El 24 de enero, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se refirió sus intenciones en el norte de Siria. Sobre la operación militar en curso contra el enclave kurdo Afrin de ese país, juró “eliminar a los terroristas y hacer que el lugar sea habitable” para el refugiados sirios en Turquía.
El presidente turco procedió a distorsionar descaradamente la composición demográfica de Afrin cuando afirmó que: “En Afrin, el 55% son árabes, el 35% son kurdos y el resto son turcomanos”.
Si bien es difícil determinar con precisión la composición demográfica de Afrin, los kurdos han formado la mayoría de esa región durante generaciones. Desde que Afrin, junto con el resto del Kurdistán sirio, obtuvo una autonomía sin precedentes de Damasco en 2012, como resultado de facto de la Guerra Civil siria, ha protegido a los árabes desplazados de toda Siria. Hasta que Turquía lo atacó, Afrin constituía una zona segura para muchos sirios de diferentes orígenes, y en gran medida no fue afectado por la guerra que devastó a la mayoría del país.
Fehim Tastekin, de Al-Monitor, señaló que los kurdos “son la abrumadora mayoría” en Afrin y comparten la región con “algunos árabes, pequeños grupos de turcomanos en la zona rural del norte, kurdos alauitas en Mabata, kurdos yazidíes en Kastel Cindo y Ezaze y grupos menores de armenios y circasianos”.
La distorsión de Erdogan de los datos demográficos y su promesa de devolverlo a “sus legítimos propietarios” sugiere que tiene la intención de realizar algún tipo de limpieza étnica en la región. Aunque se trate de una retórica, destinada al consumo interno o de una amenaza real, eso todavía está por verse.
“Es difícil saber exactamente a qué se refiere Erdogan cuando dice que Afrin será devuelto a sus dueños originales -dijo a The Region el profesor Joshua Landis, experto en Siria de la Universidad de Oklahoma-. Supongo que las milicias turcomanas y árabes tendrán libertad para hacer lo que quieran en Afrin una vez que ganen, lo que seguramente no será bueno para los kurdos”.
Aunque la llamada Operación Rama de Olivo está en su inicio, y probablemente continuará por muchos meses, se estima que Turquía ya mató a más de 100 civiles y destruyó el 60 por ciento del antiguo templo neohititita de Ain Dara.
Turquía planea conquistar Afrin en dos fases. La primera fase, ahora en curso, es el establecimiento de una zona de amortiguamiento de 20 a 30 kilómetros a lo largo de la frontera. La segunda fase planificada es una campaña de guerra urbana destinada a forzar a las YPG (Unidades de Protección del Pueblo) desde los centros de población del área, que consisten en una ciudad pequeña y aproximadamente 350 aldeas vecinas.
“Refiriéndose a la segunda fase, el primer ministro ha dicho: ‘Destruiremos a los terroristas ubicados en el centro de Afrin y en otras regiones’. Esto significa involucrarse en una guerra urbana con los terroristas. ¿Las Fuerzas Armadas Turcas (TSK) tienen experiencia en esto? Sí. Silopi, Cizre. ¿Recuerda esos incidentes?”, dijo el ex Jefe de Gabinete turco, el General İlker Başbuğ.
Mientras Başbuğ afirma que los comandantes turcos son cautelosos de causar “daños colaterales”, los toques de queda y la destrucción total de ciudades y pueblos kurdos en el sureste de Turquía, durante las recientes operaciones de Ankara contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), refieren un precedente tranquilizador. El nivel de destrucción de áreas urbanas como Sirnak se volvió indistinguible de las zonas de guerra urbanas en la vecina Siria.
Más preocupante es el tipo de grupos islamistas con los que Ankara no ha tenido problemas para colaborar. El despliegue de fuerzas en Idlib, en octubre pasado, tuvo poco que ver con la lucha contra el grupo islamista Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), que controla toda la provincia. HTS incluso escoltó a las tropas turcas a posiciones estratégicas al sur de Afrin, permitiendo a Turquía completar su cerco de ese enclave.
Turquía incluso trabajó directamente con Jabhat al-Nusra, una encarnación anterior de HTS y vástago de al-Qaeda. En una ocasión, relatada por el profesor Landis, Ankara incluso permitió a los militantes de Nusra “ingresar a Turquía dentro de Turquía en 2013 cuando encabezaron una invasión desde territorio turco hacia Kassab, al norte de Latakia”.
Esa región, continuó Landis, “es conocida por sus aldeas armenias, las últimas aldeas armenias tradicionales que no fueron limpiadas étnicamente por Turquía durante la Primera Guerra Mundial”.
Los armenios huyeron y los militantes de al-Nusra rápidamente comenzaron a trabajar saqueando las iglesias en el área, en un claro esfuerzo sistemático por borrar la existencia de esa comunidad.
El mismo año, al-Nusra expresó su intención genocida contra los kurdos de Siria. En una fatwa, el grupo incluso alentó a sus militantes a violar a las mujeres kurdas, como el Estado Islámico (ISIS) hizo infamemente contra las mujeres kurdas yazidíes en Sinjar en 2014.
“Los kurdos son kufar (incrédulos) y matar a los kurdos, tomar a sus mujeres, saquear sus propiedades y destruir sus hogares es justo”, decía el texto de la fatwa.
Los representantes de la milicia siria de Turquía que luchan actualmente contra las YPG, bajo la bandera del Ejército Sirio Libre (FSA), mostraban una inclinación similar por tal crueldad y sadismo cuando mutilaron el cadáver de una integrante de las Unidades de Protección de Mujeres (YPJ).
Cuando al-Nusra, y más tarde ISIS, tenían el control de la ciudad de Tal Abyad, en la frontera norte (conocida como Gire Spi por los kurdos), Turquía no planteó ninguna objeción. Sin embargo, cuando las YPG expulsaron a este último en el verano de 2015, Ankara acusó al grupo de limpieza étnica.
Hoy, cuando Turquía invade el territorio más extenso y vulnerable de Rojava, está claro que si estos precedentes se cumplen, el Estado turco está dispuesto a permitir atrocidades contra los kurdos que, en última instancia, podría resultar en una limpieza étnica.
FUENTE: Paul Iddon / The Region / Traducción y edición: Kurdistán América Latina