Lo consiguió. Amina Hussein nació en 1986 en Qamishlo, la capital de Rojava, el Kurdistán de Siria. Ante la imposibilidad de ir a la universidad, abandonó el país y se estableció en Barcelona sin tener papeles. Tras una epopeya de 11 años, por fin celebra su graduación en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra.
–¿Por qué no podía hacer estudios superiores en Siria?
–Los kurdos no teníamos papeles, no teníamos nacionalidad; no podíamos comprar un coche, ni alojarnos en un hotel, ni ir a la universidad… Saqué una nota muy buena en bachillerato y hubiera podido matricularme en cualquier carrera. Pensé que el Gobierno haría una excepción, pero cuando fui a recoger mi título de bachillerato me dijeron que sin nacionalidad no había título.
–¿Cómo se lo tomó?
–Me pasé tres días llorando y varios meses encerrada en casa. ¡Tanto esfuerzo para qué! Con todo el respeto, pero yo no quería ser ama de casa. Mi sueño era la universidad.
–Su sueño la empujó a salir ilegalmente de Siria en el 2006.
–No veía otra solución. Sin documentos no podía estudiar ni salir legalmente. Aunque me había casado y mi marido tenía permiso de residencia en España, no podía venir con él. Aquí hasta los animales tienen papeles para viajar, pero los kurdos de Siria no.
–Logró llegar a España y solicitó asilo.
–Me dieron una tarjeta amarilla que tenía que renovar cada seis meses y con eso pude matricularme en la Escola Oficial d’Idiomes, donde me saqué el nivel C de catalán y castellano. Pero al final el ministerio de Rubalcaba me denegó el asilo argumentando que en Siria no había kurdos sin documentos.
–Vivió cinco años sin papeles.
–En el 2012 le dieron la nacionalidad a mi marido y a mí el permiso de residencia, con lo que finalmente pude hacer la prueba de acceso a la universidad para mayores de 25 años. Al estallar la guerra el Gobierno sirio dio pasaportes a los kurdos y en el 2013 tuve mi primer pasaporte, ¡a los 27 años!
–¿Qué es lo primero que hizo con él?
–Visitar a mis padres y a mi hermana. Estaban refugiados en el Kurdistán turco y hacía ocho años que no les veía. Les acaban de conceder refugio en Alemania, donde vive otra hermana, y tengo otras dos hermanas en Rojava que no he vuelto a ver.
–¿Por qué decidió estudiar Periodismo?
–Las noticias de la guerra en Siria eran contradictorias, exageradas, cuando no directamente falsas. Yo quiero saber la verdad, contar lo que pasa realmente, sin exagerar ni mentir. Aquí los medios en general hablan poco y muy mal de los kurdos.
–Pues al ejército de mujeres kurdas que se enfrentan al Estado Islámico se lo ha elogiado mucho.
–¡Me encantaría ir allí a cubrir la ofensiva como periodista! La imagen de una mujer armada da muchos clics, pero se ignora el fondo de la revolución de Rojava. Su modelo de copresidencia hombre-mujer en todas las instituciones (desde las escuelas hasta la presidencia de la región) es único en el mundo, pero de eso no se habla.
–¿De quién ha heredado el coraje?
–Dicen que soy igual que mi tía, un carácter fuerte que conseguía todo lo que se proponía, una mujer divorciada en una sociedad que sigue siendo muy tradicional. Teníamos una relación excepcional y la admiraba. Murió tres meses después de que me fuera de Siria. Cuando vuelva a Rojava, lo primero que haré será visitar su tumba.
–Ella estaría feliz con su graduación.
–Sí… En una de las primeras clases, un profesor preguntó: “¿Qué es la universidad?”. La gente empezó a decir cosas en voz alta y yo pensaba para mis adentros: “La universidad es mi sueño. ¡Mi sueño!”.
FUENTE: Gemma Tramullas/www.elperiodico.com