La guerra es, a menudo, una parte necesaria de la lucha de liberación. La guerra en sí misma no proporciona una solución, pero puede forzar las negociaciones. Las negociaciones políticas pueden entonces conducir gradualmente a una solución y a un proceso de reconciliación. Las posibilidades de reconciliación son mejores si el movimiento de liberación conserva las armas hasta que se establezca una solución política estable; sin embargo, si entregan las armas durante el proceso las cosas rara vez van bien.
El presidente turco Erdogan no habla tan claro como Netanyahu. Pero a través del terror, la guerra y el desplazamiento de personas, Erdogan ha demostrado cada día que eso es exactamente lo que defiende.
Hace ahora algo más de 25 años que Turquía anunció una invasión a Siria si Abdullah Öcalan no abandonaba el país. Unos meses después de ese anuncio, agentes de la CIA secuestraron a Öcalan en la embajada griega en Kenia. A continuación, lo entregaron a agentes de la Agencia Turca de Inteligencia (MİT) que habían estado esperando en el aeropuerto. Los esfuerzos del MIT se limitaron a trasladar a Öcalan a Turquía después de que la CIA hubiera hecho su trabajo, lo que demuestra una vez más la inferioridad del gobierno turco.
La visión que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu tiene de los palestinos, tal y como la emite a diario la televisión, es la misma que el presidente de Turquía tiene de los kurdos. Resumiendo el núcleo del mensaje de Netanyahu: hay que exterminarlos si no renuncian a su propia cultura e identidad, y aceptan la dictadura del opresor.
2013: el llamamiento del Newroz
Pero esto no doblegó a Öcalan ni al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El día del Newroz, 14 años después de su secuestro por la CIA, Öcalan hizo un llamamiento a la paz desde su celda de la prisión de Imrali. Se dirigió a todos los pueblos de Oriente Próximo, no sólo a los kurdos: “La era de los regímenes explotadores, la opresión y la negación ha terminado. Los pueblos de Oriente Próximo y Asia Central están despertando. Están volviendo a sus raíces. Exigen el fin de las guerras y los conflictos cegadores y subversivos que los enfrentan entre sí. (…) Hoy comienza una nueva era. El tiempo de la lucha armada se acaba y la puerta está a punto de abrirse a la política democrática”.
El apoyo masivo a este llamamiento del Newroz debió de impresionar a los dirigentes del Estado turco. Hubo cierto diálogo y, en otoño de 2014, se celebraron negociaciones oficiales entre el gobierno y el Partido Democrático de los Pueblos (HDP).
El viceprimer ministro Yalçın Akdoğan y el ministro del Interior Efkan Ala negociaron con tres parlamentarios del HDP. Iniciaron las conversaciones con un objetivo común que podría parecer demasiado ambicioso: elaborar un plan a largo plazo para una solución pacífica entre el PKK y el Estado turco.
Los negociadores del HDP visitaron varias veces a Abdullah Öcalan en la prisión de İmralı. Los dos ministros discutieron la marcha de las negociaciones con el primer ministro y sus colaboradores más cercanos. Según la Constitución, el presidente no tenía poder político en ese momento. Su papel en el gobierno era principalmente simbólico, y era el gobierno el que tenía el poder ejecutivo. Erdogan había dimitido como primer ministro en agosto de 2014 y solo era presidente durante las negociaciones, por lo que no participó en ellas.
El 28 de febrero de 2015, las delegaciones del gobierno y del HDP concluyeron la primera fase de las negociaciones con una rueda de prensa en el Palacio Dolmabahçe, en Estambul. Difícilmente podrían haber encontrado un edificio con mayor significado simbólico: seis sultanes vivieron en el Palacio de Dolmabahçe desde su construcción a mediados del siglo XIX. También fue la residencia de verano de Atatürk, el fundador del Estado turco, que vivió allí sus últimos días en 1938. Desde 2007, el palacio de Dolmabahçe se convirtió en la residencia oficial del primer ministro en Estambul.
La delegación del HDP visitó a Abdullah Öcalan el día anterior a la conferencia de prensa. De esta reunión salieron con un esbozo de los próximos pasos del proceso de reconciliación. El diputado Sırrı Süreyya Önder, que encabezaba la delegación del HDP, tenía muchas cámaras de televisión apuntándole mientras leía los diez puntos que esbozaban el camino a seguir. El ambiente se enrareció cuando el viceprimer ministro Yalçın Akdoğan tomó la palabra: “Hemos alcanzado una fase importante en el proceso de paz (çözüm sureci – el proceso de solución). El grupo del HDP estuvo ayer en Imrali y asistió a una reunión (con Öcalan)”. No podía estar más cerca de reconocer formalmente a Abdullah Öcalan como negociador de paz.
A continuación, Akdoğan pasó a la pregunta que todos se hacían: si el gobierno continuaría por el camino iniciado. El viceprimer ministro comentó los diez puntos que había presentado el HDP, diciendo “nosotros (implicaba: el gobierno) consideramos importante la declaración, para acelerar el proceso de desmantelamiento y retirada de todas las armas, para que tengamos un entorno sin operaciones armadas. Y para que podamos utilizar la política democrática como herramienta”.
Escuchar estas palabras históricas fue como revivir el momento en que había escuchado el mensaje del Newroz de Öcalan en Qandil, apenas dos años antes. Habló entonces de poner fin a la lucha armada y resolver los conflictos mediante la política democrática.
Tras debatir primero el camino a seguir con el primer ministro y sus allegados, el mensaje del viceprimer ministro se hizo eco del de Öcalan.
