Reflexiono una y otra vez qué título será el mejor para colocar a esta nota. Y todos, y cada uno, me parecen absurdos. No puede ser encabezado con un título el inmenso dolor que conlleva escribir nuevas líneas sobre el genocidio contra los yezidíes. Pienso si es el número 74, o el 75, o el 76, de la masacre. Ya poco importa, se los masacra y los números evidencian el abandono mundial contra uno de las comunidades más antiguas que perviven en este siglo XXI democrático. Permítaseme ser sarcástico, en la era de la democracia perdura la guerra y el genocidio.
He comenzado una y otras vez estas líneas. Todas las veces que he comenzado he borrado, reescrito, leído, vuelto a escribir, las palabras que ubiquen y contextualicen la situación actual del pueblo kurdo en Sinjar. Sin embargo, las palabras se paralizan de la misma manera en que tartamudeamos cuando nos ponemos nerviosos o queremos llorar.
Me sugiero a mí mismo títulos tales como “Los yezidíes de Sinjar: una historia kurda” o “Los montes de Sinjar: testigo del genocidio yezidíes”; quizá también “A 100 años del genocidio armenio, la historia se repite en las narices de la modernidad”. Pero serán algunos de estos títulos para investigaciones y estudios posteriores. Se hacen urgentes las palabras, en la era de la información.
En agosto del 2014 el oscurantista Estado Islámico perpetró un parricidio contra el pueblo kurdo yezidí. No sería la primera vez, ni la última. Estimaciones recientes hablan de 23 millones de hombres, mujeres y niños asesinados a lo largo de la historia de la modernidad capitalista. Esta diosa que pareciera iluminar a multimillonarios desalmados es la misma que atesta golpes cruentos contra la bondad humana encarnada en las míticas religiones zoroástricas. En esta 73, o 74, masacre yazidí han muerto millares de hombres. Las mujeres habían sido trasladadas a los centros de Mosul, Al Raqqa e inclusive Alepo, para ser vendidas como esclavas sexuales y violadas sistemáticamente por la miseria humana. Se las viola cuando se les rompe las vestiduras y la virilidad del hombre penetra su carne, de la misma manera se las viola cuando los estados-nación no hacen nada o desconocen estas prácticas barbáricas y dementes.
Esta masacre no hubiera sido posible si los soldados peshmergas (ejército personal de Barzani – KDP/KRG) no hubieran retirado su masa de 4.000 soldados de las inmediaciones al monte Sinjar, permitiendo la penetración del Estado Islámico. ISIS, y no nos debe parecer indistinto, fue pertrechado por los Estados Unidos y las potencias europeas occidentales. Los mismos que pregonaron su lucha por la paz, armaron la región hasta los tuétanos perpetrando la guerra y el genocidio.
En la actualidad, en este 2017 versátil, crítico pero opulento, se creía desterrado el horror en Sinjar y sus inmediaciones. Nuevamente el oscurantismo cruel se hace presente, y nuevamente el pueblo yezidí presencia una arremetida contra su esencia. Los estados turco (Erdogan) y del clan KDP (Barzani) realizan una contraofensiva contra el pueblo kurdo, mientras las declaraciones de los países democrático capitalistas se hacen esperar. El tiempo corre y detrás de él comienzan a correr finos hilos de sangre abonando la tierra árida.
Todavía no sanan (y seguramente no sanaran) las heridas abiertas por el Estado Islámico hacia los yezidíes. Quedan millares de niñas y mujeres en los cuartos de la yihad islámica sometidas a martirio. Son cientos los niños obligados a combatir en las filas del yihadismo, quienes han visto el asesinato de sus propios padres y están siendo educados en la negación de su propia identidad. Decenas de miles alimentan las filas de los refugiados, pasando a ser parte del éxodo kurdo. Cuando un pueblo pierde arraigo, pierde su hábitat y se dificulta el sostenimiento de la propia cultura.
Se abren otras heridas incitadas desde Turquía, pero esta vez entre hermanos kurdos. Mientras el clan Barzani (kurdo nacionalista) ataca a las fuerzas de autodefensa multiétnicas de Sinjar (kurdos yezidíes, árabes y asirios) desde el sur, por el norte avanza el ejército otomano privado de Erdogan. Las primeras muertes comienzan a contabilizarse. Hay quienes hablan de algunas unidades, otros ya hablan de algunas decenas.
Muchas veces nos preguntamos ¿qué impulsa a una persona hacia la guerra? Pero nos quedamos quietos, mirando el televisor, sin denunciar las atrocidades por las cuales seguramente se desagarrarían las vestiduras. Pues esta es nuestra oportunidad para exigirle a los gobiernos que dirigen sus estados que citen a los embajadores o misiones diplomáticas turcas e iraquíes. Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño.
A los gobiernos de Nuestra América Latina, a los dirigentes religiosos y políticos, a los miembros de las comunidades originarias, a los intelectuales y activistas del mundo todo, a nuestros hermanos y hermanas al sur del norte bravo. Actuar antes de que sea tarde.
¡Cesen las hostilidades contra el pueblo kurdo yezidí!
¡Por un status político al pueblo kurdo, de todas las regiones!
FUENTE: Alejandro Azadî/Kurdistán América Latina