A 100 kilómetros al sur de Mosul, en Irak, donde hace veinte años apenas sobrevivían “piedras, serpientes y escorpiones”, se levanta hoy en día un campo de exiliados kurdos de Turquía. A pesar de las guerras en Irak, los ataques del Daesh y la traición de los peshmergas, esos hombres y mujeres han conseguido crear una sociedad autoorganizada en un rincón del desierto, bajo la protección del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán).
“Queremos volver a nuestro pueblo, incluso si para ello tenemos que sufrir. Este no es nuestro hogar”, suspira Asiya, reajustando el pañuelo blanco que rodea su rostro marcado por los años y los desafíos. Detrás la ventana de su modesto hogar, el polvo que levanta el viento hace del sol un pálido círculo que brilla en el cielo gris. La nube enmascara la cima de las colinas rocosas y desnudas a cuyo costado se adosa Makhmur, y tapa el horizonte de llanuras desérticas que le hace frente.
A pesar de los años transcurridos, todas sus habitantes consideran el campo un refugio temporal y sueñan con su regreso. Su verdadero hogar se encuentra en Bakur (Turquía), de donde fueron expulsadas durante los años 1990 por la violencia y la represión del Estado turco. Después de un largo exilio a la deriva (1), de campo provisional en campo provisional, Saddam Hussein concedió en 1998 a las Naciones Unidas el actual asentamiento, cerca del pueblo de Makhmur. No fue una concesión generosa: a 100 kilómetros de Mosul no había por aquel entonces, como lo describe Nihat (de 26 años) más que “piedras, serpientes y escorpiones”. Ni agua, ni vegetación, pero sí unas temperaturas de más de 50 grados en verano.
“No queremos nada del Estado (turco), simplemente vivir nuestra cultura y hablar nuestra lengua”, retoma Asiya. A su alrededor, colgadas por los muros, hay fotografías, algunas ya blanqueadas. Su marido y uno de sus hijos murieron después de haberse unido al PKK y dos de sus hijas luchan en Rojava. Ella y otras mujeres mantienen la memoria de las desaparecidas en la casa de las mártires del campo, que tiene sus muros cubiertos de rostros. Sobre los retratos más recientes, se anteponen a la bandera de las YPS las miradas firmes de las jóvenes militantes kurdas que, después de haber declarado la autonomía de las ciudades kurdas de Turquía, fueron aplastadas por el ejército turco.
Después de haber sobrevivido a las guerras de Irak, las habitantes del campo, abandonadas por los peshmergas que les iban a defender, dejaron sus casas ante el avance del Daesh a principios de agosto de 2014. Después de ocupar el campo durante unos diez días, los jihadistas fueron expulsados por las milicianas del PKK que, desde entonces, protegen a las exiliadas. También sufren las hostilidades del KDP (Partido Democrático del Kurdistán) dirigido por Massoud Barzani (presidente del gobierno regional del Kurdistán iraquí), que controla los accesos a los aledaños del campo. El conflicto entre KDP y PKK se remonta a la sangrienta guerra civil que estalló a mediados de los 90 entre los dos partidos mayoritarios del Kurdistán iraquí, el KDP y el PUK. Siendo el PKK aliado del PUK, las exiliadas se vieron implicadas en un choque violento en Makhmur, que por aquel entonces se encontraba más al norte, y pagaron su precio. Hasta hoy en día, unas sesenta de ellas han sido asesinadas por los peshmergas del KDP.
Copresidencia de un hombre y una mujer
A pesar de estas pruebas, las habitantes de Makhmur consiguieron organizarse según el sistema político ideado por Abdullah Öcalan, líder del PKK. Encarcelado desde 1999 en Turquía, Öcalan teorizó lo que llamó Confederalismo Democrático, influido por su correspondencia con Murray Bookchin, pensador del Municipalismo Libertario (ver Alternative Libertaire nº264 de septiembre de 2016). Este proyecto político se articula sobre tres ejes: una estructura democrática en la que los consejos locales tienen un papel central, la lucha de la liberación de la mujer y un proyecto de sociedad ecológica. El PKK opone a la idea de Estado-nación una estructura federalista de naciones democráticas.
La autoorganización, que se construyó progresivamente, se hizo evidente desde que las Naciones Unidas abandonaran el campo frente al ataque del Daesh. Las 15.000 habitantes se dividen en cinco distritos, compuestos a su vez por la menor entidad de la democracia: la comuna. Se tratan de grupos de quince a cuarenta familias que viven en un espacio común. Los consejos de las comunas, en los cuales puede participar cualquier mayor de 16 años, se reúnen regularmente. En ellas se debaten los problemas de la vida cotidiana y los conflictos de vecindad, que se intentan resolver hablando. Lo que no se puede resolver se trata en la Asamblea, compuesta por 91 personas hoy en día, en la cual se discute la gestión del campo. Como todas las estructuras del campo, la asamblea está copresidida por un hombre y una mujer, ya que éste es uno de los principios del Confederalismo Democrático.
Cada dos años las representantes de las comunas eligen copresidentas, que pueden presentarse sólo por dos mandatos consecutivos, así como veintinueve representantes en una gran conferencia que permite reelaborar las reglas de funcionamiento del campo. Las otras sesenta representantes son elegidas entre los distintos comités y asociaciones del campo. Cada mes, las veintinueve representantes se reúnen con las dos copresidentas y cada dos meses lo hace la Asamblea entera.
Los nueve comités son otro aspecto de la vida democrática del campo. Sus miembros son elegidas por las comunas y se encargan de proponer y ejecutar proyectos en sus respectivos ámbitos, a saber: social, autodefensa, municipio, diplomacia, economía, educación, política, justicia y organización general. Cada proyecto propuesto por los comités es debatido y votado en el Parlamento.
La gran importancia de la educación
El comité de educación se encarga de organizar el funcionamiento de los colegios que acogen los 4.000 niños y niñas del campo desde infantil hasta el instituto. Una academia propone formaciones “pos-instituto” sobre medios, enfermería y pronto también sobre economía. Las propias enseñantes son del campo.
Uno de los proyectos de este comité ha sido organizar la redacción de los manuales, ya que las niñas estudian en kurmacî, dialecto kurdo mayoritario cuya enseñanza está prohibida en Turquía y distinto del hablado en el resto del KRG: el sorani. Esto resulta problemático para las jóvenes que continúan estudiando fuera del campo. Los cuadros del PKK dan una gran importancia a la educación. Como sugiere Ömer, cuadro de unos cincuenta años de los cuales pasó quince en prisión, que cita a Foucault y ha leído a Paulo Freire, “nuestro objetivo no es el de destruir el sistema capitalista existente para construir otra cosa sobre sus ruinas, sino más bien educar y hacer evolucionar un poco las mentalidades hacia una alternativa, aunque lleve varias generaciones”.
“Libertad, revolución, autogestión”
También se apoyan las actividades culturales y la escasez material no paran las iniciativas. Medya Gerilâ, del PKK, con los cabellos teñidos con gena y una larga sonrisa en los labios, enseña música desde hace cuatro años. “Para nosotras el arte forma parte integrante de la revolución”, explica. También hay talleres de pintura y de danza. Recientemente han abierto las puertas de una sala de kick-boxing que imparte clases tanto a las mujeres como a los hombres. Por la tarde, los jóvenes y las familias pueden descansar en los parques construidos por el municipio.
Las mujeres tienen una asamblea no mixta, así como una academia. Asiya, joven enfermera, nos explica que el papel de la asamblea de mujeres es el de ocuparse de los asuntos que conciernen a las mujeres en educación y economía, pero también de los conflictos familiares y la violencia conyugal.
Preocupadas por la emancipación económica, han lanzado una actividad textil y una cafetería cuyos beneficios permitan financiar sus proyectos. El poder de la asamblea de las mujeres en el campo no es discutido. Ellas pueden decidir alejar a una mujer de su familia si está sufriendo malos tratos, sin que la familia pueda oponerse.
