Es una decisión política porque escribí sobre el Genocidio Armenio y ellos detestan eso, entonces encontraron una forma de acusarme de insultar a los turcos”. En 2010, tres años después de la muerte de Dink, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a su favor al entender que las persecuciones judiciales habían constituido un caso de violación de la libertad de expresión.
Fue en ese contexto que el 19 de enero de 2007 ocurrió su asesinato: Ogün Samast, un joven de 17 años le disparó a Hrant Dink en la puerta de Agos. Samast, quien confesó el crimen, fue condenado a 22 años y 10 meses de prisión el 25 de julio de 2011. El 16 de enero de 2012, Yasin Hayal, miembro de un partido ultranacionalista, fue condenado a cadena perpetua por haber ordenado el asesinato. Dos años después, el Tribunal Supremo de Turquía emitió un fallo en que se indicó que no se había investigado correctamente el caso de Hrant Dink.
Las imágenes del funeral del periodista marcaron un hito dentro de la sociedad turca el 23 de enero de 2007, con casi cien mil personas reunidas en Estambul bajo la consigna “Todos somos armenios, todos somos Hrant Dink”.
Doce años después del hecho, la situación del periodismo y la libertad de expresión en Turquía continua por un camino difícil. Según las mediciones de la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), en los últimos años Turquía empeoró sus cifras y para 2018 se encontró en el puesto 154 sobre 180 países en materia de defensa de la libertad de prensa.
“La caza a los medios de comunicación críticos emprendida por el gobierno de Recep Tayyip Erdogan culminó con el fallido golpe de Estado del 15 de julio de 2016. El estado de emergencia permitió a las autoridades cerrar de un plumazo decenas de medios de comunicación, reduciendo el pluralismo a un puñado de publicaciones de bajo tiraje que subsisten acosadas”, explica RSF.
“Turquía es de nuevo la mayor prisión del mundo para los profesionales de los medios de comunicación. Pasar más de un año detenido antes de ser juzgado se ha convertido en la norma; cuando son sentenciados, pueden ser condenados hasta a cadena perpetua. Los periodistas encarcelados y los medios de comunicación cerrados no pueden recurrir a ningún recurso legal: el Estado de derecho no es más que un recuerdo en una República hiperpresidencial, donde incluso las decisiones de la Corte Constitucional ya no se aplican sistemáticamente. La censura en Internet y en las redes sociales, alcanza niveles inéditos”, dice Reporteros Sin Fronteras.
La pregunta, a doce años del asesinato de Hrant Dink en Turquía, sigue siendo: “¿Qué cambió?”.
FUENTE: Matias Romero (Periodista de la Agencia Prensa Armenia) / Diario Perfil