En los últimos años nos hemos comprometido a preservar el legado de un compañero, Hugo Blanco Galdos, ¡del Indio Hugo Blanco!
Nos hemos comprometido porque NOSOTRXS LXS INDIXS, porque queremos aprender a ser indixs en el camino, no como identidad, no como etnicidad, no como etiqueta, no como vestimenta o lengua, sino que queremos aprender sobre la fuerza, la dignidad, la perseverancia de escupirle la cara al patrón, al poder, y cantar, y reír como indio, como india, en simultáneo.
En esencia, Hugo ha puesto su vida en función de los pueblos: primero los indios (que somos eventualmente todas y todos) y de la Pachamama, la Madre Tierra. Pues eso mismo es lo que quiere y queremos que quede. No Hugo Blanco, sino su aporte. Un aporte vivo, en marcha, en movimiento, con las y los luchadores y frente a temas y asuntos críticos y recurrentes de los que depende la pervivencia y la fortaleza de los mismos. Temas como lo político-electoral, la organización colectiva, el legado de las y los mayores que uno sigue caminando, las tácticas de captura, las contradicciones, la disciplina para aprender, la persecución de y desde quienes se nombran hermanos en los discursos, pero que en sus prácticas nos señalan, persiguen y sirven al opresor.
Pues bien, Nosotros los Indios, el libro más hermoso de los que escribiera Hugo, tiene textos escritos en la cárcel y durante la lucha que son absolutamente conmovedores y cuya fortaleza persiste y crece con el tiempo. Ante este neo-fascismo patriarcal aterrador que nos amenaza y ataca, esos textos cobran una vigencia enorme. Pero allí, enterrados entre otros en un libro no caminan. Hugo quiere que sus cenizas sean repartidas en luchas y comunidades en todas partes cuando muera, y Pueblos en Camino lo hemos convencido de que las cenizas no hablan, se hacen tierra; mientras que la palabra suya y su camino consecuente que nace y retorna a la acción colectiva es mucho más que cenizas de un cuerpo, es semilla y retoña. Está entusiasmado… ¡estamos!
Se trata de que hoy, ante estas rupturas y amenazas, el legado vivo de Hugo sea justamente para tejernos más eficientemente como pueblos de la madre tierra desde nuestros ámbitos para ganar eficiencia y eficacia en defendernos, consolidar resistencia y superar el horror y el despojo. Los patrones cabalgaban a los indios, les daban látigo hasta matarles, los marcaban con hierros, las violaban; a la cárcel, a la horca, al hambre iban a dar, allí como lombrices de tierra les hacían revolcarse y eran menos que basura, porque a la basura no se le humilla ni se le hace sufrir. Cuando era imposible que de allí saliera un levantamiento para liberarse con la tierra, Hugo Blanco Galdos lo creyó posible, necesario y urgente y lo hicieron realidad. Era apenas un desafío, una oscuridad, un imposible en el largo camino de la vida, del legado de Hugucha. Una y otra vez, hasta ahora mismo, su vida ha sido mirar de frente lo imposible, ponerse de pie ante la maquinaria que somete y extermina, tomar la única decisión posible, la de levantarse, organizadamente, en colectivo, con la tierra y luchar.
Luchar y ganar y volver a empezar y seguir luchando y nunca aceptar la derrota ni el fracaso. Entenderlas y levantarse en colectivo o en solitario, lo mejor que se pueda y ponerlo todo, el cuerpo, la memoria, la inteligencia, el alma, “corazón de piedra y paloma” y volar para jamás aceptar la derrota “ni aún derrotado”, como le susurra el poeta al oído una y otra vez. Lo encerraron y lo aislaron en celdas putrefactas donde cohabitó con ratas y cucarachas y, entonces, 14 veces declaró la huelga de hambre y se dispuso a vencer o morir. Por eso mismo, Hugo Blanco Galdos es un legado vivo perene, sempiterno, permanente y acá adentro en cada cual y en todas partes. Lo es porque ahora mismo, ante esta derrota en curso y en ciernes, cuando envilecidos y vanidosos imperan los gamonales del desprecio y vienen por el mundo todo para llenar sus arcas, un hombre de sombrero de paja, con el cabello y la barba blancas, la mirada tierna y firme, se levanta y nos levanta para decidirnos por la vida en libertad y con la tierra. Ese es Hugo Blanco Galdos. Ese su legado, su “poncho nomás”, ese, nuestro camino compartido.
FUENTE: Pueblos en Camino / Edición: Kurdistán América Latina
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