Crítica de la arqueología y genealogía de la civilización

Hacia un horizonte transcivilizatorio

Retomando el análisis y la reflexión, que siempre de algún modo son también evaluaciones, que apuntan y se proyectan al porvenir, debemos volver a plantear las premisas de las que partimos; queremos hacer hincapié en los ámbitos de lo que Peter Sloterdijk llama atmósferas. Nosotros hacemos hincapié en los ciclos planetarios. Todo esto nos plantea una decodificación, desciframiento, una resignificación de lo que llamamos relaciones. Concepto que es tan importante y caro para la sociología, pero también para la economía política y, de alguna manera, también para la teoría de sistemas, sólo que la teoría de sistemas complejiza aquello que llamo relaciones. Por ese camino queremos volver a la arqueología del concepto de relaciones, comprender lo que llamamos relaciones, dada su geología de sedimentaciones conceptuales. Émile Benveniste decía que el humano nace en el lenguaje y desde el lenguaje nombra el mundo, actúa en el mundo. Esta es una premisa importante, nos muestra esa compleja relación simultánea entre lo que llamó la filosofía lo externo o el afuera y lo interno o el adentro.

A partir de cierta tradición de las ciencias sociales se dice que el ser humano interpreta, que el ser humano construye sus culturas, con anterioridad, que inventa sus lenguajes, sin embargo esta interpretación supone una concepción demasiado aislada del ser humano, independiente del ámbito complejo de relaciones. ¿Cómo puede haber un ser humano sin el ámbito complejo de relaciones? El ser humano sólo puede ser entendido en ese ámbito complejo de relaciones, porque es producto del ámbito complejo de relaciones, por lo tanto, de alguna manera, ayudándonos con el procedimiento de la ilustración, se puede decir que el ámbito de relaciones antecede al ser humano. Nos podrán criticar y preguntar, a su vez, ¿cómo puede haber ámbito de relaciones si ese ámbito de relaciones es creado por el ser humano? Se tiene que concebir la simultaneidad de la acción del ser humano en un ámbito complejo de relaciones y la incidencia del ámbito de relaciones en el ser humano. Hablamos de su propia constitución, la constitución de su subjetividad, también la constitución de su corporeidad, entendiendo que estamos hablando de cuerpos en el planeta. Hay que concebir la imbricación inmediata entre ser humano y ámbito de relaciones.

Volviendo al tema abordado por Émile Benveniste y también por Noam Chomsky, el lenguaje parece haber constituido al ser humano; en un contexto mayor, la cultura también lo hace, lo constituye como ser simbólico, como ser imaginario, deviniendo intérprete por excelencia, constituyendo su memoria, memoria social, basada en la experiencia social.

Utilizando viejos términos y sus paradigmas antiguos, que aunque se han repetido en la modernidad, han quedado antiguos, quizás obsoletos, pero, en la medida que los hemos heredado, nos ayudan a ilustrar. Parece que podemos hablar de una revolución del lenguaje, de una transformación desde lenguaje, en este sentido podemos hablar de un ámbito lingüístico, que va a operar en la constitución misma del ser humano. Existen constantes flujos y reflujos de relaciones, que se configuran constantemente en un ir y un venir de significaciones; las relaciones son significadas por el lenguaje, que explica esta constitución subjetiva, esta constitución humana, esta consciencia, también subconsciencia e inconsciente humanos. Entre las consecuencias de lo que decimos, es impensable ser humanos sin el lenguaje.

Podemos decir que hoy, en plena revolución cibernética e informática, estamos asistiendo a algo parecido a lo que ocurrió hace miles de años con el lenguaje, en lo que respecta a la constitución del ser humano, puesto que la redes cibernéticas e informáticas conforman una atmósfera irradiante y de inmediata incidencia, una atmósfera tan embriagante como el lenguaje, inclusive más poderosa. Más transformadora que el lenguaje, en la medida que está incidiendo de manera inmediata y veloz en la nueva constitución de subjetividades y en la nueva transformación del ser humano. La transformación o, si se quiere, la evolución, no se da en el robot de la robótica; no tenemos que mirar una suerte de superación del ser humano en esta producción científica y tecnológica. Esta apreciación es alienante, es una tesis parecida a la cosificación, a la fetichización del robot, de un producto del ser humano. Todos estos apologistas de la robótica interpretan de una manera cosificada lo que está ocurriendo, sin darse cuenta que precisamente estas transformaciones científicas y tecnológicas cibernética e informáticas están volviendo a incidir fuertemente en el ser humano, transformándolo, evolucionando el ser humano, usando ese concepto tan difícil y discutible como de evolución, pero lo hacemos, como hemos dicho, para ilustrar.

Recogiendo lo que decimos y sacando consecuencias, en resumen decimos lo siguiente: de manera simultánea, el lenguaje constituye al sujeto, al mismo tiempo que el ser humano inventa el lenguaje, de esta manera compleja, simultánea y complementaria incide en su corporeidad. A su vez, este cuerpo, de este ser humano, este sujeto, ambos, que son lo mismo, usan el lenguaje, los recursos culturales, los recursos cibernéticos e informáticos. El ser humano es atmosférico, acuático y territorial. Las atmósferas constituyen sus ámbitos complejos de relaciones. Ambos procesos ocurren de manera simultánea; no vamos a decir de una manera dialéctica, porque esa forma de pensamiento es restrictiva, se circunscribe en los laberintos de la razón abstracta. No logra pensar la complejidad.

