La Larga Marcha Kurda: caminando hacia el futuro

A principios de febrero, tuvo lugar la Larga Marcha hasta Estrasburgo por la libertad de Abdullah Öcalan, que lleva encarcelado desde 1999 en la isla prisión de Imrali. A ella acudieron kurdos de la diáspora y simpatizantes de su causa, sobre todo de Alemania, Francia y Suiza. El origen de esta marcha data de 1984, año en el que se celebró por primera vez como una marcha por la liberación del pueblo kurdo. Allí se acuñó el sobrenombre de “Apo”, a modo de diminutivo, para referirse a Öcalan

La Larga Marcha, más allá de reclamar la libertad de Öcalan, que es un símbolo de la lucha kurda, es una proclama al mundo de que la revolución es posible.

Desde 2019 lleva su equipo de abogados sin poder ver a Öcalan, dadas las trabas burocráticas que el gobierno turco impone. El aislamiento al que tienen sometido a esta persona da una idea del calibre que para el Estado turco tiene la movilización de la población kurda.

Hasta hace unos años por estos lares, el movimiento kurdo era considerado un movimiento de liberación nacional más de los tantos surgidos en los 70 y 80. De hecho, así era en sus orígenes. Sin embargo, a partir del encarcelamiento de Öcalan, el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), y auspiciado por el propio dirigente desde prisión, vivió un viraje hacia el Confederalismo Democrático, abandonando el marxismo que hasta entonces esgrimía. En pocas y reduccionistas palabras, el Confederalismo Democrático defiende que la liberación de la sociedad tiene que empezar por la liberación de las mujeres del patriarcado y que, lejos de ser el Estado una solución para los pueblos, éste es un problema, por lo que se apuesta por la confederación desde abajo en comunas, organizadas desde asambleas populares.

Así, al menos, es como el Confederalismo Democrático ha tomado cuerpo práctico en Rojava, una de las cuatro partes en la que está dividido el Kurdistán histórico (Rojava, en Siria; Bakur en Turquía; Bashur en Irak y Rojhilat en Irán, según denominación geográfica Oeste-Norte-Sur-Este). Con el estallido de la guerra civil siria y la aparición del ISIS, ante el vacío de poder, los kurdos de Rojava, organizados a través del PYD y de una constelación de asociaciones de todo tipo, entre las que destaca Kongra Star, se lanzaron a llevar a la práctica su proyecto revolucionario antipatriarcal, democrático radical y ecosocialista, contando con todas las minorías étnicas de la zona; formaron milicias, la mixta YPG y la femenina YPJ para enfrentarse y, a la postre, arrinconar al Daesh, dieron cobijo a los yezidíes masacrados al norte de Irak o fundaron una nueva versión de la sociología, la Jineolojî o Ciencia de las Mujeres.

El experimento organizativo iniciado en Rojava para sortear el modelo estatal se basa en los consejos populares. Es una organización de abajo arriba, que comienza con los consejos de aldea o incluso de calle, del municipio y del cantón (en principio Rojava se configuró en tres cantones -Afrin, Kobane y Cizire-) para terminar en una suerte de plenaria, ya que desde cada consejo se elige a dos delegados mandatarios (una mujer y un hombre) que acuden a la instancia superior. Dada la configuración étnica de la zona y huyendo expresamente del monolitismo cultural congénito a la forma Estado, hay un sistema de cuotas por etnia para la participación en las asambleas de los consejos, así a las etnias minoritarias se les garantiza una participación mínima del 10%. En tanto que la liberación de la mujer es un principio innegociable del movimiento, este modelo organizativo es doble: hay consejos mixtos y consejos exclusivamente femeninos en todos los niveles de esta autoadministración democrática. Y así, cada nivel tiene una copresidencia masculina y femenina. Hoy, más allá de Rojava, el KCK y el KJK (femenino) reúnen a todas las organizaciones confederalistas democráticas.

