En una región en la que el patriarcado es generalmente la norma, la sociedad kurda lleva mucho tiempo destacando como la excepción.
Una mujer que es maltratada por su marido tiene derecho a solicitar que le sea directamente ingresado a ella el salario del marido maltratador como parte del castigo.
Los municipios kurdos, por acuerdo general, cuentan con co-alcaldías, compuestas por un hombre y una mujer. Todos los candidatos al parlamento han de concurrir a las elecciones en listas paritarias. Los nuevos empleos públicos de estos municipios deben ser mujeres hasta alcanzar la paridad entre los trabajadores públicos.
En los gobiernos locales, los consejos y comités deben tener co-ejecutivas, con una excepción: el Departamento de Asuntos de la Mujer. Cualquier proceso de toma de decisión que afecte a la mujer sólo puede ser desarrollado por mujeres.
Incluso las unidades guerrilleras kurdas están reglamentadas de esta manera de forma integral: las mujeres ocupan los mismos puestos en combate que los hombres, y cuando van a la guerra, mandan a una mujer como comandante de una de las unidades principales.
Sólo hay un problema con este aspecto de la vida kurda, al menos en Turquía: estas prácticas han sido de hecho ilegalizadas como parte de la campaña de eliminación emprendida por el gobierno turco después del fallido golpe de Estado del pasado verano (julio). Junto con el encarcelamiento de los líderes político kurdos, el gobierno ha puesto en su punto de mira las medidas diseñadas para alcanzar la igualdad de género.
Este era el mundo que propugnaba el ilegalizado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El PKK puede ser una organización terrorista para el gobierno turco, Europa y los EEUU, pero lleva mucho tiempo poniendo en el centro de su programa político la liberación de la mujer.
Este programa político ha sido de hecho implementado por partidos legales en las zonas del este de Turquía con población kurda. En esa región, la filosofía del PKK goza de una gran popularidad, el partido prokurdo, HDP, ha ganado 50 escaños en el parlamento turco y sus partidos hermanos locales han ganado 103 alcaldías.
Pero a principios de noviembre el gobierno turco emprendió una campaña contra el HDP -el tercer partido político en las últimas elecciones nacionales de Turquía, en las que consiguió 6 millones de votos- encarcelando a 10 de sus diputados, incluyendo a sus co-líderes, tanto la mujer como el hombre.
Las autoridades también han encarcelado a los co-alcaldes en las regiones kurdas, nombrando el propio Estado a personas de su confianza en esos municipios. Hasta han designado a personas de la confianza del Estado para asumir el gobierno en 40 de los 103 municipios que gobernaba el HDP o partidos hermanados.
Una de las primeras cosas que han llevado a cabo estas nuevas alcaldías en las últimas semanas es el desmantelamiento de las co-ejecutivas, la clausura de los centros de mujeres e ilegalizado el desvío de los salarios de los hombres maltratadores hacia sus esposas.
“Esta campaña de hostigamiento está de hecho orientada contra las mujeres y sus organizaciones”, nos cuenta Feleknas Uca, diputada en el parlamento turco originaria de Diyarbakir. “Es un golpe contra la libertad de las mujeres. Han estado haciendo declaraciones del tipo ‘Debéis iros y tener tres hijos’”.
Las transformaciones en materia de igualdad de género en las zonas del este de Turquía de mayoría kurda datan de hace al menos una década, pero su mayor impulso ocurrió al tiempo que el HDP iba teniendo buenos resultados electorales a nivel nacional en los últimos años. Aunque es un partido prokurdo cuenta en sus filas con personas de origen turco. Gran parte de su ideología viene del PKK, cuyo líder, Abdullah Öcalan, desde muy temprano ha promocionado a las mujeres como compañeras en pie de igualdad de los hombres incluso en el campo de batalla.
Para muchas mujeres de izquierdas en Turquía y Occidente, el PKK es por tanto un defensor heroico de la igualdad de género y al contrario de otros grupos revolucionarios, ha conseguido plasmar sus principios en prácticas concretas no sólo en el campo de batalla sino también en las casas.
Esto ha pasado en una sociedad tradicionalmente patriarcal en la que la poligamia era común, los asesinatos de honor aceptados y las hijas no podían sentarse en la misma mesa que sus padres. Las mujeres embarazadas no podían estar en público y las mujeres en general eran coaccionadas para que no se las pudiese ver reír.
