La ciudad de Raqqa, ex capital del Estado Islámico en Siria, ha sido completamente liberada. La ciudad es un cuadro de los duros combates y bombardeos. Escombros, destrucción, ruinas. Una ciudad que antes de la guerra contaba con alrededor de 220 mil habitantes y que ahora necesitará de muchos millones de inversión para poder volver a habitarla.
Las YPJ (Unidades de Protección de la Mujer) y la facción femenina de las QSD (Fuerzas Democráticas Sirias) han sido partícipes en primera línea de combate. Unidas, mujeres árabes, kurdas y siriacas, han combatido al mayor grupo extremista religioso del mundo. Para muchas de ellas no fue fácil unirse a las milicias, pues las familias no siempre están de acuerdo. Éste es el caso de la combatiente Azadî, palabra que en kurdo significa “Libertad”, que escogió su nombre cuando se marchó de su casa para unirse a las YPJ en el año 2015. “Mi familia no estaba de acuerdo, me atemorizaban para que no me uniera”. Originaria de la ciudad de Derbiesiye, con sus 19 años ha tomado parte en la operación de Raqqa luchando con su ametralladora BKS. Cayó herida y estuvo durante un mes convaleciente en el hospital de Haseke. Le pregunto si su herida ha tenido secuelas y me contesta: “No tengo dificultades. Me olvido del dolor cuando estoy con las compañeras”. Reconoce que lo más difícil de la guerra es cuando los compañeros caen en batalla y dice: “Cuando cae un compañero sehid (mártir) eso nos enfurece y luchamos aún más fuerte”.
Una batalla de siete meses
La operación de Raqqa ha durado un total de 7 meses. Primero tuvieron que liberar cada pueblo en las inmensas llanuras de Siria. Luego tomaron el punto estratégico de la presa de Tabqa a principios del mes de mayo. Para finalmente llegar a la ciudad y librar una batalla durante 135 días contra un enemigo que tuvo mucho tiempo para preparar la guerra en su propio terreno. Según la combatiente árabe Nîsan, cuando las QSD llegaron a las puertas de la ciudad de Raqqa, el ISIS había preparado un escudo humano de civiles: “Cuando pasamos a los arrabales de la ciudad de Raqqa, Daesh había reunido a los ciudadanos y hecho una barrera con ellos para que cuando nuestras fuerzas llegarán no pudieran abrir fuego”. Según datos del Observatorio Sirio de para los Derechos Humanos, se han contabilizado 3.250 muertos en la batalla de Raqqa, de los cuales 1.330 eran civiles, probablemente ocasionados por los bombardeos de la coalición.
La ciudad por dentro es un laberinto. Túneles kilométricos de varios metros de profundidad, hospitales bajo tierra y cientos de minas colocadas en los lugares más insospechados, como por ejemplo dentro de una caja de paquetes de fideos Un comandante de las YPG una vez me comentó: “En Raqqa tenemos 3.000 enemigos: 1.000 miembros del Daesh y 2.000 minas”.
“Cuando vi a mujeres combatientes, que nos venían a liberar, yo también quise unirme”
Arjin (sobrenombre de combatiente), de 17 años, se ha unido hace 3 meses a las YPJ. Es de Raqqa. Ha vivido 5 años bajo el dominio del Daesh. Recuerda cómo no podía salir a la calle, cómo no podía ir a la escuela. El Estado Islámico raptó a su padre y pidió a la familia 10 millones de liras sirias, aproximadamente 2.000 dólares, para liberarlo. Hasta que la familia pudo conseguir el dinero su padre permaneció encerrado. Arjin recuerda cómo todos sus vecinos se unieron al Daesh para evitar las represalias y la crueldad, pero ella comenta que su familia no quiso unirse, decían que no querían ser partícipes de esa crueldad. Por ello no podían salir de casa y piensa que por eso también raptaron a su padre. Sus vecinos siempre les decían que, siendo árabes y musulmanes, debían unirse.
La combatiente de las QSD, Nîsan, que también participó en la operación de Raqqa, recuerda las historias sobre los mercados de esclavas: “El sistema de Daesh era vender y comprar a las mujeres. Había mercados de mujeres, vendían mujeres ezidis (yezidíes), también mujeres cristianas, tenían un bazar especial para ello.” El precio oscilaba, pero solían valer unas 9.000 liras siras, el mismo precio que una oveja. “Yo me uní a la operación de liberación de Raqqa para luchar por los derechos de las mujeres, aquí no había derechos para las mujeres, las mujeres sólo eran esclavas, las mujeres no podían decir nada, no tenían palabra. He venido para proteger los derechos de las mujeres”.
El objetivo de las YPJ: “Luchar contra la mentalidad del macho dominante”
La combatiente Azadî ha sido destinada a Raqqa para abrir un centro donde las jóvenes de la zona puedan unirse a las milicias. Habla con pasión de su vida en las YPJ y del trabajo que le han destinado a realizar. “Cuando las mujeres ven el trabajo que hacemos, cuando ven la vida que tenemos, ellas también quieren unirse”. Azadî reconoce que algunas de las chicas que llegan para unirse huyen de situaciones de crueldad dentro de las familias, pero que también son las familias las que, a veces, traen a sus hijas para que conozcan a las YPJ y se unan a ellas.
Arjin desea luchar por los derechos de las mujeres árabes. Reconoce que la sociedad árabe es injusta con las mujeres. “En mi sociedad, la mujer es esclava, no tiene derechos, los hombres se comportan con crueldad con las mujeres. Una mujer es igual que unos zapatos para los hombres”. Arjin desea que todas las mujeres árabes se unan a las YPJ para luchar por sus derechos, para aprender la filosofía de las YPJ y poder combatir la mentalidad patriarcal. “Para luchar por la liberación de la mujer tenemos que conocer nuestra sociedad, tenemos que conocer la mentalidad del hombre, conocer la mentalidad del Daesh, conocer el por qué de su crueldad con las mujeres. Cuando lo conocemos lo podemos combatir, y así podemos liberar a las mujeres.”
FUENTE: Sara de Ceano-Vivas /Berria/Traducción: Rojava Azadî