“Hay varias razones por las que resido en Rojava desde hace ya cinco años. A mí siempre me interesó mucho la historia del pueblo kurdo, así que un día decidí conocerlo de cerca. Al tratarlos, lo primero que me impresionó de ellos es la alegría con la que viven la vida a pesar de todas las dificultades, desgracias y sufrimientos que llevan padeciendo desde hace muchos años”. En 2005, Olmo Couto ya había permanecido cuatro meses en Estambul, donde contactó con una mujer kurda que se dedicaba a defender los derechos de otras mujeres que habían sido encarceladas por motivos políticos y brutalmente violadas y torturadas. “Escuché -recuerda- a mujeres narrar en primera persona la historia de como habían quedado embarazadas de sus violadores en la cárcel y parido a bebés que eran torturados por los propios carceleros. Luego, a medida que los fui conociendo más, me asombró su modelo de sociedad, su amor a la tierra y a la naturaleza, a valores que se están perdiendo, si no se han perdido ya del todo, en el mundo occidental. En cierta manera, me recordaron a los gallegos o, mejor dicho, a la Galicia ancestral. Y, por supuesto, me impresionó lo fundamental que han sido las mujeres en todo esto. En Rojava ellas están presentes en todas las esferas, también en la militar, que es la más visible. Pero no lo han tenido fácil, ni mucho menos. Esto se ha conseguido a lo largo de décadas y son conscientes de que aún queda mucho por hacer, un largo camino por recorrer”.
Drones y aviones del ejército turco vuelan casi todos días sobre Rojava, situada en la zona norte de Siria. De cuando en vez, disparan sus proyectiles o sueltan bombas. En unas ocasiones, el resultado es la destrucción de centrales de electricidad, instalaciones de gas o depósitos de agua, también de clínicas sanitarias; en otras, el asesinato de personas significativas y relevantes del peculiar sistema político que allí se ha establecido. El objetivo de estas operaciones es sembrar el pánico y avisar que la guerra no ha terminado a la población civil kurda allí asentada, la que protagoniza la película Kobane, que estos días se ha exhibido en Galicia, cuyo director de fotografía es precisamente este ourensano. “Yo llegué a Kobane dos o tres meses después de su liberación, y tuve mucha suerte porque fui testigo del resurgir de una ciudad que había sido destruida, convertida en cenizas, y que hoy es una ciudad alegre y orgullosa”, refiere Couto.
En Rojava la población no solo resiste, sino que intenta que la vida transcurra como si nada ocurriese, al punto de que se ha convertido en un enclave de referencia para los 40 millones de kurdos dispersados entre Siria, Irán, Irak y Turquía, países entre los que se reparte en la actualidad el “antiguo” territorio de una nación que hoy no existe, sobrevive, llamada Kurdistán. “Sí -confirma Couto- es como una guerra invisible. No hay un frente abierto con enfrentamientos directos pero, aunque los turcos dicen que son ataques selectivos, en realidad van contra todo el mundo, nadie está a salvo. Tratan de crear un caos para destruir este proyecto que los kurdos han construido porque temen que se convierta en un ejemplo para todo Oriente Medio”.
Esta región fue liberada de sus invasores en 2012 cuando, en el contexto de la guerra civil siria y la expansión del Estado Islámico (ISIS), la población kurda tomó el control tras infligir una durísima derrota al ISIS. A partir de ese momento, los kurdos comenzaron a gestionarla de manera autónoma, implantando un singular sistema de confederalismo democrático basado en principios como la igualdad de género y la ecología, y todo él estructurado desde asambleas sectoriales de base que toman las decisiones que luego son aplicadas por el Gobierno. Una característica que lo distingue es el importante papel que juegan las mujeres en todo este proceso.
“Una de las particularidades que tiene la sociedad kurda -continúa el cámara ourensano- es su capacidad de sacar su fortaleza para sobreponerse a los obstáculos. Cuando muchos hombres fueron encarcelados y asesinados, las mujeres kurdas fueron la que tuvieron que sostener la casa, la familia, los valores morales y la cultura, incluido su idioma, una lucha ésta en la que han sido básicas para que todavía se hable, pese a su prohibición en los países en los que residen los refugiados. El movimiento de liberación kurdo ha sabido valorar esa energía y conocimiento de las mujeres y, ahora mismo, en el ejército kurdo de Rojava, hay dos fuerzas defensa, las YPG y las YPJ. El primero es la fuerza de autodefensa del pueblo y, el segundo, el de defensa de las mujeres. Ambos se coordinaron para liberar al territorio de la tiranía del Estado Islámico, y luchan contra quienes amenazan Rojava. También hay fuerzas mixtas, brigadas de hombres y de mujeres. Y se da el caso de que a veces una brigada de hombres es comandada por una mujer y viceversa. En realidad, la mujer está presente en todos los ámbitos y desempeñando cargos de alta responsabilidad”.
La película
La protagonista de Kobane, dirigida por Özlem Arzêba, se llama Zehra Penaber, y es una mujer kurda de 32 años que fue comandante de la organización militar de las YPG. En 2014 y con el control de la mitad de Siria e Irak, el apogeo de la fuerza del ISIS avanzó hacia Kobane, pero cuando sus miembros comenzaron a decaer y a dispersarse, Zehra lideró la ruptura del asedio, consiguiendo liberar a la ciudad hasta hoy. Olmo Couto trabajó de lleno en el rodaje de esa película y lo cuenta: “Es, a la vez, una película bélica e histórica. Participaron ella, entre extras y personajes, doscientos actores, todos aficionados, claro, y la filmación se efectuó en las localizaciones reales de la guerra. Lo curioso es que muchos de eses actores interpretaron el papel de algunos de sus amigos o familiares muertos”.
Olmo Couto también ha corrido a cargo de la dirección fotográfica de Berbú, que cuenta la historia de tres mujeres kurdas, refugiadas, y del documental Vida y resistencia. Y es que este gallego es uno de los miembros más activos de la Comuna de Cine de Rojava: “Toda Rojava-explica- está organizada por asambleas. Aparte de las del barrio y de la ciudad, y de las gremiales, también en el mundo de la cultura las hay de teatro, de músicos… y, por supuesto, está la de cine, de la que yo formo parte, y que está dedicada tanto a la formación como a la difusión del audiovisual. Nosotros llevamos películas para proyectar en los pueblos, nos encargamos de instruir a los kurdos y, objetivo importante, dirigimos producciones de películas que narran la historia de los kurdos con su propia voz, ya que están un poco cansados de que otros las cuenten por ellos. Ellos dan mucha importancia a esto”.
En el día de hoy, y tras pasar una semana en Galicia, Olmo Couto viaja de regreso a Rojava. En su mente está poner en marcha un proyecto de intercambio cultural entre su patria adoptiva y Galicia. Para entonces volverá a su tierra natal otra vez.
FUENTE: Salvador Rodríguez / Faro de Vigo
Be the first to comment