El 15 de febrero de 1999, el líder kurdo Abdullah Öcalan fue capturado en Kenia por agentes especiales turcos que actuaban en conexión con la CIA y el Mossad, mientras se dirigía desde la embajada griega al aeropuerto de Nairobi.
La captura del “enemigo número uno” de Turquía fue anunciada por las autoridades de Ankara como una victoria contra los kurdos, que habían estado librando un levantamiento masivo contra las políticas de negación y discriminación; una lucha que Öcalan había liderado desde la década de 1980. La captura de su líder fue considerada por los kurdos como el resultado de un “complot internacional” que involucró a los servicios de seguridad de varias naciones, incluidas la CIA, el MI5 y el Mossad.
La captura de Öcalan fue seguida por un juicio en el que los fiscales turcos intentaron retratar al líder kurdo como un “terrorista”. En cambio, Öcalan utilizó su defensa para articular una propuesta de paz y reconciliación entre turcos y kurdos, basado en el reconocimiento de las diferencias culturales y étnicas de los kurdos, dentro de un estado unitario.
Durante muchos años, Öcalan estuvo recluido en un régimen de aislamiento en condiciones peligrosas en la isla de Imrali, frente a la costa de Estambul. Se dijo que su estado de salud se estaba deteriorando debido al ambiente hostil de la prisión. Pero a pesar de todas sus dificultades personales, Öcalan ha seguido desempeñando un papel central en la política turca y ejerce una influencia entre el movimiento kurdo que no puede ser ignorada. Ha abogado por un acuerdo negociado, presentando propuestas detalladas que piden a ambas partes que tomen medidas para lograr un final permanente al conflicto. Ha utilizado su influencia entre los kurdos para instar repetidas veces a un cese al fuego unilateral de las guerrillas kurdas, para darle una oportunidad a la paz. Esta postura fue adoptada repetidamente por parte de las guerrillas frente a la continua agresión del ejército turco.
Insistiendo en que es un prisionero político, Öcalan y el movimiento kurdo han mantenido una posición constante para una conclusión pacífica del conflicto, basada en el logro de la justicia para el pueblo kurdo. A través de continuas discusiones, sus propuestas han evolucionado hacia la demanda de “autonomía democrática” dentro de Turquía, una política que contempla el otorgamiento de poderes de decisión locales en las regiones a través de derechos sociales y culturales tales como el uso del idioma kurdo y la educación en la lengua materna, cumpliendo así las antiguas demandas kurdas.
Lo que está claro es que Turquía, desde la detención de Öcalan, no ha logrado la eliminación del movimiento kurdo, así como ha fallado en su insistencia en mostrar a Abdullah Öcalan como un criminal o terrorista. La influencia de Öcalan sigue siendo crucial para lograr el fin de este conflicto prolongado.
FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina