En los últimos tres meses el gobierno de Turquía ha puesto a 34.087 personas bajo custodia, más de 39 mil presos comunes fueron liberados para hacer lugar en las cárceles; 93 mil funcionarios han sido suspendidos y 59.841 despedidos. Además, 934 escuelas fueron cerradas, 15 universidades clausuradas, así como 1.225 asociaciones, 35 hospitales y 104 fundaciones están intervenidos. ¿Cómo se llama eso?
En este contexto fue aplazada la visita de Juan E. Méndez, relator especial de la ONU sobre la tortura. John Dalhuisen, director de Amnistía Internacional para Europa, manifestó: “El aplazamiento de esta visita supone un revés para quienes se preocupan por los derechos humanos en Turquía. Tras el fallido golpe de Estado de julio pasado, han surgido indicios creíbles de que se estaba sometiendo a detenidos a palizas y torturas en centros de detención, tanto oficiales como no oficiales. También ha habido denuncias de grave hacinamiento y malas condiciones de reclusión en muchos centros de detención de todo el país”.
Octubre no fue distinto para el régimen de Recep Tayyip Erdogan: el 31 de este mes cerraba con una nueva arremetida contra una de las últimas voces disidentes: la policía intervino el periódico Cumhuriyet, 14 periodistas fueron detenidos, entre ellos su jefe de redacción, Murat Sabuncu. El periódico, destacado por la defensa de la laicidad, había enfrentado condenas en 2015, cuando reprodujo publicaciones de la revista francesa Charlie Hebdo como muestra de solidaridad y en defensa de la libertad de expresión tras el asesinato de varios de sus periodistas a manos de yihadistas. En aquella ocasión el medio fue acusado de “difamación e incitación al odio” y varios grupos de fanáticos religiosos levantaron una barricada frente a su sede al grito de “¡Vamos a prenderlos fuego!”. Aun conscientes de la amenaza, los empleados siguieron trabajando, escalando las barricadas para entrar y se mantuvieron dentro hasta tener la tranquilidad de que las ediciones salieran a la calle.
Pero poco tiempo después, Can Dündar, su entonces jefe de redacción y uno de los periodistas de mayor prestigio en el país, publicaba una denuncia de larga data que demostraba cómo camiones de las fuerzas turcas pasaban armas escondidas bajo cajas de medicamentos en la frontera con Siria. Su destino: armar a las fuerzas rebeldes sirias contra el presidente Bachar al Asad.
Al día siguiente de publicada la denuncia, Erdogan emitió una amenaza pública: “Aquellos que han sido responsables de publicar tal información, lo pagarán”. Dündar entendió rápidamente el mensaje y temió hallar la pena máxima (42 años de prisión), como relata en un artículo publicado por Reporteros sin Fronteras (RSF). Luego de pasar tres meses en prisión preventiva, mientras gozaba de libertad provisoria, Can Dündar, al igual que el corresponsal de la ciudad de Ankara, Erdem Gül, fueron condenados a cinco años de prisión. Luego de un intento de asesinato en su contra frente al tribunal que juzgaba la causa, Dündar huyó del país y se exilió en Alemania. Semanas más tarde su esposa, Dilek Dündar, intentó unirse a él pero fue detenida en el aeropuerto y su pasaporte confiscado por razones de seguridad. Actualmente su familia vive bajo vigilancia.
Todos bajo control
Desde 2012 Amnistía Internacional considera a Turquía como “la prisión más grande del mundo para los trabajadores de los medios”. En enero de 2015 detuvieron a la periodista holandesa Frederike Geerdink, y ocho meses después fue deportada por encontrarse en una zona restringida ocupada por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Geerdink fue acusada de hacer “propaganda terrorista”. Es el primer caso de represión contra una periodista extranjera.
El 28 de octubre de 2015 el periódico Bugün, conocido por sus simpatías gulenistas (partidarios de Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos desde 1999, ex aliado de Erdogan), se volvió foco de atención para el gobierno. El director, Erhan Basyurt, fue obligado a renunciar el 3 de noviembre. En menos de 48 horas el gobierno tomó el control de todos los medios que dependían de este periódico y los volvió oficialistas. Una versión alternativa, Birgün Libre, apenas duró una edición.