Procesos a largo plazo
Asiya trabaja de enfermera en el dispensario del campo, construido por las Naciones Unidas. Los doctores vienen del KRG y las enfermeras del propio campo o del pueblo de al lado. “Desde el ataque del Daesh nos faltan medicinas. Vemos alrededor de cien pacientes al día en atención primaria. Para cualquier otra cosa hay que ir a Erbil”. A falta de una maternidad, los partos se suelen hacer en casa. La mayoría de las enfermas son mujeres o niños, que vienen por problemas en el estómago o riñones por la mala calidad del agua del campo.
Ese es uno de los problemas que preocupan a Bermal y Kendan, las co-responsables del municipio a cargo de los problemas materiales del campo: “Nos está costando encontrar nuevas fuentes de agua (…) Dependemos de Erbil (del KRG), pero tenemos poco contacto con ellos. Desde hace dos años, a causa de la crisis política, recibimos poca ayuda de su parte, e incluso no habiendo embargo oficial a veces bloquean las mercancías. Nos está costando reparar las instalaciones eléctricas”. A pesar de todo, hay menos cortes de luz en el campo que en Erbil, gracias a los generadores. Una parte del agua potable es comprada fuera. Las calles principales están relativamente bien asfaltadas y los edificios mantenidos. Al contrario que en otros campos cronificados, el trazado de la ciudad no es fruto del azar. Sobre todo hay casas de una planta, muros de piedra y adobe. La mayor parte tiene un jardín que permite que las familias cultiven legumbres y críen animales para asegurar su subsistencia.
Una parte de las necesidades alimenticias del campo se solventan a través de comunas económicas, de las que hay dos proyectos colectivos: cría de ovejas y agricultura en invernaderos. Hijo de una familia de campesinos en la región de Hakkari, Husein debió aprender a cultivar en invernadero, pero echa pestes por tener que comprar semillas que no se regeneran: en un primer momento las donó la ONU y ahora corren por su cuenta. Intenta, en la medida de sus posibilidades, utilizar abono para fertilizar en lugar de fertilizantes que “ensucian la tierra”.
Siete de los doce invernaderos se trabajan de forma colectiva, cada uno necesita la mano de obra de dos familias que comparten los beneficios. Una parte de la producción permite dotar a las tiendas del campo de pepinos, tomates y pimientos. La Asamblea del campo quiere desarrollar el cooperativismo para que toda la producción sea interna y que no haya que comprarle al pueblo vecino.
Octubre de 2016: los peshmergas bloquearon el campo
La crisis económica de Irak no perdonó a Mahkmur y muchos adultos están desempleados. Las personas que trabajan fuera del campo suelen trabajar en precario en la hostelería, la restauración o en las canteras. A menudo las tensiones políticas entre KRG y PKK, exacerbadas en los últimos tiempos a raíz de la declaración de autonomía de Rojava (Kurdistán en Siria) con el modelo de Confederalismo Democrático, llevan a los peshmergas a bloquear el acceso del campo. En octubre de 2016, el KRG prohibió las salidas del campo durante varias semanas: las que trabajaban fuera perdieron su trabajo precarizando más aún la situación.
La autoorganización de las habitantes de Mahkmur estuvo facilitada por los lazos culturales y lingüísticos debidos a su origen común, pero también por un entorno natural y político hostil. El PKK pudo intentar establecer el Confederalismo Democrático, esta experiencia que ha resultado crucial para su implantación en Rojava, donde el movimiento pudo extenderlo a escala regional. Esa extensión mostró los desafíos de convivencia social y entre facciones políticas y grupos étnicos.
Los cuadros del movimiento esperan que la autonomía de la que el Confederalismo Democrático dota a cada colectivo garantice la solidez de las alianzas, contando con que la juventud asegure el proyecto a largo plazo. Sin embargo, no se hacen ilusiones sobre los largos años que el proceso necesita ni sobre las emboscadas de sus enemigos, Turquía al frente.
FUENTE: Yann Renoult (texto e imágenes) / Traducido de http://www.alternativelibertaire.org/?Kurdistan-irakien-A-Maxmur-l en julio de 2017 / http://brigada19julio.org