Un mes después del inicio de la operación turca contra la ciudad de Afrin, en el noroeste de Siria, Damasco y las milicias kurdas han llegado a un acuerdo que permite a las fuerzas alineadas con el régimen entrar en la ciudad. Lo que ha pasado después podría considerarse uno de los episodios más confusos del conflicto sirio.
Vamos a empezar desde el principio. Para Turquía, Afrin es donde habita lo peor de las YPG, las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo. El enclave, incluida la ciudad del mismo nombre, se convirtió en el santuario más importante para los veteranos del PKK kurdo que actualmente opera en Siria, especialmente al oeste del río Éufrates. Afrin es también donde la milicia kurda no disfruta de la protección de los Estados Unidos.
Estas cuestiones hicieron de Afrin un objetivo ideal para Turquía bajo las limitaciones actuales. Al mismo tiempo, es poco probable que Turquía pueda asaltar la ciudad. Y si lo hace, sería aún más difícil controlarla. En cambio, como explicaba la semana pasada, Turquía busca lograr un acuerdo duradero que contemple sus preocupaciones de seguridad nacional en ese área. Para lograrlo, tiene tres objetivos principales: obligar a los militantes kurdos a ceder de alguna manera el control de la ciudad, establecer un cinturón de seguridad a lo largo de sus fronteras al norte y oeste de Afrin, y presionar a los estadounidenses para que tomen sus preocupaciones más en serio.
En los últimos días, Turquía parece haber avanzado hacía los tres objetivos a la vez. Los políticos estadounidenses se han vuelto más ansiosos sobre una postura asertiva turca en Siria y se está llevando a cabo un esfuerzo de acercamiento para cerrar la divergencia entre los dos socios de la OTAN. Rusia y las YPG también reanudaron las conversaciones para permitir que el régimen sirio entre en Afrin, a través de varias fórmulas negociadas por las dos partes. Finalmente, Turquía se ha acercado, aunque no por completo, a terminar con la presencia kurda a lo largo de sus fronteras al norte y oeste de Afrin. Una vez completados, estos logros vincularían la zona que creó en el verano de 2016, conocida como Escudo del Éufrates, con el tramo fronterizo creado durante la Operación Rama de Olivo iniciada el mes pasado.
Después, el régimen sirio hizo un curioso anuncio el lunes. La agencia estatal de noticias Sana informó que se había llegado a un acuerdo entre las YPG y Damasco que implicaba la entrada de “fuerzas populares” en Afrin para ayudar a repeler la “agresión” turca. Los funcionarios turcos habían acogido inicialmente el acuerdo con una advertencia importante, a saber, que la entrada del régimen solo sería aceptada si significaba el final del control de las YPG en Afrin. Poco después, las declaraciones de Ankara adquirieron un tono más agresivo.
Que Turquía acogería con satisfacción el control del régimen sirio sobre Afrin resulta indudable. Los funcionarios lo habían insinuado y previamente habían dado la bienvenida a tal escenario en lugares como Manbij y Deir Ezzor. Entonces, ¿qué ha causado la escalada, desde una bienvenida prudente y condicional, a un rechazo inequívoco, provocando ataques turcos contra las milicias pro régimen cerca de Afrin? Según fuentes informadas sobre el proceso, las circunstancias que rodean este episodio se podrían entender mejor de la siguiente manera:
Tanto Rusia como Turquía querían que las YPG cedieran el control de Afrin. Originalmente, el régimen también quería un acuerdo con las YPG, modelado según los acuerdos de “reconciliación” que Damasco ha alcanzado con varias ciudades rebeldes durante el conflicto, incluida la entrega de armas pesadas, permitiendo a las milicias vencidas vigilar sus áreas usando armas ligeras, así como gestionar sus propios puntos de control. Las YPG habían rechazado sistemáticamente cualquier acuerdo que permitiera a las fuerzas del régimen controlar significativamente la ciudad.
El acuerdo alcanzado entre las YPG y Damasco no incluyó absolutamente ninguno de los objetivos que Turquía había previsto y anticipado. El plan simplemente significaba que las “fuerzas populares” alineadas con el gobierno se unirían a los combatientes de las YPG en la dotación de los puestos de control kurdos. Al mismo tiempo, Turquía aún no ha completado el establecimiento del cinturón de seguridad cerca de Afrin. En consecuencia, Turquía naturalmente ha rechazado un acuerdo parcial que no logra ninguno de sus objetivos.
La única pregunta desconcertante es por qué Damasco ha optado por un acuerdo como éste. Después de todo, el compromiso que Rusia y Turquía querían beneficiaría igualmente al régimen, ya que le permitiría controlar una ciudad estratégica bien posicionada cerca de los bastiones de los rebeldes. Bajo el acuerdo actual, las milicias pro-régimen servirían básicamente como auxiliares de las YPG y no al revés, un compromiso difícil de asumir por los kurdos. Las negociaciones YPG-Rusia, por otro lado, incluían un plan para permitir una presencia más significativa del ejército sirio dentro de Afrin, con la posibilidad de establecer puestos fronterizos compartidos por los turcos y el régimen, cercanos a Turquía.
Una posible explicación, ofrecida por una fuente siria familiarizada con las negociaciones, es que la entrada de las milicias es sólo la primera etapa de una creciente presencia del régimen en Afrin, que debe lograrse más en los términos fijados por el régimen en lugar de ser parte de los previstos por Rusia, que consideraba un acuerdo patrocinado que permitiría a Turquía mantener los logros alcanzados durante el último mes. A pesar de la aprobación de Rusia a la intervención turca en el norte, el régimen ve a Turquía como un invasor, y la operación Afrin ha escandalizado aún más a las bases del régimen. Este motivo perturbador del régimen es una explicación plausible, pero este aspecto sigue siendo una cuestión abierta.
Aparte de los razonamientos del régimen, los cálculos de Turquía resultan menos ambiguos. Es probable que la escalada de la campaña en Afrin continúe hasta que se revise el control de las YPG sobre la ciudad y se aseguren sus fronteras. Tal escenario ya se intentó antes de la invasión de Afrin, por medio de una propuesta rusa para que las YPG permitieran al régimen tomar el control de la ciudad. Cualquier acuerdo que no cumpla con las dos condiciones probablemente será rechazado por Ankara.
Para Turquía, apenas un mes después de la operación Afrin, es demasiado pronto para aceptar un acuerdo que sólo fortalezca a las YPG en la ciudad; en esto, tiene a Rusia de su lado. Del mismo modo, Estados Unidos ha comenzado a tomarse los intereses turcos más en serio.
En conjunto, Turquía se está acercando a lograr lo que no logró durante mucho tiempo por medio de la diplomacia en Washington y resulta difícil considerar por qué ahora aceptaría algo menos que un acuerdo que interrumpa de manera sostenible el proyecto de las YPG cerca de sus fronteras.
FUENTE: Hassan Hassan / The National / Traducido por Rojava Azadi