El 6 de noviembre 2015 otros 21 periodistas del periódico pro kurdo Gündem fueron acusados de terroristas. La represión a la prensa se viste también con el ropaje de investigaciones por evasión fiscal contra algunos medios.
Asli Erdogan, novelista y miembro del consejo editorial del periódico pro kurdo Özgür Gündem, fue detenida luego de la intervención del diario y aún se encuentra en prisión, sin haber pasado por ningún tribunal, acusada de pertenecer a una organización terrorista. Su arresto fue un mensaje para los periodistas jóvenes que entienden claramente que el prestigio y la trayectoria ya no son escudo para nadie. Esto ocurrió días después de que la novelista publicó en su blog una “Carta importante y necesaria” denunciando la situación de su país.
Según The Guardian, Asli Erdogan fue encerrada en una celda con una cama orinada y el acceso a su medicación le fue impedido. “Mi páncreas y sistema digestivo no funcionan correctamente, pero no me han dado mi medicina. Soy diabética y necesito una alimentación especial. Pero en prisión sólo puedo comer yogurt”, dijo la escritora al medio inglés. “Además sufro de asma y tengo una obstrucción crónica en los pulmones, pero de todas maneras no me han permitido acceder a espacios abiertos”.
Otro caso de represión es el relatado por la kurda Zekine Türkeri, empleada de Imc TV hasta su cierre, el 4 de octubre, y periodista del Özgür Gündem. Türkeri relató a Brecha que el canal de tevé fue sacado del aire en plena emisión. El mismo día, 12 cadenas de tevé y 11 radios fueron intervenidas. Imc TV era el reducto de los periodistas independientes –en su mayoría de izquierda y turcos–. La mayoría de sus trabajadores eran de izquierda –un tercio de ellos de origen kurdo– y provenían de medios cerrados anteriormente. “Libertad de prensa nunca hubo en Turquía”, dice Türkeri, que trabajó diez años en España y regresó a Estambul en 2011. Cuenta que de a poco el país evoluciona hacia una dictadura populista. “Erdogan utilizó el golpe para cerrar los medios. Los constantes despidos de periodistas tienen como fin la domesticación de los sectores críticos, condenándolos al hambre”.
La periodista entiende que el sistema tendrá un final “natural” como “todo régimen fascista en la historia”. Aunque reconoce: “Tampoco la salida de Erdogan va a traer la democracia pronto. No veo un futuro normal cercano”.
Con más esperanza, Yalçin Erdgündogan, turco ex integrante del periódico Birgün, despedido hace un año debido a los apremios económicos que sufre el diario, y actual director del sitio web sesonline.net, tiene confianza en la caída del régimen como consecuencia de la presión internacional. “El mundo ya no acepta gobiernos como este”, expresó a Brecha.
Por su parte, el periodista y docente universitario Dogan Tiliç, de origen turco, reportero en Afganistán, Azerbaiyán, Asia central, Yugoslavia e Irak para la agencia EFE, columnista del periódico Birgün, vicepresidente de la Asociación Europea de Periodistas (AEJ, en su sigla en francés) y vocero de distintas organizaciones periodísticas nacionales, reconoció que a nivel personal no ha tenido advertencias de parte del gobierno, pero en cambio el periódico Birgün ha tenido que “hacer frente a muchos cargos, problemas financieros y legales por ser parte de la oposición”.
Dogan denunció: “Hay muchos periodistas en Turquía que han perdido su empleo debido a la opresión del poder o por la presión que sufren los dueños de los medios”. Y enfatizó: “En el último año los intereses de los dueños de los mass media y el Estado se han fusionado como nunca antes”. Según relató, los medios responden de manera unidireccional a los intereses del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), integrado por el presidente Erdogan. “En algunos casos podemos ver cómo diez periódicos salen con el mismo título de portada”, algo que atribuye a una orden superior emitida y controlada por el gobierno.
Tiliç entiende que la persecución que comenzó luego del golpe de Estado difiere poco de la que existía anteriormente, lo que ha cambiado es el ensañamiento en eliminar a los gulenistas del medio. Y agrega: “Erdogan usa y abusa al máximo del último intento de golpe de Estado y del estado de emergencia para eliminar a todos quienes representan a la oposición”. El periodista se refiere en gran número a los medios gulenistas, aunque de la misma manera y bajo los mismos cargos de terrorismo se cierran otros pro kurdos o simplemente críticos.
