Mientras se preparaba este artículo, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan hizo el anuncio oficial de que las elecciones parlamentarias y presidenciales se celebrarán el 14 de mayo. Un día antes, el Tribunal Constitucional aplazó el plazo para la defensa oral del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) en el caso para cerrar el partido pro-kurdo, una medida que su copresidente, Mithat Sancar, dijo que se hizo para garantizar que los procedimientos coincidieran con el calendario electoral.
Esto es seguro: la jornada del 14 de mayo será la curva más cerrada en el camino que los pueblos de Turquía han recorrido durante un siglo.
¿Por qué?
Turquía ha pasado los últimos 21 años bajo el dominio de gobiernos islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Desde 2015, el mismo régimen continúa bajo una coalición no oficial con el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), de extrema derecha. Ha habido diferentes etapas en el régimen de dos décadas de Erdogan, pero la última iteración ha sido pro-racismo, anti-pluralismo, pro-salafismo y pro-turquismo. Este régimen dictatorial se ha infiltrado en todo en Turquía. Erdogan está al timón de este régimen desquiciado, y espera hacer permanente su gobierno dictatorial con otros cinco años luego de estas elecciones.
Si Erdogan se sale con la suya, el extraño régimen que instauró, el sistema presidencialista”, habrá pasado el punto de no retorno. Muchos observadores políticos afirman con razón que estas son las últimas elecciones que verá Turquía. En resumen, si Erdogan gana, su posición será similar a la de Saddam Hussein en Irak. Es tanto lo que está en juego, que la situación es tan crítica, tan mala y tan peligrosa.
Frente a Erdogan hay otras dos corrientes principales en el país. La primera es la Alianza Nacional, formada por seis partidos de la oposición de diverso tamaño, liderados por el principal partido de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP). Esta alianza, con su candidato presidencial, el líder del CHP, Kemal Kılıçdaroğlu, quiere librar a Turquía del régimen de Erdogan y defiende un sistema parlamentario. Sin embargo, este grupo también tiene muchas opiniones paralelas a las tesis de Erdogan. Sus políticas para la democratización de Turquía, la cuestión kurda, los movimientos de mujeres, el cambio climático, etc., siguen siendo superficiales y pragmáticas.
La tercera línea política es la Alianza Trabajo y Libertad, liderada por el Partido Democrático de los Pueblos (HDP). El movimiento político kurdo es el mayor componente de esta alianza, y las organizaciones socialistas y de izquierdas de Turquía forman sus cimientos. Esta alianza defiende proyectos centrados en la sociedad y una política interior y exterior pacífica.
Las dos corrientes de la oposición están de acuerdo en muchos asuntos, y si un nuevo gobierno sustituye al de Erdogan, habrá mucha lucha política por los asuntos acordados, así como por los desacuerdos. Al final, se desconoce hasta qué punto se producirá una mayor democratización. Sin embargo, muchos votantes están motivados por un simple “no puede ser peor que Erdogan”.
¿Qué nos dice esto?
El régimen de Erdogan ya estaba perdiendo apoyo, pero el inmenso desastre que supusieron los terremotos del 6 de febrero lo ha acelerado. Más de 45.000 personas murieron en el seísmo; miles de ellas podrían haber sobrevivido de no ser por la negligencia del Estado.
El CHP adoptó una postura muy activa en la respuesta al desastre, y Kılıçdaroğlu señaló con razón y claridad a Erdogan como culpable. Mientras tanto, los suministros de socorro del HDP fueron confiscados y sus esfuerzos reducidos.
Erdogan hizo después una autocrítica, pero el terremoto ha abierto una enorme brecha entre él y el pueblo. El presidente se ha quedado sin poder y ya no puede gobernar el Estado. Se encuentra en su momento de mayor debilidad política. Parece que varias dinámicas estatales de la capital ya no soportan que Erdogan se siente en el asiento del conductor. La regla de siempre en política también es válida aquí: los débiles no tienen aliados.
Muchos creen que Erdogan “no se irá aunque pierda”. Esta es una preocupación significativa y genuina para muchos, pero también es exactamente lo que Erdogan quiere que la gente piense. Por supuesto que “se irá” si pierde las elecciones. Sí, hará todo lo que pueda antes de las elecciones para quedarse, pero no hay nada que pueda hacer si no consigue el apoyo suficiente del pueblo. En las condiciones actuales, lo mejor es que se vaya por la vía electoral. Si los métodos legítimos no funcionan, podría estallar una guerra civil. Ese es el riesgo en esta tensa encrucijada.
El factor más importante para determinar el destino de Erdogan es la cuestión kurda y su acercamiento a los kurdos. El Estado ha presentado al presidente como el político más útil en su guerra contra los kurdos. Su alianza con los grupos yihadistas contra los kurdos en Siria, en particular, ha sido lo que ha mantenido caliente su asiento en Ankara. Pero esa guerra no está ganada. Sí, los kurdos han pagado un precio muy alto, sus ciudades fueron arrasadas y miles de personas murieron. Pero la lucha kurda logró mantenerse en pie.
Miles de kurdos están entre rejas y el HDP se enfrenta a un posible cierre. Pero al fin y al cabo, la estructura política que representa al pueblo kurdo tiene actualmente el poder de determinar el resultado de las elecciones del 14 de mayo.
El sistema electoral vigente exige que un candidato presidencial obtenga el 50% más uno de los votos. El candidato de la oposición aún no lo ha conseguido, pero Erdogan está mucho más lejos. Además, el HDP cuenta con cerca del 15% de los votos. Un bloque de votantes tan fuerte asestaría a Erdogan un golpe político del que no podría recuperarse. Sólo este hecho demuestra que el Estado ya no necesitará al presidente.
Por otro lado, las fuerzas militares del movimiento kurdo llamaron a un periodo de no acción tras el terremoto. Los guerrilleros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) anunciaron que no llevarían a cabo ninguna acción, a menos que el ejército turco les atacara. A Erdogan no le gustó esta decisión: para él, una salida es perpetuar la guerra. Desea atizar el nacionalismo y consolidar su base mediante una guerra contra los kurdos. La decisión del PKK resta poder a Erdogan. Por ello, es posible que en el próximo periodo se representen diversos escenarios sangrientos.
En resumen, el movimiento kurdo como los actores políticos y dinámicas militares han estado dando los pasos necesarios para terminar con el régimen de Erdogan. Podría haber más movimientos por venir, por ejemplo, el HDP podría abstenerse de presentar su propio candidato y apoyar a Kılıçdaroğlu. Esto dependería del propio Kılıçdaroğlu, si visita al HDP y le pide apoyo directamente, ofreciendo promesas convincentes hacia la democratización; así, el HDP podría responder. Y el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), a pesar de los continuos ataques del ejército turco todos los días, podría mantener de alguna manera su decisión de no actuar hasta las elecciones.
Estos dos pasos de la parte kurda podrían desencadenar la caída del régimen de Erdogan, pero la caída no significa la instauración inmediata de la democracia. Hay una grave ruptura. Hay problemas inmensos. Y, por desgracia, los poderes políticos que surgen como alternativa no tienen la visión necesaria para resolver estas cuestiones.
Sin embargo, la caída del régimen de Erdogan podría crear una atmósfera relativamente positiva. En esas condiciones, podrían sentarse las bases para resolver las cuestiones más importantes del país. Pero en el lado opuesto, es decir, si Erdogan gana, la situación pasará de oscura a negra, como el carbón.
Turquía tiene que elegir entre esta oscuridad total o el camino de vuelta.
FUENTE: Amed Dicle / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
Be the first to comment