Los líderes del HDP y del gobierno dominaron los periódicos y la televisión ese día. Las imágenes de los negociadores dándose la mano anunciaban que había ocurrido algo histórico. Aunque los conflictos no se habían resuelto, el gobierno y los representantes kurdos habían anunciado que el proceso de reconciliación continuaría.
Entonces, el presidente Erdogan dijo basta. Se mostró contrario a la reconciliación y criticó públicamente al gobierno.
Uno de los viceprimeros ministros respondió en nombre del gobierno, escribiendo que las declaraciones de Erdogan –“no me gusta”, “no me alegra”- no eran más que expresiones emocionales de sus propias opiniones.
“El proceso de paz lo lleva a cabo el gobierno y el gobierno es responsable de este asunto”, declaró el viceprimer ministro.
Erdogan no cedió. Reprendió públicamente al gobierno: “Yo consulto a mi pueblo sobre todas las cuestiones. Yo soy el presidente”. Recibió una respuesta clara del viceprimer ministro: “No olvides que este país tiene un gobierno”.
Cuando Ahmet Davutoğlu se convirtió en primer ministro en 2014, muchos pensaron que no sería más que una marioneta del presidente Erdogan. Pero en su apasionado discurso del Día del Newroz de 2015, demostró que no era en absoluto una marioneta: afirmó que el nuevo proceso de paz significaba que había llegado el momento de “enterrar para siempre cualquier cultura del odio”.
Abril de 2015: renovado aislamiento de Öcalan
Menos de dos semanas después del discurso del Newroz del primer ministro Davutoğlu, saltó la noticia de que el presidente Erdogan había superado al gobierno: el 5 de abril de 2015, Abdullah Öcalan volvía a estar completamente aislado en la prisión de Imrali. El más importante defensor de la paz había vuelto a ser confinado a las cuatro paredes de su celda. El presidente había tomado el poder violando la Constitución. Había cancelado todo el proceso de paz.
Junio de 2015: Erdogan pierde las elecciones
La campaña electoral en Turquía en la primavera de 2015 se caracterizó por actos de violencia, principalmente dirigidos contra el HDP. Un brutal atentado con bomba de ISIS interrumpió el último mitin masivo del HDP en Amed (Diyarbakır). El líder del partido, Selahattin Demirtaş, estaba en el estrado cuando estalló la bomba. Me impresionó la compostura que mostró.
Cuando los votantes turcos acudieron a las urnas el 7 de junio de 2015, el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y el presidente Erdogan tenían un objetivo: contar con 330 representantes en el Parlamento. Esta mayoría era necesaria para cambiar la Constitución e introducir el régimen presidencial. Las elecciones iban a legalizar el abuso de poder de Erdogan. Mostró una gran confianza en el período previo a las elecciones.
7 de junio de 2015: el desastre golpea al presidente Erdogan
El AKP perdió casi una quinta parte del apoyo que había tenido en las anteriores elecciones y sólo obtuvo 258 escaños en el Parlamento. Este revés se agravó aún más cuando el HDP superó el umbral del 10%. Figen Yüksekdağ, Selahattin Demirtaş y sus compañeros de partido ganaron las elecciones. Si Turquía hubiera sido una democracia, todos habrían aceptado el claro mensaje de los votantes: no queremos un gobierno de partido único, y tampoco queremos un gobierno presidencial.
Pero el presidente Erdogan no aceptó la decisión de los votantes. Decidió que habría nuevas elecciones el 1 de noviembre y reinició su campaña electoral anunciando, el 24 de julio, una nueva guerra contra el terror, tanto contra Daesh (ISIS) en Siria como contra el PKK.
Cuatro días después, la OTAN celebró una cumbre en Bruselas, donde el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció que toda la OTAN respaldaba a Turquía en esta nueva guerra: “Todos los aliados expresaron su firme apoyo a Turquía y todos nos mantenemos unidos en solidaridad con Turquía”.
Tras unas pocas salidas casi simbólicas contra zonas controladas por Daesh en Siria, Erdogan ordenó a los pilotos que concentraran sus ataques aéreos en zonas kurdas de Turquía, Siria e Irak. El pueblo de Zergele, en el norte de Irak, se convirtió en uno de los primeros objetivos de los bombardeos de la nueva “guerra contra el terror” de Erdogan. Nueve civiles murieron en este primer ataque. Más tarde, vi las ruinas de las seis casas que habían sido destruidas.
Seis meses después del atentado, conocí a Firsat Sofi Ali (1978-2020) en Hewlêr (Erbil). Pertenecía al Partido Democrático de Kurdistán (PDK) de Masoud Barzani y era diputado del Parlamento regional. Ali era de Zergele y visitó el pueblo justo después del ataque turco.
“En nuestro pueblo sólo había civiles”, dijo. “Tras el ataque a Zergele, llevamos ocho años de terror de Estado y guerra –agregó-. Te puede gustar o no Abdullah Öcalan. Y muchos más que el jefe de la OTAN, Stoltenberg, y el presidente Erdogan lo consideran un enemigo peligroso. Pero incluso ellos deberían darse cuenta hoy de que no hay camino hacia la paz en Turquía sin la reincorporación de Öcalan a las negociaciones. La liberación de Öcalan es el primer paso”.
FUENTE: Erling Folkvord (periodista y escritor, miembro del Partido Rojo Noruego, ex diputado del Parlamento noruego) / Medya news / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
Be the first to comment