Por Orsola Casagrande y José Miguel Arrugaeta
Nos las presentan como heroínas salidas de la nada, que armas en mano luchan junto a los hombres, defendiendo la ya épica ciudad de Kobane. Las jóvenes milicianas y sus oficiales mujeres son, sin embargo, continuadoras de lo que ya se ha convertido en una “tradición” entre las mujeres kurdas: luchar por la libertad de su pueblo y por su propia liberación. Detrás de imágenes y noticias se esconde la verdadera historia del proceso de liberación de la mujer en el Kurdistán, en la que el PKK ha jugado un papel casi fundacional.
Resulta curioso y hasta cierto punto morboso el interés que muestran los grandes medios de comunicación occidentales por la marcada presencia de mujeres en la batalla contra el Ejército Islámico (ISIS) en Kobane. Corren ríos de tinta para explicarnos cómo las “leonas” kurdas aterrorizan a los militantes del ISIS, o como mantienen su fría mirada al matar islamistas. Incluso han ido apareciendo “leyendas” sobre algunas de ellas, por supuesto falsas.
Una mirada “occidental” deformadora y desconocedora de las mujeres kurdas
Las imágenes de estas milicianas han dado la vuelta al mundo repetidas una y otra vez por numerosos medios y redes sociales sin que nadie parezca preocuparse demasiado por averiguar las razones y antecedentes de un hecho tan significativo, en claro contraste con la situación de la mujer en esa región del mundo.
Detrás de tanto “interés” se puede percibir la reproducción, una vez más, de formas de pensar y entender el mundo que mezclan el machismo con un neo-colonialismo reiterativo y persistente. La verdad, una labor de información profunda y el conocimiento del “otro” son también por lo general víctimas en los conflictos.
En el panorama que describimos, con sus muy honrosas excepciones, predominan el desconocimiento, la ignorancia y hasta un malsano desinterés sobre como el pueblo kurdo (el más numeroso del mundo sin estado) ha resistido en contra de sus múltiples enemigos y de cómo sus mujeres mantienen un profundo y antiguo compromiso en las luchas por la libertad de su pueblo.
¿Alguien podría explicarnos desde cuándo, cómo y por qué en una sociedad, aun tan patriarcal y feudal como la kurda, las mujeres han tomado las armas para luchar en pie de igualdad con los hombres? Claro que la pregunta es intencionalmente malintencionada pues adentrarse en las razones de esta realidad resulta no solo inconveniente sino también políticamente “peligroso” para la salud de los prejuicios que se reproducen desde un pensamiento de matriz claramente occidental.
Algunos antecedentes en la historia
La historia del pueblo kurdo (en Irán, Iraq, Siria, Turquía, Armenia y la diáspora) está repleta de historias personales -y por lo tanto colectivas- de mujeres comprometidas. Nos podríamos referir a la guerrillera Telli Xanim, mujer del comandante Yado, que tomó parte en la revuelta de Seik Said en 1925, o a Zerîfe Xanim, quien combatió y murió junto a su marido, el poeta kurdo Elîsêr, durante la rebelión de Dersim en 1938. Acercándonos más en el tiempo también podríamos referirnos a mujeres que escribieron su propia historia, muchas aun por recuperar y relatar, como pueden ser los casos de la asiria Margaret George Shello quién se unió a los peshmergas en 1960, con apenas 20 años, o la kurda Leyla Qasim ejecutada en el 1974 por el régimen del Baas.
Sin embargo, si queremos entender la participación de las mujeres en la vida y las luchas del Kurdistán en fechas más recientes hay que referirse al cambio radical que supuso el nacimiento del PKK, en 1978, y a las posiciones defendidas por su principal líder, Abdullah Öcalan. Por ello constatar la numerosa presencia de mujeres en la defensa de Kobane obliga sin más a reconocer el papel del PKK y su dirigencia en las luchas y conquistas que durante las últimas tres décadas han protagonizado las mujeres kurdas. Aunque resulte “inconveniente” para muchos hay que subrayar que la firme posición y acción política de Öcalan, defendiendo que la liberación del Kurdistán pasa necesariamente e inevitablemente por la liberación de las mujeres, supuso un nuevo punto de partida.
Sin entrar mucho en materia baste decir que el presidente del PKK, hoy encarcelado en Turquía, sintetizaba en el 2010 conceptos muy claros al respecto cuando afirmaba que “la contraposición entre los sexos representa la contraposición más importante del siglo XXI. Sin la lucha contra la ideología y la moral patriarcal no podemos alcanzar una vida libre ni construir una sociedad verdaderamente democrática y realizar el socialismo. Así como los pueblos tienen derecho a la autodeterminación, también las mujeres deberían determinar por sí mismas su propio destino. Es una cuestión que no podemos dejar de lado o dilatar. Al contrario, en la formación de una nueva civilización la libertad de la mujer es fundamental para la realización de la igualdad”.
Es por ello que a partir del nacimiento del PKK, y durante los últimos treinta años, las mujeres kurdas han construido su autonomía al interior de las organizaciones políticas, sociales y militares, en un ambiente teóricamente favorable. Y hay que decir “teóricamente” pues como afirmaba recientemente una de las dos Comandantes en Jefe de las YPG/YPJ en Kobane, Meryem Kobane, “la actitud inicial de los hombres ha sido de falta de confianza en las mujeres. Algunos expresando preocupaciones del tipo de ¿cómo pueden mujeres mantener una posición y combatir?”. Meryem subrayaba también que “las mujeres no están combatiendo solo contra el Estado Islámico, también combaten contra la mentalidad de ‘macho dominante’ entre nosotros mismos y han desmontado tabúes. La resistencia en Kobane está dirigida por mujeres que al mismo tiempo que combaten al ISIS destruyen valores machistas y favorecen una actitud libertaria hacia las mujeres para que podamos ocupar un lugar en una nueva sociedad”.