Al igual que Tiliç, el documentalista y profesor universitario Metsul Tufan confirmó la purga a nivel universitario. No sólo se trata de un choque ideológico sino de un control superior que rige incluso sobre las prácticas pedagógicas que utilizan los docentes. Muchos profesores e investigadores han dimitido o sus cátedras han sido obligadas a prescindir de ellos, ya que los contratos universitarios dependen de un órgano central, la Junta de Educación Superior (Yök, por sus siglas en turco). Este sistema creado en los años ochenta fue largamente desprestigiado por el partido de gobierno, pero en la actualidad ejerce un nivel de control que no se había registrado antes.
Preguntado al respecto, Tufan responde: “Yo no pienso en eso… No se puede trabajar de esa manera. Haces lo que tienes que hacer y estás preparado para pagar el precio. La censura empieza en la mente como un proceso de autocensura. Si comienzas a pensar de esa manera entonces aceptas la censura”.
Corresponsales extranjeros
En el caso de Ilya U Topper, periodista español, cofundador y cronista de Msur.es, su experiencia hasta el momento ha sido tranquila. Vive en Estambul hace seis años, y además de trabajar para distintos medios como corresponsal, escribe una columna generalmente relacionada con el mundo árabe. Uno de los motivos por los que ha gozado de libertad para ejercer su trabajo tiene que ver con que las autoridades no prestan especial atención a las publicaciones en español. Esta no es la situación de los corresponsales anglosajones, quienes se han visto agredidos con nombre y apellido por periodistas oficialistas como Yeni Şafak, algo que sin duda busca alentar el castigo social.
Según Topper, el control ejercido por el Estado es prácticamente el mismo desde al menos 2013, y quizás desde antes. El control de las acreditaciones de prensa es una excusa usual para expulsar a periodistas no registrados, o directamente no permitirles el ingreso. Como en el caso de las españolas Beatriz Yubero y Natalia Sancha, deportadas de manera irregular y violenta con este pretexto.
Un caso similar es el del español Andrés Mourenza, uno de los corresponsales que hace más tiempo están en la zona. Once años lleva ya como corresponsal para medios como El Periódico, de Cataluña, F7, Onda O, BBC Mundo, El País, de Madrid, y El Proceso, de México. Si bien hasta el momento no ha sido censurado, le han llegado comentarios sobre sus artículos cuando éstos no agradan a las autoridades. De hecho, en 2011 recibió la única advertencia directa cuando un gendarme se sentó a su lado en un autobús y le relató todos los viajes que Mourenza había hecho, enumerando a las personas con las que tenía contacto. Otras veces no le permitieron entrar en zona restringida kurda o de refugiados.
Mourenza coincide con Topper en cuanto a que los corresponsales extranjeros permitidos han seguido trabajando en su mayoría de manera normal. De la misma manera, apunta que quienes la tienen más complicada son los ingleses que, por la comprensión de la lengua y la repercusión de sus publicaciones, son más perseguidos.
En particular destaca el caso de Yavuz Baydar, del sitio web P24, quien al igual que Can Dündar marcó la agenda de persecuciones en la prensa turca, ambos tuvieron que fugarse del país.
Mourenza asegura que actualmente no existen voces críticas en la prensa, todo lo que se publica está redactado por la mano del control de Erdogan y el AKP. “Incluso la televisión, que solía ser de buena calidad, ya no tiene contenidos interesantes o ámbitos de discusión”.
“Los métodos de control por momentos recorren caminos sutiles”, dice el español, y agrega que los medios pueden recibir advertencias o censura por sus publicaciones, pero que son las presiones económicas lo más frecuente. “Donde hay inconformidad surge una investigación judicial o fiscal, y como es habitual, algún detalle siempre se encuentra bajo las sábanas. Acto seguido los medios aceptan las condiciones o son procesados”.
Los pedidos de solidaridad internacional tienen un único sentido, terminar con el silencio de Europa. Quizás si hoy eligiéramos el cinismo como camino para el análisis, todo nos haría pensar que el acuerdo por contener la crisis de migrantes refugiados ha callado a los “inventores” de los derechos del hombre.
FUENTE: Valentina Viettro/Artículo publicado en el Semanario Brecha (Uruguay) del 18 de noviembre de 2016 (http://brecha.com.uy)