Los Koçer son una etnia dentro de una etnia, se podría decir. El término Koçer (nómada, en kurdo) se utiliza tradicionalmente para denominar a la población nómada de la zona de Hasankeyf. Esta sección nómada es tradicionalmente ganadera, y cuida su ganado en tierras “alquiladas” a los terratenientes, dehmani. Éstos son los agha (término también usado para “jefe de tribu”) o terratenientes de dicha zona de Bakur (es una distinción muy local de dicha zona). Es el sistema contra el que lucha PKK; el sistema feudal tradicional que mantiene a algunas familias terratenientes y a otras presas del trabajo en dichas tierras. Aún así, algunas familias tradicionalmente aghas apoyan al partido y sus políticas. Al contrario, el PKK apoya a los Koçer por varias razones: por un lado, es la clase oprimida (aunque no siempre pobre). Los Koçer, al ser nómadas, viajan y trabajan en familia, siendo ésta la base de su comunidad. En este punto es importante destacar que trabajan hombres y mujeres juntos, lo cual posa unas bases para el trabajo de género que tiene en cuenta el PKK. Además, los niños y niñas no van a la escuela, lo cual ha sido causa de desprestigio social de este grupo. Ésto significa por un lado que no reciben la educación religiosa del islam, y por otro, tampoco reciben la imposición de la educación y cultura árabe ni turka. Son un grupo “muy kurdo” (palabras textuales de un kurdo de la zona), que mantienen la lengua y las tradiciones kurdas muy “puras”, lo cual podría decirse que es otro motivo de desprestigio en las zonas más asimiladas por las culturas arabe y turka.
Se podría decir que en muchas partes del estado español ocurre algo parecido con la gente más “tradicional”, que habla el castellano con diferentes acentos y tiene costumbres que no se adecuan a la modernidad capitalista y a la cotidaneidad de consumo o trabajo asalariado establecidas, ni a la vida de la ciudad. Podría hacerse esta comparación, aunque hay que tener en cuenta que hoy en día los koçer también viven en las ciudades y tienen trabajos asalariados “normales”, e incluso algunos son terratenientes, y en muchos casos han dejado de un lado la forma de vida nómada. Aún así, la gente se sigue denominando koçer a sí misma, como una seña de identidad (intra)étnica.
Al mismo tiempo que algunos de sus rasgos culturales se van perdiendo, la gente organizada en el partido HDP y autónomos organizan festivales para recordar algunos rituales de este grupo. Uno de ellos se llama berxbir, y recuerda la marcha colectiva para esquilar las ovejas. Esta tarea se hacía en colectivo, sobre todo, por la falta de herramientas. Ésta es la interpretación lógica de una mente típicamente materialista de occidente, pero ¿por qué no pensar que simplemente no veían la necesidad de que cada casa tuviera herramientas para esta tarea, si podían compartirlas?
Es la lectura que muchas veces se hace desde occidente: argumentamos algunas costumbres desde la persectiva de “falta de material”, por nuestra inercia individualista y materialista acostumbrada a tener todo lo que necesitamos en cada momento. Puede ser que la primera causa del compartir sea meramente material, pero eso no significa que en el fondo existan otras formas de hacer las cosas, más colectivas, menos centradas en la urgencia y en lo material.
Hay más costumbres colectivas que también podrían interpretarse que lo son “por falta de material”, como el proceso de hacer bulgur (trigo). Ésta no es una costumbre estrictamente de los koçer, sino de los campesinos. Primero, para recoger el trigo cada casa puede pedir ayuda (xelastek), si va a empezar a llover, si se está haciendo de noche… al grito de xelastek, los vecinos acuden a ayudarle hasta acabar con la cosecha. Después, el proceso de hacer bulgur es siempre colectivo, y es además motivo de fiesta: todo el pueblo se reúne, los que van a trabajar y los que no, para bailar al ritmo de los golpes que los trabajadores dan para triturar las semillas de trigo. Ésto lo hacen con todo el trigo del pueblo, con lo cual, este festival improvisado de trabajo puede durar varios días, y varias horas cada día. Podría interpretarse como un ritual de unión del pueblo basado en la subsistencia y en la autogestión, en el cual todo el pueblo se hace cargo del trigo de todo el pueblo, aunque después se reparta a cada uno lo que ha cosechado en su tierra.
