Recep Tayyip Erdogan finalmente lo logró. La victoria del “Sí” en el referéndum del domingo lo habilita a uno de sus máximos objetivos: un sistema presidencialista de gobierno que le posibilitará perpetuarse en el poder hasta el 2029.
Todavía sin datos oficiales, ya que se conocerán dentro de 12 días, pero con la aprobación del Consejo Superior Electoral, el apoyo a la reforma constitucional llegó al 51,37% mientras que el “No” consiguió el 48,63%. No es una victoria como esperaba Erdogan, porque le hubiese gustado una diferencia mayor que le permita tener más consenso en sus nuevos planes políticos. El resultado del domingo deja claro que Turquía vive una fuerte polarización entre quienes apoyan, y algunos hasta idolatran, a Erdogan y quienes no lo hacen.
A esta poca diferencia en el resultado se le suman las denuncias que realizó la oposición, principalmente el Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el Partido Democráticos de los Pueblos (HDP), quienes objetaron el resultado y anunciaron que lo denunciarán ante las autoridades correspondientes. Bülent Tezcan, vicepresidente del CHP, fue contundente: “El Consejo Supremo Electoral debe anular la elección”. Las principales denuncias se centran en la decisión del órgano de permitir como válidos los votos que no tenían las firmas de las autoridades de las mesas electorales, lo que equivale a 2,5 millones de sufragios. No hay que olvidar que la campaña se desarrolló en un contexto de persecución política contra la disidencia, lo que provocó que 300 miembros del HDP terminen en la cárcel, de los cuales 80 son co-alcaldes y 14 diputados elegidos democráticamente por el pueblo.
Como si fuera poco, a esto se suma el comunicado que emitieron los observadores internacionales de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OCSE), en el cual denuncian que “la falta de igualdad de oportunidades, los medios de comunicación unilaterales y las limitaciones a las libertades fundamentales crearon condiciones desiguales en el referéndum constitucional”. También hay que tener en cuenta que las marchas convocadas por el oficialismo para festejar el resultado se vieron opacadas por las grandes concentraciones que se manifestaron en contra del mismo.
Un cambio histórico
La reforma es un cambio trascendental para Turquía y Erdogan así lo ha expresado. El sistema de gobierno formado por Mustafá Kemal (“Atatürk”, el padre de todos los turcos), en 1923, dará paso a uno nuevo, de carácter presidencialista y autoritario.
El referéndum de este domingo aprobó modificar 18 de los 177 artículos de la Constitución Nacional. El principal, y más importante, es el que transforma al actual sistema parlamentario en uno presidencialista donde la figura del actual primer ministro desaparecerá. Se le permitirá al presidente pertenecer a un partido político, podrá nombrar ministros del gabinete, uno o varios vicepresidentes, y las elecciones presidenciales y legislativas se celebrarán el mismo día.
Con estas reformas, el sistema de pesos y contrapesos se verá limitado ya que el mandatario podrá disolver el Parlamento y convocar a elecciones anticipadas, pero el mismo Poder Legislativo necesitará al menos dos tercios de los votos para poder convocar a un “impeachment” y hacer rendir cuentas al Jefe de Estado.
La justicia también verá reducido su poder ya que el presidente elegirá a 12 de los 15 miembros del Tribunal Supremo, siendo éste el único órgano capaz de juzgar al mandatario. El Consejo General del Poder Judicial reducirá sus miembros de 22 a 13 y el presidente también elegirá a la mayoría de sus integrantes.
Por estas razones, la reforma suscitó una gran controversia nacional. Los poderes Legislativo y Judicial verán disminuidas sus atribuciones y obligaciones mientras que el Poder Ejecutivo las aumenta exorbitantemente. El sistema de gobierno deja de ser parcial y justo –como era ahora al menos en teoría- para convertir una parte más poderosa que el resto.
¿Hacia dónde va la nueva Turquía?
El objetivo de Erdogan es perpetuarse en el poder y formar un Estado fuerte capaz de ser líder regional y discutir de igual a igual con los grandes poderes de Europa. Y el referéndum fue sólo un paso en su camino. Con la votación ganada se enfrenta a dos caminos totalmente opuestos: profundizar aún más la polarización en la que se basó o llamar a un diálogo nacional y tratar de bajar los enfrentamientos entre quienes lo apoyan y quiénes no.
Por sus antecedentes, podemos augurar que profundizará aún más las diferencias entre la población. Así lo anticipa el actual primer ministro, Binali Yildirim: “El pueblo ha decidido su futuro y abre una nueva página de su historia. Que lo sepan los terroristas y los separatistas, somos una sola nación”. Parece que no habrá, una vez más, lugar para los opositores y otras naciones dentro de Turquía, como son los casos de kurdos o alevíes.
En este camino parecen circular las recientes decisiones estatales de prorrogar por tres meses más el estado de excepción, instaurado desde el fallido intento del golpe de Estado del año pasado, que ya dejó más de 47 mil detenidos –entre los que hay más de 10 mil policías, 7 mil soldados, 168 generales y más de 2.500 jueces y fiscales-, y los llamados de Erdogan a discutir la reinstauración de la pena de muerte y la adhesión a la Unión Europea a través de otros referéndums.
Erdogan sabe que si avanza en este camino se alejará de Europa y Occidente, pero cuenta con un arma poderosa: Turquía es un paso fundamental para la llegada de refugiados al viejo continente y ambas partes firmaron un acuerdo por el cual su gobierno se compromete a recibir a los desplazados expulsados de Europa. De romperse este tratado, Europa volverá a recibir grandes cantidades de refugiados y es algo que hoy no quiere. También cuenta con un arma para coaccionar a la OTAN: la base militar de Incirlik es fundamental en la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Irak. Con estas dos armas, el país fundado por Atatürk en 1923 tiene un cierto nivel de libertad para moverse, aunque habrá que esperar para saber hasta qué punto está dispuesto llegar Erdogan con su nueva Turquía.
FUENTE: Lucio Garriga Olmo/El Furgón (www.elfurgon.com.ar)