Alba Sotorra fija su mirada en las zonas de sombra de la información, en esa geografía humana que se esconde tras los grandes titulares, para acercarse a las historias de la gente que vive en el corazón de conflictos que parecen no encontrar un final, que se reproducen como pequeños fuegos con vocación de volver a incendiar las portadas de los periódicos.
En Miradas Desveladas hizo un primer acercamiento a la realidad de las mujeres en los países islámicos, en un momento también de grandes cambios para la zona a la que viajó: Bosnia, Irán, Kurdistán, Pakistán. Con Game Over volvió a Afganistán, donde había estado con su primer documental, para mostrarnos la épica de la guerra, en el ideal del héroe masculino, siguiendo a un personaje, Dajlal. En Comandante Arian nos regaló el documento más emotivo y revelador sobre las combatientes kurdas de Rojava. Para ello, Alba Sotorra no dudó en vestir el traje de camuflaje y seguir a su protagonista hasta el frente de guerra.
En su última película El retorno. La vida después de ISIS, bucea en las causas por las que jóvenes y mujeres occidentales se entregaron a la yihad. Muchas de esas mujeres están ahora en campos de confinamientos, tras la derrota del Estado Islámico (ISIS), esperando que sus países de origen autoricen su retorno. Si en Comandante Arian la directora catalana convivió con las combatientes kurdas que defienden la revolución de Rojava, en El retorno se sitúa detrás de la línea del frente, escuchando a las mujeres europeas, que voluntariamente se habían sumado a las filas del ISIS.
No deja de ser una vuelta retorcida de la historia que las milicianas kurdas que combatieron y derrotaron al ISIS, sean ahora las que gestionen los campos donde han quedado atrapadas las familias de los yihadistas. Esa relación entre las guerrilleras kurdas y las mujeres de los combatientes del Estado Islámico sería muy diferente si fueran hombres los que controlaran los campos de detención. ¿Cómo es posible que estas milicianas, que sufrieron la violencia del islamismo más radical, ayuden a las mujeres que siguieron al ISIS?
El documental pone el foco en la repatriación de estas mujeres, algo a lo que los gobiernos europeos, hasta ahora, se han negado; tal vez trabajos como el de Alba Sotorra contribuyan a cambiar la mirada, no sé si de los gobiernos, pero sí de las sociedades europeas, que han sido bombardeadas con un discurso del miedo que las sigue viendo como enemigas de sus países.
“Debemos tener en cuenta en qué momento deciden ir allí y cómo se sienten. En el caso de Shamima tenía 15 años. Estado islámico interpelaba su identidad. ¿Quién eres tú en Europa? Son chicas de segunda o tercera generación descendientes de familias musulmanas. ¿Tú eres holandesa? ¿Eres musulmana? Son chicas que, en muchos casos, vienen de familias no practicantes. En algunos casos sí que vienen de familias practicantes que quizá les obligan a poner el pañuelo y luego quizás lo llevan para agradar a sus padres. Cada caso es un mundo pero existe el denominador común de la identidad. ¿Quién soy yo? ¿Quiénes son los míos? Es una búsqueda constante en la adolescencia y la juventud”, apuntaba Alba Sotorra en una entrevista para Catalunya Plural.
El retorno es un documental incómodo, que te da más preguntas que respuestas, y te hace tomar una postura sobre una cuestión sobre la que los gobiernos occidentales prefieren pasar de puntillas, a la vez que pone cara y le da voz a las protagonistas de un drama que comparten con sus hijos, en una tierra de nadie en la que están ancladas, esperando un más que incierto retorno.
FUENTE: Angelo Nero / Nueva Revolución
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