Hay varios ejemplos de cooperación parecidos también en el estado español, en zonas tradicionalmente rurales, que aún persisten en algunos casos. Tenemos el tornallom, tradicionalmente de l’Horta de València, un sistema cooperativo que se basa en el trabajo colectivo rotativo: un día una casa ayuda a otra, y al día siguiente al revés.
Un ejemplo parecido de rotatividad existe en la zona de Diyarbakir, relativamente cerca de la zona de Hasankeyf mencionada al principio. Se trata de acumulación de excrementos animales para combustible. Se recoge y se dejan secar los excrementos durante un mes, y la colocación y trabajo de almancenamiento, que requiere bastante trabajo, se hace en colectivo para una casa cada vez. Es especialmente importante este trabajo colectivo para asegurar que todo termina antes de que llueva.
En la tradición de Euskal Herria también existen varios ejemplos de trabajo colectivo, rotativo y de reciprocidad. En la zona de los Pirineos, se hacía el pan para todo el barrio, asumiendo esta tarea una casa cada vez. Para desgranar el maíz, se reunían después de la jornada de trabajo todos los habitantes del barrio en el portal, mientras hablaban y cantaban (igual que en la elaboración del bulgur). En algunas zonas, incluso existían diferentes grados de reciprocidad según la distancia entre los caseríos, asumiendo cada grado unas tareas concretas: por ejemplo, el grado más intenso asumiría el soporte económico mutuo del día a día, el grado medio, el soporte económico puntual y el grado más lejano asumiría las visitas cuando había muertes, nacimientos y enfermedades. Así se aseguraba todo un entramado de relaciones comunitarias de barrio basadas en el compromiso, el apoyo mutuo y la moral.
Ésto último de las visitas tiene especial importancia también en la tradición kurda, que sigue todavía viva. Cuando alguien muere, todo el pueblo se compromete a que en la casa del fallecido haya gente constantemente durante al menos una semana, para traer comida, cocinar para la familia y los invitados, dar conversación para mantener entretenida a la familia y hacer sentir que la vida continúa.
Al contrario de estos ejemplos de trabajo colectivo, tenemos el de los xalice o alfombras tradicionales kurdas e iranianas. Aunque estas alfombras en teoría son tradicionales y existen “desde siempre”, entendemos que no era un trabajo habitual, ya que no se necesita una alfombra cada mes ni cada año. El auge de este trabajo surgió en los 1990, cuando el turismo llegó a estas zonas de Oriente Medio. Para hacer estas alfomnbras no hace falta más de una persona, y ésta puede ir haciéndola de rato en rato, dejándola a medio hacer y retomándola cuando pueda.
Con lo cual, tenemos el ejemplo de un trabajo individual al servicio del turismo y el comercio y que funciona gracias a ésto, frente a los trabajos colectivos tradicionales para la subsistencia que parece que estén en peligro de extinguirse.
Las políticas del PKK y del movimiento del confederalismo democrático apuestan más por esta segunda línea de autogestión, autoabastecimiento y colectivización de la vida frente a la negación del industrialismo, la esclavitud del trabajo asalariado y la individualización de la vida. Según las tradiciones que hemos esbozado, además de otras que seguro existen, parece ser que cuando empezaron a trabajar en esta dirección ya existían algunas bases. Además, antes de la guerra ya existía una situación de precariedad y bloqueo económico por parte de los estados turko y sirio, que hacía pensar y actuar al pueblo kurdo de manera autogestionada. En situaciones de no-abundancia como ésta, se hace más evidente la necesidad de organizarse colectivamente para la ayuda mutua y autoabastecimiento de necesidades que no cubre un mercado en constante movimiento, por consiguiente, hay más herramientas para hacer frente a un estado (o a dos), ya que la gente no depende de el(los) e incluso los rechaza.
Por lo tanto, se puede concluir que el PKK tuvo relativas facilidades para hacer el trabajo ideológico de base gracias a las costumbres y estructuras colectivas que ya había en las zonas kurdas, y el apoyo que desde el principio les brindaron grupos como los koçer.
Con lo cual, queda por responder la pregunta que varias de nosotras nos hacemos ya: ¿podría pasar algo parecido aquí? Es decir, ¿existen aquí estructuras y costumbres que podrían servir de base para una revolución social para la colectivización de la vida como alternativa al capitalismo global?
Fuente: Azadí – Plataforma