En aquéllas circunstancias (2015), el foco mediático recayó en lo que sucedía en Rojava, dada también la colaboración táctica con Estados Unidos en la lucha contra el islamofascismo, al tiempo que lo hacían las miras de una parte de la militancia revolucionaria occidental, principalmente la libertaria, dadas las coincidencias de los planteamientos y experiencias y la llamada expresa de sus protagonista a los movimientos “democráticos” mundiales.

No solo recibieron simpatía y apoyo moral desde el llamado Occidente, sino que también muchas personas decidieron acuerparles presentándose allí mismo, pese a las dificultades, ya fuera para combatir en las milicias o para ofrecerles apoyo logístico o formativo. Una de las iniciativas que más ha destacado en ese sentido es la creación de la Comuna Internacionalista, que reúne a personas de varios países, deseosas de contribuir en la práctica sobre el terreno. CNT publicó en 2019 el libro “Make Rojava Green Again”, que lo cuenta con más profundidad. En este libro, conviene subrayarlo porque el análisis y la información política suele preponderar en lo que llega de Rojava, se presentan nociones del modelo económico que, a partir de la formación de cooperativas, pretende recuperar una economía no mercantilista, autogestionada, de cercanía y lo más autosuficiente posible, basada en el conocimiento del medio en el que se desarrolla y abandonando los planteamientos extractivistas. Esto, aún con todas las dificultades y trabas imaginables y siendo, como es, Rojava, la zona de Siria con más pozos petrolíferos.

Arrinconado el Daesh, el proyecto es atacado por el Estado turco, que conquista, apoyándose en milicias islamistas, uno de los tres cantones en que se había configurado Rojava, el de Afrin, en 2018. Desde entonces se denuncian violaciones constantes de los derechos humanos en esa zona, incluido el uso de armamento químico, en particular fósforo blanco, para lo que desde Rojava se solicita una investigación internacional. Además, la zona está sometida a embargo. Mientras, los rojavíes intentan mantener el control sobre los campos de control de islamistas, que en los últimos tiempos están consiguiendo fugarse, lo que puede conllevar un resurgimiento del nunca del todo extinto Daesh. En este terreno, y pese a que Estados Unidos retiró en época de Trump sus tropas de la zona, todavía quedan contingentes norteamericanos que auxilian a los kurdos en esta ingrata labor.

En otras zonas del Kurdistán, la población sigue bajo la bota de los Estados; así en Irán se denuncian detenciones, mientras que en Turquía son encarcelados miembros del partido político HDP, que une a la izquierda kurda y parte de la turca, o sus poblaciones sufren opresión (sobre todo en 2017, año en el que varios municipios apostaron por proclamar la autonomía democrática). El Kurdistán iraquí, autónomo, está políticamente dominado por el partido de Barzani.

Son varios los intentos del movimiento kurdo por encontrar apoyos, entre otros que la UE elimine al PKK de la lista de organizaciones terroristas, para lo que ha habido una campaña de firmas recientemente. También parte de la izquierda parlamentaria, tanto en el parlamento europeo como en parlamentos nacionales, como el sueco, han denunciado la actitud de Turquía o han solicitado una revisión del estatus del PKK; ERC y Bildu (País Vasco) presentaron una pregunta parlamentaria sobre la diputada del HDP Aysul Tugluk, enferma y encarcelada en Turquía. No obstante, la actitud de los gobiernos europeos, que tienen en Turquía un socio preferente, no es proclive a incomodar a Erdogan. Así, se encuentran impedimentos y hace poco, incluso, se expulsó a una activista española, María, de Alemania, especialmente vinculada por lazos económicos a Turquía, por realizar actividades de apoyo al Kurdistán. En la actualidad hay una campaña en su favor.

De hecho, la celebración de la larga marcha no ha transcurrido con normalidad. Hubo retenciones de activistas en las fronteras de los países de paso, e incluso a su paso por Alemania se prohibió expresamente la habitual exhibición de la imagen de Öcalan, e incluso la exclamación de su nombre.

FUENTE: José Manuel Mato / CNT / ANF / Ilustración de El Bellotero

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