Con la presión e intensidad destructora de un martillo neumático, el gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan insiste en crear una “zona de exclusión aérea” sobre el norte de Siria, territorio habitado por el pueblo kurdo y que, desde hace más de tres años, es defendido por las milicias YPG/YPJ y las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), conformadas por fuerzas kurdas y de otras nacionalidades.
Por estos días, el Ejército de Turquía tiene vía libre para avanzar sobre Siria e Irak. En el caso sirio, luego del intento de golpe de Estado contra la administración de Ankara, el plan de conquista de Erdogan recibió una oportunidad única: posicionarse como un “ferviente” defensor de la democracia y obtener el respaldo de Rusia y Estados Unidos para ingresar a Siria, algo que no había podido hacer hasta ahora.
Cuando el 24 de agosto el gobierno de Erdogan anunció la movilización de tropas hacia el norte de Siria, los objetivos fueron claros: por un lado profundizar la desestabilización en ese país; por el otro, doblegar a las fuerzas kurdas que combaten contra los grupos terroristas y, al mismo tiempo, desarrollan nuevas instituciones y políticas sociales, basadas en la democracia de base, el respeto a todas las religiones y etnias, y la participación plena de las mujeres.
Con una zona de exclusión aérea sobre el norte de Siria, el proceso encabezado por los kurdos corre riesgos reales. En la actualidad, el Ejército turco tomó el control de aldeas que habían sido liberadas del Estado Islámico (ISIS, o Daesh) por parte de las YPG/YPJ. Es más, desde las YPG/YPJ denunciaron de forma reiterada que muchos miembros de ISIS ingresaron a las filas de las tropas turcas que, a su vez, son respaldadas por el Ejército Libre Sirio (ELS), una organización calificada como terrorista por Damasco.
El domingo pasado, el ministro turco de Defensa, Fikri Isik, declaró que para combatir a los terrorista “crearemos una zona de seguridad en el norte de Siria y de esta manera eliminaremos la amenaza a nuestro territorio”. Según el funcionario, la zona tendrá una extensión de 45 kilómetros.
A estas declaraciones se le sumaron las de Ibrahim Kalin, portavoz del mandatario turco, que confirmó que su país continuará las operaciones con aviones cazas y tanques hasta que la zona fronteriza esté “completamente segura”.
Aunque las intensiones de Turquía podrían parecer nobles, la realidad es muy diferente. El gobierno de Erdogan considera “terroristas” a las milicias kurdas y demás grupos que luchan por la liberación del norte de Siria. pese a que desde el Ejecutivo turco argumenten que su combate es contra ISIS, los hechos son muy diferentes. Las denuncian y pruebas que demuestran el respaldo pleno del Estado turco al Daesh se multiplican con el correr de los días. La semana pasada, periodistas de la cadena BBC denunciaron que más de trescientas personas se refugian en un campo de Turquía, gestionado por el grupo Jaish Al Tahrir, una facción que integra el ELS. Según los divulgado, el objetivo de Jaish Al Tahrir es “rehabilitar a los ex miembros del Estado Islámico” y “favorecer el retorno de los que proceden de estados occidentales” para seguir operando en sus países.
Una zona de exclusión aérea sobre el norte de Siria no es una propuesta nueva. A finales de septiembre, Erdogan afirmó: “Queremos establecer una zona de exclusión aérea de 95 por 45 kilómetros”. Un día antes de las declaraciones del mandatario, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, demandó “limitar los vuelos” para impedir “que el régimen sirio ataque a los civiles con el pretexto de luchar contra el Frente Al Nusra”.
Desde que el Ejército turco ingresó al norte de Siria, al menos 30 civiles perdieron la vida durante la denominada operación “Escudo de Éufrates”. Sumado a esto, portales de noticias de la región aseguraron que miles de soldados turcos se encuentran acantonados esperando la orden de cruzar hacia territorio kurdo.
Erdogan sabe que tiene respaldo para una operación de este tipo. Aunque existen rispideces con Estados Unidos, desde la Casa Blanca no van a modificar la relación estratégica con Turquía, que representa al segundo Ejército dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Para Washington, el Estado turco es un aliado fundamental para el control de Medio Oriente. Por otra parte, el restablecimiento de relaciones entre Ankara y Moscú le permitió al mandatario turco liberarse de críticas y presiones. Durante el reciente Congreso Mundial de Energía realizado en Estambul, la alianza ruso-turca quedó sellada luego de la reunión entre Erdogan y el presidente Vladimir Putin. El gobierno de Moscú intenta acercar a su lado a Erdogan y, de esa manera, contener sus planes desestabilizadores contra Siria. En Estambul, ambos mandatario no sólo coincidieron en su lucha contra los grupos terroristas, sino que sellaron el acuerdo sobre el gasoducto Turkish Stream y la instalación de la central de energía nuclear Akkuyu, por un total de 30 mil millones de dólares entre ambas obras.
Una zona de exclusión aérea sobre el norte de Siria remite inevitablemente a la aplicada sobre territorio libio en 2011, bajo el argumento de proteger a la población civil, pero que permitió que en ocho meses la OTAN devastara con bombardeos ese país del norte de África. Al día de hoy, todavía no se conoce con certeza cuántos muertos dejaron los ataques de la alianza atlántica, aunque se contabilizan por miles.
FUENTE: Leandro Albani/Resumen Medio Oriente (www.resumenmediooriente.org)