El largo recorrido por su libertad
Las palabras de Meryem Kobane, dichas fusil en mano y en primera línea del frente, nos recuerdan que más allá de las imágenes y las palabras, en Rojava o en las montañas del Kurdistán, en las filas del PKK como en las del YPG/YPJ (sirio) o en las del PJAK (iraní), las mujeres siguen peleando en dos frentes: uno en contra de la represión política, social y cultural que niega al pueblo kurdo, y otro contra la mentalidad machista que todavía persiste dentro y fuera de su entorno natural.
Pero a esta persistente lucha de las mujeres kurdas para entenderla a cabalidad hay que ponerle obligatoriamente nombres e historias de mujeres de carne y hueso, como pueden ser Sakine Cansiz, de 54 años y fundadora del PKK; Fidan Dogan de 32 años y Leyla Saylemez de 24 años, asesinadas en París a sangre fría, en un calculado crimen de Estado el 9 de enero 2013. Tres mujeres kurdas de tres generaciones diferentes unidas por una misma causa: la libertad de su pueblo.
O podría ser también la de Kader Ortakaya, de 28 años, asesinada por el ejército turco el pasado 6 de noviembre mientras participaba en la cadena humana organizada para defender Kobane, a todo lo largo de la frontera de Suruc-Kobane. Igualmente nos podríamos referir a Leyla Zana, la primera mujer kurda elegida al parlamento turco en 1990, que cumplió 10 años de cárcel por intentar llevar en lengua kurda palabras de paz y hermandad entre los pueblos de Turquía y que hoy, irónicamente, sigue defendiendo su causa en el mismo parlamento del cual la expulsaron hace más de veinte años.
No son muy diferentes los relatos desde el Kurdistán de Irán donde también las mujeres han jugado siempre un importante papel, pagando en muchos casos con la vida y el sufrimiento su compromiso con la libertad de su gente. Se estima que la mitad de los guerrilleros que integran el PJAK son mujeres y su co-Presidenta es también una mujer, Evîndar Rênas. Su protagonismo se refleja en rostros con nombres propios como los de la guerrillera del PJAK Şirin Elemhuli ejecutada por el régimen de Teherán en el 2010, que inspiró la novela recién publicada “Pepûleya Azadiyê” (Mariposa de Libertad) escrita por Ehmedê Bilokiyê (preso político kurdo del PKK), o la de Zeynab Jalalian de 31 años, condenada a cadena perpetua en Irán, quien el pasado 8 de octubre escribía: “la tortura continua en la cárcel. Me han pegado tanto la cabeza contra la pared que ya no puedo más con las migrañas y he perdido ya la vista de un ojo, mientras el otro está muy débil”.
Las milicianas de Rojava, continuadoras de una tradición de lucha
Las mujeres del Kurdistán hace más de tres década que vienen ganándose su papel protagónico y su igualdad a todos los niveles, mediante su activa participación y un firme compromiso en todos los terrenos. Sus vidas e historias personales han ido llenando, página a página, el cuaderno de bitácora de la libertad de su pueblo y la de ellas mismas. Por eso las jóvenes milicianas que defienden Kobane contra las banderas negras del ISIS, que pretende someterlas de nuevo, son continuadoras de lo que ya es una tradición entre las nuevas generaciones de kurdas: luchar por la libertad de su pueblo y por su igualdad, en contra de costumbres y usos feudales que van dejando en el olvido.
No es ninguna casualidad que siguiendo esta “tradición” de lucha y compromiso, en Rojava una de las primeras decisiones de los kurdos de ese territorio fuera precisamente la creación de asambleas de mujeres, a las que le siguieron organizaciones sociales, política y militares propias.
Mirar detrás de las imágenes repetidas de las jóvenes milicianas kurdas, ir más allá de los “falsos asombros” ante su entrega y participación, supone de hecho intentar conocer y entender sus luchas y a sus predecesoras en este largo camino por su liberación. Un recorrido que han hecho ellas mismas y que atenta directamente contra los falsos mitos y prejuicios que se promueven desde Occidente. Imágenes deformadas de una realidad que sirven de argumento para justificar guerras y constantes intervenciones en la zona de Oriente Medio, donde los “salvadores” dice defender valores como la democracia, los derechos humanos o la liberación de la mujer, cuando en realidad no son sino nuevas “cruzadas” que ahora se llaman “guerras humanitarias”, un desafortunado concepto que también ha asumido mansa y acríticamente una gran parte de la izquierda tradicional.
Las mujeres kurdas no son “super-heroínas” de un video juego, no les hace falta que nadie venga a “liberarlas”, ni que les “instalen” democracias de importación; ellas se ocupan por sí mismas de sus problemas desde hace muchos años. En todo caso lo que necesitan es apoyo moral, político y humano, pues su causa es también la de su pueblo. Entender estas cosas es también una forma de liberar nuestra mente de prejuicios e imágenes prefabricadas que nos venden como si fuésemos consumidores y no seres humanos solidarios y comprometidos con los tiempos que nos han tocado.