Desde esta perspectiva podemos recoger la pregunta de Abdullah Öcalan, pregunta que recoge, a su vez, de Teodoro Adorno: ¿dónde erramos el camino? La misma pregunta, dicha de otro modo: ¿dónde comenzamos esta forma errada de vivir? Abdullah Öcalan hurga en lo que podemos llamar la arqueología de las culturas. Él encuentra tres matrices culturales: la aria, la semítica y la China, con distintos afluentes, dando mayor importancia y antigüedad, así como irradiación, a la arqueología cultural aria. Lo del término de ario tiene que ver con la agricultura, con los quehaceres del campo. Es en estas arqueologías y su consecuente desenvolvimiento genealógico donde va a encontrar, precisamente, el punto de inflexión a partir del cual se pierden en el camino las sociedades, la misma humanidad, cuando las sociedades yerran el camino.

Orígenes de la civilización

Orígenes de la Civilización, de Abdullah Öcalan, es el primer tomo de una obra que comprende distintas miradas que abarcan el ciclo más largo, el ciclo largo, el ciclo mediano y el ciclo corto de lo que se viene en llamar la historia de las civilizaciones. El primer tomo, Orígenes de la Civilización, corresponde a una sociología de la cultura; el siguiente tomo, Civilización Capitalista, se asume como una sociología estructural; el tercer tomo, Sociología de la Libertad, corresponde a las dinámicas del ciclo corto, como una sociología de la libertad. Los siguientes tomos, Crisis de la Civilización en Oriente Medio y La cuestión kurda y la propuesta de solución por una nación democrática, se ocupan de otros análisis críticos, de otras problemáticas específicas, que refieren a situaciones pendientes en el presente.

Orígenes de la Civilización se sitúa en la matriz cultural del Medio Oriente, en la paradisíaca tierra del Norte, del noroeste y del noreste. En el Medio Oriente se dio nacimiento a matrices civilizatorias. Öcalan sitúa a la matriz aria como la principal, que inaugura la memoria cultural fundamental, que se difunde e irradia por el mundo conocido de entonces. De esta matriz madre surgen y emergen otras, que se autonomizan, la matriz semítica y la matriz egipcia. La otra matriz cultural fuerte, matricial, se da en el Oriente, es la matriz cultural china. Éstas son las matrices culturales de la civilización, que comenzaría en el neolítico y llegaría hasta nuestros días. En otras palabras, para Öcalan hay sólo una civilización, que se habría transformado desde su propia constitución y conformación, en las paradisiacas tierras  del norte del Medio Oriente.

La guerra contra las mujeres

Quizás la tesis más fuerte en Orígenes de la Civilización, también en la obra de Abdullah Öcalan, es la que interpreta la historia de las civilizaciones como la guerra permanente contra las mujeres, es decir, contra la vida. Öcalan acude a las fuentes de las tablas sumerias donde se narra el mito de la lucha entre la Diosa-Madre y el Dios-Padre sacerdotal del Zigurat. Öcalan dice que hay sacerdotisas que construyen sus propios templos, que muchas ciudades tienen sus diosas protectoras, el ejemplo más claro es Inanna en Uruk. La lucha es entre Uruk y Eridu, ciudad del Dios Enki, ciudad que, a su vez, se puede considerar que corresponde al primer Estado sacerdotal. La lucha mítica termina con la derrota de Inanna y la victoria de Enki. “Después, la figura de la Diosa-Madre irá languideciendo hasta el periodo babilónico cuando quedará sometida, derrotada, esclavizada, convertida en prostituta oficial, pública y privada” (1).

Desde la perspectiva de la interpretación de Abdullah Öcalan, la guerra contra las mujeres no habría durado los tres siglos de la caza de brujas, que analiza Silvia Federici en Calibán y la bruja, sino toda la historia de la civilización. La civilización se habría constituido en la guerra permanente contra las mujeres; esta es la genealogía del patriarcado. Dominación masculina, de fraternidades de machos, de sacerdotes, dueños de la revelación y la verdad. Öcalan encuentra aquí, en el comienzo de esta guerra el punto de inflexión donde comienzan las sociedades humanas a errar el camino, a perderse en el laberinto de las dominaciones y las genealogías del poder.

La tesis de Öcalan es alumbradora: señala el origen del Estado, que es patriarcal y máquina sacerdotal de las dominaciones. La historia de las dominaciones cae en el círculo vicioso del poder, que, además, corresponde a la destrucción planetaria, a la marcha irremediable de la muerte, a la caída en el abismo y el Apocalipsis. La única salida apropiada, para evitar el Apocalipsis es desandar el camino errado. Deconstruir las ideologías civilizatorias, diseminar las estructuras y mapas institucionales de las civilizaciones, abolir los regímenes patriarcales, las dominaciones masculinas y con ellas, las otras dominaciones, las de clase, las coloniales, las imperiales y las imperialistas. Hay que matar al hombre, como titula uno de sus libros, que significa recuperar el ser humano masculino en su devenir. Despertar sus capacidades perceptuales y afectivas, su inteligencia emocional, liberando la potencia social.

Ahora, que nos encontramos ante el peligro de una tercera guerra mundial, una guerra nuclear devastadora, quizás la última, que acabe con la sobrevivencia humana, es indispensable la lectura de la obra de Abdullah Öcalan, recuperar su crítica a la civilización, tomar en serio la convocatoria de salir de la genealogía de la civilización e ingresar en los horizontes de sociedades ecológicas y plenamente democráticas, de pueblos autogestionarios y de autogobiernos del mundo. Proclamar el Confederalismo Democrático para todos los pueblos del mundo.

Notas       

(1) Abdullah Öcalan: Orígenes de la civilización. Editorial Sudestada; Buenos Aires 2016. Pág. 147.

FUENTE: Raúl Prada Alcoreza / Kurdistán América Latina

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