Una de las primeras medidas tomadas por el HDP fue decretar que ningún hombre con más de una esposa podía presentarse a las elecciones o tener cargos de ningún tipo en el partido. Los maridos condenados por maltrato son también excluidos del partido. Pero la innovación más importante fue el co-liderazgo en todas las posiciones y en todos los niveles, y el principio de que sólo las mujeres podían tomar las decisiones en los asuntos que les afectaban.
“Esto ha provocado una transformación cuya magnitud es inimaginable”, nos comenta Meral Danis Bestas, diputada del parlamento y originaria de Adana, en el sureste turco.
El énfasis en la igualdad de género ha penetrado en los hogares kurdos y la vida familiar. Muchos movimientos políticos hablan de la igualdad de derechos pero eso no significa que los hombres comiencen a lavar los platos.
Un periodista kurdo, Sedat Yilmaz, dijo que los cambios en las actitudes son más que sólo palabras. Cuando volvió después de la universidad a su aldea y empezó a lavar los platos con su madre, su tío irrumpió un día y los riñó. “Te mandamos a la universidad para aprender a ser un hombre”.
“Mi madre fingió estar de acuerdo con él, pero yo podía ver que estaba contenta”, dice Yilmaz.
“No puedo decir que todo sea igualitario en casa ahora”, nos comenta Bestas. “Pero las mujeres están más cómodas ahora diciendo ‘Si yo estoy en la cocina tú deberías estar en la cocina también’”. Y cuando la mujer es la que gana dinero, se espera que los maridos hagan la mayor parte de las tareas domésticas; cuando no es así, las mujeres pueden ir a un centro de mujeres para quejarse formalmente.
“En casa, ahora mi padre me lo consulta todo”, dice Pelin Uces de 26 años y estudiante de relaciones internacionales. “Hablamos de política, y puedo confrontar sus opiniones abiertamente y mi familia quiere que seamos más empoderadas. Me dicen ‘Sácate el carnet de conducir para que puedas mantenerte por ti misma’”.
Pelin Uces, que lleva ropa ajustada, tacones altos y mucho maquillaje, no tiene la típica imagen revolucionaria.
Sentada en una cafetería de Diyarbakir con dos amigas, estaba contando historias de guerra que habían oído sobre mujeres kurdas que estaban en las guerrillas. “Las mujeres deben ser las mejores francotiradoras”, afirma Pelin Uces. Todas ellas, vestidas de forma similar, también llevaban sus agujas de tejer, haciendo bufandas y sudaderas mientras conversaban. “Nuestro ejército tiene guerrillas femeninas”, comenta una de las amigas. “Los turcos no”.
Arzu Demir, que ha escrito dos libros sobre las guerrillas de mujeres, dice que el papel de éstas en las unidades militares ha sido un factor fundamental en su empoderamiento y reclamación de igualdad en general.
“Su fuerza viene de estar organizadas, porque están armadas,” dice. “Siempre hay hombres que piensan que las mujeres somos esclavas, pero cuando somos una fuerza armada, los hombres nos tienen miedo”.
Sus dos libros han sido prohibidos en Turquía, y Demir afronta procesos judiciales por ellos. Pero también han sido populares, llevando ya varias ediciones y convirtiéndose en best-sellers incluso en el oeste de Turquía entre las personas de etnia turca.
Vahap Coskun, un profesor de derecho en la Universidad de Dicle en Diyarbakir y crítico con el PKK, admite que los partidos kurdos han tenido un gran impacto en la promoción de la igualdad de género más allá de sus regiones propias.
“También ha influenciado a otros partidos políticos para que nombran a más mujeres candidatas en el oeste de Turquía” dice. “Además, ha incrementado la visibilidad de la mujer en la vida social, al igual que su influencia en la vida política”.
Mientras que ningún otro partido tiene listas paritarias como el HDP, las mujeres candidatas han incrementado significativamente incluso en el partido islamista y conservador en el gobierno, el AKP.
Bestas, la diputada, dice que espera que bajo el estado de emergencia impuesto por el gobierno turco se puedan seguir deshaciendo muchos de los avances concretos logrados por las mujeres kurdas. Pero argumenta que cambiar las actitudes de forma regresiva es mucho más difícil. “Esta campaña no tiene el suficiente poder para cambiar nuestros principios”.
FUENTE: Rod Nordland/The New York Times/Traducido por Rojava Azadî